Fobia a las palabras largas

Las fobias hacen la vida mucho más difícil a multitud de personas en todo el mundo. Un pánico desproporcionado e inexplicable las invade frente a muy diversas situaciones, lo cual les causa una inestabilidad psicológica que las incomoda a ellas y a su entorno familiar y de amistades. Es posible que entre el 10 y el 20 por ciento de las personas tengan algún tipo de fobia. Alguna frecuente, como el miedo a las serpientes, los arácnidos y a los insectos, por ejemplo, pero otras mucho más raras. La fobia a las palabras largas es una de estas tan extrañas, que nos hace preguntarnos sobre los misterios del funcionamiento de la psique humana.
Curiosamente, el término médico para la fobia a las palabras largas es una palabra especialmente larga y que debería aterrar a quienes sufren de este trastorno: hipopotomonstrosesquipedaliofobia.
Las palabras las encontramos tanto escritas como en el contexto del habla, de modo que una fobia de este tipo puede ejercer una intensa influencia en nuestras relaciones sociales. Las personas con fobia a las palabras largas temen tener que pronunciar una de ellas en público, como si tuvieran la certeza de que no conseguirán hacerlo, que se trabarán en el intento, y que ello las pondrá bajo una luz negativa ante los oyentes, dejándoles en ridículo, sobre todo si estos lo consideraban una persona culta. El desasosiego es igualmente patente durante su lectura, y no es necesario que la experiencia sea real para sentir un ataque de pánico, basta con imaginarla.
Como suele ocurrir con la mayoría de las fobias, un observador externo difícilmente comprenderá cómo algo tan aparentemente inocuo puede despertar un miedo tan irracional y desproporcionado. Equivocarse es normal, pero las personas que padecen la fobia a las palabras largas dan una importancia tan grande al fallo que ello solo empeora la situación y les provoca ese temor irrefrenable y que no pueden controlar. De hecho, cuando le sucede uno de esos episodios, la persona afectada siente crecer su inseguridad, lo que no hará sino empeorar la situación en la siguiente ocasión. Y no importa que racionalmente entienda que no hay para tanto o que lo que le pasa no tiene ninguna lógica. En cuanto se encuentre frente al estímulo, en este caso una palabra excesivamente larga, su cerebro reaccionará con pánico, creyendo que nada podrá hacer por controlar lo que está a punto de suceder.
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(Foto: Pixabay)
No es raro que una persona que padece un ataque de pánico debido a una fobia se sienta enrojecer, que empiece a temblar o a sentir determinados dolores en el cuerpo. Su corazón puede acelerarse, y da la impresión que está realmente reaccionando ante un peligro para su seguridad. En algunos casos se puede caer incluso en el desmayo. La anticipación de todos estos síntomas y otros puede de hecho desencadenarlos, lo cual empeora la situación. Finalmente, llegará un sentimiento de culpabilidad, de fracaso social.
No es pues de extrañar, entonces, que la única solución que estas personas encuentran es evitar que algo de este tipo suceda, o al menos frecuentemente. Se evitan las palabras largas durante las conversaciones, se evita leerlas si es posible, etc. Es fácil entonces que hablen cada vez menos, que se relacionen de forma más esporádica, o que huyan ante cualquier atisbo de posibilidad de que algo de eso pueda llegar a ocurrir. Esta fobia corre en paralelo con la más general fobia social. Nuestra inseguridad aumenta y nos hace evitar el contacto destacado con otras personas, nuestra timidez se acrecienta y sentimos poca confianza en nosotros mismos, y que nuestro problema nos hace sentir inferiores a los demás.
Las recomendaciones de psicólogos y psiquiatras, por supuesto, son diametralmente opuestas. El mejor modo de superar este tipo de fobias es enfrentarse a ellas, es exponerse a las palabras largas, pronunciarlas, y equivocarse las veces que sean necesarias. Solo entonces acabarán comprobando que no pasa realmente nada y su cerebro acabará acostumbrándose, disminuyendo las expectativas de miedo cuando se encuentren con la temida situación de antaño, incluso de forma súbita y sorpresiva.

El origen ignorado de la fobia a las palabras largas

Las personas que sufren de la fobia a las palabras largas se deben preguntar por qué les afecta a ellas, situándolas en una posición tan difícil. Lo cierto es que no sabemos por qué sucede, y que lo más probable es que, ya en la infancia, que es cuando aprendemos a leer y a comunicarnos en voz alta, sufriéramos alguna mala experiencia, inocua para el entorno, pero extremadamente desagradable para nosotros. Si un grupo de compañeros se rió de nosotros (o nos sentimos ridículos), o si se nos castigó por no saber leer determinada palabra, y sabiendo que la dificultad aumenta con su extensión, ello pudo dejarnos una secuela psicológica indeleble que con el paso del tiempo se transformó en la hipopotomonstrosesquipedaliofobia.
En otras ocasiones, la fobia aparece debido a que hemos visto los efectos que produce pronunciar incorrectamente una palabra larga en otras personas. Aunque estas últimas no sufran la fobia en absoluto y no se tomen a mal que alguien se burle de ellas, el sentido del ridículo es patente y nuestra empatía puede hacernos poner en su lugar. A posteriori, viendo lo ocurrido a esa otra persona, temeremos que algo parecido nos pase a nosotros también y empezaremos a sufrir temores irracionales ante situaciones semejantes que desencadenarán en la fobia a las palabras largas. El desarrollo de esta última, pues, puede ser variado e inesperado.
Por supuesto, esta fobia puede tratarse como las demás, y como se ha dicho, en manos de un profesional debería ser paliada para su solución antes o después. Una vez identificado el trastorno, se aplicará el tratamiento más oportuno, pero hasta que podamos sentirnos libres de la fobia, nos ayudarán a aliviar lo síntomas que la acompañan (sin fármacos), lo que a su vez aumentará nuestra seguridad. Podremos exponernos conscientemente a lo que causa nuestro miedo y comprobaremos que, en efecto, no es tan grave como irracionalmente creíamos.


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