¿Cómo el cerebro percibe las texturas?

Nuestras manos y en especial la punta de los dedos tienen una sensibilidad
asombrosa para percibir las texturas. Podemos, con mucha facilidad diferenciar
entre un papel un poco rugoso y la
superficie lisa de un vaso de vidrio, pero también somos sensibles a
diferencias más sutiles como la suavidad de la seda o la que da un tejido de
algodón.
La información sobre la textura se trasmite desde los sensores de
la piel, y a través de los nervios, a la corteza somatosensorial, esa parte del
cerebro responsable de interpretar el sentido del tacto. Las neuronas responden
a una variedad enorme de características de una superficie creando una
representación de alta definición de las texturas en el cerebro. Un nuevo estudio
de neurocientíficos en la Universidad de Chicago muestra cómo las neuronas en
ese lugar del cerebro realizan su trabajo.
“Los objetos suelen tener texturas que podemos describir en
términos simples, como duro o suave o áspero. Pero también lo podemos hacer con
el terciopelo o algo con pelos. La variedad de diferentes adjetivos
(aterciopelado, peludo) que se usa para describir las texturas sólo resalta que
estamos en un espacio sensorial muy rico. Por eso, tiene sentido que se
necesite un espacio neuronal igualmente rico para que el cerebro pueda interpretar
todas esas señales”, dice Sliman Bensmaia, Ph.D. y profesor asociado de
biología y anatomía de dicha Universidad y uno de los autores del estudio.
Bensmaia es un experto en los estudios de cómo el cerebro y el
sistema nervioso interpretan el sentido del tacto y por supuesto de cómo hace
la distinción de las texturas. Ya en 2013 su laboratorio había demostrado cómo
diferentes clases de fibras nerviosas responden a diversos aspectos de la
textura. Algunos nervios responden principalmente a elementos espaciales de
textura gruesa, como los que se crean cuando la piel entra en contacto con las
letras de un alfabeto Braille. Otros responden a la vibración creada cuando la
piel se desliza por texturas finas como las telas, que incluyen la gran mayoría
de las texturas que encontramos en el mundo real.
En ese estudio, Bensmaia y sus colegas usaron un tambor que
rotaba, cubierto con tiras de diversas texturas variando en dureza o
delicadeza, como papel de lija, tejidos y plásticos. Mientras el tambor rotaba,
las señales captadas por las puntas de los dedos de monos Rhesus (con un
sistema somatosensorial muy similar al de los humanos), fueron grabadas.
Para el nuevo estudio, liderado por Justin Lieber, los investigadores
grabaron las respuestas correspondientes a las mismas texturas directamente
desde el cerebro, usando electrodos implantados en la corteza somatosensorial
de los monos.
Los nuevos datos muestran que las neuronas responden de una forma
bastante peculiar a las diversas características de las texturas. Los autores
identificaron al menos veinte patrones diferentes que correspondían a texturas
finas, gruesas, ciertos patrones de ranuras de la piel o un número grande de
mezclas.
“Algunos de esos patrones los podemos asignar a cosas que
entendemos, como la dureza o el patrón espacial de una textura. Pero luego se
convierten en una combinación de vibraciones de la piel, o patrones de
deformaciones de la piel, cosas que son abstractas y más bien difíciles de
describir”, dice Bensmaia.
Pero son esas características más abstractas de la textura las que
pueden hacer la diferencia a la hora de poder distinguir, digamos, entre los
diversos entramados de unas sábanas. Los investigadores grabaron las respuestas
a 55 texturas diferentes; Bensmaia dice que él puede decir cuál textura es con
sólo mirar el patrón de actividad que ella generó en el cerebro.
“El terciopelo excita a una subpoblación de neuronas más que a
otra y el papel de lija lo hará con otra población que se superpondrá a ella.
Es esa variedad de las respuestas lo que al final permite la riqueza de la
sensación”.
Bensmaia y Nicho Hatsopoulos, profesor de biología y anatomía,
quien estudia cómo el cerebro dirige el movimiento en las extremidades, también
han sido pioneros en la investigación para construir piernas y brazos
prostéticos, robóticos y controlados por el cerebro. Ellos trabajan implantando
arreglos de electrodos en la corteza somatosensorial y en áreas del cerebro que
controlan el movimiento. Los electrodos recogen la actividad en las neuronas a
medida que el paciente piensa en mover su propio brazo y dirigir así el
movimiento del robot. La mano prostética está equipada con sensores que le permiten tener la sensación del
tacto, al igual que lo haría la punta de un dedo, lo que a su vez genera
señales eléctricas que estimulan las áreas cerebrales adecuadas y precisas.
En teoría la misma técnica podría recrear la sensación de textura
a través de una mano neuro robótica, pero Bensmaia puntualiza que el nuevo
estudio muestra el por qué eso podría ser un desafío muy grande. Las neuronas
que corresponden a cada punta de los dedos están localizadas en áreas
claramente definidas de la corteza somatosensorial, por eso es fácil estimular
el punto apropiado para determinado contacto. Pero las neuronas que se ocupan
de la distinción de las texturas están regadas por toda la corteza y están
mezcladas. No existe una región definida de neuronas que respondan al papel de
lija o el plástico del teclado de un computador, por ejemplo.
“Va a ser un enorme desafío tener la capacidad de crear
sensaciones de textura a través de la estimulación eléctrica pues no existe ese
grupo monolítico de neuronas trabajando juntas. Todo es tan heterogéneo que
hará difícil su implementación en las prótesis. Pero al fin y al cabo eso es lo
que produce esa riquísima sensación de las texturas, esa falta de
homogeneidad”, finaliza Bensmaia.
Justin D. Lieber, Sliman J.
Bensmaia. High-dimensional representation of texture in somatosensory cortex of
primates. Proceedings of the National Academy of Sciences, 2019
https://ciertaciencia.blogspot.com/2019/02/como-el-cerebro-percibe-las-texturas.html
http://www.psicologosmontevideo.com/lic-psic-gonzalo-cosenza
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