Paciencia ante todo para hablarles a los niños
Después
de un largo viaje en auto nos parece natural que un cachorro “se queje”
ladrando, corra en círculos o quizá muerda un poco. No nos enojamos con
él cuando necesita liberar esa energía. Le preguntamos: “¿Quién es un
buen chico?” en un tono que el perro entiende perfectamente. Significa:
“Estoy encantado contigo simplemente porque existes”.
Comparémoslo
con la manera en que tratamos a los niños después de que han aguantado
un día de clases, actividades y tareas. Les ladramos instrucciones:
“Termina tus problemas de matemáticas, ¡y asegúrate de demostrar el
resultado!”, “¡Deja de jugar con el iPad!”, “¡Prepárate para ir a
dormir!”.
En vez de disfrutar su compañía, los arrinconamos y les damos órdenes.
Esto es particularmente desafiante para los niños pequeños.
He
ejercido como psicóloga clínica durante 35 años. Hasta hace poco, los
padres venían a verme principalmente por problemas con las niñas.
Eso
ya no es así. Últimamente, escucho descripciones tan similares y
angustiadas por parte de los padres que siento como si les estuviera
haciendo una audición a actores que repiten los mismos diálogos. Se
trata de sus niños, cuyas edades oscilan de los 7 a los 11 años. Son más
temerosos, exigentes y groseros que los de 3 años.
Quédate conmigo mientras tomo un baño en caso de que entren unos asesinos a la casa.
Mamá, si no duermes conmigo, tienes que quedarte en mi habitación hasta que me quede dormido. Siéntate en la silla.
Mi maestra no explicó bien la tarea de matemáticas. Necesito que me ayudes con TODOS los problemas.
Sé
lo que están pensando: los padres sin agallas y sobreprotectores crían
niños infantiles y berrinchudos que se sienten con el derecho a todo.
Sin embargo, los profesores de esos niños piensan que son estupendos.
¿Por
qué ocurrió ese cambio de equilibro? Antes trataba los problemas de las
niñas y ahora lidio con una regresión tan severa en los niños que los
padres están temerosos por ellos y de ellos. ¿Por qué son tan
lastimosos, patéticos y molestos… pero solo en casa?
Sabemos
algunas de las razones. El temario de la escuela se ha extendido
mientras que el desarrollo humano sigue avanzando al mismo ritmo de
siempre. Esto significa que las chicas, que desarrollan habilidades
verbales, de lectura y sociales antes que los niños, tienen una ventaja.
Durante
el día, en la escuela, los niños se aguantan. Usan su “voz interior”,
no lloran —pues aprendieron que podrían avergonzarlos por ello— y se
quedan sentados en una silla sin mover las manos. Después de la escuela,
realizan actividades adicionales muy estructuradas y dominadas por los
adultos: enriquecimiento educativo, remediación terapéutica y prácticas
deportivas.
Cuando por fin están en casa después de un largo día, hay tareas que hacer.
Para
ese momento, muchos niños ya agotaron sus reservas de autocontrol.
Algunos inician una huelga. Los líderes sindicales lo llaman
“cumplimiento doloso”: asiste al trabajo, pero no trabajes. A menos que
un padre se comporte como cuidador y asistente personal desde el inicio
hasta el final.
¿Después qué sigue? ¡Te vas a la cama en este instante, jovencito!
Ahora
la lucha de poder se intensifica. El “Acuéstate conmigo”. Los
“monstruos”. Las lágrimas. Su ansiedad extrema es su energía,
imaginación y pasión que implosionan contra ellos mismos y contra el
pacífico hogar de su familia.
No
es fácil cambiar las escuelas o regresar a épocas pasadas. Sin embargo,
podemos controlar por lo menos un elemento del asunto: cómo
interactuamos con nuestros hijos.
La
pregunta que les hago a los padres en mi consultorio es esta: ¿qué
porcentaje de la comunicación con tu hijo consiste en fastidiar,
recordar, castigar o gritar? “Mmm… ¿90 por ciento, 100?”. Sé que eso no
es cierto, así como sé que los niños no padecen enfermedades mentales y
que estas familias no sufren disfunción oculta.
Antes
de considerar la terapia o los medicamentos, les sugiero a los padres
que aprendan a hablarles a los niños pequeños y también a escucharlos.
Deléitate con su encanto
¡Mamá,
mamá! ¿Sabías que hay 440 tipos de tiburones? El más grande es el
blanco. ¡Tiene SEIS METROS DE LARGO! ¡Pero los tiburones solo matan a
diez personas al año! ¡Los perros matan a 25.000 personas al año! Los
tipos de tiburones son marrajo, martillo, azul y tollo cigarro.
¡Duende!, leopardo, nodriza, mielga…
El
edificio más alto del mundo, la cámara de video más pequeña que utilizó
la CIA, el mayor número de balones encestados en un solo partido. Los
chicos quieren demostrar quiénes son, ser maestros del universo.
Recolectar información es su manera de abarcar un tema. Si esa
información tiene superlativos, los más grandes, los más fuertes, los
más rápidos… qué mejor.
Una
buena táctica es fingir ser un poco ignorantes y buscar su conocimiento
especializado por mínimo que sea. Ser entusiasta y mostrarse cautivado
es un depósito en el banco de la buena voluntad que estableces con tu
hijo. Esa información esotérica comunicada apasionadamente es el regalo
que te dan; cuando preguntas los detalles y valoras las respuestas,
muestras tu gratitud.
Ayúdalo a cambiar de canal
Si
está recitando la misma letanía de dinosaurios que ya has escuchado
cincuenta veces, considera que quizá se le está acabando el material.
Los niños pequeños necesitan más información no solo para saciar su
curiosidad, sino también para mantenerte cautivado.
La
mejor manera de refrescar el monólogo es proporcionarle algunos hechos
nuevos y experiencias a través de libros, videos o paseos: un viaje a la
biblioteca, al puerto, a la estación de trenes o al mercado de
productores; o una gran excursión al museo, el acuario o el zoológico.
Encestando puntos
Deja
que hable en la oscuridad, en el auto, mientras se mueve, mientras
espera el autobús o cuando está sentado en el metro. En general, está
más cómodo charlando al lado que cara a cara. Sostener un objeto también
alivia la tensión. Tu papel es estar atento y recibir sus comentarios.
Una vez que los niños pueden escribir, algunos prefieren comunicar un
gran pensamiento, una confesión o un sentimiento profundo en un pedazo
de papel y deslizarlo bajo tu puerta en vez de decirlo en persona. Si tú
le dejas pequeñas notas de vez en cuando en su escritorio, la mesa de
noche o la almohada, abres una vía de comunicación que no conocía y será
más probable que él haga lo mismo.
Para
que entienda tu mensaje, evita las “críticas constructivas” con
palabras abstractas como inapropiado, enfocado, distractor y éxito.
Sobre todo, cuando las usas en tono serio, a tu hijo le suenan como el
blablablá de los adultos en las caricaturas de Charlie Brown y compañía.
En vez de eso, habla con fuerza, calma y sencillez. Repite. Puede que
tu hijo no entienda las insinuaciones. Es poco probable que recuerde los
discursos largos y serios acerca de todo, desde las áreas que debe
mejorar hasta los planes detallados que lo emocionan. Así que imagina
que tus conversaciones son como encestar en el básquetbol. Dices algo,
después otra cosa, y a veces lo logras y encestas.
Aprécialo
En su novela La ley del menor,
Ian McEwan describe a un niño de 8 años que relata “un flujo plateado
de anécdotas, reflexiones y fantasías” y que genera en un escucha adulto
“una ola de amor por el niño que le apretaba la garganta y le ardía en
los ojos”.
Dale a tu hijo el cariño fácil, el aprecio y la tolerancia que le demuestras a tu perro.
Puede llevarte en un viaje increíble si confía en ti, si te tomas el tiempo y si estás dispuesto a seguirlo.
Wendy Mogel es psicóloga clínica y su libro más reciente es
“Voice Lessons for Parents: What to Say, How to Say It and When to
Listen”.
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FUENTE: https://www.nytimes.com/es/2018/04/14/opinion-hijos-perros-hablar/?rref=collection%2Fsectioncollection%2Fnyt-es
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FUENTE: https://www.nytimes.com/es/2018/04/14/opinion-hijos-perros-hablar/?rref=collection%2Fsectioncollection%2Fnyt-es
http://www.psicologosmontevideo.com/lic-psic-gonzalo-cosenza
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