Las escenas temidas de un coordinador de grupos
Eduardo Pavlovsky, Luis Frydlewsky y Hernán Kesselman
Nuestras experiencias de autogestión
relatadas procedentemente (2) nos llevaron a pensar que, de la forma en
que veníamos explorando y trabajando los autores de este libro, podíamos
realizar esa misma exploración dirigiendo una experiencia con
coordinadores de grupo que estuviesen interesados en profundizar esta
línea de investigación. A tal efecto, propusimos dirigir un seminario de
investigación de escenas temidas para veinticuatro coordinadores de
grupo, donde cada participante pudiera, trabajando en conjunto y en
pequeños grupos, estudiar sus escenas temidas y las de sus compañeros de
seminario y concebimos un método de trabajo para entrenar a cada
coordinador en sus posibilidades de entrada y salida de situaciones
regresivas que lo comprometen habitualmente en el desempeño de su tarea.
Nos ofrecimos a
estudiar sus miedos habituales en su desempeño como coordinador, sus
mecanismos defensivos con los que lucha contra estos temores, la toma de
conciencia de las relaciones entre éstos y sus miedos personales,
históricos, con los que él puede asociar sus miedos profesionales; la
forma en que es capaz de trabajar dramáticamente estos miedos, con la
ayuda de otros que están en su misma búsqueda, cuyas intervenciones le
dan un repertorio alternativo más rico y amplificado para operar
nuevamente con esos miedos en su vida cotidiana profesional. Es decir,
nosotros centramos toda la actividad exploratoria sobre la persona del
Coordinador. Y decimos esto, porque es, según nuestra opinión, el camino
más original que transita este libro, dentro de las bibliografías
especializadas en coordinación grupal, donde el acento está puesto sobre
los coordinados (cómo son, cómo interactúan, cómo se relacionan con el
coordinador) o sobre la situación grupal (cómo se desarrolla la sesión,
qué técnicas deben emplearse, durante cuánto tiempo, etc.) (3).
Cada corriente de
la Psicología Social psicoanalítica o no) tiene su método, el cual es
ejercido por el coordinador, según su teoría y técnica, para provocar la
entrada en regresión de los integrantes de un grupo con el objeto de
movilizar estereotipos de conducta y también tiene sus recursos para
provocar la salida de la regresión o progresión de dichos integrantes.
Estos métodos varían según la escuela de que se trate. Las escuelas
psicoanalíticas inglesa y americana, por lo ya visto, y que mayor
influencia han tenido en nuestro país, operan en forma diferente.
La escuela psicoterapéutica analítica
inglesa (Bion) propuso formar al coordinador entrenándolo en las
habilidades que puede desarrollar al observar el efecto regresivo
colectivo que el «aquí y ahora» de la dinámica situacional produce en
cada paciente (coordinado) y propone que el coordinador aprenda a
construir y formular interpretaciones verbales sobre las ansiedades
básicas y las formas de relación entre sí y con el coordinador, como un
instrumento para sacar a todos y, por lo tanto, a cada uno de los
participantes, de la regresión a la que había ingresado de conjunto. El
conjunto de participantes es tratado como las partes de una guestalt que
configura una especie de gran bebé en relación con un adulto con el que
crece, que es el terapeuta o coordinador.
La escuela de Psicología Dinámica
americana (Laboratorio Social, técnicas de acción, Slavson, etc.) trata
de gestar «climas» entre sus participantes, conducidos por coordinadores
que realizan un tratamiento de cada caso individual «en público».
Propone que el coordinador se prepare en la capacidad de conducir al
grupo de tal manera que el conjunto de los integrantes tienda a sumirse
junto con uno de ellos (el que «plantea el problema personal»)
utilizando juegos dramáticos, consignas lúdicas e interpretaciones
dirigidas «a la persona» para acompañarlos así en la salida de la
regresión.
Nosotros en cambio queremos proponer la formación del coordinador de
grupos entrenándolo en la toma de conciencia que éste puede adquirir,
asociando las escenas conflictivas de su historia profesional con las
escenas conflictivas de su historia personal y que suponemos que forman
el substráete bloqueante de su capacidad técnica (personal) para
coordinar grupos. Los ubicamos en compañía de otros coordinadores
apasionados en esta misma búsqueda y tratamos de producir en cada uno
una regresión «in situ» que puede llegar a superarse, según nuestra
idea, a través del conocimiento profundo (enriquecido) de dicha
situación para que, cuando vuelva a encontrarse con ella nuevamente, una
vez terminado el seminario, pueda contar con un repertorio de conductas
alternativas para operar eficazmente como coordinador grupal,
configurando una verdadera espiral dialéctica del aprendizaje en su vida
de coordinador de grupos que se concibe por el eslabonamiento de
unidades de trabajo a las que llamamos escenas (temidas, consonantes,
resonantes y resultantes). Cada eslabón (escena) representa una
hipótesis fundamental de partida para nuestro método de trabajo y por
eso las describimos cronológicamente a continuación.Hipótesis Fundamentales: El sentido de las escenas
a) Las escenas temidas:
Hemos dicho ya que un coordinador de grupos si se encuentra en un grupo de colegas que se dispongan para ello, cuenta con un marco de adecuada seguridad psicológica como para revisar «como en casa» los momentos difíciles más habituales por los que debe pasar durante su ejercicio en el desempeño profesional del rol. Es posible entonces, con este marco adecuado, ponerse a charlar, a «sacar los propios trapitos al sol» y a confesar temores y dificultades habituales cuya dimensión compartan algunos y que en cambio hagan reír a otros para quienes dicho temor no es importante, ni habitual y si lo es, es fácilmente controlable.
Hemos dicho ya que un coordinador de grupos si se encuentra en un grupo de colegas que se dispongan para ello, cuenta con un marco de adecuada seguridad psicológica como para revisar «como en casa» los momentos difíciles más habituales por los que debe pasar durante su ejercicio en el desempeño profesional del rol. Es posible entonces, con este marco adecuado, ponerse a charlar, a «sacar los propios trapitos al sol» y a confesar temores y dificultades habituales cuya dimensión compartan algunos y que en cambio hagan reír a otros para quienes dicho temor no es importante, ni habitual y si lo es, es fácilmente controlable.
Cualquiera de los que está leyendo estas
líneas, si es coordinador de grupos o piensa serlo, se le ocurrirán ya,
seguramente, momentos embarazosos o «terribles» por los que suele pasar
o teme que le vayan a pasar. Hasta es posible pensar en esos problemas
que uno suele enfrentar, pero que nos dejan con «la espina» de si no
podríamos haberlos enfrentado con otro estilo o inclusive ciertas
situaciones donde como coordinador puede «engranarse», como se dice
habitualmente, con ciertos temas del grupo o con ciertos pacientes que
plantean mensajes que por alguna razón nos «mueven el piso».
Estos momentos, imágenes conflictivas de
nuestra vida profesional pueden formar un repertorio de momentos o
imágenes capaces de ser especializadas y representadas dramáticamente en
forma de escenas.
Esas escenas a las que llamamos «escenas
temidas» del coordinador de grupos pueden quedar como secretos o
misterios de cada coordinador; ser objeto de confesión amistosa y de
bromas graciosas sobre la psicopatología de ia vida cotidiana de los
coordinadores de grupo o, por el contrario, convertirse en objeto de
profundización y en una verdadera oportunidad de cambio y aprendizaje
para cada coordinador. En este último sentido, si esta escena temida es
representada dramáticamente bajo la guía del propio interesado en
estudiarse a sí mismo, llegamos al momento objetivado en otros de su
propia dificultad. Si allí nos detenemos, el camino es abierto por una
pregunta que se viene sola: esta escena temida para este coordinador,
¿qué está encubriendo de él mismo?; es decir, ¿de qué escena latente de
la vida personal del coordinador es representante y a la vez
encubridora, esta escena temida de su quehacer profesional?
b) Las escenas consonantes:
La escena temida es utilizada como «vía
regia» para llegar al inconsciente del coordinador de grupo. Si se
invita al coordinador en cuestión a asociar ideas, realizar soliloquios
asociativos y, en una palabra, a aislarse momentáneamente en compañía de
los otros, pero en un ejercicio de introspección regresiva, de viaje
hacia su propia historia, en un retroceso en una regresión«guiada» por
el conductor del ejercicio sobre sus propios momentos vitales que«hagan
eco» con el afecto de la temática planteada en la escena temida, es
posible rastrear alguna o algunas escenas (usualmente escenas de su vida
familiar) que por vibrar tan parecido con la «escena temida» la
llamamos escenas consonantes (o escenas familiares consonantes).
Estas escenas pueden también, como las
temidas, ser representadas dramáticamente con la participación del
protagonista y con nuestra conducción.
Y nos preguntamos entonces ahora, ¿qué
conviene hacer desde esta escena?, ¿cómo seguirla trabajando para que
adquiera más profundidad didáctica?; es decir, ¿cómo tratar esta
regresión que hemos intentado producir en el protagonista, para que le
permita a éste salir provechosamente, o sea, aprendiendo, de esta
regresión?
c) Las escenas resonantes:
Nuestra formación como psicoanalistas
«individuales» nos enseñó cómo hacer para encontrar más profundidad
frente a estos momentos. Aprendimos a centrar cada vez más el foco de
nuestra lente de inspección de conductas a través de la interpretación
transferencia!, la cual deja un poco borrosas las imágenes
multipersonales para descubrir las relaciones prehistóricas o más
antiguas (cuerpo-útero, boca-pecho) que subyacen a cada Vínculo
multipersonal. Profundizar es, para esta técnica analítica, ir
despejando recuerdos, imágenes, escenas que encubren las imágenes
fundamentales (más primitivas) de nuestra conducta (escenas o recuerdos
encubridores).
Sin embargo, en nuestra formación como
psicoanalistas de grupo, la influencia de las técnicas psicodramáticas y
de acción, nos enseñaron el beneficio de la apropiación de cada escena
personal por el conjunto de un grupo, para acceder también, por ese
camino, a la profundidad del sujeto.
Por ello concebimos la posibilidad de
transformar esta escena consonante en un medio de trabajo para cada
integrante del grupo, bajo la conducción y las sugerencias del director
de las dramatizaciones (uno de nosotros). Le pedimos entonces al
protagonista que le «preste» la escena a los demás, para que «circule»
(4) libremente por el grupo. Tomamos cada «trozo» de la escena para
sacarle algo así como una fotografía amplificada, de tal manera que en
lugar de reducirse a las relaciones prehistóricas esta escena comienza a
multiplicarse, a enriquecerse con la mirada, el oído, las actitudes y
las palabras de los otros. Como en esos salones de parque de
diversiones, llenos de espejos que nos devuelven nuestra imagen
exagerada, caricaturesca en distintos puntos de nuestro esquema
corporal, causándonos miedo a veces, risas otras veces, pero donde
cuesta reconocer la imagen que nos devuelve todos los días el espejo
plano y que, sin embargo, nos representa.
La escena consonante, así representada y
trabajada, con la multireso-nancia del conjunto permite llegar a una
guestalt básica, pluridimensional y totalizante que se contrapone a la
visión monocular y parcializadora del protagonista en los momentos en
que éste se encuentra examinándola aisladamente. Rompe de esta manera su
bloqueo narcisístico, su propia y repetida «novela» y le obliga a
elaborar el duelo por la pérdida de este estado que le es antiguo y
permanente, proveyéndolo de nuevas perspectivas con las que se dirige
nuevamente a examinar sus «escenas temidas».
Las escenas así tratadas dejan de ser
solamente encubridoras, para transformarse en «descubridores» y para
formar como en un rompecabezas que se vuelve a armar en conjunto con la
resonancia en los otros, esta nueva escena mutativa: la escena
resonante.
Pongamos un ejemplo a esta altura, para
graficar mejor las ideas que venimos exponiendo: Horacio, el director
del trabajo (uno de los autores de este libro), reúne a un grupo de
coordinadores de grupo (Alberto, Pedro, Lucía, Rosa, José, Carlos, Betty
y María) para trabajar sus escenas temidas. Alberto se propone como
protagonista para«prestar» al conjunto una de las escenas temidas que
recuerda desde su papel de coordinador de uno de sus grupos
terapéuticos.
Esta escena es representada por Alberto y
el resto de sus compañeros, en un juego de roles, para lo cual ha
reconstruido un momento habitual que le preocupó en su vida profesional.
Durante el mismo, explica la situación a representar. Pedro y María,
miembros silenciosos, contemplan cómo discuten Lucía y José, que no
están de acuerdo con la actitud «individualista y egoísta» de Betty,
Rosa y Carlos, que quieren«acapararse» a
Alberto, el coordinador del grupo. Esa situación es un momento
vivido por Alberto en la realidad de su vida profesional. Es una de
sus «escenas temidas». Los «actores» así dispuestos, adoptan una
posición que recuerda un momento de la sesión de uno de los grupos
terapéuticos coordinados por Alberto.
En determinado momento de la
representación, Alberto interpreta la discusión como una forma que el
conjunto realiza para evitar entrar en tarea correctora. De pronto,
airadamente Betty (respondiendo a una consigna que le fue suministrada
previamente), encara directamente a Alberto y lo hace responsable de
esta situación y comienza a disparar sobre él un andanada de reproches
(«la culpa es de usted por hacernos llegar a esta situación, por llegar
tarde a las sesiones en numerosas ocasiones, por no saber distribuir
equitativamente las interpretaciones, por no haber sabido seleccionar
adecuadamente las personas que componen el grupo, etcétera»).
Alberto comienza a enrojecer, transpira
frío y, conteniéndose lo más que puede, balbucea una interpretación que
no detiene para nada las andanadas que sobre él descarga Betty.
En ese momento se da vuelta e
interrumpiendo la dramatización se dirige al director de la misma,
Horacio, y le dice: Bueno. Esto es muy temido para mí. Podría seguir un
poco más, pero se repetiría esta sensación. Es su escena temida y su
forma habitual de reaccionar frente a la misma.
Horacio, el director, le pide entonces
que desde su rol, en ese momento, realice un soliloquio sobre el asunto.
Alberto se toma las manos, entrecierra los ojos y comienza a «pensar en
voz alta»: «¡En que lío me he metido! Cómo voy a salir de ésto. Creo
que ella tiene mucha razón, pero no sé cómo seguir.
Lo que ella me hace y me dice, me mueve
tanto el piso, me da taquicardia, “me engrana”. Pierdo el control sobre
mí mismo y siento que lo pierdo sobre el grupo también. Sólo atino a
hacer alguna interpretación que me suena a auto-justificación de esos
reproches o sino voy a quedarme callado y no contestar». Es su escena
temida y su forma habitual de defenderse contra la ansiedad que ésta le
provoca.
A partir de este soliloquio se discute
de conjunto el título de esta escena temida hasta que Alberto propone
uno que le parece el más representativo: «Los reproches me vuelven
loco».
Horacio se acerca a Alberto y le pide
entonces que se disponga a «viajar hacia su historia» con los ojos
cerrados para no recibir los estímulos visuales de los otros, a quienes
se les pide silencio.
También le sugiere que busque y rebusque
en el «arcén de sus recuerdos» alguna escena que le «suene» similar a
la que se representó.
Alberto va pensando en silencio hasta
que comienza a hablar, describiendo, a pedido de Horacio, la escena que
le ha aparecido.«Estamos sentados a la mesa con mis padres y mis
hermanos. Yo llegué último y me senté a comer. Estaba apurado para ir a
la cancha. Mientras el resto comenzaba a desdoblar las servilletas yo
tomo un trozo del pastel de papas y lo pongo en mi plato. Mi hermano
chilla diciéndome que soy un avivado. Yo me río. De pronto mamá y papá
se ponen a discutir acaloradamente por mi culpa. Papá se va de la mesa.
El resto se queda callado.
Mamá me mira con los ojos cargados de
reproche. Gotea. Me dispara primero algunos «balazos de agua y sal» y me
dice: ¿te das cuenta de lo que hiciste? Todavía que llegas tarde como
siempre. ¿Te das cuenta lo que hiciste?
Yo me voy achicando en la silla, intento
decir: «¿pero la mesa no es para servirse la comida y comer? Yo creía
que... Y luego seguíamos todos comiendo en silencio, menos mamá y papá,
que ya no se hablaban y tampoco comían con nosotros».
Horacio le pide a esta altura a Alberto
que abra los ojos del todo. Ya está planteada la escena consonante
(escena familiar consonante).
Horacio le propone a Alberto que
distribuya entre sus siete compañeros los roles protagonistas para
representar esta escena familiar consonante.
Algunos hacen de padres, otros de
hermanos, Alberto se representa a sí mismo, otros observan o se prestan
como yo-auxiliares, mientras Horacio anuncia el comienzo de la
representación de la escena.
El tema comienza a circular entre los
participantes y comienza a resonar en sus interiores, se multiplica
hasta el infinito como un gran amplificador de sonidos y de imágenes.
Como el fotógrafo de Blow-up, Horacio va acelerando la multiplicación y
el agrandamiento de cada trozo de la escena familiar, con inversiones de
roles, soliloquios, duplicación de imágenes, espejos, etc.
La madre, hada protectora y bruja
temida, adquiere múltiples significados, en lugar de reducirse a dos
imágenes: la buena y la mala. Múltiples hadas y múltiples brujas
aparecen en la imagen materna, nutritiva y reprochante. Diversas formas
de ausencia multiplican la imagen del padre que se va, de los hermanos, y
entonces aparecen también múltiples comportamientos posibles para
Alberto: una para cada imagen diferente. Es decir, se va incorporando en
Alberto un repertorio enriquecido de respuestas posible frente a la
situación inicial hasta llegar a un climax de resonancias que completan
una gran escena (integración en una sola guestalt, como diríamos en
música de variaciones sinfónicas sobre el mismo tema: el reproche), que
contiene la totalización de los miedos posibles y de las defensas
posibles contra estos miedos, en este tema que lo enloquece en su vida
profesional: el reproche. Es la escena resonante.
Esta totalización, al ser internalizada
por Alberto, le permite emerger de la regresión en la que lo había
sumido su visión parcializadora y aislada.
d) La vuelta a la escena temida: la escena resultante
Ahora Alberto, nuestro coordinador en
cuestión, va a volver a tratar su escena temida. Va a volver a vivirla y
representarla con sus compañeros. Pero la escena ya no consuena en su
interior de la misma manera. Su bloqueo narcisístico, la novela familiar
que subyacía a su escena temida se ha transformado. La ha reescrito con
sus compañeros y ha quedado sobreimpresa para transformar seguramente
su óptica de la antigua escena temida que tiene para él, desde ahora,
una valoración distinta, mucho más rica que la que tenía antes de ser
tratada de esta forma.
Está listo, además, para consonar y
resonar con las escenas temidas del resto de sus compañeros, que
comienzan a desfilar durante las horas del seminario. Su novela
profesional (equivalente de su novela familiar) ha comenzado a
modificarse
Notas:
1. © Por los autores. Artículo inédito.
2. Nos referimos a la «Introducción» del libro de próxima publicación: «Manual para coordinadores de grupo» (SigloXXI).
3. Según nuestra proposición, el
coordinador debe entrenarse para aprender a entrar y salir grupalmente
de sus «escenas temidas» al tiempo que desea ayudar a sus coordinados a
entrar y salir de sus respectivas «escenas temidas» grupalmente.
4. Véase Gennie y Paúl Lemoine: «Una teoría del psicodrama». Granica. Buenos Aires, 1974.
http://www.imagoclinica.com/grupos/escenas-temidas-coordinador-grupos/
http://www.psicologosmontevideo.com/lic-psic-gonzalo-cosenza
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