Una escuela para todos

Poner trabas burocráticas o no apostar a la evolución del modelo educativo es faltar a un derecho para el individuo y dejar a un niño sin escolaridad.

Estamos viviendo actualmente un cambio de paradigma a nivel global en cuanto la inclusión escolar como se la conoce hoy. Estos cambios son necesarios para que la promesa de “una escuela para todos” sea real. En un artículo anterior (“La inclusión escolar: expectativas posibles”) se detalló el marco legal que acompaña las políticas de inclusión a nivel mundial, donde se debe garantizar el derecho a la educación brindando apoyos a cada individuo que así lo requiera. También se habló sobre la definición de inclusión, la diferencia que existe con el término integración y el rol que debe cumplir el maestro para fomentar el cumplimiento de este derecho.

Cuáles son los obstáculos que debemos superar para que haya inclusión

En Argentina la reglamentación es distinta para cada una de las provincias, aún no hay una normativa a nivel nacional que rija para todas las zonas por igual; lo que dificulta la tarea de conocer todas las normativas y especificaciones de las mismas. En la ciudad de Buenos Aires, el año pasado se editó desde el gobierno un Manual de Inclusión Escolar, herramienta necesaria para garantizar espacios de aprendizaje significativos para todos en la ciudad; más allá de explicar sobre inclusión desde el manual también se fortalece a las familias informando que “rechazar a un niño en la escuela tanto pública como privada es anticonstitucional”.
Siguiendo esta línea ¿Qué interfiere hoy para que los procesos inclusivos sean una realidad para todas las escuelas? Se ha avanzado mucho en esta cuestión, hoy la población entiende de qué hablábamos cuando nos referimos al cargo de “maestra integradora”; en todos los colegios en uno u otro curso hay algún niño con discapacidad integrado, los padres se encuentran mucho más informados y empoderados para defender los derechos de sus hijos… pero, ¿la integración alcanza?
AÚN NO HAY UNA NORMATIVA A NIVEL NACIONAL QUE RIJA PARA TODAS LAS ZONAS POR IGUAL
Sin dudas la respuesta a esta pregunta es NO. La integración escolar no ha cumplido el objetivo de inclusión; no asegura la vacante en la escuela del barrio con amigos o hermanos, con una docente a cargo y un directivo que realmente esten capacitados para brindar las herramientas y adecuaciones escolares para cada patología, cada condición y cada situación de crisis vital por la que puede pasar un alumno. Y sobre todo no se ha podido solucionar la burocracia que acompaña a los padres para exigir cumplir los derechos de sus hijos, tanto en las escuelas como en las obras sociales. Esto da como resultado para la familia mucha frustración y chicos que no quedan ajenos al rechazo que sienten desde el establecimiento educativo.
Claramente no todo lo referente a integración es malo, pero si es un modelo que igualmente sigue excluyendo, es por eso que en muchos países, y en el nuestro también, se comienza a ver el término INCLUIR cada vez con más fuerza. La escuela inclusiva es una escuela lo más humana posible, compasiva, igualitaria y sobre todo una institución que respeta a todos los que la conforman.

¿Y entonces qué hacemos?

Creo que lo primero que tenemos que plantearnos es qué clase de sociedad queremos ser y qué queremos construir desde los establecimientos educativos. Si me preguntan a mi yo sueño con una población sobre todo honesta, partiendo de ahí preguntaría: ¿La capacitación para ser docente de primaria y/o secundaria, es acorde a exigir legalmente la inclusión escolar? ¿Carreras como psicología y psicopedagogía, que comparten los espacios educativos en los gabinetes y deberían de apoyar a los docentes, están actualizadas y basadas en conocimientos empíricos?
Me atrevo a decir que en muchos casos la respuesta es no, con lo cual pienso que es la base donde debemos atacar primero; antes de exigir comportamientos desde los establecimientos educativos, deberíamos demandar la capacitación adecuada a los profesionales, con planes de estudio acordes a las necesidades que hoy vemos que no se satisfacen.
QUÉ CLASE DE SOCIEDAD QUEREMOS SER Y QUÉ QUEREMOS CONSTRUIR DESDE LOS ESTABLECIMIENTOS EDUCATIVOS
Volviendo al punto de ser honestos, pensemos: somos docentes, psicólogos, psicopedagogos y cualquier otra disciplina que se dedique a trabajar con población infanto-juvenil, si la formación no nos alcanza y decidimos igual este camino profesional; ¿no debemos de comprometernos con nuestros principios éticos e invertir tiempo y dinero en formación?
Para los que trabajamos en educación en Argentina ya sea en el ámbito privado o público, de manera esporádica o cotidiana, dependiendo específicamente de los establecimientos educativos o siendo externos (dependiendo de las obras sociales); calculo que pensaran “esta mujer esta loca”; “todo lo que pasa en la escuela y me tengo que capacitar más”. Mi propuesta es un poco más simple de lo que parece, hay que volver a la motivación que se sintió el primer día que decidieron trabajar con esta población y arrancar de ahí. Preguntarse: ¿la calidad de mi trabajo humanamente es igual hoy que ese día? ¿Puedo mejorar la manera en que me relaciono con mis alumnos? ¿Puedo proponer un cambio en mi equipo para empoderarnos y dar respuestas más humanas a las necesidades de las familias hoy? No es un examen con el que van a obtener una calificación, se trata de tomar autoconciencia para luego poder decidir mejor y hacerse cargo cada uno de su decisión sin echarle la culpa a nadie más.
Para lograr “una escuela para todos” debería darse un cambio casi radical y exige una modificación en la mirada de los docentes, alumnos y padres, como así también la sociedad en donde se de valor a otras cuestiones aparte de la física, matemáticas e inglés (por poner un ejemplo). Hoy en día es raro que un papá le pregunta a su hijo: “¿cómo te fue en el cole, hiciste algún amigo nuevo?; en vez de: ¿cómo te fue en el cole, qué te sacaste en matemáticas? Esta simple comparación habla de un pequeño cambio en donde no todo con los compañeros es competencia deportiva o académica.
He encontrado autores(Sanchez, 1996; Merino Fernandez, 2009) que hablan de crear comunidad en la escuela. Me parece un término bastante agradable, tanto docentes como niños pasan en la escuela la mitad de sus días y, como toda comunidad, la diversidad debería de tomarse como un potencial a explotar. Ver las aptitudes de cada uno, apoyarse, fomentar el desarrollo personal y grupal, buscar metas comunes, plantear objetivos, dar un sentimiento de pertenencia e identidad y fomentar valores, esas deberían de ser prioridades. La comunicación con el otro es sumamente importante, reflejando además confianza y reconocimiento y dejando de lado los prejuicios. Todo esto es clave para que los chicos puedan hablar de sus inquietudes previniendo así, sobre todo en la adolescencia, situaciones de riesgos probables.
Por otro lado, los padres que participan de la vida institucional, y se comprometen con ella no por controlar a sus hijos sino por ser parte de la comunidad, son una de las fortalezas que puede aportar este estilo de educación, dado que participar en actividades en común también une a la familia.

¿A quiénes beneficia la escuela inclusiva?

En mi opinión, beneficia a todos.
A pesar de que se crea que el acceso a la escuela frente a cualquier condición de salud o social beneficia solo al individuo y a su familia en particular, me atrevo a decir que no hay afirmación más equivocada que esa.
El modelo de educación inclusiva beneficia a los docentes porque también tiene un trato más humano con ellos, fomenta las reuniones de equipo, el respeto por las opiniones de todos, la búsqueda de nuevas tecnologías y herramientas y la horizontalidad en la toma de decisiones.
PONER TRABAS BUROCRÁTICAS O NO APOSTAR A LA EVOLUCIÓN DEL MODELO EDUCATIVO ES FALTAR A UN DERECHO PARA EL INDIVIDUO Y DEJAR A UN NIÑO SIN ESCOLARIDAD
Beneficia a los alumnos y a sus familias porque fomenta la empatía, la atención hacia las necesidades del otro, los buenos tratos, la paciencia, la buena convivencia, el respeto, la colaboración.
Y, sobre todo, beneficia a la comunidad en general ya que los valores que aporta la educación inclusiva en cada adulto se ven reflejados en el niño que educamos en la escuela. Si hoy nos quejamos del tipo de sociedad que tenemos, prestemos atención a qué enseñamos en la escuela, en qué estamos poniendo exigencia, qué tipos de relaciones dejamos que los niños mantengan en los establecimientos, etc.
En mi opinión hay un solo modelo de escuela posible con la información que tenemos hoy y es la escuela inclusiva. Poner trabas burocráticas o no apostar a la evolución del modelo educativo es faltar a un derecho para el individuo y dejar a un niño sin escolaridad. Por lo tanto si nuestra tarea como agentes educacionales es brindar herramientas para que los chicos sean funcionales y autónomos, es nuestra obligación ética abrir los ojos ante estas situaciones en el campo educativo.
Espero por medio de este artículo fomentar un pequeño bichito de curiosidad en cada lector para que se informe desde el lugar en el que esté, en qué puede aportar para lograr el cambio. A nivel teórico están todas las cartas repartidas, falta compromiso y acción para que sea posible y real una “escuela para todos”.
Imagen: Pexels

FUENTE: https://www.psyciencia.com/una-escuela-para-todos/?utm_source=Suscriptores+Psyciencia&utm_campaign=ed1f453854-Resumen+Semanal+Psyciencia+2&utm_medium=email&utm_term=0_1aaa9dbe90-ed1f453854-174791773
http://www.psicologosmontevideo.com/lic-psic-gonzalo-cosenza

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