Los supuestos beneficios del tabaco
-Relajante.
-Estimulante.
-Sensación de placer.
-Bienestar físico.
Analicemos la cuestión friamente: ¿cómo una misma substancia puede ser a la vez relajante y estimulante? ¿Calmarnos si estamos tensos, incentivarnos si estamos aburridos y reconfortarnos si nos sentimos mal?. Si fuera así, deberían recetarlo los médicos y no prohibirlo.
Hay que decir que todos estos efectos son falsos, ilusiones creadas por la adicción a la nicotina. Los primeros cigarrillos que una persona fuma, suelen ser sumamente desagradables. Se necesita fuerza de voluntad para engancharse y soportar las nauseas, el mareo y el asco que provoca al que lo prueba por primera vez. Pero una vez pasados estos primeros avisos que el cuerpo nos da de que la sustancia que le ofrecemos es veneno, el cuerpo se acostumbra y necesita sus dosis. Si no las recibe, sobreviene un estado de inquietud muy desagradable, y cuando al fin la consigue viene la calma y la sensación de bienestar que psicológicamente se asocia a los beneficios del tabaco. La nicotina, por sí misma, fisiológicamente solo es capaz de provocar una ligerísima sensación de placer y una muy fuerte sensación de alivio. El fumador fuma para evitar el síndrome de abstinencia, como ocurre en cualquier otra droga y porque ha asociado ciertas situaciones que sí son placenteras (salir con los amigos, hacer una pausa en el trabajo…) con el tabaco.
No olvidemos un dato importante que se repite una y otra vez en los estudios de todos los países: muy difícilmente una persona mayor de 30 años se engancha a la nicotina, la mayor parte de las veces su adicción proviene de la adolescencia, edad en que puede más la imagen madurez asociada al tabaco, que la repugnancia natural que este causa al organismo.
¿Quiere esto decir que solo los tontos son fumadores? Ni muchísimo menos, pero es muy cierto que durante años y años las tabacaleras han llevado a cabo una campaña de “lavado de cerebro” intensiva a toda la población y es hora ya de decirles “basta”.
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