Autopsia psicológica del suicida
La autopsia psicológica a nivel general, se define como un proceso indirecto de recolección y análisis de información respecto al comportamiento de una persona que ha fallecido. El objetivo de esta técnica forense es aproximarse a la comprensión de las circunstancias de la muerte. Este estudio permite reconstruir el perfil psicológico de la persona fallecida y su estado mental antes del deceso por causa dudosa (suicidio, homicidio, muerte accidental), esclareciendo dudas mediante la determinación de elementos fundamentales, como: factores de riesgo suicida, de riesgo heteroagresivo o de riesgo de accidentalidad. En los casos de muerte por suicidio, la autopsia psicológica nos permite adquirir información y conocimiento que nos ayudan a incrementar nuestra competencia en la detección prematura de señales de aviso o de estados presuicidas. Las carencias de estos conocimientos por parte de los profesionales de la psicología y de la psiquiatría, limita considerablemente su capacidad para detectar los estados mentales capaces de provocar conductas suicidas. Los estudios de caso, que nos aportan información psicobiográfica restrospectiva de los estilos de vida y postmorten, nos pueden informar de evidencias que nos permitirán en consulta, sospechar al menos, de la posible presencia de riesgo de suicidio en el pacientes que presentan inestabilidad emocional, comportamientos obsesivos o cuadros delirantes. Los suicidas dejan “evidencias psicológicas” en la escena de la muerte, en los espacios que habitó y en sus obras. El acto suicida no nace en un momento dado, sino que viene del pasado y suele ser consecuencia de estilos de vida en los que dominan rasgos patológicos de los trastornos severos de la personalidad. La autopsia psicológica ha establecido también los factores del conocido como síndrome presuicida marcado por la presencia de crisis depresivas agudas.
El comportamiento intencional autodestructivo, llevado a cabo por una persona en una etapa de su vida altamente vulnerable, se acompaña de sentimientos de devaluación, desamparo, desesperanza, rabia, culpabilidad, impotencia y angustia intensa que conducen a la persona a la ejecución de parasuicidios (conjunto de conductas donde de forma intencionada el sujeto se produce un daño físico sin la intención aparente de matarse) intentos de suicidios o, finalmente, suicidio consumado. La información que nos proporciona la autopsia psicológica nos señala con bastante fiabilidad aquellos factores motivacionales que llevan a una persona a la ejecución de estas conductas, así se nos revela el deseo de escapar del dolor físico o mental, las fantasías de vivir en la eternidad junto a un ser amado fallecido con anterioridad, las reacciones de enojo, rabia, venganza o expiación de culpa, e incluso deseos de hacer una declaración o comunicación que el sujeto considera importante. Estas motivaciones se han identificado en el estudio postmorten con ambientes familiares desorganizados y caóticos con ausencia de apoyo social, manifestaciones de cuadros subyacentes de depresión enmascarada, esquizofrenia, demencia y delirios, alcoholismo y otras adicciones a sustancias, e incluso como reacción frenética a la ruina personal, familiar y económica de adicciones psicológicas, como la ludopatía. Esta información psicobiográfica y psicopatológica del suicida nos sitúa ante los probables momentos en que la persona gestó la energía necesaria para llevar a cabo el acto de suicidio.
La autopsia psicológica del suicida, tanto en de los datos retroactivos del occiso, como de la información obtenida de la entrevista a los supervivientes de un intento de quitarse la vida y que nos aporta una visión pericial muy relevante del panorama cercano al momento final, nos dota a los profesionales de recursos terapéuticos preventivos para el apoyo de pacientes que presenten este riesgo o un comportamiento o hecho que eventualmente no tiene una explicación clara, pero que podríamos descifrarla si tenemos conocimientos sobre antecedentes y consecuentes de las historias de suicidio.
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