Refugiado

Una mujer huye con su hijo de un marido abusivo en esta película que transmite la angustia de la fuga sin indagar en los mecanismos psicológicos detrás de ella. ***
 Julieta Díaz protagoniza esta producción que aborda el tema de la violencia intrafamiliar.
Año: 2014
País: Argentina/Colombia
Director: Diego Lerman
Guion: Diego Lerman, María Meira, Gustavo Cabaña, María Eugenia Castagnino
Actores: Julieta Díaz, Sebastián Molinaro
Duración: 94 min


Hay una falta de aliento constante, una sensación opresiva de huir de un peligro impalpable pero urgente durante toda esta coproducción argentino-colombiana. Pero el peligro tiene nombre y no es una criatura sobrenatural: una mujer embarazada de 11 semanas huye con su hijo del marido que la maltrata.

Hay un motivo visual que se repite a menudo: el de un patrón cuadriculado —como una especie de rejas— que se interpone entre la cámara y lo que sucede. Desde el comienzo, cuando el pequeño Matías (Sebastián Molinaro) juega en un parque cubierto o, luego, cuando madre e hijo van en un carro de la Policía, nos encontramos en la incómoda posición de ver la acción a través de un patrón que no nos deja acercarnos.

Es algo que sucede en la película misma, que sigue la huida desordenada de esta mujer con su hijo sin terminar de acercarse a ella, capturando unos gestos naturalistas frescos y convincentes, pero que no resuenan más allá. La negativa de Refugiado a ofrecernos un recuento de lo sucedido, a verbalizar el miedo de alguna manera, nos impide entrar del todo en la angustia de la mujer.

Por momentos, Refugiado sugiere honduras que se cuida en no hacer explícitas. En una de sus paradas, el hijo y su madre (una Julieta Díaz convincentemente angustiada) terminan en una casa caótica al lado del Río de la Plata, con una mujer mayor que los recibe sorprendida y no demasiado amigable. En diálogos elípticos y entrecortados se da a entender que la relación abusiva de la que huye la mujer no es exactamente nueva y que esos abusos pasados están detrás del distanciamiento entre las dos mujeres.

El sentido de que hay una amenaza etérea persiguiendo a la mujer está bien logrado, con una cámara que se mueve constantemente, haciendo que los numerosos momentos intrascendentes terminen contagiados de un peligro pesadillesco. El hombre abusivo no aparece físicamente, es solo una voz incorpórea, enronquecida por el llanto, que implora perdón por teléfono, “te lo juro que sin ustedes no soy nada”, le dice a la mujer.

La posición del espectador es complicada. El monstruo del que se refugian los protagonistas no termina de tomar forma y las señales, los pequeños rasgos, que la película ofrece de él —su voz arrepentida en el teléfono, un ramo de flores que le deja a la mujer en un hotel— no ayudan a entender la urgencia de la fuga. 

Pero, de otro lado, la idea de que esta pareja está corriendo de un espectro casi inmaterial tampoco se puede tomar en serio por el tono naturalista con el que se presenta todo lo que sucede. 

“Si la querés, ¿por qué la maltratás?”, le pregunta cándidamente el hijo a su padre en una conversación telefónica. Es una pregunta importante para la situación central y que también tiene su reverso (“si te maltrata, ¿por qué lo querés?”), pero curiosamente Refugiado, ya sea por una reticencia a hacer explícito su conflicto central, por la distancia que guarda con sus personajes o por su compromiso con cierta clase de realismo, finaliza sin responder ninguna de las dos. 
FUENTE: http://www.semana.com/cultura/articulo/refugiado-critica-de-cine-de-manuel-kalmanovitz/453234-3
http://www.adoos.com.uy/post/17041332/psicologo

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