La Salud al límite.
Prof. Dr. Miguel A. Cherro Aguerre | |
viernes, 13 de abril de 2012 | |
Sólo me anima a
escribir estas líneas el deseo de trasmitir a la comunidad una experiencia y
algunas reflexiones. No pretendo ofrecer una solución única, no creo que la
haya, sino introducir en el ámbito de discusión algunos elementos que considero
deberían tenerse en cuenta. Me pregunté al dirigir estas líneas
vinculadas a temas atinentes a la Salud si debía hacerlo sólo a la Red Médica
que integro, pues soy Psiquiatra de Niños y Adolescentes o era mejor, como
finalmente decidí, volcarlas además a un medio de comunicación pues así tendrían
la posibilidad de alcanzar no sólo a los colegas sino además a otros sectores:
enfermeros, personal de servicio, usuarios, etc. que pudieran eventualmente
estar interesados y/o involucrados en la cuestión.
Hace cerca de 40 años un artículo
de J. Anthony me conmovió: el personal médico, de enfermería y de servicio, en
una sala pediátrica de enfermos hematológicos terminales, en la medida que el
inexorable desenlace fatal del enfermo se aproximaba, tendía a evitarlos a él y
a su familia en lugar de acercarse en un momento crucial en que ambos, paciente
y familiares, necesitaban sostén y aliento máximos.
Esa sensibilización temprana me
llevó años después a preocuparme por temas afines y conexos: apego, calidad de
vida, relación médico-paciente y finalmente a las estrategias de cuidados del
cuidador. Estas últimas son estrategias que deben desplegarse cuando equipos de
Salud o de Educación trabajan en situaciones de estrés. El enfoque de estas
líneas, dados los recientes lamentables sucesos ocurridos en dos centros
asistenciales, se ceñirá exclusivamente a los Equipos de Cuidados Intensivos.
Tuve oportunidad de trabajar en
el Centro Hospitalario Pereira Rossell conjuntamente con dos destacados
profesores y amigos, los doctores Mauricio Gajer y Marta Alberti. Allí
implementamos hace años, no sin tener que vencer cierta resistencia inicial que
encontramos, una entrevista previa a los aspirantes a ingresar al Postgrado de
Intensivismo Pediátrico de la cual participaba un recurso de Salud Mental. De
modo general podemos decir que el resultado fue bueno porque nos permitió
detectar casos en los que ese trabajo podía exponer a riesgos y en otros pudimos
orientar adecuadamente del punto de vista de nuestra especialidad a los
entrevistados.
Desde una perspectiva conceptual
quienes pertenecemos a los Equipos de Salud somos Cuidadores, no sólo por
vocación sino por obligación y tenemos por objetivo de nuestro cuidado al
paciente y además a su familia. Un aspecto de ese cuidado lo integra el estudio,
vigilancia y perfeccionamiento de la relación médico-paciente. Nosotros,
siguiendo a autores internacionales de renombre, empezamos hace años a
preocuparnos por el Equipo de Salud en si mismo entendiéndolo como un cuidador
al que también hay que cuidar porque uno de los riesgos a los que se ve expuesto
con mayor frecuencia es el burn out, especie de surmenage como se decía antes o
agotamiento psico-físico por estrés como se acostumbra decirle ahora. Vengo
desde hace años insistiendo en jornadas y congresos con el tema y aún he
publicado artículos sobre ello. [1]
Como puede apreciarse fácilmente
toda esta fundamentación se apoya en principios incondicionales que nos animan y
que se basan en una vocación de servicio irrenunciable que nos lleva a
preocuparnos fundamentalmente por el cuidado del otro. Si rastreamos en el
origen de los sentimientos que determinan estas tendencias altruistas veremos
que la empatía juega un papel fundamental en ellas. En este perfil no entra y
jamás pensamos o previmos que pudiera entrar la sustitución del espíritu
cuidante por la premeditación asesina.
¿Cómo evitamos que tal tipo
aberrante de situaciones se vuelva a dar?
No pretendo ofrecer una solución
mágica porque no existe y sólo con la intención de acercar alguna alternativa,
que la evaluación ulterior demostrará o no en qué medida sirve, ofrezco la
siguiente propuesta:
Primero, pensar que este tipo de
situaciones anormales pueden darse con lo cual al anticiparlas podremos
prevenirlas.
Segundo, establecer controles y
medidas de seguridad que aumenten la vigilancia para disminuir el margen de
cometer delito.
Tercero, promover el desarrollo
de la empatía que es la que permite “ponerse en los zapatos del otro” y “no
hacerle lo que no me gusta que me hagan a mi”, lo cual es posible si se aplican
programas que favorecen su incremento. Esto se puede fomentar por varias vías,
pero fundamentalmente a través de programas que se incluyan en la formación de
los integrantes del Equipo de Salud, en quienes además de la promoción de la
empatía debemos incentivar el desarrollo de valores éticos, así como el apego a
los mismos en el ejercicio profesional y estimular el fortalecimiento de una
auténtica vocación de cuidados sin descuidar el nivel de su calidad de vida y
también el de los factores que inciden en el equilibrio de su salud mental.
Es obvio que no alcanza con
enfocar un solo polo del espectro de actividades de la sociedad y que lo que
propongo para los integrantes del Equipo de Salud debiera extenderse a la
formación de los integrantes de otras actividades comunitarias y aún de niños y
jóvenes en sus etapas formativas.
Ante una sociedad que da muestras
cada día del deterioro progresivo de los valores intentar incorporar en sus
ciudadanos el respeto y consideración por el otro no parece un objetivo menor,
pero para emprendimiento tan ambicioso como necesario, es preciso que haya
voluntad política de las autoridades nacionales, de las autoridades
universitarias, de las autoridades de la enseñanza y de las autoridades de otras
muchas instituciones que tienen proyección social, ya que el desafío nos
involucra a todos.
En situaciones extremas como la
planteada recientemente la paranoia es mala consejera (un corolario indeseable
de tal desvío sería la medicina defensiva), pero la frivolidad y la negligencia
también lo son.
Prof. Dr. Miguel A. Cherro
Aguerre
CI: 641.383/3
[1]J.D. Osofsky & H.E. Fitzgerald, Handbook of Infant Mental
Health, J. Wiley &Sons, 2000, Tomo I, pág. 326-335; J.G. Young & P.
Ferrari, Mental Health Services and Systems for Children and Adolescents, 1998,
Brunner-Mazel, pág. 205-212
|
http://www.adoos.com.uy/post/17041332/psicologo
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