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Mostrando entradas de agosto 19, 2011

El placer de ignorar

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¡Qué felicidad la del ignorante!, la de aquel que por desconocimiento evita todo tipo de sufrimiento. Ojos que no ven, corazón que no siente. Así, de esta forma, justifican muchos la inutilidad del aprendizaje y lo absurdo de invertir en educación. El libre fluir de las cosas, siguiendo el principio de intervención mínima, aparece como la mejor forma de posicionarnos entre la complejidad que nos rodea. Dejan así, algunos, en manos de un desconsiderado destino, el bienestar de sus hijos y el suyo propio. Sin embargo, ahogarse en un vaso de agua, es lo que fácilmente puede ocurrir, a quien lejos de interesarse por aprender, decide vivir el destino, tal y como nos viene dado, irremediablemente, por causas superiores a nuestro entendimiento. No me refiero, ni mucho menos, a las creencias religiosas, privadas o íntimas que cada cual tenga sobre el destino, sino a los hechos y a los datos que la ciencia, en el devenir de años y siglos, ha venido aportando sobre la salud y el equilibrio