Y tú ¿qué máscaras llevas?
Una de las necesidades básicas de los
seres humanos consiste en crear vínculos y sentir pertenencia a un
grupo. Esa necesidad de pertenecer nos mueve a establecer una serie de personajes que nos ayudan a adaptarnos y a “sobrevivir” en cada ambiente.
Todos tenemos una serie de máscaras,
de personajes internos que van apareciendo según las circunstancias que
vivimos, con quién nos relacionamos y según nuestras emociones,
pensamientos y acciones.
Algunos de ellos nacen en nuestra zona menos sana y nos empujan hacia actitudes y mecanismos que no nos benefician, otros surgen de nuestra parte equilibrada y nos ofrecen mejores consejos. Algunos salen en determinados círculos y otros son más permanentes y nos acompañan todo el tiempo.
“El mundo es un gran
teatro, y los hombres y mujeres son actores.
Todos hacen sus entradas y
sus mutis y diversos papeles en su vida…”
‘Como gustéis’ W. Shakespeare
Los disfraces poco sanos que usamos sin darnos cuenta para funcionar en el mundo son los que en Terapia Gestalt llamamos ego, mecanismos que nos sirven para protegernos y mostrarnos en función de lo que creemos que nos va a facilitar el a veces complicado arte de vivir y relacionarnos con los demás.
Unos ejemplos sencillos:
A Silvia le cuesta mucho gestionar
situaciones de enfrentamiento y expresar su desacuerdo o malestar ante
algo. En un intento de evitar cualquier tipo de conflicto, ha adoptado
una máscara de “buena niña”, por lo que su personaje adaptable, pacífico
e inofensivo le asegura de librarse de cualquier situación que la ponga
frente a lo que tanto teme.
– En su infancia, Montse recibió el
mensaje de que “la vida es un valle de lágrimas”. Fiel a la
tradición familiar, se define a través de su máscara de sufrimiento, que
la muestra como una víctima de todo y de todos. Montse obtiene así la
atención, compasión y “amor” que su personaje carente busca de forma
desesperada.
– Al contrario que Montse,
Jordi tiene muchas dificultades para aceptar el dolor y las partes menos
agradables de la vida. Ha construido una máscara de felicidad,
optimismo y “estar siempre bien” que le ayuda a huir de las emociones
que más teme: el dolor y la tristeza. A la vez, su personaje muestra al
exterior una imagen de felicidad y plenitud que alimenta y sostiene todo
el montaje.
– Javier tiene miedo a que
le hagan daño y le vean vulnerable. Aunque es sensible, se muestra
agresivo y poco emocional. El personaje más bien duro y a la defensiva
que ha construido le ayuda a evitar la expresión de sus emociones y un
contacto más estrecho con las demás personas.
La “niña buena”, el “tipo duro”, la “superwoman”, el “rompecorazones”, el “oso amoroso”, la “ayudadora”, el “rebelde”, la “sufridora”… Progresivamente y con el paso del tiempo nuestro disfraz se va consolidando y apoderando de nuestra identidad hasta
que acabamos identificándonos con lo que algún día sólo fue una
herramienta, algo que nos facilitó el trabajo de vivir. Es como si un
carpintero acabara creyendo ser su martillo.
“Cuando llevas una máscara tanto tiempo, te olvidas de quién eras debajo de ella” Alan Moore
Las máscaras que parecen protegernos, en realidad nos debilitan. Las
usamos para evitar lo que tememos, obtener el amor y el reconocimiento
de los demás, para “encajar”, para cumplir con lo que creemos que se
espera de nosotros… y en realidad ocultan parte de nuestro ser, limitan
nuestro contacto con los demás, estrechan nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos.
Detrás de nuestros disfraces egoicos en realidad se esconde algo muy profundo, un mecanismo construido por el niño o niña herida que una vez fuimos, que
sigue intentando ser visto y querido a través de actitudes que le
funcionaban en la infancia, pero que en la edad adulta ya no tienen
sentido.
Como dice Alan Moore en su cita, al llevar tanto tiempo nuestros disfraces al final acabamos olvidando quiénes éramos debajo de ellos. Además de la Terapia Gestalt, algunas disciplinas cuyo objetivo se centra en este trabajo son el Eneagrama y el teatro terapéutico.
Estas técnicas son potentes herramientas
que nos ayudan a ponerles conciencia, desenredarnos poco a poco de sus
limitaciones y redescubrir quiénes somos.
Para liberarnos de ellas se hace necesario, en primer lugar, tomar
conciencia de que las llevamos e ir descubriendo a qué responden: qué
partes ocultan, cuáles muestran, para qué nos sirven, qué nos ayudan a
evitar y a conseguir… en definitiva, conocerlas en profundidad para,
posteriormente y a partir de un trabajo de autoconocimiento, salir de la jaula donde nos han tenido encerrados durante tanto tiempo.
Compartido por Clara Dini Lobet
http://www.psicologosmontevideo.com/lic-psic-gonzalo-cosenza
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