Clínica Psicoanalítica del Cuerpo
Por Yago
Franco
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Título: Segunda versión de “Pintura 1946” (1971), de Francis Bacon.
I. Los
cuerpos del psicoanálisis
El psicoanálisis comienza por el cuerpo. El cuerpo de la histeria: las frases, fantasmas y deseos
escritas en él. Es un cuerpo a descifrar, que porta un mensaje al Otro. Una
escena de seducción infantil, el deseo y la defensa al mismo tiempo. El cuerpo
se ve alterado en alguna de sus funciones o sentidos (el habla, la marcha, la
escucha, la visión). Una paciente -hace años ya- manifestaba un ardor
insoportable en sus labios, desesperante, que la sumía en estados depresivos, aislamiento,
insomnio. Su vida giraba alrededor del ardor de sus labios. Mujer locuaz e
inteligente, luego de meses de trabajo analítico su deslizamiento por
asociaciones la llevó a un momento clave: el recuerdo de una escena ocurrida
poco tiempo después del fallecimiento de su esposo. Un paseo por un puerto, la
visión de los marineros musculosos, sus cuerpos tostados y transpirados.
Valientemente acepta que tuvo una fantasía de felatio. El síntoma desapareció, pero -lo más importante- se restableció una relación
no culpógena con su deseo, y pudo al mismo tiempo ir atravesando un duelo en el
que había quedado atrapada: el dolor físico dio lugar al dolor del alma.
Pero si el psicoanálisis comienza por el cuerpo, a poco de andar Freud
descubrirá que no se detiene en el cuerpo de la histeria, para atravesar
territorios más complejos y de tránsito incierto. Hablará entonces del cuerpo en las neurosis actuales, que carecen de significación. Hay
accidentes en el cuerpo que no responden a ninguna lógica fantasmática ni
deseante, como si no tuvieran lugar en la psique. Así ocurrió con aquel hombre
que presentaba un sangrado anal inexplicable para los médicos. Esta vez se
trataba de compañeros de fábrica, sudorosos, musculosos. Pero no había lugar
para una intervención que relacionara su sangre con la presencia de sus
compañeros de producción, ya que no había conexión alguna en su psique que lo
permitiera. Aunque había -eso sí- una pérdida previa: la de una novia. Una
pérdida (de sangre) aparecía en el lugar de otra (su novia), pero que tampoco
el sujeto relacionaba. El síntoma (¿corresponde llamar así a algo que carece de
significación?) cedió de todas maneras, aunque su decir iba por otros
andariveles, alejados aparentemente de su padecimiento. ¿Cómo explicar esta curación
-sostenida a lo largo del tiempo- de un padecimiento que, a diferencia de
la histeria, era para nadie?
Es el enigma de la pulsión que no ha enviado representantes a la psique,
y que hace su trabajo en el órgano. El juego (en el sentido winnicottiano)
analítico permitirá crear puentes que hagan ligazón, aunque no haya una
asociación explícita. Si la pulsión es un concepto límite entre el cuerpo y la
psique, puede quedar de un lado o del otro de la frontera: del lado de la
psique en el caso de la histeria, del lado de la frontera corporal en el caso
de las patologías psicosomáticas. Aunque puede no estar totalmente del lado del
cuerpo y admitir cierto pasaje y por lo tanto trabajo analítico. Es
decir, hay casos -en los cuadros
psicosomáticos- en los cuales la pulsión se presta a la figuración.
Como ocurrió en el caso de aquella mujer que con una penosa
manifestación en la piel, comentó, para asombro de su analista, que hacía ya
meses que había desaparecido su presencia. Trabajo analítico de años, que permitió,
en este caso, hallar representantes representativos en la psique, que
implicaron que el ardor de la piel se transformara en ardor erótico,
desplazando lentamente un accidente en la infancia que la ligaba a un lacerante
superyó materno. Otro cuerpo que el de la histeria, más ligado a los fenómenos
psicosomáticos, como el de nuestro operario, pero más cercano a la elaboración
psíquica. En este caso hubo creación de fantasma.
La psicosis y el autismo manifiestan
presencias del cuerpo por demás alejadas de las experiencias neuróticas. Aquel
paciente abrazó a su analista en el pasillo del hospital, y recorrió
minuciosamente su cuerpo, lo fue palpando, sintiendo. Había presentado un
cuadro de autismo en sus primeros años de vida, y ahora tenía 18. Ese estado de
la psique siempre había estado presente. Previo al episodio del pasillo
dibujaba tiburones que desgarraban cuerpos, y gritaba desesperadamente la
palabra “capushó” cuando estaba con su analista. Este pudo entender -en
la medida en que fue construyendo una interlengua al decir de Castoriadis[1],
una lengua entre el mundo de significación compartida y el que hablaba el
joven- que esta palabra aparecía cuando escribía, y se trataba de la
desesperación que le acaecía, al creer que la lapicera del analista derramaría
toda su tinta si no le ponía un “capuchón”. Era su angustia de que escaparan
todos sus fluidos al no poder ser contenidos por el capuchón/piel de su cuerpo.
Eso le fue comunicado por el analista. La escena del pasillo era la respuesta
del paciente a dicha intervención, mostrando en ese acto su necesidad de algo
que contuviera y diera forma a su cuerpo, su alivio cuando algún orden de
significación se hacía presente, por más sencillo que fuera. De lo contrario el
cuerpo quedaba expuesto a los afilados dientes de una lengua que le resultaba
extraña y por su escasa defensa se vaciaría y desaparecería. El surgimiento de
una lengua comprensible, más cerca de su mundo propio de significación,
producía inmediato alivio.
La hipocondría nos ofrece más
interrogaciones que certezas [2].
Atraviesa diversos cuadros clínicos al mismo tiempo que distintos momentos de
la obra de Freud. Fenómeno ligado a la cantidad – y por lo tanto perteneciente
a las llamadas neurosis actuales, que no ofrecen
formaciones sintomáticas, sino más bien lo que conocemos como trastornos. Pero
también un especial tipo de discurso en el cuerpo, que no logra ser traducido.
No es algo psicosomático – no hay lesiones – sino que se trata de enfermedades
imaginarias, pero que no son – como la histeria – traducibles ni están
dirigidas a otro, y si tiene que ver con una erotización de los órganos no
implica escenas inconscientes ni convoca fantasmas. La figura del médico es inseparable
del hipocondríaco. ¿Para hacerlo fracasar? ¿O se trata de un remedo de la
relación infantil con la madre en la cual la dolencia/malestar forma parte de
la misma, y la convoca, hablando esto de las primeras trazas del lazo, previas
a la palabra?
Nacimiento del cuerpo
Lo cierto es que el cuerpo debe nacer. Y la madre es su partera.
En un origen se trata de una indiferenciación cuerpo-psique-cuerpo materno.
La madre debe pronunciar un discurso sobre el cuerpo, y este cuerpo se
irá separando de la psique. ¿Señalará la hipocondría una falla en esa
separación?
El cuerpo – en el origen de la vida – va a pasar de ser un hecho
biológico a ser un hecho psíquico, merced a la presencia materna, sexualizante
y simbolizante. Ante el hambre ofrece leche y placer, alejando al
amamantamiento de lo autoconservativo, que seguirá estando presente pero que
será – además - un hecho del orden del erotismo. El objeto asistente es además
un objeto deseante. El cuerpo se va creando en ese estado de encuentro con un
cuerpo deseante, que lo toca y le habla y es su espejo. El cuerpo – erógeno –
es así creado en el encuentro con la presencia sexualizante del semejante,
metabolizado fantasmáticamente, y será el punto de partida del Yo en la medida
en que sus contornos se vayan haciendo cada vez más nítidos.
Surgido en un estado de fusión con el cuerpo del otro, la aparición del
Yo lo aleja de dicha experiencia, que deseará reencontrar, y que cada encuentro
amoroso – con el amante, con el hijo – le permitirá en parte satisfacer: es la
satisfacción de las metas de deseo fusionadas (Aulagnier). Algo extraño quedará
alojado en el psiquesoma: algo incognoscible, una suerte de ombligo psíquico y
corporal (no el ombligo tal como lo conocemos) que lo liga a ese “otro prehistórico e inolvidable, que nunca será igualado”. Objeto a para Lacan, significante
enigmático para Laplanche, cuerpo del otro ligado al sentido perdido para Piera Aulagnier. El cuerpo del infans es creado bajo la sombra del cuerpo del otro, y ese hecho deja
marcas indelebles. Toda falla en la constitución del cuerpo (el Yo como
proyección de la superficie del cuerpo, el cuerpo con contornos y fronteras
estables con el advenimiento del Yo) tendrá consecuencias como las del autismo
o las psicosis, y la presencia del otro, si es invasora o rechazante podrá
redundar en zonas mudas, o laceradas, que imposibilitan el pasaje de la pulsión
a la psique (no pueden figurarse) o que tal vez la pulsión pueda ser tal pero
quede como una excitación permanente, agujereante, que pueda ir más allá – o
acá – de lo psicosomático, o tal vez ser un fenómeno psicosomático más básico
aún.
Cuerpo y diferencias sexuales anatómicas
Ya sabemos: cuerpo y género pueden no coincidir. Sexualidad femenina y
masculina pueden no coincidir con cuerpos de hombres y mujeres. Sostuvo Freud
que sexualidad masculina y femenina están presentes en ambos: pero en realidad
en el origen no hay femenino mi masculino para el infans. La atribución de género es posterior, enunciada por lo padres,
metabolizada por el niño. La sexualidad es un camino que pasa por el Edipo, no
habiendo una vía regia para la
masculinidad ni para la feminidad. Esto es debido a la
desfuncionalización de la psique y por lo tanto de la sexualidad, que toma a
los cuerpos y los desfuncionaliza. La psique que manifiesta el
predominio del placer de representación sobre el de órgano. Las consecuencias
psíquicas de las diferencias sexuales anatómicas son un eje crucial en la
sexuación humana, tanto como la prohibición para los adultos de gozar con el
cuerpo de los niños. La verdadera prohibición edípica, que consigue así separar
las generaciones e instituir las leyes de filiación y deseo. Esta última: la
diferencia sexual anatómica significada como causa de placer. Que alude al
orden heterosexual de sexuación, orden predominante. Una observación al paso:
las diferencias sexuales han pivoteado alrededor de la primacía del falo, que
en general ha sido asimilado al pene. La palabra fálico convoca al pene, son
sinónimos. Un problema para el psicoanálisis, ligado al orden patriarcal de
sexuación, que significa en más al varón y en menos a la mujer.
El cuerpo del analista
Es una experiencia frecuente para todo analista tener sensaciones
corporales inexplicables salvo que estén enlazadas con el discurso de su paciente.
Como ese que está hablando ahí adelante suyo mientras comienza a sufrir un
dolor abdominal al principio imperceptible pero creciente hasta tomar la forma
de un cólico al momento de levantarse para despedir a su paciente. Y que
desaparece así como apareció ni bien este traspone la puerta del consultorio.
Dejando tras de sí alojado en su analista una de las manifestaciones de su
colon irritable. Tal vez como indicio de que él -el paciente- tuvo también que
cargar sobre sí con algo nacido en el lazo con el otro -la madre en este caso-.
Dolores cervicales, de cabeza, súbitos calambres pueden manifestarse en sesión,
no habiendo antecedentes de los mismos durante las horas previas, y yéndose sin
dejar trazas junto con el paciente.
El psiquesoma
En el humano no hay simplemente cuerpo
biológico, hay una muy compleja relación entre cuerpo psíquico y cuerpo
biológico. Hay efectos hacia ambos lados. Si –como decíamos-
entendemos a la pulsión como ese lugar intermedio, indecidible entre la psique
y el cuerpo, también debemos considerar que una vez que “ingresa” a la psique
(que ésta se lo representa, o que se presenta ante ésta utilizando su lenguaje)
es lugar de creación de zonas erógenas, fantasmas. Y el cuerpo ya no va a ser
el simple cuerpo biológico. El cuerpo se traduce/figura en los diversos
estratos del aparato psíquico: fantasmas en el inconsciente, palabras en el
saber del Yo sobre ese cuerpo -a la vez sujeto de una historia-, y pictogramas
en su estrato originario, en el que reina la indiferenciación. El cuerpo es así
un real sobre el cual la psique va creando realidad psíquica que se materializa
en sus diversos estratos. La pulsión, la historia, el espejo que ofrece el otro
forman parte de un conglomerado.
Cuerpo humano y psique se apoyan y crean mutuamente. El cuerpo será
objeto de una toma de préstamo que hace la psique. Piera Aulagnier realiza un
paralelo entre la metabolización, como ese mecanismo que intenta incorporar un
elemento que es de una naturaleza heterogénea convirtiéndolo en algo homogéneo,
y la tarea de puesta en relación en la psique (en el pictograma, la
representaciones cosa y palabra) como algo que es una toma de préstamo de la
metabolización, presencia de ésta en la psique. Diremos que la ligadura (otro
modo de hablar de puesta en relación) es el modo mediante el cual la psique
intenta metabolizar, homogeneizar sus contenidos.
Cuerpo e históricosocial
El cuerpo humano ha sufrido la presencia de las significaciones
imaginarias sociales. Mejor dicho: el cuerpo humano no es sin significaciones imaginarias sociales. Estas prescriben modos
de gestualizar, bailar, tocar al otro, jugar un deporte, tener relaciones
sexuales, etc. Así, la funcionalidad animal -lo autoconservativo como el comer
y la sexualidad, también el mirar y el oír, etc.- se desfuncionaliza y
transforma en modos increíblemente variados a lo largo del tiempo y en
diferentes sociedades. El psiquesoma humano está
desfuncionalizado. Todo lo que podría ser funcional se desfuncionaliza en esta
especie. El psiquesoma no respeta fines establecidos por el mundo instintual,
no hay fijeza, no hay ni objetos ni fines ni formas de satisfacción fijos, no
hay una determinación plena desde lo biológico. El humano se accidenta, comete
torpezas con su cuerpo, o puede entrenarlo hasta obtener logros extraordinarios
como puede apreciarse en el deporte.
Es observable que el cuerpo humano en Occidente no es el mismo que
a principios del siglo XX. De su ocultamiento se ha pasado a su exhibición. De
la represión de la sexualidad, se ha pasado a una exaltación de la misma.
Además, ahora la tecnología se yergue sobre él y lo impregna. Esto último
permite apreciar que, aprovechando esta plasticidad, la sociedad actual intenta
imponerle una funcionalidad -volver funcional lo que no lo es- : bajo la forma
de una suerte de maquinización, de una tasa de rendimiento que alcanza también
a la sexualidad. Lo cuantitativo puede predominar sobre lo cualitativo
(expresión de la imaginación) como puede apreciarse tanto en el deporte como en
la sexualidad. El orden socio-cultural intenta producir un pasaje de la
desfuncionalización de la sexualidad y del cuerpo, a un intento de hacerlos
funcionales. Controlar, medir, clasificar, rendir, adiestrar. Volver funcional
lo que no lo es. Que lleva a intervenciones sobre los cuerpos como las cirugías
plásticas, o al sedentarismo por la adhesividad/adicción a la tecnología,
también cierto estado hiperkinético o el consumo de las llamadas “drogas
sociales” utilizadas en locales bailables, la utilización cada vez a una edad
más temprana de viagra para aumentar el rendimiento sexual, etc. Todo esto
forma parte de los dictados de un Otro que exige siempre más, y que conduce a
la mortificación de los cuerpos.
Se propone así un
movimiento de alejamiento del cuerpo de su relación con el deseo, ligándolo más
a una lógica narcisista y thanática. De la erotización ligadora a la descarga o
estasis mortíferas -tal como puede apreciarse en la notable presencia de las
patologías psicosomáticas-. El cuerpo, entre Eros y
Thánatos.
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