El miedo escénico

Aunque tengamos muy claro aquello que deseamos explicar o compartir con una audiencia puede que la ansiedad nos abrume. Pero ¿en qué consiste el miedo escénico? ¿Qué es exactamente eso de que los nervios nos traicionen?
El miedo escénico es una respuesta orgánica de cierta intensidad que aparece como reacción a los juicios previos que nuestra mente ha realizado sobre los resultados que va a tener nuestra exposición en público. Lo más usual, dadas nuestras ganas de obtener buenos resultados, es que la mente se lance a fantasear sobre todas las posibilidades negativas o incluso catastróficas que pueden suceder.
Ésta anticipación negativa es la que nos produce tensión, que va aumentando y va agravándose conforme se acerca el momento de nuestra exposición en público. El teatro es un recurso perfecto para dejar atrás la parte menos útil de éste miedo y prepararnos de una forma más objetiva y sosegada al futuro acontecimiento.
Comunicando a la perfección
A través de ejercicios grupales e individuales, nos damos cuenta de que todas las personas nos hallamos en la misma situación cuando estamos ante un público y que ninguno de nosotros alcanzamos la perfección, simplemente por que tal cosa no existe. Lo que percibimos como un orador brillante es sencillamente una persona que conoce lo que quiere decir, que sabe cómo quiere expresarlo y disfruta del momento en que ambas cosas ocurren,  sin más, aunque surjan imprevistos, aunque cometa errores.
El teatro es una experiencia que no puede ser teórica, es experiencial y vivencial y éstos son algunos de los puntos clave que trabajamos en el teatro como recurso para nuestro propio desarrollo, con el fin de transformar nuestros mecanismos automáticos que, como en éste caso, llegan a dominarnos y hacernos sufrir.
La peor audiencia: nuestra mente
Cuando nos exponemos a la mirada del otro suele pasar que los ojos más críticos son los nuestros: nuestra mente se sitúa en un lugar de observación, atenta a cada pequeño error, a cada diferencia con el guión, produce más tensión y malestar, y nos aleja de lo que estamos diciendo y de nuestra singular manera de expresarlo.
Ajustando la exigencia
El deseo de hacer bien las cosas es positivo por supuesto. Pero querer hacerlas perfectas puede bloquearnos, simplemente por que es un expectativa desmesurada. Cuando tenemos la sensación de que todo sale rodado no es tanto por que todo haya salido como ideamos, sino por que hemos sabido ajustarnos a los pequeños contratiempos o adaptarnos a la nueva la nueva situación con la tranquilidad y la libertad que nos ofrece el saber dónde queremos llegar y ser consciente de que podemos manejarnos con lo imprevisible.
Saber reírnos de nosotros
Lo que ocurre cuando somos capaces de mirarnos y encontrar graciosas nuestras actitudes, acciones, emociones o pensamientos es que las relativizamos y las toleramos mejor, acabando por aceptar las nuestras y ser más comprensivos con las de los demás.
La risa sobre uno mismo nos baja del panteón de las divinidades, dónde sólo se puede ser un ser tan perfecto como ficticio, y nos sitúa en la realidad en la que sencillamente somos quiénes somos ¡lo que ya es una gesta suficiente! Aceptar que las cosas no van a salir exactamente como las planeamos pero que pueden salir bien pese a eso y además pasarlo bien en el intento, nos ayuda a integrar los errores de manera que, lejos de bloquearnos, nos aportan espontaneidad. Y la espontaneidad es la manifestación de lo auténtico.
Y tu cuerpo ¿qué dice?
El teatro nos pide la implicación de toda nuestra persona.  Nuestro cuerpo se comunica por sí mismo y casi nunca tenemos un espejo delante para ver qué es lo que tiene que decir al respecto. En el teatro el grupo es el espejo que nos indica dónde, cómo y cuando nuestra palabra y nuestra expresión corporal están expresando cosas distintas. El ser conscientes de nuestro cuerpo nos habla, y muy claramente, sobre lo que ocurre en su interior.
La imperfección es perfecta
La espontaneidad es uno de los valores que más reconocemos, y ésta es la manifestación auténtica de un ser humano. Pensemos en las personas que nos interesan y conmueven: no son aquellas capaces de memorizar un texto y repetirlo a la perfección sino aquellas que vivencian aquello que relatan, que lo sienten. El teatro nos permite experimentar la piel de otro sin exigencias y con el aplauso asegurado: por que no hay correcto ni incorrecto, el hecho de que suceda ya es lo que debe de ser.
El aquí y ahora
Cuando estamos centrados en lo que ocurre en el escenario, en mantener la perspectiva de nuestro personaje, en escuchar a los compañeros y en lo que se desarrolla a nuestro alrededor, dejamos de estar centrados en el resultado y en cambio estamos dando lo mejor de nosotros mismos en el presente, en lo que ocurre a cada momento que al final de todo, es lo que va a constituir el resultado: una sucesión de instantes.
El teatro te permite experimentar una situación a priori angustiosa como un juego, sin riesgo y sin posibilidad de fracaso. Y una vez vivida la experiencia, cuando el miedo escénico aparezca puede que le dediquemos una amplia sonrisa.
FUENTE: http://www.elteatrocomooportunidad.com/2015/04/27/el-miedo-escenico/
http://www.adoos.com.uy/post/17041332/psicologo

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