Sobre la metáfora de cavar en el hoyo
Sabemos realmente poco sobre el uso eficaz de las metáforas en la práctica clínica, pero ese poco que sabemos nos dice lo suficiente sobre algunas cosas que podemos evitar para que nos vaya algo mejor.
Una de esas cosas que sabemos es que las
personas aprenden y recuerdan mejor lo aprendido si utilizamos ejemplos
y narraciones que tengan que ver directamente con sus historias personales, con sus experiencias.
Por
tanto, no se trata de que cometamos errores enormes si utilizamos las
metáforas anteriormente citadas, no vamos a hacer daño: el asunto es que
podemos hacerlo muchísimo mejor (o mucho menos mal) si aplicamos lo que ya sabemos, así que... ¿por qué no hacerlo?
LAS PERSONAS Y SUS HISTORIAS
Uno
de los requisitos para utilizar metáforas eficazmente es considerar
la relevancia del contenido de la metáfora para la historia de la
persona. Es poco probable que las personas a las que atendemos
tengan experiencia con arenas movedizas, diques rompiéndose o
conduciendo autobuses bajo bullying. Aquí se podría argumentar "es
cierto que no tienen experiencia directa, ¡pero sí vicaria! gracias a
películas y elementos culturales comunes", y claro, estamos de acuerdo:
aún así, ¿no es mejor crear metáforas cuyos contenidos se relacionen con experiencias directas (y no vicarias) de las personas?
Repetimos: no se trata de evitar hacerlo mal, se trata de conseguir hacerlo mejor.
No
proponemos, tampoco, renunciar a ese conocimiento de metáforas que ya
conocemos, así sin más: proponemos un camino intermedio, al menos de
momento.
Si pensamos en esas metáforas, podremos ver que tienen factores en común:
- Se refieren a comportamientos.
- Esos comportamientos tienen una función (generalmente, de evitación, como cavar/ tapar brechas/ mantener el rumbo que dicen los matones/ descuidar el jardín).
- Especifican una dirección potencialmente reforzante (salir del hoyo/ prestar atención al entorno/ seguir la ruta establecida/ tener flores bonitas y sanas).
Una
vez hemos quitado la carcasa, podemos ver lo importante debajo, y
podemos aplicarlo a situaciones algo más cotidianas de las personas.
Si
vivimos en zona de costa seguramente las personas a las que atendamos
tengan experiencia con el agua, con el mar, y con hacerse el muerto
(tumbarse boca arriba con las extremidades extendidas y flotar); si la
persona que tenemos delante tiene experiencia con el agua, ¿en qué manera pudiera ser esa experiencia funcionalmente equivalente a una situación terapéutica?
Cuando
una persona se está ahogando, o le da un tirón/ calambre, tiende a
moverse frenéticamente, tratar de nadar, siendo sus movimientos torpes y
erráticos, causando un mayor coste para mantenerse a flote, ¿en qué se parece esto a determinados comportamientos de las personas que potencian sus dificultades psicológicas?
Cuando
una persona se hace el muerto en el mar, entra en contacto con el
elemento que le podría matar -el agua- hasta tal punto que extiende todo
su cuerpo, sin timidez, permitiendo que el agua le toque allá donde
esté, y a menudo quedando muy cerca la línea de flotación de sus
orificios vitales, nariz y boca; ¿en qué se parece este comportamiento a los que tienen personas que afrontan eficazmente sus dificultades psicológicas?
Con este ejemplo, puedes ver cómo
adaptar una metáfora popular con cuyo contenido nadie tiene experiencia
directa, a una metáfora cuyo contenido parte de una experiencia directa probablemente compartida al menos por algunas personas.
¿Cómo podrías adaptar la del autobús, la del dique o la del jardín de la vida? Seguro que tienes algunas pistas para hacerlo :)
https://www.terapiascontextuales.com/single-post/metaforasno
http://www.psicologosmontevideo.com/lic-psic-gonzalo-cosenza
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