La eficacia de la psicoterapia psicoanalítica [Shedler, J., 2010]



Reseña: Shedler, J. The efficacy of psychodynamic psychotherapy. American Psychologist, 65 (2), 98-109. 2010

En marzo de 2010, Jonathan Shedler publicó un artículo donde resume los resultados 
de algunos estudios que muestran la eficacia de la terapia psicoanalítica. 
Los resultados ofrecidos muestran una magnitud del efecto para las terapias 
de orientación analítica similar a aquellas que tradicionalmente se han considerado
 psicoterapias basadas en la evidencia. Además, el autor propone que la eficacia de las psicoterapias de base no psicoanalítica puede estar en parte promovida por la utilización 
de técnicas  que son centrales en la teoría psicoanalítica. En este trabajo se ofrece una
reseña del trabajo de J. Shedler.


Hay una creencia de que los conceptos psicodinámicos y sus tratamientos carecen 
de evidencia empírica y que otras formas de tratamiento resultan más eficaces. 
Esta creencia –prosigue el autor- parece perpetuarse por sí misma, de tal modo que 
se transmite de unos profesionales a otros, y con cada repetición parece que la 
veracidad de su contenido se incrementa. Puesto que llega un momento en que 
“todo el mundo lo sabe”, resulta innecesario reevaluar la veracidad de tal afirmación. 
Sin embargo, la evidencia científica muestra otros resultados, avalando la eficacia 
de la terapia psicodinámica que Shedler comenta en su artículo. 
¿Por qué surge entonces tal discrepancia entre la evidencia que los estudios 
muestran y esta opinión tan extendida? El autor sostiene que una de las razones 
reside en el desagrado que ha quedado inscrito en los profesionales de la salud mental 
respecto al canon autoritario del psicoanálisis de décadas pasadas, que descartaba la 
necesidad de adherirse a los nuevos métodos de análisis estadístico. 
De este modo, opina Shedler, surge un sesgo basado en una tendencia a ponderar 
la eficacia de las diferentes psicoterapias no sólo en base al número e impacto de 
los estudios de validación disponibles, sino también en base a la inercia que sostiene 
un prejuicio extendido entre los profesionales de la salud mental. Así, cuando surgen 
hallazgos que avalan a los tratamientos no psicodinámicos, éstos se afianzan en 
la evidencia científica y se publicitan, mientras que cuando la evidencia se 
inclina hacia la validación de la psicoterapia psicoanalítica, los resultados son 
pobremente considerados.


Características de la técnica psicodinámica


En opinión del autor, la mayoría de textos no especializados, así como los medios de 
información, presentan a la psicoterapia psicoanalítica de un modo muy diferente a 
como es vista por los propios terapeutas, mostrando casi de un modo caricaturesco 
algunas de las especulaciones planteadas por Sigmund Freud, y rara vez exponiendo 
los conceptos psicodinámicos tal y como son entendidos y aplicados hoy en día. 
La consecuencia que esto tiene, en línea con lo expuesto anteriormente, 
es una visión distorsionada de la teoría y técnica psicoanalítica.


Shedler cita un trabajo de Blagys y Hilsenroth (2000), en el que se definieron las 
características principales de la psicoterapia de orientación analítica. Mediante 
el estudio de sesiones de psicoterapia grabadas (tanto de orientación psicoanalítica 
como cognitivo conductual), los autores concluyeron que son siete las características 
que mejor definen a una psicoterapia psicoanalítica:


1.   
El foco se centra en el afecto y en la expresión de emociones. 
El terapeuta ayuda al paciente a describir en palabras sus estados emocionales, 
sus sentimientos contradictorios, los amenazantes, así como aquellos que inicialmente 
el paciente no puede reconocer. Estos sentimientos ‘ocultos’ representan las 
dinámicas inconscientes del paciente, y están en claro contraste con las percepciones 
cognitivas conscientes con que se trabaja en la psicoterapia cognitivo conductual. 
Una de las consecuencias fundamentales que conlleva este diferente foco de 
trabajo –opina el autor- es que en la psicoterapia de orientación analítica se promueve el 
desarrollo de una introspección emocional que resuena a un nivel más profundo y promueve 
un cambio (emocional y cognitivo) que es diferente del cambio ‘intelectualizado’ que 
aportan las terapias cognitivas.


2.     
Exploración de los intentos de evitar pensamientos y sentimientos desagradables. 
Bajo el epígrafe de‘defensa’, la psicoterapia de orientación analítica estudia aquellos 
mecanismos por los que los pacientes evitan tratar sus percepciones displacenteras. 
Entre ellos, Shedler cita los actos fallidos, los cambios sutiles en el tono y la temática que 
suceden ante la emergencia de determinados pensamientos, la descripción somera de un 
suceso o aquella que se centra en aspectos circunstanciales, etc.


3.      
Identificación de temáticas y patrones de comportamiento recurrentes, que podrán 
o no ser conscientes, y cuya dinámica subyacente -en ambos casos- marca una 
tendencia hacia la repetición.


4.      
Foco centrado en el desarrollo de las experiencias tempranas y en cómo el pasado 
condiciona el comportamiento en el presente, promoviendo la vigencia de los 
patrones de comportamiento antes citados. Insiste Shedler en que lo terapéutico no es el 
abordaje de las experiencias pasadas, sino cómo éstas condicionaron las actuales.


5.      
Relaciones interpersonales. Dado que los aspectos adaptativos y no adaptativos de la 
personalidad se forjaron en el contexto de las relaciones sociales, el autor 
sostiene que son precisamente los patrones relacionales alterados los que impiden que 
un sujeto alcance sus necesidades emocionales.


6.      
Foco en la relación terapéutica. Una de las relaciones interpersonales que adquiere especial
relevancia es la establecida entre paciente y analista. La recurrencia de temas 
interpersonales en la relación terapéutica provee una oportunidad única para explorar y 
trabajar estas temáticas in vivo.


7.     
Exploración de las fantasías. Frente a otras terapias en las que el terapeuta estructura la 
sesión y los temas a tratar, la psicoterapia de orientación dinámica anima al paciente 
a expresar libremente cualquier contenido temático que se le ocurra. 
Es en la verbalización de estas temáticas donde se ponen de manifiesto aspectos de su 
vida mental que constituyen una nutrida fuente de información sobre cómo el individuo 
se ve a sí mismo y a los demás, sobre cómo interpreta, incorpora o evita aspectos de su 
experiencia.

Estas siete características de la psicoterapia psicodinámica llevan implícito no sólo la 
reducción sintomática, sino también aspectos más generales de mayor alcance, que el 
autor resume en: la promoción del uso de recursos psicológicos, establecer 
relaciones más satisfactorias, hacer un uso más eficaz de los talentos y habilidades 
del individuo, mantener una autoestima más realista, tolerar un rango más amplio de 
afectos, tener relaciones sexuales más satisfactorias y encarar los desafíos de la vida 
de una manera más flexible y libre. Para alcanzar estos objetivos la psicoterapia 
psicodinámica ofrece herramientas como la autorreflexión y la autoexploración, 
en un entorno apropiado y seguro.


¿Cómo de eficaz es la psicoterapia en general?


El autor aborda esta cuestión basándose en los métodos estadísticos (concretamente en los meta análisis) que tratan de comparar los resultados obtenidos en varios estudios aislados, mediante la creación de una variable común ponderada que sirva de patrón de comparación.  El resultado así obtenido –denominado ‘magnitud del efecto’- expresa de forma numérica la diferencia hallada entre los grupos tratamiento y control, para una variable resultado específica.


Expresado de otro modo, la ‘magnitud del efecto’ es una diferencia de medias estandarizada, en la cual la diferencia observada entre varios estudios que miden un mismo resultado pero usando diferentes escalas, se pondera en función de la variabilidad que existe dentro de cada grupo (desviación estándar). Si los resultados obtenidos en un grupo, empleando un procedimiento determinado, resultan ser muy heterogéneos, la potencia estadística del procedimiento en cuestión será menor. Esto implica que, a la hora de comparar estos resultados con otros provenientes de un estudio donde la metodología haya sido más idónea, habrá que otorgar diferente ‘credibilidad’ a los resultados de cada estudio. El modo que se emplea en estadística para otorgar esta credibilidad se basa en la ‘estandarización’. En líneas generales, este concepto nos habla del grado de dispersión de los datos obtenidos en un estudio respecto a su punto central, y resulta fundamental tenerlo en consideración a la hora de diseñar un estudio. Aplicado a la psicoterapia, ésta es la principal limitación de los métodos de evaluación de resultados, pues las escalas abordan unos ítems concretos, puntuados en base a la subjetividad de cada paciente, por lo que la variabilidad resulta más difícil de objetivar.


Volviendo al artículo de Shedler, la ‘magnitud del efecto’ de un tratamiento se considera pequeña si es de 0,2; moderada si es de 0,5 y amplia si es de 0,8. ¿Por qué estas cifras y no otras? La explicación es que una ‘magnitud de efecto’ de 1 significa, por ejemplo, que el promedio de pacientes tratados con un procedimiento determinado ocupa una posición en la campana de Gauss que se sitúa una desviación estándar más cerca del resultado ‘salud’, respecto del grupo control (o no tratados). La ‘desviación estándar’ nos permite calcular el promedio de las fluctuaciones de los datos obtenidos respecto a su punto central. Es decir, nos habla de la tendencia de una prueba a mostrar resultados que variarán tanto por encima como por debajo del punto medio, pero contenidos dentro de un rango (la desviación estándar). De modo que si un procedimiento terapéutico consigue unos resultados que se sitúan por fuera del rango de valores que contempla una desviación estándar, entonces ese procedimiento terapéutico se está mostrando eficaz, ya que obtiene unos resultados que no son esperables por la inexactitud del método empleado.


El primer meta análisis citado por Shedler es el que publicaron Smith, Glass y Miller en 1980, en el cual se obtuvo una magnitud de efecto de 0,85 para los pacientes tratados con psicoterapia frente a un grupo control. Posteriormente, Lipsey y Wilson analizaron en 1993 los resultados de otros 18 meta análisis, obteniendo un tamaño de efecto promedio de 0,75. Pero estos datos sólo nos dan información sobre la efectividad de las psicoterapias (sin especificar) respecto a un grupo control. Con el fin de disponer de un punto de referencia, Shedler menciona un meta análisis llevado a cabo por la Cochrane Library en 2004, que evaluó la efectividad de la farmacoterapia para el tratamiento de la depresión. El resultado promedio que se obtuvo fue de una magnitud de efecto de 0,31 para los fármacos antidepresivos. No obstante, el autor advierte de la enorme diferencia en cuanto a la metodología empleada en los estudios farmacológicos frente a los estudios que evalúan tratamientos psicológicos, de modo que no resulta posible comparar directamente ambos resultados sin utilizar un procedimiento de ponderación. 


¿Cómo de eficaz es la psicoterapia psicoanalítica en particular?


Shedler menciona un meta análisis del 2006, también publicado por la Cochrane Library, que incluyó un total de 23 ensayos controlados aleatorizados, incluyendo a 1431 pacientes (Abbass, Hancock, Henderson y Kisely). Los estudios evaluaron a pacientes diagnosticados de patología mental de alta prevalencia en atención primaria, excluyendo sintomatología psicótica y bipolar, a los que se les aplicó un máximo de 40 horas de psicoterapia psicoanalítica, comparado con un grupo control. El resultado fue una magnitud de efecto de 0,97 para la variable resultado ‘mejoría sintomática generalizada’ y un 0,81 para ‘síntomas somáticos’. Estas cifras aumentaron a 1,51 y 2,21 respectivamente, cuando se reevaluó a los mismos pacientes 9 meses después de finalizada la psicoterapia. Adicionalmente se midió el impacto en los síntomas de ansiedad y depresión, obteniendo unos resultados para la ansiedad de 1,08 al final del tratamiento, y 1,35 en la reevaluación de los 9 meses, mientras que para la depresión se obtuvo un 0,59 inicial frente a un 0,98 a los 9 meses.


Estos estudios corroboran lo que expone Shedler al inicio del artículo: la psicoterapia psicodinámica pone en marcha procesos psicológicos que promueven cambio, incluso tiempo después de finalizado un tratamiento.


Otro meta análisis publicado en Archives of General Psychiatry (que incluyó 17 estudios de psicoterapia psicoanalítica con una media de 21 semanas de tratamiento) obtuvo una magnitud de efecto positivo de 1,17, en comparación con sujetos control. Transformando estos resultados en términos porcentuales, los autores de este estudio concluyeron que un 92% de los pacientes reconocieron una mejoría significativa en sus problemáticas centrales. Shedler comenta también un reciente meta análisis de 2009, publicado por Abbass, Kisely y Kroenke, en el que se examinó la eficacia de la psicoterapia breve para el tratamiento de trastornos somáticos. Con un total de 1870 sujetos (incluidos en 23 estudios), diagnosticados de un rango variado de trastornos somáticos, hallaron una magnitud de efecto de 0,69 respecto a la mejoría de sus síntomas psiquiátricos en general, y un efecto de 0,59 para los síntomas somáticos propiamente.  Respecto al impacto económico de tratar con psicoterapia los trastornos somáticos, Shedler menciona trabajos que sugieren hasta un 77% de reducción en la demanda asistencial. Similares resultados muestra una revisión de artículos publicada por Gabbard en 1997.


Comparando la psicoterapia psicodinámica y la terapia cognitivo conductual, el autor propone un meta análisis que incluyó 25 estudios (14 y 11 respectivamente) que trataban trastornos de personalidad (Leichsenring y Leibing, 2003). El grupo de psicoterapia dinámica tuvo una duración media de 37 semanas, con un seguimiento postratamiento de 1,5 años. La magnitud del efecto hallada fue de 1,46. Respecto al grupo cognitivo conductual, la duración media del tratamiento fue de 16, con una media de seguimiento posterior de 13 semanas. En este caso, el efecto hallado fue de 1.


De todos los meta análisis mencionados por Shedler, el que evaluó la persistencia del efecto a más largo plazo fue el publicado por Messer y Abbas (en prensa), con una media de 18,9 meses. Obtuvieron un efecto de 0,91 respecto a la mejora sintomática general, y un 0,97 para la mejora de las temáticas interpersonales.


Por otra parte, de todos los meta análisis mencionados por el autor, el que incluyó un tiempo de tratamiento mayor de un año (o mayor de 50 sesiones), comparando los efectos con terapias a corto plazo, fue el publicado recientemente por Leichsenring y Rabung en 2008. Tratando a pacientes con diagnóstico de trastornos de personalidad, obtuvieron una magnitud de efecto de 1,8 respecto a la mejoría sintomática general, aunque Shedler advierte que parte de este efecto puede ser la consecuencia de sesgos metodológicos acometidos por imperfecciones del diseño del estudio.


A su vez, el meta análisis más reciente de los mencionados por Shedler es el de De Maat, De Jonghe, Schoevers y Dekker (2009). El análisis de la efectividad de la psicoterapia psicoanalítica con un promedio de 150 sesiones, mostró un efecto de 0,78 para la mejoría sintomática general de pacientes con diagnóstico de patología mental moderada, que se incrementó hasta un 0,94 tras tres años de seguimiento.  Esta cifra fue mayor al tratar a pacientes con patología mental más severa, obteniendo unas cifras de 0,94 y 1,02 respectivamente.


Respecto a las patologías para las que la psicoterapia de orientación dinámica se ha mostrado más eficaz, el autor resalta el trastorno depresivo, ansiedad, pánico, trastornos somatomorfos, trastornos alimentarios, por abuso de sustancias y trastornos de personalidad. Es en este último grupo de pacientes donde Shedler destaca la eficacia que ha demostrado el grupo de Kernberg, Klarkin, Levy y Lenzenweger para el tratamiento del trastorno de personalidad borderline, equiparable a los resultados obtenidos por Linehan aplicando la terapia conductual dialéctica. En este caso también -apunta Shedler- la psicoterapia de orientación dinámica promueve cambio estructural, y no sólo conductual, lo cual ofrece más garantías de éxito terapéutico a largo plazo, como sugiere el trabajo que cita de Bateman y Fonagy  (de  2008). Estos autores plantean que sólo un 13% de los pacientes borderline seguían presentando criterios diagnósticos para esta entidad cinco años después de finalizado el tratamiento, frente a un 87% del grupo caracterizado por seguir un “tratamiento estándar”.


Los procesos psicodinámicos en otras terapias 

En este apartado, Shedler aborda los ‘ingredientes activos’ de la psicoterapia. 
Considera que éstos no son necesariamente los prototípicos del modelo teórico 
desde el que se trabaja. Por esta razón, los estudios controlados y aleatorizados 
que evalúan la eficacia de una terapia ‘como un todo’ no necesariamente está 
evaluando las premisas teóricas ni las intervenciones específicas que de ellas se 
derivan. Cita un trabajo de Kazdin del 2007 en el que se sugiere que “sea cual sea 
la base del cambio en la terapia cognitivo conductual, no parece que sea la 
cognición, como originariamente se propuso” (p. 8).


Las diferencias en el ejercicio de la psicoterapia son considerables, incluso entre 
terapeutas dentro de una misma corriente de pensamiento. Como sostiene el autor, 
lo que tiene lugar en la sesión terapéutica refleja la cualidad individual del terapeuta, del 
paciente, y del patrón de relación único que se desarrolla entre ambos. En algunos casos 
incluso ha resultado difícil discernir, a partir de las transcripciones literales de las 
sesiones, qué tipo de tratamiento se estaba aplicando.


En esta línea de pensamiento, Shedler considera que los ‘ingredientes activos’ de 
otras terapias incluyen elementos psicodinámicos. El método que propone para llevar a 
cabo esta comprobación es el Psychotherapy Process Q-Sort (PQS). Con un total de cien 
variables, este test evalúa aspectos técnicos y de la relación terapéutica. 
Para la elaboración de este test, un grupo de evaluadores externos analizaron las 
trascripciones literales de cientos de horas de psicoterapia, tanto de sesiones de 
terapia cognitivo conductual como de psicoterapia psicoanalítica breve.

Posteriormente, consultaron a un comité de expertos de ambas orientaciones para que
enumerasen aquellas variables del PQS que más fielmente definían sus modelos 
teórico-técnicos. Los dos prototipos resultaron ser considerablemente diferentes: 
el modelo psicodinámico incluía aspectos como entrevistas menos estructuradas, de
fin abierto, temática variable en función de la libre asociación, identificación de temas 
recurrentes, correlaciones entre aspectos emocionales del paciente y memorias pasadas, maniobras defensivas, temáticas inconscientes (deseos, sentimientos, ideas), foco 
centrado en la relación terapéutica y su vinculación con modelos relacionales previos.  Por otra parte, el prototipo de psicoterapia cognitivo conductual centraba su foco de trabajo en 
temáticas específicas, propias de la situación actual del paciente y estructuradas por el 
terapeuta; éste trabajaría de un modo didáctico, ofreciendo explícitamente diversas 
guías de actuación o consejo. Se tratan los objetivos de la terapia, explicando las bases
racionales en las que se apoya.  Además, la terapia cognitivo conductual se centraría en aspectos cognitivos, promoviendo la ejercitación racional en el paciente  mediante actividades que
éste debe llevar a cabo fuera del horario de consulta.


Una vez definidas las características prototípicas de ambos modelos de psicoterapia, y 
disponiendo del PQS, se procedió a la evaluación de la adherencia de los 
terapeutas a cada modelo, con independencia del tipo de terapia que ellos creían que 
aplicaban. El resultado que cita Shedler es que, en la medida en que las acciones del 
terapeuta se aproximasen al prototipo psicoanalítico (con independencia de su 
orientación teórica), el tratamiento se mostraba más exitoso, mientras que la adherencia 
al prototipo cognitivo conductual mostró escasa relación con el efecto terapéutico 
obtenido. Estos resultados han sido replicados en otro estudio (el autor cita a 
Castonguay, Goldfried, Wiser, Raue y Haves, 1996) en el que se evaluó la 
eficacia de la psicoterapia basada en el modelo cognitivo de Beck, para el 
tratamiento de la depresión. Los resultados de este estudio han sido informados 
como una evidencia de la efectividad de la terapia cognitivo conductual para el 
tratamiento de la depresión. Las variables resultado del estudio fueron alianza 
de trabajo, implementación por parte del terapeuta del modelo cognitivo y, finalmente,  
experiencia. 


Sostiene el autor que La alianza de trabajo, que actualmente es un común denominador 
de muchas psicoterapias, es un concepto puramente psicoanalítico (Greenson, 1967), y que la tercera variable resultado (experiencia), tal y como la definen los citados autores, 
describe la esencia del proceso psicoanalítico:

“en los estadios más bajos de la experiencia, el cliente habla sobre hechos, ideas u 
otros (estadio 1); se refiere a sí mismo pero sin expresar emociones (estadio 2); 
o expresa emociones pero sólo en la medida en que se relacionan con 
circunstancias externas (estadio 3). En un nivel superior, el cliente se centra 
directamente en las emociones y pensamientos acerca de sí mismo (estadio 4), se 
embarca en una exploración de sus experiencias internas (estadio 5), y adquiere 
conciencia de sentimientos y significados previamente implícitos (estadio 6). El 
nivel más alto (estadio 7) se refiere al proceso continuado de profundización y auto 
entendimiento” (Castonguay et al. 1996, p.499).


Shedler hace especial énfasis en el estadio 6 (“adquiere conciencia de sentimientos y 
significados previamente implícitos”), pues aquello que es implícito significa 
que no es primariamente consciente, y nos remite a las primeras etapas del psicoanálisis 
en las que el tratamiento consistía en hacer consciente lo inconsciente.


Volviendo al citado estudio sobre la validez de la psicoterapia cognitivo conductual 
aplicada a la depresión, los autores mencionados por Shedler concluyeron que 
las variables resultado alianza terapéutica y experiencia predijeron una mejoría 
sintomática generalizada, mientras que el tratamiento cognitivo fue la variable 
que peores resultados obtuvo, aisladamente. En otro estudio posterior citado por 
Shedler, se replicaron los mismos resultados, a los que se añadió otro elemento que 
incrementaba significativamente el éxito terapéutico: el abordaje de las relaciones 
 interpersonales del paciente, actuales y pasadas (ambos temas centrales 
para la teoría psicoanalítica).


En resumen, el autor considera que una lectura acertada de los resultados 
mostrados por Castonguay et al. no consiste en concluir que la terapia cognitivo 
conductual sea ineficaz, sino que la aplicación de un esquema cognitivo de un 
modo rígido y dogmático obtiene peores resultados que la aplicación de un modelo más 
amplio, que incluya aquellos aspectos técnicos que resultan centrales para la terapia 
psicoanalítica.


El vuelo del Dodo


En este apartado, Shedler hace alusión a lo que se ha conocido en la investigación 
clásica en psicoterapia como “el vuelo del dodo”, en referencia a la secuencia de Alicia 
en el país de las maravillas en la que el pájaro Dodo emite un veredicto según el cual 
“todos han ganado y todos merecen un premio”.  Los resultados a los que Shedler se 
refiere son los obtenidos por Luborsky y Singer (1975) al estudiar la literatura de la 
época sobre efectividad de la psicoterapia. De este estudio se desprende que –
sorprendentemente- la eficacia para las diferentes terapias estudiadas era equivalente. 
Es más, en los raros casos en los que los estudios mostraban diferencias, éstas se 
correlacionaban con la predilección del investigador.


La investigación posterior –prosigue el autor- ha hecho poco para cambiar el veredicto 
del dodo.  Por ejemplo, cita un reciente estudio de Cuijpers et al. (2008) en el que 
 no se pudo objetivar diferencias significativas entre la psicoterapia cognitivo 
conductual y la psicoterapia psicodinámica breve. En otros estudios, además de 
no hallar diferencias entre ambos modelos, resulta que además se comparó un 
tratamiento psicodinámico de sólo 8 sesiones (Barkham et al. 1994).


Shedler considera que entre las muchas razones por las cuales no se ha conseguido 
establecer aún de un modo fiable diferencias entre los diversos modelos de 
psicoterapia, una singularmente notoria es el desfase que existe entre los objetivos 
terapéuticos que la psicoterapia psicoanalítica pretende alcanzar y las variables 
resultado que típicamente se miden en los estudios (además de la importante 
limitación metodológica de la estadística actual para el estudio de aspectos subjetivos 
de la vida psíquica).


La consideración mantenida por Shedler de que la salud psíquica no debe ser 
estipulada estrictamente como la ausencia de síntomas, sino que debe incluir también la 
utilización de recursos que conducen a una vida más libre y satisfactoria, ejemplifica 
el desfase mencionado. Así, los estudios que sólo consideren como variables 
resultado la resolución sintomática, no pueden -por definición- abarcar los efectos de la 
psicoterapia psicoanalítica. O dicho de otro modo, lo que el autor sugiere es que el 
metafórico ‘veredicto del dodo’ es el resultado de fallos metodológicos que han 
determinado que la estadística se perfile como un método  inadecuado para abarcar 
el rango de fenómenos que pueden cambiar en el transcurso de una psicoterapia 
psicoanalítica.


Por tanto, para evitar que se produzcan este tipo de errores sistemáticos en los 
estudios de efectividad de la psicoterapia psicoanalítica, resulta imperativo cambiar 
su diseño, o más concretamente, el tipo de herramientas empleadas para obtener la 
información que se va estudiar. El autor propone la aplicación de un nuevo método de 
evaluación, el SWAP (Shedler-Westen Assessment Procedure), diseñado como un 
método clínico con el que terapeutas de diferentes orientaciones pueden evaluar un 
amplio rango de fenómenos psicológicos, tanto normales como patológicos. Incluye 
una guía de 23 ítems sobre lo que es considerado como ‘salud mental’, y ha sido 
aceptado por consenso por autores de diferentes orientaciones. Una versión de prueba 
del SWAP se encuentra disponible en la web www.swapassessment.org.


Ítems definitorios de salud mental según el SWAP.


1.      Ser capaz de usar talentos y habilidades de un modo efectivo y productivo


2.      Se encuentra satisfacción al alcanzar metas.


3.      Capaz de mantener una relación afectiva íntima.


4.      Encuentra sentido a integrarse en algún colectivo comunitario.


5.      Sabe encontrar satisfacción en el cuidado de otras personas.


6.      Es empático y sensible a las necesidades de los demás.


7.      Se reafirma de un modo apropiado cuando resulta necesario.


8.      Aprecia y responde al humor.


9.      Capaz de escuchar información que resulta emocionalmente amenazante, y 
        usarla de un modo adaptativo.


10.  Acepta experiencias dolorosas del pasado y aprende de ellas.


11.  Tiene habilidad discursiva.


12.  Tiene una vida sexual satisfactoria.


13.  Se encuentra cómodo en situaciones sociales.


14.  Capaz de sentir satisfacción en las actividades cotidianas.


15.  Tiende a expresar su afecto de un modo apropiado cualitativa y cuantitativamente, en 
      relación a la situación dada.


16.  Reconoce puntos de vista alternativos, incluso en situaciones que despiertan fuertes 
      sentimientos.


17.  Dispone de estándares éticos y morales, y se esfuerza por alcanzarlos.


18.  Capaz afrontar problemas de diferentes modos.


19.  Tiende a ser aplicado y responsable.


20.  Tiende a ser enérgico y extrovertido.


21.  Reflexivo, capaz de observarse a sí mismo y a los demás de un modo sutil.


22.  Capaz de encontrar sentido y satisfacción en los proyectos a largo plazo.


23.  Habilidad para establecer vínculos duraderos, caracterizados por un afecto recíproco.

Shedler describe la aplicación del SWAP en dos estudios diferentes. En el primero, 
publicado por Lingiardi, Shedler y Gazillo en 2006, se aplicó a un caso de patología 
límite. La evaluación fue llevada a cabo por un técnico independiente, tanto al inicio 
como a los dos años de un tratamiento psicodinámico, y los resultados obtenidos indicaban 
un menor número de ítems en la escala SWAP relativos a psicopatología, así como un 
incremento de algunos indicadores de salud mental, hasta alcanzar dos desviaciones 
estándar.

En el segundo estudio, el SWAP se aplicó a un grupo de 26 pacientes que estaban 
comenzando un tratamiento psicoanalítico, y se comparó con otro grupo de 26 pacientes 
que estaban finalizando un tratamiento similar. Los resultados fueron paralelos a los 
hallados en el anterior estudio comentado.

De nuevo advierte el autor de que las limitaciones metodológicas de estos estudios impiden 
establecer criterios de causalidad, aunque sí sugieren que la psicoterapia psicoanalítica no 
sólo alivia síntomas, sino que además promueve un cambio estructural que se 
manifiesta en un enriquecimiento personal. Asimismo, considera que los p
rocedimientos estandarizados de evaluación –como el SWAP- pueden contribuir 
positivamente a la evaluación psicológica de los pacientes en tratamiento 
psicoterapéutico (con independencia de la orientación desde la que se trabaje), y sirven de 
herramienta útil para los estudios aleatorios estandarizados. 

Comentario 

El artículo de J. Shedler ofrece una revisión de trabajos estadísticos que respaldan la 
efectividad de la psicoterapia psicoanalítica. Estos trabajos, aunque son escasos por el 
momento y tienen importantes limitaciones metodológicas, sostienen que la 
psicoterapia, en particular aquella de orientación analítica, es un procedimiento eficaz no
sólo en la resolución sintomática, sino también en la promoción de un cambio 
estructural que conduce a mayores niveles de optimización de los recursos psíquicos,
y a la implementación del autoanálisis como un modo de enriquecimiento personal que facilita 
la duración y progresión del efecto terapéutico.

El tipo de estudio presentado por Shedler aborda la validez global de la psicoterapia como 
herramienta terapéutica para el tratamiento de determinadas patologías mentales, pero sin 
atender a las diferencias (en ocasiones sumamente divergentes) que podemos encontrar 
entre las diferentes corrientes de pensamiento.

En líneas generales, para que un estudio tenga significación estadística, los métodos 
empleados deben proporcionar validez interna y validez externa. La validez interna se refiere 
al grado en que una intervención es capaz de excluir a otras para explicar un fenómeno 
determinado. En el caso de la psicoterapia, la validez interna de una técnica sería la 
capacidad de ésta de ofrecer un modelo explicativo único para un fenómeno dado, o 
para un cambio observado en aquellos sujetos expuestos a dicha técnica. Es decir, 
para que un procedimiento sometido a estudio tenga validez interna, la variable 
independiente (por ejemplo, el tipo de intervención) debe ser la responsable de los 
cambios de la variable dependiente (por ejemplo, resolución sintomática, cambio estructural, 
etc). De este modo, cualquier factor intercurrente que no sea la variable independiente 
(lo que se conoce como “factor de confusión”) supone una amenaza para la validez 
interna del procedimiento estudiado, limitando la posibilidad de establecer criterios de 
causalidad.

Por otra parte, la validez externa sería el grado en que los resultados obtenidos en el 
estudio se pueden aplicar a la población. La validez externa depende de la interna, en la 
medida en que un estudio mal diseñado no será aplicable a ninguna población y sus supuestos efectos serán debidos al azar o a factores de confusión. Por tanto, la validez externa se 
refiere a la aplicabilidad de un procedimiento a la población general que no se encuentra 
sometida a las condiciones de laboratorio bajo las que se ha efectuado el estudio. 
Entre las limitaciones a la validez externa de la psicoterapia se incluyen los sesgos de 
selección, factores situacionales y el fenómeno del “carry over”.

Los ‘sesgos de selección’ determinan qué tipo de paciente vamos a querer seleccionar, y 
qué tipo de paciente va a querer participar. Imaginemos, por ejemplo, las limitaciones a las 
que nos podemos enfrentar si queremos investigar una variable dependiente que se 
presenta en una cohorte de pacientes, algunos de los cuales reúnen criterios diagnósticos 
para un trastorno de personalidad del grupo A o del grupo B. Nuestras motivaciones a la 
hora de preseleccionar los candidatos, así como los deseos o resistencias de los 
pacientes a ser incluidos podrían invalidar la generalización de nuestros resultados.

Los ‘factores situacionales’ influyen en la fiabilidad de los datos recogidos, ya que estos 
pueden estar muy marcados por las condiciones en que se llevó a cabo la investigación. 
Siguiendo con el ejemplo anterior, la condición de “sujeto observado” puede invalidar el 
modo en que éste responde a los cuestionarios, o su modo de estar en la terapia. 
Por otra parte, el llamado ‘efecto Rosenthal’ advierte sobre la influencia que los deseos y 
expectativas de los experimentadores puedan ejercer en la naturaleza de los datos que 
obtienen. Si esto es determinante para estudios donde la variable resultado es fácilmente 
 medible, cómo será para la psicoterapia, en la que además de ponderar en términos 
cuantitativos, hay que hacer disquisiciones sobre cambios cualitativos. De nuevo aquí 
encontramos otra utilidad del modelo SWAP de operacionalización de variables propuesto por 
Shedler. Aplicado por un clínico ajeno al tratamiento, permite proporcionar las condiciones 
necesarias para un estudio a doble ciego (idealmente, que el clínico que aplica el test no 
conozca las condiciones de trabajo, y que el terapeuta no sepa los resultados hasta 
finalizado el tratamiento).

Finalmente, el efecto “carry over”, o efecto residual, es quizá el más profundamente 
implicado en la validación estadística de la psicoterapia. Este efecto se refiere a que la 
respuesta del sujeto está condicionada por la interacción de múltiples agentes que operan 
sobre él, aparte de la variable independiente que tratamos de evaluar. Esto, que afecta 
principalmente a la validez interna, tiene su eco a la hora de extrapolar los resultados a la 
población, ya que no podríamos generalizar estos resultados a otras situaciones en las que, 
o bien no se incluyeran los condicionantes que tuvieron lugar durante el experimento, o bien 
que tales condicionantes sucedieran previamente pero que hubieran conllevado un efecto 
sostenido. En el lenguaje psicoanalítico, podemos encontrar un término que hace 
referencia a este fenómeno, el multideterminismo (o sobredeterminación, formulado por 
Freud), según el cual “un acontecimiento psíquico o una característica de la conducta 
pueden ser causados por más de un factor y servir a más de un propósito en el marco de la 
economía mental” (Moore y Fine 1997, p. 260). Cada elemento psíquico puede tener 
significados múltiples o puede estar codificado de diferentes modos (i.e, procedimental, 
declarativo, explícito o implícito), y a su vez cada significado puede poseer su propia génesis. 
De este modo, tratar de evaluar de un modo sistemático la interacción modular de cuantos 
elementos constitutivos definen el comportamiento final de un sujeto, supone en sí un 
procedimiento difícilmente encajable con los métodos de la estadística.

Al efecto de la multideterminación hay que añadir el principio de función múltiple 
 formulado por Waelder (citado en Moore y Fine, 1997), según el cual “no es posible solución 
alguna a ningún problema que no represente al mismo tiempo un intento de resolver, de una 
manera u otra, otros problemas” (Waelder 1936, p. 49). De modo que el reto que se nos 
plantea a la hora de adecuar la investigación en psicoterapia a la estadística (y viceversa), 
consiste en poder evaluar la eficacia de una técnica que produce efectos más allá de la línea 
primaria de actuación (lo que encaja con el concepto de “propiedad emergente”), aplicada a 
un objeto de estudio que a su vez es multideterminado. Los errores posibles a la hora de 
establecer criterios de causalidad resultan, a priori, de un orden exponencial.

El tipo de estudios que Shedler presenta, evalúan predominantemente la psicoterapia de 
orientación analítica como si de una única se tratase, sin atender a las diferencias que existen 
entre las diversas corrientes de pensamiento que la conforman. En estadística esto 
se suele corresponder con estudios descriptivos (de corte transversal), y tiene el molesto 
inconveniente de conllevar una enorme dificultad para aseverar con fiabilidad el orden y 
causalidad que rige a las variables estudiadas. Este defecto estadístico, conocido 
como falacia ecológica (o sesgo de agregación), permite responder a la pregunta 
“¿es eficaz la psicoterapia psicoanalítica?”, pero no permite señalar específicamente qué 
pacientes, con qué diagnósticos, con qué dinámicas, tienen mejor pronóstico con qué técnicas
y cómo se estratifica el beneficio obtenido por las intervenciones estudiadas. 
Indudablemente, los estudios de corte transversal ofrecen la enorme ventaja de sondear a 
grandes rasgos un fenómeno, y los resultados que ofrecen –como sucede con lo 
propuesto en el artículo de Shedler- permiten establecer hipótesis de trabajo de 
nsayos clínicos donde las variables a estudiar y las variables resultado se ajusten de un 
modo más riguroso a una metodología que permite establecer criterios de causalidad 
con mayor fiabilidad. Entre las posibles metodologías empleadas para evitar estos 
factores de confusión, Shedler sugiere la utilización de la escala SWAP para las variables 
resultado (tabla 1).

La mayoría de los estudios estadísticos sobre psicoterapia han sido aplicados a la orientación 
cognitivo conductual. Esto supone una limitación a la hora de comparar la efectividad de la 
psicoterapia psicoanalítica. Con todo, parece que los estudios mostrados por Shedler 
coligen una magnitud de efecto igual o superior para la terapia de orientación dinámica. 
Siendo esto así, cabe preguntarse ¿por qué ha tenido tradicionalmente tan poco 
predicamento la metodología estadística entre los profesionales del psicoanálisis? Shedler 
considera que, del mismo modo que ha habido un creciente sentimiento anti psicoanalítico 
entre los profesionales de la salud mental, dentro del colectivo de terapeutas de 
orientación psicoanalítica ha predominado un sentimiento de desconfianza hacia los 
métodos estadísticos que permitieron el desarrollo de la medicina basada en la 
evidencia hacia comienzos de los años 80. El abordaje central de la subjetividad del 
paciente, sus dinámicas inconscientes, así como la importancia de la relación única e 
irrepetible que se desarrolla con el terapeuta, disuadían a la mayoría de ellos a llevar a cabo 
estudios de validación, donde las premisas básicas de funcionamiento son la 
homogeneización y comparación de las muestras, la ponderación de variables 
cuantitativas, cualitativas y objetivables, y la reducción de los objetivos al estudio de variables 
 resultado que poco tienen que ver con los objetivos de un tratamiento psicoanalítico.

En este contexto, ha surgido en años recientes un colectivo de investigadores 
(Abbas, Leichsenring, Leibing, Shedler, Westen, etc.) comprometidos con la 
corroboración de la psicoterapia de orientación psicoanalítica como una herramienta 
de trabajo que se ajusta a los estándares de validación empírica basada en la evidencia. 

Autor: Garnés-Camarena Estruch, Oscar


FUENTE: http://www.aperturas.org/articulos.php?id=0000690
http://www.psicologosmontevideo.com/lic-psic-gonzalo-cosenza

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