5 cosas que los padres responsables nunca dirían a sus hijos
Ser padre o madre no
es un trabajo fácil, y no es de extrañar que no siempre alcancemos el éxito
esperado.
Todos traemos una buena cantidad de equipaje a la empresa de ser
madres y padres responsables: la forma en que experimentamos nuestra
propia crianza, el modo en que manejamos nuestras emociones y expresamos
nuestros sentimientos, la forma de comunicar y, por supuesto, lo cómodos o
incómodos que estamos en nuestras propias pieles.
Todo ese equipaje, esas mochilas que contienen nuestra historia y
nuestra experiencia personal, se unen en cierto momento a nuestra
responsabilidad como padres y madres, y es ahí donde
comienza el acto consciente de la paternidad.
Al comenzar la andadura debemos tener muy presente que la carga emocional
que traemos a cuestas estará en la base de nuestras mejores y
nuestras peores respuestas.
Siendo madres y padres responsables
Por una parte debemos considerar un compromiso ineludible con la
racionalidadfrente a cierta tendencia natural a la reactividad. Es
importante valorar diferentes posibles respuestas ante una
situación potencialmente incómoda.
Imagina que tu hijo empieza a llorar de repente cuando estás en
mitad de algo que tienes que hacer sin excusa. Ante la primera reacción
de enfado debes encajar ese primer golpe, recuperar la calma y pensar: “Tengo
que averiguar por qué está llorando. Tengo que dejar de hacer lo que estoy
haciendo y dedicar unos minutos a ayudarlo a calmarse.”
Esta forma de actuar sacará de ti lo mejor que puedes dar como madre o
padre responsable.
Por otra parte existe la posibilidad de que todo ese equipaje
emocional nos convierta en una masa temblorosa de reactividad en
el mismo instante en que el niño empieza a llorar. Esta forma de
actuar secuestra de inmediato cualquier atisbo de pensamiento
consciente, además de la capacidad de ser empáticos.
Dejas lo que estas haciendo, agarras al niño y le gritas “Ve a tu
habitación. Si no dejas de llorar, voy a darte una razón para llorar!”
A continuación vamos a valorar 5 tipos de comportamiento verbal que
tienen que ver con la reactividad emocional ante determinadas
situaciones. Se trata de conductas que como padres responsables debemos evitar
siempre.
Si en algún momento has caído en la trampa de alguna de estas
conductas, te propongo sentarte con tu hijo para darle una
explicación y disculparte.
1. Utilizar las palabras como arma de vergüenza o culpa
Cuando llamas a un niño que llora “llorón” o “mariquita” o según qué
circunstancias le dices que es “estúpido”, “gordo” o “perezoso”, el
daño está hecho: Las palabras hierenen igual medida, a veces mucho
más, que una bofetada (igualmente reprobable).
Las investigaciones más recientes muestran como las redes neuronales
activas en el dolor físico y emocional son una y la misma. Y estudios como
los realizados por Martin Teicher y sus colegas mostraron como el abuso
verbal induce cambios permanentes en las partes del cerebro en desarrollo.
Pero ¿hasta dónde es poderosa la fuerza de la agresión verbal? En 2014,
Teicher y sus colaboradores examinaron si el afecto verbal por parte de
uno de los progenitores o ambos podría contrarrestar los efectos del abuso
verbal previo por parte de uno de ellos.
La conclusión fue aleccionadora: El afecto verbal expresado por cualquiera
de los progenitores (incluso el que había sido agresivo previamente) no mitiga
los efectos de la agresión verbal.
Avergonzar a un niño es por tanto un comportamiento abusivo, que inflige un daño
duradero.
Si pensabas que que hablar a tu hijo de esta manera haría de él o ella
una persona “más dura” o mejor, nada más lejos de la realidad. No te
engañes, las palabras son armas que deben custodiarse con cuidado.
2. Comenzar una amonestación con la frase “Siempre …”
Los niños cometen errores y a veces se comportan mal y, como padres
responsables, habrá momentos en los que consideremos necesaria una
amonestación.
Si tus hijos no te escuchan o hacen exactamente lo que les dijiste que
no deberían hacer, el primer impulso puede ser inapropiado, porque la parte
reactiva del cerebro de la que ya hemos hablado es realmente poderosa.
Pero este es justo el momento en el que debemos conservar la calma.
¿Por qué no comenzar una frase de reprobación con estas palabras?
Básicamente porque ya no se refieren a la conducta, sino que atacan al
niño por ser quien es.
La palabra “siempre” utilizada como respuesta de un padre a un solo evento
o acción de su hijo o hija no es más que un recordatorio de todo lo que
el niño no es y debe ser.
Este comportamiento ha sido descrito como altamente tóxico para las
relaciones de pareja por el experto John Gottman, pero es absolutamente
devastador para el sentido de sí mismo de
cualquier menor.
3. Descartar los sentimientos del niño diciendo que es demasiado “sensible”
Decirle a un niño que él o ella es “demasiado sensible” es un
comportamiento común entre los padres, y no por ello deja de ser absolutamente
cruel para cualquier niño.
Este tipo de afirmaciones, en la práctica, están desplazando de manera
efectiva la responsabilidad de su comportamiento a las supuestas deficiencias
del niño.
Un niño pequeño no tiene la confianza en sí mismo para hacer frente a esta
afirmación y asumirá que ha hecho algo muy malo. A menudo creerá que su
sensibilidad es el problema y esto le llevará a desconfiar
tanto de sus sentimientos como de sus percepciones.
Esta es una forma realmente sutil de abuso emocional y
también muy perjudicial porque traslada al niño mensajes como: “Lo
que sientes no me importa a mi ni a nadie”, o “La culpa es
tuya porque algo no funciona bien en ti”.
4. Comparar a un niño con otro
La rivalidad entre hermanos es común, pero algunos estudios recientes
han demostrado que no es del todo benigna.
Cualquier padre que manipula o fomenta la tensión y la competencia entre
hermanos o bien está mal informado o es francamente cruel.
Declaraciones del tipo “¿Por qué no puedes ser como tu hermano?” o “El
éxito de tu hermana debería inspirarte para tratar de
hacer las cosas bien” no son fuente de inspiración. Lo único
que consiguen es el niño se sienta “menos”, y que por tanto su autoestima
se vea afectada en el largo plazo. Es vital reconocer que cada
niño es un individuo.
5. Ignorar el espacio o los límites personales del niño
A medida que el niño crece y se desarrolla, un buen padre hace ajustes en
el camino. Lo que funciona con un niño no
funcionará necesariamente con otro, por lo que adaptarse al menor y a
su edad es la clave.
Respetar los límites de un niño es una forma de
reconocer su necesidad de privacidad y de espacio suficiente para
articular sentimientos y pensamientos sin preocuparse por represalias o
críticas. Esto le permite además entender que la conexión emocional implica ser respetuoso con los
límites de los demás.
Existen numerosas formas en que los padres ignoran los límites de
sus hijos:
Un padre autoritario que exige el cumplimiento de un conjunto rígido
de normas, no sólo pone a al niño en el papel de estar constantemente
tratando de agradar a su “amo”, sino que también lo ignora como un
individuo único con cualidades únicas.
Del mismo modo, los padres que ven a sus hijos sólo como una extensión
de sí mismos, por definición, no reconocen ni respetan los límites del niño.
Estos niños tienden a volverse complacientes , inseguros de sí
mismos, sin un verdadero sentido de la autoestima.
También están los padres que no pueden permitir a sus hijos cometer
errores, los padres “helicóptero” que tampoco reconocen los límites y
terminan trasladando al niño el mensaje de que es incompetente o incapaz
de hacer las cosas por sí mismo.
En definitiva, la crianza de los hijos es un comportamiento aprendido en
nuestra especie, y es por tanto muy razonable pensar que
cualquiera de nosotros, con el debido interés y dedicación, puede aprender de
sus errores y mejorar en esta difícil tarea de convertirse en una
madre o en un padre responsable. Los resultados compensan sobradamente el
esfuerzo.
http://www.psicologosmontevideo.com/lic-psic-gonzalo-cosenza
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