Depresión Blanca

En los últimos años se ha  acuñado el término “depresión blanca” para referirse a un estado patológico de fastidio y aburrimiento, que se caracteriza en parte por inactividad e indiferencia, como por una pérdida de rumbo, de ausencia de valores y de sentido de la vida. Este tipo de conducta se reproduce en una gran cantidad de adolescentes y adultos jóvenes, sin que los mayores se den cuenta, particularmente por la deficitaria comunicación entre los grupos de edad; y por la posibilidad de auto aislamiento que puede tener un adolescente con la Internet y la juguetería autista de que se dispone hoy.
Los sociólogos llaman “anomia” a la pérdida de valores y la ausencia de normas claras que orienten y regulen la conducta de los miembros de un grupo o comunidad. Se produce a menudo por la imposibilidad que percibe un joven de acceder a los canales de ascenso social, de inserción en los procesos participativos en los bienes y beneficios que la propia sociedad señala como símbolos de éxito, de normal autorrealización y logro.
Una reacción típica a estas circunstancias suele ser el desinterés en participar, la apatía por cosas que son perseguidas por otros, escapismo y auto aislamiento; el consumo de drogas o, su opuesto, el activismo frenético, son otras formas de expresar problemas de adaptación. También la rebeldía y la violencia y cualquier combinación de los tipos de conductas anteriores.
Pero, en general, los jóvenes de esta sociedad de mercado tienen un nivel muy alto de incertidumbre y frustración, en particular en cuanto a sus necesidades de afecto y estima social, que la sociedad actual les hace confundir con necesidad de consumo y ostentación. Al mismo tiempo, la globalización los convierte fácilmente en una especie de “don nadie universal”, es decir, un ser anodino, tanto en hogar, barrio o ciudad, como igualmente en el mundo, que es ya su nuevo grupo de referencia, que ahora puede ser real o virtual, local o mundial.
Por igual, el consumismo lo frustra, lo empequeñece, y envenena; el relativismo lo confunde y lo hace cínico. Al tiempo que el subdesarrollo, con su sistema institucional fallido, y un sistema económico cuyas escaleras de participación en los bienes y servicios no suben a ninguna parte, lo condenan a la exclusión y la marginación forzadas y definitivas.
Pero el factor verdaderamente precipitante puede ser la corrupción exhibicionista y desaforada de políticos, autoridades y nuevos ricos, la cual puede que esté enloqueciendo a nuestros jóvenes, incluidos los propios jóvenes políticos y empresarios.
Probablemente nuestros adolescentes estén atrapados en grandes conflictos y dilemas psíquicos, socioculturales y espirituales. Por un lado papá y mamá los quieren sanos y comportados, pero la sociedad y el ambiente les ofrecen alcohol, sexo y desenfreno, egoísmo y hedonismo. Dentro de ese esquema, las conductas esperables son la confusión y la paralización; o la agresión y la rebeldía
Décadas atrás, se decía que alguien era “un aburrido” significando un hombre que le daba lo mismo vivir que morir, y cuya agresividad y conflictividad lo marcaba como un antisocial peligroso. Es posible que estemos ante una situación de anomia tan grave y generalizada que haya muchos hombres y también mujeres que estén dispuestos a arriesgar sus vidas por poca cosa, es decir, por obtener algunos bienes, alguna cuota de poder o estima social, aunque fuere por poco tiempo y a un altísimo precio. Para muchos, lamentablemente, sólo la delincuencia y la violencia les representan alternativas.
Todos ellos, sin embargo, necesitan del apoyo de los que aún estamos sanos y en condición de ayudar. Y siempre les queda Dios como salida. Difícil de aceptar en medio de este bacanal, pero es la única salida valedera, que por cierto les está dando muchas y mejores soluciones a juventudes acorraladas en este  y otros  países del TODOS los continentes del mundo .
Gaby Correa
TuCounselor@yahoo.com



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