Cómo funciona la mente de un parricida, según la psicología


Cuando ocurre un parricidio, que es el asesinato por parte de un miembro de la familia a su padre, madre o hijo, surge la pregunta de qué sucede dentro de la cabeza del homicida. ¿Por qué una persona decide matar a esos seres que forman parte de su núcleo vital?
El Territorio decidió meterse en la mente criminal del parricida para conocer cómo piensa y qué siente. Para eso, entrevistó a los peritos especialistas en psicología criminal Pablo Martínez y Roberto Casanova.
Los profesionales, que trabajan en el estudio de psicología forense argentina, empezaron la entrevista aclarando que “no necesariamente quien mata a un familiar presenta una patología psiquiátrica o psicológica. Porque una persona, con rasgos neuróticos, que es la estructura psicológica de la mayoría de los sujetos normales, si por alguna circunstancia sufre una falla en el control de los impulsos, puede llegar a matar”.
Según explicó el licenciado Martínez, “dentro del ámbito de la psicología y de la psiquiatría no existe la categoría de persona normal y el universo de personalidades se encuentran dividido en tres grandes grupos que son los neuróticos, los psicóticos y los perversos. El grupo de los neuróticos es donde estamos la mayoría de los que nos consideramos normales. Las personas que vivimos con las angustias, alegrías y preocupaciones de la vida cotidiana”.
Y añadió que “en el segundo grupo están los psicóticos, que son personas que tienen problemas de ubicación en el mundo real. Escuchan voces. Se creen que son de otro planeta. Están desubicados en tiempo y espacio real. Un ejemplo de este grupo de patología son los esquizofrénicos”.
“El tercer grupo corresponde a los perversos, que no tienen problemas con la realidad como los psicóticos y tampoco sufren como los neuróticos. Son personas que uno puede ver desde afuera como muy sociables y hasta amables, pero que suelen ser muy manipuladores, no tienen empatía. Este es el perfil de los grandes criminales como, por ejemplo, los asesinos seriales”, caracterizó.
Según los especialistas entrevistados, un parricida puede estar dentro de cualquiera de los tres grupos de personalidades antes mencionadas. Sin embargo, en general, los homicidios que se producen entre personas con vínculos directos de sangre “suelen ser más comunes en el universo de los neuróticos y obviamente en el de los psicópatas perversos”.
En este punto, el licenciado Martínez explicó que “si bien muchas veces la gente le teme a los psicóticos que son enfermos mentales, es muy raro que estas personas cometan un homicidio. En cambio, hay psicópatas que pueden ser exitosos empresarios o reconocidos profesionales con prestigio social pero que sin embargo tienen una personalidad con marcado perfil criminal”.

¿Qué impulsa a matar?
El especialista en psicología forense Roberto Casanova explicó que “una persona de rasgos neuróticos que se encuentre ante una situación que lo desborde emocionalmente o incluso, en defensa de su propia vida o de un tercero, puede llegar a matar. Esto puede darse, por ejemplo, en los casos conocidos como de emoción violenta”.
Luego, explicó que “es muy diferente cuando una persona decide matar por algún beneficio, como por ejemplo para quedarse con una herencia porque acá ya hay premeditación, que es el tiempo anterior al homicidio donde el victimario elabora su plan y se organiza con ese objetivo. En este caso ya pensaríamos en una personalidad de rasgos psicopáticos, que carece de empatía, manipuladora, de un claro perfil criminal”.
Y explicó: “Dentro de este grupo se encuentran los psicópatas perversos, que son los que matan por placer o para satisfacer algún deseo más vinculado a lo pulsional, a lo sexual, a los que también se los llama asesinos seriales o de comportamiento sistemático” .
A la pregunta del millón sobre las posibilidades de recuperación social de un homicida, los peritos forenses explicaron que “dependerá fundamentalmente de la estructura de personalidad de cada sujeto. En el caso de un psicópata perverso, las posibilidades de rehabilitación son nulas, ya que no hay arrepentimiento, culpa y empatía. En cambio, un homicida con rasgos neuróticos que no presente un monto de agresividad elevado y mecanismos psicológicos defensivos más eficaces, tiene posibilidades de una rehabilitación luego de un adecuado proceso psicoterapéutico”.

Viviendo con el asesino

El licenciado Roberto Casanova advirtió que “los asesinatos entre personas con vínculos directos de parentesco no son una rareza en la historia criminalística argentina y mundial porque es, justamente, dentro de una familia donde se dan los vínculos emocionales más fuertes y, por lo tanto, también es el ámbito para que se desarrollen las relaciones más conflictivas y complejas” .
Según agregó el licenciado Pablo Martínez, en Argentina “el número de víctimas de homicidio que tenían algún parentesco directo de sangre con su victimario es mayor al de las víctimas donde el homicida es un desconocido, porque esas muertes son por lo general el resultado de un conflicto vincular, histórico, afectivo que pueden desencadenar resultados de gravedad irreparable como el asesinato de un integrante familiar”.
Además, aclaró que eso no significa que los homicidios se den exclusivamente entre miembros con lazos de consanguinidad, porque obviamente también ocurren asesinatos para producir un robo o como consecuencia de una violación. El profesional forense apuntó a tener en cuenta que la intensidad de las relaciones dentro de los miembros de una familia es muchas veces el caldo de cultivo donde se forma el homicida.

Se nace o se hace un asesino
Como en casi todas las cuestiones filosóficas de la vida hay siempre al menos dos bibliotecas y depende de cuál se lea será la mirada sobre la complejidad que implica que una persona decida matar a sus padres o a sus hijos.
“Están los que sostienen que ya se nace con un cerebro neuropsicológicamente diferente, que presentaría concretamente una amígdala disfuncional o distinta a la mayoría de los cerebros. Esa amígdala es una glándula que está ubicada en una región del cerebro encargada de hacernos sentir emociones y su función es la de integrar las emociones y hacernos reaccionar de diferentes formas frente a los estímulos”, explicaron los especialistas en análisis de mentes criminales.
Pero también advirtieron que hay otra biblioteca que señala “que las personas criminales o antisociales son consecuencias del entorno social, son el resultado de una vida con carencias emocionales, maltrato físico o psicológico, donde la agresividad y la violencia es la forma que han aprendido para relacionarse con los demás”.
Consultado sobre su opinión personal respecto a si una persona nace con algún trastorno neurológico o es la experiencia de vida en su infancia y adolescencia lo que determina que su mente pueda llegar a elaborar la idea de matar, Martínez respondió: “Tomo conocimiento de las dos bibliotecas, porque es posible que alguien nazca con alguna problemática de base pero luego será el entorno donde se mueva esa persona lo que hará que eso se manifieste de una u otra manera”.

El homicidio está en nosotros
El criminólogo noruego David Abrahamsen, en su libro La mente asesina, explica que “el homicidio surge de la intensidad de los deseos de muerte que coexisten con nuestras emociones al servicio de la vida, del mismo modo que el amor y el odio conviven dentro de nosotros. El homicidio, a pesar de nuestra resistencia a admitirlo, es parte de nuestra humanidad y tiene su raíz en emociones humanas. Es este aspecto frágil y cruel de nuestra conducta el que hace a muchos de nosotros más capaces de matar de lo que imaginamos”.
En esa línea de pensamiento, el licenciado Martínez expresó que “los homicidios son parte de la conducta humana. Siempre lo fueron. Son la consecuencia de una serie de emociones que no pudieron ser procesadas adecuadamente y que en determinada circunstancias actúan como el disparador para que una persona mate a otra”.

Autopsia psicológica
Los expertos en perfiles criminales explicaron que después de un homicidio se trabaja en la búsqueda del autor del delito a través de una autopsia psicológica. Ésta consiste primero en revisar toda la escena del crimen para ver si se trata de una persona que trató de no dejar evidencias o de alguien que en estado de desesperación dejó sus rastros.
Porque según explicaron, “de acuerdo al perfil del asesino, habrá dejado más o menos evidencia de su accionar. No es lo mismo el que planifica un asesinato como el psicópata perverso, que aquella persona neurótica en algún momento desborda emocionalmente y mata”.
Otra cuestión que se trabaja en la autopsia psicológica es el perfil de la víctima, porque según los profesionales consultados siempre se observa muy bien al entorno familiar de la persona asesinada porque parte de la resolución del caso comienza allí. 
Además, según el licenciado Martínez, “entre víctima y victimario hay siempre una ecuación que cierra. Por lo tanto conocer bien el perfil de la víctima es fundamental parta llegar al homicida. En la actualidad se pone mucho foco en todo lo que sea redes sociales, sus amistades, sus gustos, sus contactos telefónicos, toda esa información es fundamental para una buena autopsia psicológica”.
PerfilPablo Martínez
El licenciado Pablo Martínez es psicólogo clínico, perito de parte y de oficio. Especializado en psicología criminal, autopsia psicológica, perfilación criminal y Cámara Gesell.

PerfilRoberto Casanova
El licenciado Roberto Horacio Casanova es psicólogo clínico, especialista en psicología forense, diplomado en derechos humanos.
Perito de oficio en la Justicia Federal y provincia de Buenos Aires.
https://www.elterritorio.com.ar/como-funciona-la-mente-de-un-parricida-segun-la-psicologia-8624938378975294-et
http://www.psicologosmontevideo.com/lic-psic-gonzalo-cosenza

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