Fragmento clínico: La estrategia del escarabajo





El escarabajo tigre es un insecto fascinante. No por su tamaño, ciertamente –no  pasa de un par de centímetros– sino más bien por su velocidad y lo que ella implica. En condiciones normales un escarabajo tigre persiguiendo a una presa puede recorrer hasta dos metros y medio en un segundo, lo cual puede no parecernos una gran hazaña, salvo si consideramos su modesto tamaño: durante ese segundo, el escarabajo cubre una distancia de 125 veces su largo corporal. Sería equivalente a un ser humano que corriese los 200 metros llanos en 0.87 segundos –una velocidad de alrededor de 700 km/h.

Pero más notable es lo que le sucede al correr. Durante mucho tiempo las personas investigando esa especie notaron que cuando los escarabajos persiguen una presa, en lugar de simplemente correr hasta alcanzarla, se mueven con un curioso patrón de correr y detenerse, una y otra vez. No fue hasta hace unas décadas que pudimos descifrar la razón de ese curioso patrón de movimiento. Sucede que a esas velocidades sus ojos no llegan a captar suficiente luz, por lo que tanto su entorno como la presa misma se vuelven una mancha borrosa –imagínense lo que podríamos ver si corriéramos a 700 km/h. En otras palabras, el escarabajo se vuelve efectivamente ciego mientras corre, por lo cual detenerse regularmente durante la cacería es su estrategia para volver a ver la presa y reorientar su dirección en caso de ser necesario.

Fijarse un objetivo, una presa, tiende a producir cegueras temporales. Son tantos los factores que hay que considerar y resolver para avanzar –el cómo de la búsqueda– que a veces el objetivo final –el qué de la búsqueda– queda borroso. Es inevitable que las irregularidades del camino produzcan ligeras desviaciones, y que esas desviaciones acumuladas, si no son corregidas, terminen conduciendo a direcciones muy alejadas del objetivo inicial. Sin la detención del escarabajo se termina corriendo por correr.

Lo hacemos todo el tiempo. Corremos en la dirección en la que alguna vez vimos la presa. Acumulamos dinero y objetos, likes y followers, certificados y títulos, amantes y parejas, lo cual es perfectamente válido, pero en la ceguera del movimiento podemos terminar muy lejos de nuestro destino. Correr buscando dinero para cuidar a nuestra familia y terminar corriendo sólo detrás del dinero, mientras la familia espera. Correr buscando amantes para experimentar conexión e intimidad y terminar coleccionando cuerpos inconexos y distantes. Correr detrás de certificados y diplomas que representen un aprendizaje, y terminar con un conjunto de títulos y reconocimientos sin sabiduría.

El extravío es inherente al movimiento. No hay escape de eso, pero podemos aprender de la estrategia del escarabajo. Detenerse, ver dónde estamos y dónde está el objetivo último, antes de seguir corriendo. ¿Para qué, en última instancia queríamos dinero, followers, certificados y amantes?
Por eso nuestro trabajo se orienta hacia valores. Aceptación, defusión, mindfulness, y demás yerbas, sólo son medios para ayudar a moverse hacia valores, y sólo en ese contexto tienen sentido. La estrategia del escarabajo es detenerse para mejor ver el fin último.

Para que la carrera tenga sentido.


Por: Fabián Maero - Psicólogo clínico, especialista en terapia de aceptación y compromiso (ACT) y docente en Grupo ACT Argentina.



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