La vejez y la morfopsicología

La última gran etapa de la vida no es igual en todas las personas. Tampoco sabríamos definir a qué edad concreta comienza la vejez. Intuitivamente sabemos que algunas personas son viejas en edades relativamente jóvenes y, en cambio, otras alcanzan edades avanzadas sin que ni su espíritu ni su cuerpo se “parezca” al de un viejo.

En morfopsicología, a través de la observación del rostro, detectamos cuán vieja es una persona. No depende tanto de la edad que tenga, sino de la conjunción de varios factores:

1-      En qué medida hay todavía instinto de expansión o por el contrario, si en el rostro se deduce que predomina el instinto de conservación.
2-      Hasta qué punto el grado de retracción del rostro en su conjunto –tanto del marco como de los receptores- ha trabajado en un individuo.
3-      Cuál es el capital energético disponible para las actividades de relación, de creación y mentales.
4-      Qué nivel de activación de la energía posee el individuo.

En un paradigma de “vejez” la persona tiende a buscar un entorno favorable a fin de minimizar su desgaste de fuerzas. Así logra concentrar todas las pocas fuerzas que tiene en el mantenimiento de la salud y de la vida. En este entorno al reducirse los contactos con el mundo exterior se evitan las pérdidas de energías superfluas ya que la persona hará muy pocos esfuerzos.

Por lo tanto, en la vejez típica predomina el instinto de conservación, la retracción es máxima, el capital energético es pobre y se gasta con parsimonia.

Ello trae como consecuencia que la vejez típica se caracteriza por una mentalidad conservadora que rechaza las innovaciones, se limitan los contactos sociales y se hacen menos amistades, hay más desconfianza, se pierde la generosidad, se critica más todo, se limitan los movimientos. No obstante, sorprendentemente no todas las personas que alcanzan una edad avanzada tienen estos rasgos psicológicos. En estos casos, es rostro de estas personas tiene, en alguna zona, características
de dilatación, manifestación
del instinto de expansión, y tiene tono.

En estos casos se trata de personas de edad que son, sin embargo “jóvenes”. Por lo tanto, para apreciar el grado de juventud no nos fijaremos en la edad biológica, sino en nuevos indicadores: el grado de mantenimiento del instinto de expansión y el grado de activación de las funciones vitales. Con la simple observación del rostro podremos apreciar, pues, hasta qué punto una persona tiene los rasgos psicológicos propios de la vejez.                                            

Hoy en día en las sociedades civilizadas se ha retrasado mucho el proceso de envejecimiento. Las personas de edad avanzada tienen oportunidades de permanecer activas en el mundo intelectual, en las relaciones sociales y en la actividad física. El cuidado de la persona tanto en el cuerpo como en el espíritu, son fuentes de juventud que permiten el mantenimiento de personalidades creativas y activas en edades muy maduras.

        

PETER YANG, a los 88 años. Sacerdote católico y sabio taoísta, hoy de 92 años. Este rostro nos expresa la fuerza y la generosidad de una inteligencia lúcida en un cuerpo elástico y activo.





Redactado por Natividad Mota Papaseit.
Profesora de Morfopsicología S.F.M.

FUENTE: http://institutocorman.blogspot.com.es/2012/12/la-vejez.html
http://www.adoos.com.uy/post/17041332/psicologo

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