El Complejo de Ulises o el Síndrome de la perplejidad
Por José Padrón G. Rebelión Llegarás primero a las sirenas, que encantan a cuantos hombres van a su encuentro. Aquel que imprudentemente se acerca a ellas y oye su voz, ya no vuelve a ver a su esposa ni a sus hijos rodeándolo, llenos de júbilo, cuando torna a su hogar; las sirenas lo hechizan con el sonoro canto, sentadas en una pradera en el centro de un enorme montón de huesos de hombres putrefactos cuya piel se va consumiendo. (Homero: Odisea, Canto XII). En casi todas las mitologías existentes, las sirenas son bellas y desinhibidas. El único defecto que tienen es el de no poder hablar. Emiten sonidos que embriagan a cualquier mortal o hablan en lenguas incomprensibles que impiden la comunicación. (Pedro Palau Pons: Sirenas, las Hadas del Océano). En su Odisea, Homero nos habla de unos guerreros griegos al mando de Ulises que, de regreso a casa luego de la guerra con Troya, entre los tantos castigos de desorientación a que fueron sometidos por la ira de los dioses tro