Intolerancia a la frustración: ME ABURRO



En más o menos medida,  hemos oído hablar de la “intolerancia a la frustración” en la infancia, como si los niños de hoy en día fuesen pequeños diablillos gritones que no saben aguantar nada. Sin embargo, quién educa a esos pequeños diablillos impacientes? Sí, nosotros. Pero si los propios adultos no sabemos manejar la frustración, me pregunto cómo van a aprender ellos. Por eso intentaré hacer un análisis del problema desde su origen.
Qué es la Intolerancia a la Frustración? Para explicar eso, primero hay que aclarar bien lo que es la frustración y después lo que pasa cuando no sabemos tolerarla.
La frustración es el sentimiento de decepción que sentimos cuando algo que esperábamos que sucediera no sucede o cuando perdemos algo que apreciábamos. También aparece cuando nos dicen “no” a cualquier petición. En cualquier caso, la frustración en sí misma no es mala evidentemente. De de hecho, es natural. El problema surge a la hora de manejarla. Si no sabemos manejar algo tan absurdo como no acordarnos del nombre de un actor y lo buscamos inmediatamente en el móvil .Cómo vamos a manejar perder un trabajo o  que nos deje la pareja? Al saciar inmediatamente las pequeñas frustraciones del día a día, estamos poco a poco minimizando nuestra paciencia en nuestra vida diaria.
Hoy en día tenemos bastante accesible muchísimas cosas que antes no teníamos. Algunos ejemplos de ello son el poder coger las entradas con el móvil mientras andas por la calle horas antes de ir al cine o como ya he dicho, buscar cualquier tipo de información en cualquier momento. Y eso nos hace la vida más cómoda y rápida. Sin embargo, tiene sus inconvenientes. Al tener  mejor alcance a algunas cosas, nuestra cabeza (inconscientemente) se cree que deberíamos tenerlo a todas; si una señora mayor nos retrasa en  la cola del supermercado buscando las monedas en su cartera o volviendo del trabajo en coche nos encontramos una caravana inmensa, nos enfadamos y nuestro nivel de estrés aumenta considerablemente. En una ocasión fui testigo de cómo un chico rompía una silla de un bar porque su equipo había perdido. Eso son pequeños ejemplos diarios de intolerancia a la frustración. Un paso más allá está cuando perdemos la pareja o el trabajo. Entonces las consecuencias emocionales son bastante mayores, hasta el punto de que si se alarga en el tiempo podemos desarrollar patologías como ansiedad generalizada o depresión.
Con los niños, pasa algo parecido, pero somos nosotros los que tenemos que enseñarles a controlarlo ya que ellos no son conscientes. La primera infancia es el momento clave para empezar a trabajar la tolerancia a la frustración. Y cuál es la primera frustración que tenemos que aprender a tolerar? El aburrimiento. Si aprendemos (o nos enseñan) desde pequeñitos a manejar el aburrimiento, ya tenemos mucho recorrido hecho. Hoy en día, en cuanto un niño empieza a molestar porque se aburre o porque quiere irse a casa, se le pone una Tablet o un móvil delante para que se calle. Y funciona. Es realmente cómodo pero sólo a corto plazo. Qué pasará el día que nos hayamos quedado sin batería o simplemente estemos en un funeral donde no se pueda sacar una Tablet con videos? Que ese/a niño/a montará en cólera creyendo que puede y TIENE QUE conseguir lo que quiere logrando que lo saquemos de donde está y nos lo llevemos a casa o le compremos una chuche para calmarle. De esa manera estamos minando dos cosas: su potencial para tolerar la frustración y su creatividad. Es decir, Si cada vez que se aburre le damos lo que solicita, no desarrollará la capacidad para buscar recursos propios. Eso hará que en el futuro  no tenga salidas para afrontar problemas. Por tanto, si sumas baja capacidad para solucionar problemas y una baja tolerancia a la frustración, el resultado probablemente será gran ansiedad o depresión.
Así que, Cómo podemos dar la vuelta a esta situación? Pues en primer lugar siendo nosotros mismo un buen ejemplo de tolerancia a la frustración.  En el momento que como padres les damos enseguida la Tablet, no sólo les quitamos la posibilidad de que aprendan a aburrirse (y por tanto a tolerar la frustración), sino que además les estamos enseñando que nosotros mismos cedemos enseguida a nuestra propia frustración que en este caso es el propio niño molestándonos. Después, nos costará mucho más ser coherentes con nuestros propios intentos de educación en este ámbito. Los niños, sólo por ser niños, no quiere decir que no se enteren de lo que pasa a su alrededor y necesitan modelos sencillos y coherentes para poder aprender. Lo mismo nos pasa si nos ve enfadarnos en la cola del supermercado o ponernos nerviosos en una caravana.
Por otro lado, La violencia en la infancia puede ser un signo de intolerancia a la frustración. En algunos casos, los/as niños/as que se sienten frustrados recurren a conductas violentas por no saber solucionar sus problemas o reaccionar a ellos de otra manera. Si ya hemos llegado a esta fase, también hay solución. La clave está en empoderar al/la niño/a. Enseñarle técnicas sencillas para manejar situaciones concretas que no le agradan y hacerle entender que él/ella puede manejar la situación de forma agradable. Por ejemplo, si se aburre mientras nosotros acabamos de comer en un restaurante, pedirle que cuente el número de cosas verdes que puede ver desde su silla. Si tiene un problema con un compañero de su clase, que intente saber por qué la otra persona actúa así y si no lo entiende, hablarlo con la profesora.
Haciendo un pequeño esfuerzo para ser un buen ejemplo y enseñándoles herramientas para solucionar problemas, educaremos niños capaces de aburrirse y de manejar las frustraciones de la vida.

Por Leticia de la Peña
FUENTE: http://psicologiaenbilbao.es/leticia-de-la-pena-opina-sobre-intolerancia-a-la-frustracion/
http://www.psicologosmontevideo.com/lic-psic-gonzalo-cosenza

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