El sentimiento de culpa asociado a determinados trastornos psicológicos

Todas las personas, en mayor o menor medida, podemos experimentar sentimientos de culpa en ciertas ocasiones. Es un sentimiento sano, entendiéndolo como una emoción que regula y tiende a la reparación y evitación de daños futuros. El problema surge cuando esta emoción invade constantemente a la persona y condiciona totalmente su vida y sus decisiones.
Existen determinados trastornos en los que el sentimiento de culpa está presente de forma importante.

Uno de ellos es la depresión. Cuando una persona está deprimida experimenta un sentimiento general de desinterés, tristeza y apatía. Surge una tendencia a evitar a los demás, a no querer tener contacto alguno, a aislarse del mundo. En muchas ocasiones, el entorno familiar tiende a sobreproteger y a cuidar a la persona que sufre una depresión, para posteriormente transmitir mensajes del tipo: “tienes que poner algo de tu parte”, “anímate y sal de casa”, “deberías empezar a llevar una vida más normal”… Todo esto no ayuda, ya que suele generar sentimientos de culpa y aumenta la sensación de incapacidad que sienten para enfrentarse a las tareas cotidianas y a desenvolverse como antes.
La depresión suele ir acompañada de pensamientos de autorrecriminación por no verse la persona capaz de llevar la vida que llevaba anteriormente, por no poder trabajar, por no poder relacionarse con la familia o amigos; en definitiva, por el sentimiento de inutilidad general. Se culpa a sí mismo por haber decepcionado a su entorno. En definitiva, se siente culpable por padecer un trastorno del que no tiene culpa alguna, responsabilizándose de su estado, de su tristeza y de su falta de interés por disfrutar de la vida.
Otro trastorno que está íntimamente ligado al sentimiento de culpa es el Trastorno obsesivo compulsivo. Una persona que padezca este trastorno, se suele ver invadida por pensamientos indeseados y recurrentes, por pensamientos que en ningún caso quiere tener. En este trastorno es frecuente tener pensamientos de carácter agresivo u obsceno (por ejemplo, herir a un hijo); la persona intentará por todos los medios suprimir o ignorar dichos pensamientos, sin conseguirlo. El obsesivo se siente culpable, desea mantener en su vida un rigor tal, que ni siquiera acepta los pensamientos irracionales que le surgen sin querer. Lucha contra esos pensamientos sin aceptar que éstos aparecen involuntariamente y no son controlables. Se controlan los actos, pero no las ideas que no son voluntarias. La persona con TOC vive en la duda y en el escrúpulo y se culpabiliza de todo aquello que le viene a la cabeza, sin él quererlo. Para nada es culpable, pero él se siente así.
Existen otros trastornos que, por la repercusión que tienen a nivel familiar, suelen generar gran sentimiento de culpa. Por ejemplo, en el caso de la Agorafobia, si ésta es severa, las personas no puede llevar una vida normal; habrá que acompañarles al trabajo porque solos no pueden trasladarse, no podrán llevar a sus hijos al colegio, la familia incluso, no podrá salir de vacaciones… su pesar y su dolor no sólo es por sentirse incapacitados, sino por el sufrimiento que causan a sus familias. Ellos no querrían verse en esa situación pero no saben como luchar para evitar esa incapacidad. Se preguntan a menudo el “por qué” de ese estado y suponen, equivocadamente, que es crónico y para siempre. Las crisis de pánico que experimentan, les anula su capacidad de lucha. “¿Ni siquiera por mis hijos?” se pueden preguntar y la respuesta siempre es la misma: “Ni siquiera”. Esta respuesta les hace sentirse culpables, fracasados, anulados y lo que aun es más grave, se consideran un estorbo para los suyos.
En el caso del alcoholismo, el sentimiento de culpa se hace insoportable. El alcohólico dice generalmente que él puede controlar la ingesta de alcohol y por otra parte manifiesta que cuando quiera, puede dejar de beber. Si embargo, el alcohólico en su fuero interno es conocedor del problema que tiene. Una cosa es lo que dice y manifiesta y otra cosa es lo que piensa y siente. A él le gustaría ser como las demás personas, degustar de un vino o una copa y ahí acabar; pero él sabe que no es así. La persona que sufre este problema es consciente del daño que se hace a sí mismo y a todos los suyos. El hijo de un alcohólico sufre desde que se levanta porque vive con la seguridad de que ese día su padre o madre, volverá a casa gritando a veces, insultando otras o dando traspiés para irse directamente a la cama. Vive con la vergüenza de que sus amigos hayan visto el estado de su progenitor. Pues bien, todo esto la persona con un problema de alcoholismo lo sabe; no lo manifiesta, pero lo sabe y es ahí donde el sentimiento de culpabilidad hace estragos.
El alcohólico sabe que debería dejar de beber, pero no puede, sabe que está haciendo daño a su familia y este sentimiento de culpa lo intentará ahogar bebiendo aun más.
En todos estos trastornos, se suele observar la presencia concomitante (como síntoma de acompañamiento) del sentimiento de culpa; por lo general, una vez superado el trastorno dicho sentimiento tenderá a remitir.
La culpabilidad, aunque produzca malestar, es adaptativa desde el punto de vista en que nos ayuda a ser conscientes de haber actuado inadecuadamente y facilita los intentos de reparación. Pero en el momento en que se experimenta en exceso e influye negativamente en el bienestar de la persona, se puede estar produciendo una distorsión de la conciencia de la situación. Es aquí cuando hablamos de un sentimiento anormal o patológico, que paraliza, genera mucho malestar, impide tomar decisiones y altera la vida de la persona afectada.
FUENTE: https://psicia.wordpress.com/2013/03/08/el-sentimiento-de-culpa-asociado-a-determinados-trastornos-psicologicos/
http://www.psicologosmontevideo.com/lic-psic-gonzalo-cosenza

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