Pensamientos obsesivos. Los peligros de la rumiación
Es natural pararse a reflexionar sobre las experiencias dolorosas o las preocupaciones diarias. Con ello esperamos llegar a un nuevo entendimiento que reduzca nuestra necesidad y nos permita seguir adelante. Pero este proceso natural de auto-reflexión a menudo sale mal, y en lugar de obtener una liberación emocional, simplemente tocamos las mismas escenas angustiantes en nuestra cabeza una y otra vez, sintiendonos aún más tristes, enojados o agitados.
Volvemos
a vivir las escenas de una ruptura dolorosa y reanalizamos todos los
matices de esa última conversación, repasamos en nuestra mente cada
detalle de los últimos momentos antes de vernos afectados por un trauma o
pérdida, volvemos a vivir todas las reuniones en las que nuestro jefe
nos criticaba frente a nuestros colegas, o ensayamos varias versiones de
un enfrentamiento o discusión que no terminó como hubiéramos querido.
Esta necesidad de rumiar nuestras preocupaciones
puede ocurrir en cualquier momento y ocupar nuestros pensamientos
cuando salimos de compras, cuando estamos en la ducha, cuando estamos
haciendo la cena, o cuando estamos tratando de hacer nuestro trabajo.
Antes de darnos cuenta nuestro estado de ánimo ya está en ruinas y las
emociones se sienten más a flor de piel que nunca.
Los peligros ocultos de quedar atrapado en un ciclo ruminativo
La rumiación se considera una forma desadaptativa de autorreflexión,
ya que ofrece algunas nuevas ideas y sólo intensifica la angustia
emocional y psicológica que ya sentimos. Puede parecer obvio que tales ciclos rumiativos
son emocionalmente angustiantes pero menos evidentes son los riesgos
importantes que suponen para nuestra salud mental y física.
– Las cavilaciones o rumicaciones crean un círculo vicioso
que fácilmente nos puede atrapar. Este impulso puede ser verdaderamente
adictivo, de manera que cuanto más rumiamos, más nos sentimos obligados
a seguir haciéndolo.
– La rumiación puede aumentar nuestra probabilidad de caer en una depresión, y puede prolongar la duración de los episodios depresivos previos.
– La rumiación se asocia con un mayor riesgo de abuso del alcohol.
A menudo bebemos cuando nos encontramos al borde de la irritabilidad y
la tristeza que se derivan de nuestras constantes cavilaciones.
– La rumiación se asocia con un mayor riesgo de trastornos de la alimentación. Muchos de nosotros utilizamos la comida para manejar los sentimientos angustiantes que nuestras propias reflexiones provocan.
– La rumiación fomenta los pensamientos negativos.
Emplear una cantidad tan desproporcionada de tiempo en los
acontecimientos negativos y dolorosos puede colorear nuestras
percepciones generales de tal manera que empezamos a ver otros aspectos
de nuestras vidas también de forma negativa.
– La rumiación fomenta la dilación de los problemas.
A modo de ejemplo, un estudio encontró que las mujeres con tendencias
ruminativas que encontraron un bulto en su mama esperaron 2 meses más
que las mujeres sin esta tendencia para programar un examen médico.
– Rumiar los pensamietnos aumenta nuestras respuestas al estrés psicológico y fisiológico de tal manera que los reisgos de una posible enfermedad cardiovascular se multiplican.
Romper el ciclo de la rumiación
Debido a la naturaleza adictiva de las reflexiones intrusivas, una buena forma de romper el encanto irresistible de nuestra rumiación es pararla de golpe.
En concreto, debemos intentar atraparnos a nosotros mismos tan rápido
como nos sea posible en cada ocasión, y encontrar la manera de distraernos para ocupar nuestras mentes con algo que no sea el centro de nuestras reflexiones.
Ya
sea viendo una película, haciendo ejercicio, resolviendo un crucigrama o
jugando al Tetris, cualquier cosa que nos obligue a concentrarnos nos
obligará a dejar de rumiar. Con el tiempo, el hecho de evitar la reflexión y por tanto no reforzar su atractivo, hará que la necesidad de rumiar disminuya.
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