¿Cómo debería mirar a mi pareja para que lo nuestro funcione?
Hay que poner el cónyuge en un pedestal
Uno de los asuntos que más me interesan de la terapia matrimonial de John y Julie Gottman es la incapacidad de muchos hombres de aceptar lo bueno de sus mujeres.
Este hombre actúa con gestos y actitudes en las que se refleja que está
siempre considerando que su mujer poco le puede enseñar, poco tienen que decir o no sabe nada.
Y la mujer del siglo XXI no es la sumisa
esposa del siglo XIX. Le han sido reconocidos todos sus derechos,
cuenta con estudios y unas altas competencias profesionales, trae un
sueldo a casa y allí se encuentra a otro “jefe” que no la da cancha y la
considera literalmente una niña que cada día debe aprender. Debe
aprender o callar.
A algunos les parecerá muy antiguo pero es más usual de lo que parece y se acentúa en las clases desfavorecidas y sin estudios.
Si cuando eran novios las ideas, percepciones de ella eran tenidas en
cuenta y alabadas ahora se han vuelto anodinas y prescindibles. Y estos
esposos no van a cambiar a mejor por mucho que la esposa razonablemente
proponga cambios convivenciales. Y muchas mujeres tampoco saben valorar a los hombres.
Relaciones de pareja estresantes
Y la tensión sube y ya no se trata de una
falta de entendimiento sino que el más leve roce eleva, literalmente,
las pulsaciones por encima de 100. El sistema corporal de respuesta al
estrés se activa. El sistema simpático activa la liberación de
catecolaminas. El eje hipotalámico-hipófisis suprarrenal segrega
cortisol. Y ahí, fisiológicamente, nacen futuras enfermedades, la caída del sistema inmune.
Las mujeres pueden bajar con más
facilidad este estado de alarma general ante el estrés mientras que a
los hombres les cuesta más y se vuelven más agresivos. La violencia, en
algunos aislados casos, está al cabo de la calle. El divorcio está tres calles más abajo.
Redescubrir lo bueno del cónyuge
Parece difícil, e incluso imposible, pero, como comenté en el artículo anterior, uno de los dos ha de dar el primer paso para comenzar a cambiar las cosas y las dinámicas destructivas que hacen peligrar la relación.Apostar por reconstruir la amistad este los dos y por redescubrir lo bueno del otro es la propuesta de especialistas matrimoniales como los Gottman.
Re-contemplar al otro como cuando se inició la relación de novios y la escucha era atenta y la voluntad constructiva. Validar al otro: verlo es su dimensión más valiosa. ¡Claro que tiene defectos! Pero no hay que tirarle a la cabeza nuestro ideal de perfección. Mirarlo con unas nuevas disposiciones hace que las cosas cambien.
Las diferencias en las dos maneras de ver
el mundo persistirán pero en vez de ser consideradas como actitudes
desacertadas pueden ser percibidas como otra postura que puede llegar a
tener aspectos complementarios con la propia. En esa dirección hay que descubrir cómo piensa el cónyuge para no prejuzgarlo con liviandad sino para entenderlo en profundidad.
Y vendrán momentos tensos pero el humor
(arma valiosísima), la buena voluntad, el profundo conocimiento del otro
facilitarán las cosas: “Sé porque actúas así, y no estoy de acuerdo,
pero entiendo tu postura aunque no la comparta”.
Cuidar al otro porque es valioso
Esta actitud se llama cuidado: cuidar al otro es hacerse cargo de como es el otro en sus singularidad, su particularidad.
Proponemos una reflexión que debe
alcanzar todo cónyuge que busca reconstruir o consolidar una relación
que ya va bien es la siguiente: “Yo no puede exigirle que actúe en cada
momento como yo actuaría, no puedo pretender que sea un calco de lo que
yo hago.
No puedo aspirar a dominarlo de tal forma que solo haga lo que yo quiero.
Si así fuera se convertiría en una marioneta manejada por unos hilos
invisibles que salen de mi mano. Y no puedo ejercer ese poder invasivo
sino más bien lo que he de lograr es hacerme cargo de cómo es (él o
ella) y aprender a reconocer su libertad, que no es más que reconocer su
dignidad.
Más aún: amar su libertad y respetar sus defectos integrándolos en la vida cotidiana”. Disculpe el lector el párrafo: pero es la clave. Hay que valorar la ‘otredad’ del cónyuge. ¡Vaya palabra tan rara! Sí, lo es pero se entiende.
Las recetas de los Gottman
A partir de ahí el cónyuge sale de sí
mismo y en la dirección de lo que los Gottman proponen, crea plataformas
de encuentro, de lo que me gusta denominar lugares en los que el otro
emerge como otro.
Y ambos cónyuges…
1) Crean mapas de amor:
dibujan simbólicamente en la mente los caminos y anhelos de la pareja,
los sueños del cónyuge, sus aspiraciones, intereses, dudas y actúan en
consecuencia.
2) Muestran afecto y respeto:
disfrutan del otro en su diferencia, lo tratan con cariño, le preguntan
muchas cosas, recuerdan ideas, agasajan al cónyuge con detalles (las
mujeres son muy sensibles a los detalles –no solo palabras- de cariño). Y
a mí me gusta insistir en que lo que hay que hacer es lograr que la
pareja se sienta valorada, escuchada, atendida, reconocida. Por
supuesto, amada. Y esos solo se logra hablando mucho y muy atenta y
cariñosamente, con humor (que nunca falte) y con admiración.
3) Acercarse a la pareja, no alejarse: estar cerca es estar intelectualmente cerca y ejecutivamente cerca: “Qué necesitas, qué te apetece”. A veces estaremos derrotados pero percibiremos que nuestro cónyuge quiere hablar: hemos de estar disponibles.
Construir un banco imaginario cargado de billetes de positividad, candor, miradas, sonrisas. Y pensar que se ha de ser millonario en esos planos.
En un pedestal
Y entonces aparece el pedestal. Hay que
poner el cónyuge en un pedestal, sin mimarlo que podría acabar siendo
negativo, pues al cónyuge es carne de mi carne. Y si le trato bien, en el fondo trato bien la relación y me trato bien a mí. Y
pensar en él o ella cuando no está presente: y las cartas y las flores,
no son tonterías. Y, en este momento, debo recuperar a los Gottman pues
ellos certifican que estas son las características de las parejas que
perduran y no se divorcian.
Y un cónyuge me dirá: “Es que yo soy muy
orgulloso”. Respuesta: “Pues no lo seas, cultiva tu lado infantil en el
mejor sentido del concepto. Confía, espera, abandónate a lo bueno,
espera lo bueno de tu cónyuge”.
Y ahora pronuncio por primera vez la palabra amor.
¡Enamórate de tu mujer, de tu marido!, pues el amor es emoción pero
también sobre él se puede ejercer la voluntad, la inteligencia y la
tenacidad (detalle tras detalle).
Y entonces vas a…
4) Aceptar la influencia de tu pareja.
La seguirás, la escucharás y descubrirás sus capacidades, valores y
golpes escondidos. Y entonces sobre la base de caja de herramientas que
acabamos de ofrecer sabrás…
5) regular los conflictos efectivamente: parar, reflexionar, esperar, callar y no entrar en la escalada de reproches. Aceptar influencias y aceptar al otro como es, sin la voluntad de convertirlo en una marioneta.
6) Llevar los sueños y aspiraciones a la realidad:
planear el futuro de esperanza de un modo compartido llevando a cabo
sueños, viajes, cambios en la casa. Insistimos: que sean realmente
compartidos y construidos.
7) Crear un significado compartido:
“Este matrimonio va más allá de
nosotros, estamos creando una cultura, un estilo y unos rituales que van
han heredar nuestros hijos y nuestros yernos, nueras y nietos. Vale la
pena haber luchado por este matrimonio y seguir haciéndolo.”
https://es.aleteia.org/2019/10/10/como-deberia-mirar-a-mi-pareja-para-que-lo-nuestro-funcione/
http://www.psicologosmontevideo.com/lic-psic-gonzalo-cosenza
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