Padres adolescentes, ¿crianza conflictiva?

  • Vanessa Jordán Beghelli
    Psicóloga y Magister en Psicología
    Fundación para el Desarrollo Humano y las Artes - Desarrollarte - Santiago de Cali, Colombia

  • El incremento de la actividad sexual en los adolescentes ha dado paso al de la maternidad y la paternidad en adolescentes. Tal situación, dada la inmadurez psicosocial de estos jóvenes, plantea algunas dificultades de tipo personal, social, económico, educativo y laboral, tanto para los padres como para sus hijos, la familia y la sociedad en general. Así, se puede encontrar que la identidad que normalmente se construye durante la adolescencia junto con los pares, la familia, la pareja y otros actores de su vida cotidiana, puede sufrir una transformación al tener que construir una identidad culturalmente precoz de madre o padre adolescente y que puede afectar de manera directa o indirecta la crianza de sus hijos.
    Palabras clave: Maternidad, Paternidad, Adolescencia, Crianza, Desarrollo Psicosocial.
Hechos psicosociales como la aparición del embarazo adolescente, presente en aproximadamente 16 millones de mujeres adolescentes en el mundo cada año, han traído consecuencias tanto para estas jóvenes como para sus hijos, incidiendo en diferentes ámbitos de la sociedad como lo son los sectores educativo, económico, político, cultural y principalmente, en el sector de la salud pública (OMS, 2012).
Por otro lado, se ha encontrado que el padre del hijo de la madre adolescente tiende a ser también un hombre adolescente o adulto joven, que con dificultad asume su responsabilidad paterna. Además, se ha observado que las madres adolescentes generalmente pertenecen a hogares disfuncionales que brindan poco o nulo apoyo social y económico a estas jóvenes y a su hijo. Tales situaciones, llevan a la joven madre a formar una familia monoparental carente del acompañamiento familiar y el apoyo afectivo que necesita, dificultando como consecuencia el proceso de la crianza (Parrini, 2000; Knibiehler, 2001; Maldonado & Micolta, 2008).
Sin embargo, también se ha hallado que ambos padres adolescentes ante la experiencia del embarazo y de asumir un hijo, pueden fluctuar entre el rechazo y la idealización del acontecimiento, la resignación y la aceptación, el enojo y el apoyo, valorando el evento de ser padres como un cambio brusco para su proyecto de vida y asumiendo al hijo como una limitación o como una oportunidad para salir adelante. De esta manera, los adolescentes pueden hacerse cargo de la crianza de su hijo, el cual puede ser deseado o no, llevando a cabo un matrimonio o no y encontrando en el rol de la maternidad y de la paternidad cierto estatus social. Otras opciones contempladas son dar el hijo en adopción y / o delegarle el rol materno a la abuela, situación en donde se le tiende a dar un lugar de hermano al hijo (Izzedin, 2006; Climent, 2006; Rangel & Quiroz, 2008; y Turiani et al., 2009).
No obstante, ¿qué puede pasar cuando los padres adolecentes asumen la crianza del hijo? Tradicionalmente se ha esperado que los roles de crianza, caracterizados por el afecto, el cuidado, la protección y el control hacia los hijos, sean asumidos por adultos, dada su madurez y experiencia. Sin embargo, el incremento de padres y madres adolescentes ha resinificado dicha tradición, mostrando a estos roles como procesos posiblemente conflictivos que generan avances y retrocesos en el desarrollo de los padres, quienes redefinen su vida y sus funciones familiares, evocando cambios que pueden afectar también el curso del desarrollo de los hijos (Everingham, 1997; y Eyer, 1995).
Para el presente artículo, los conceptos de maternidad y la paternidad expuestos, se conciben desde la perspectiva epistemológica constructivista, que comprende a la realidad como una construcción subjetiva y dinámica, siendo esta una experiencia mediada por procesos simbólicos que le dan sentido y significado en un contexto social determinado(Bruner, J. 1994; y Guba & Lincoln, 2005). Por lo tanto, la maternidad y la paternidad vendrían siendo el producto de diferentes procesos de construcción psicosocial que incluyen concepción, gestación, crianza y socialización de los seres humanos, involucrando una serie de costumbres, tradiciones, convenciones, beneficios, actitudes y normas en el proceso de velar por el cuidado y desarrollo de los hijos.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la adolescencia se ha definido como la etapa del desarrollo humano que va entre los 11 y 19 años de edad, en la cual se consideran dos fases: la adolescencia temprana que va de los 11 a los 14 años de edad, y la adolescencia tardía dada entre los 15 a 19 años de edad. Así mismo, esta organización estima que una de cada cinco personas en el mundo es adolescente y de estos, el 85% viven en países pobres o de ingresos medios y además, aproximadamente el 1.7 millones de ellos mueren al año (Amaya, J. y cols., 2005).
A estos datos se le suma que la actividad sexual de los adolescentes va en aumento en todo el mundo (Serbin, L., et al, 1991), incrementando así el número de padres jóvenesEsta situación, trae como posibles consecuencias algunas dificultades a nivel personal, social, económico, educativo y laboral tanto para los adolescentes, como para los hijos, la familia y la sociedad en general, lo cual afecta de manera directa el proceso de crianza.
Primer Impacto: El Embarazo
Al manifestarse un embarazo en la adolescencia, generalmente se afirma que se interrumpe y se desequilibra el proceso de desarrollo de los jóvenes, posibilitando que se presenten dificultades en la dinámica relacional entre éstos y el mundo psicosocial que les corresponde vivir. Por lo tanto, el evento del embarazo implica la toma de decisiones por parte de los jóvenes padres, las cuales son elecciones que giran en torno a cuestiones sobre el curso de la gestación, de la vida como pareja, de la familia, de la continuidad escolar, del trabajo, de las necesidades económicas, de las nuevas responsabilidades, entre otras (Spieker, S., & Bensley, L., 1994; y Grandi, C. y cols., 2008).
Por su parte, la adolescente embarazada debe conciliar las características correspondientes de la maternidad con las exigencias propias de su edad, en la cual se está terminando de constituir no sólo su cuerpo sino también su personalidad. Esto implica que la identidad que normalmente se construye durante la adolescencia junto con los pares, la familia, la pareja y otros actores de su vida cotidiana, sufra una transformación (situación que también pueden experimentar los jóvenes padres), y en lugar de orientarla hacia la construcción de una mujer joven y adolescente, tenga que construir una identidad culturalmente precoz de madre adolescente, lo que significa una revolución en el estilo de la relación consigo misma, con los otros, con la sociedad y a la vez, le implique una reestructuración de su proyecto de vida (Cárdenas, W. y cols., 2004; Milan, S., y cols., 2004; Ortiz, J. y cols., 2006).
Estas situaciones además de los cambios de imagen física, exponen a la joven gestante a un mayor estrés gestacional, relacionado con la presión económica, la posible falta de apoyo por parte de la pareja, la familia y la sociedad, los cambios en el estilo de vida, el probable abandono de sus estudios (en caso de que esté estudiando), entre otros, poniendo en riesgo el curso del embarazo, el desarrollo fetal, el estado de salud de ella y del bebé, así como la formación del vínculo afectivo (Milan, S., y cols, 2004; Salazar, A. y cols., 2007; y Grandi, C. y cols., 2008).
Con relación a los padres adolescentes hombres, sus reacciones al conocer la noticia del embarazo pueden ser muy variadas. Sin embargo, muchos tienen dificultades con aceptar su nuevo rol, ya que este paso no es fácil para aquellos jóvenes que apenas dejaron de ser niños, pudiendo sentirse presionados por sus familias, sus pares y la sociedad en general, cohibiéndose así de asumir plenamente su paternidad y posiblemente dejando a la madre de su hijo sola con el embarazo. No obstante, también existen jóvenes con sentido de responsabilidad y compromiso afectivo y económico, los cuales desean participar en el proceso del embarazo y como padres activos de su hijo (Serbin, L., y cols., 1991; Sommer, K., y cols., 1993; y Fagot, B., y cols., 1998).
Adolescencia y Crianza
La crianza es un periodo fundamental para el desarrollo del ser humano, en donde los cuidadores asumen el proceso de socialización de los menores. Sin embargo, cuando los adolescentes se apoderan de la crianza de su hijo, estos se enfrentan al conflicto de socializar cuando aún se encuentran en el proceso de ser socializados, pues estos jóvenes padres aún dependen de la protección de la sociedad, de la familia y de la escuela (Corbella, 1994; Knibiehler, 2001).
De esta manera, se observa que la maternidad y la paternidad son prácticas sociales complejas que tienen como función principal la reproducción del grupo social y la atención a los nuevos sujetos sociales, tomando diferentes sentidos de acuerdo con el momento histórico y el contexto cultural de su producción, la subjetividad y el género, lo que implica considerar a la maternidad y a la paternidad como hechos culturales de elección individual en continuo cambio (Eyer, 1995; Everingham, 1997).
De acuerdo con Wendkos (2001) y Moreno y cols. (2000), el embarazo y la maternidad en adolescentes se ha caracterizado por tener resultados difíciles, relacionados con la inmadurez física y psicológica de la madre, con su situación económica, familiar y educativa e incluso con su estado nutricional. Además, este suele plantearse como un problema social y como una experiencia confusa que afecta biológica, emocional, afectiva, cognitiva y socialmente a la adolescente, a su hijo y a su entorno relacional. No obstante, esta visión de la maternidad adolescente como problema, responde a una época y cultura progresista en donde los embarazos tempranos dificultan el proyecto social, político y económico de la mujer y la familia.
Es así como se muestra a la maternidad como una difícil situación que implica mayores cambios a los ya vividos en esta edad y donde la identidad de la joven lleva un curso aparentemente diferente al de sus pares, ya que debe asumirse como madre y llevar a cabo las funciones del cuidado de su hijo antes de lo esperado. No obstante, la manera de apropiarse de esta nueva identidad depende de las características particulares de cada adolescente: ser madre puede ser una experiencia extraordinaria, difícil, perturbadora, de gran importancia o de poco interés para la mujer (Wendkos, 2001).
Es de aclarar que bajo el modelo de madre tolerante, entregada, correspondiente y de amor incansable, se pueden generar en la adolescente sentimientos de frustración ante la incompetencia para criar a su hijo y aunque se plantea una mayor necesidad de apoyo psicosocial, puede ser el momento en el que la joven menos lo recibe. Éstas circunstancias consiguen hacer de la maternidad en la adolescencia una experiencia complicada, más en una época de la vida en la que usualmente los recursos generalmente son reducidos y las expectativas sobre el futuro inciertas (Corbella, 1994).
Aunque por lo general se ha encontrado que la madre recibe el mayor impacto de la crianza, con frecuencia la vida del padre adolescente también se puede ver afectada, sobre todo si éste ha tomado una postura de compromiso frente a su hijo y a su pareja, ya que al igual que la mujer, los nuevos roles que se le presentan al joven padre sin haber logrado la independencia de su familia de origen, aumentan la necesidad de dependencia al compartir la crianza de su hijo con sus familiares (principalmente, con los familiares de la madre del hijo) y con la pareja. Además, generalmente está atravesando por una época en la cual sus recursos pueden ser escasos y sus expectativas sobre el futuro son inciertas, así que debe dedicar su atención a la toma de decisiones que pueden transformar de manera radical sus planes educativos y profesionales (Corbella, 1994).
Por otro lado, se ha encontrado que ciertos padres asumen la carga económica de la crianza, y el tiempo y las demandas sociales que implican estas responsabilidades, lo llevan a seguir un rol de padre periférico hasta alcanzar las condiciones sociales, económicas y culturales necesarias para integrarse al mundo privado de la crianza de su hijo. Es así como se plantea que el vínculo padre adolescente – hijo es fundamentalmente económico y secundariamente afectivo, habiendo una necesidad de mayor involucramiento de estos jóvenes en la crianza, siendo un apoyo que facilite tomar las mejores decisiones para el bienestar de su hijo, de su pareja y de sí mismo (Maldonado & Micolta, 1998).
Conclusión
La maternidad y la paternidad en la adolescencia pueden implicar una crianza conflictiva, tanto para los padres como para las familias de los adolescentes, ya que estos aún no han terminado su proceso de socialización y dependen de su familia de origen tanto económica como afectivamente. Igualmente, a estos conflictos, se le suman los cambios en los proyectos de vida que deben asumir los jóvenes padres debido a sus nuevos roles, lo cual beneficia a la desigualdad económica, al aumento de la pobreza y a la disminución de oportunidades de desarrollo personal – social y de crecimiento educativo tanto para los padres como para los hijos, aumentando incluso las probabilidades de la aparición del maltrato infantil, de la violencia intrafamiliar en la dinámica relacional al interior de las familias, así como de las familias monoparentales.

Referencias
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