LA TIRANÍA DE LOS IMPULSOS: cuando falla el autocontrol
Los impulsos están ahí, aparecen como conductas automáticas a las que nos cuesta mucho contradecir y resistirnos, así que podemos actuar con obediencia ciega (satisfaciéndolos) o reflexionando, controlándolos y venciéndolos. De nuestra elección depende a veces nuestra felicidad futura o nuestro sufrimiento hasta recibir un tratamiento adecuado y cambiar definitivamente.

Hay otros impulsos que se instalan de forma permanente en la conducta de la persona, reducen su autocontrol a cero y se convierten en tiranos eternos o al menos hasta que la víctima no acuda a recibir el tratamiento adecuado, éstos dan lugar a lo que se ha llamado en Psicología “Trastornos del Control de Impulsos” y se caracterizan por: un dominio absoluto de los impulsos sobre la persona (tiranía), y una reducción también absoluta del control que el individuo ejerce sobre su conducta. El impulso como verdugo y la persona como víctima, incapaz de poner en juego su capacidad para controlarse.
Dentro de este grupo se incluyen las dependencias (alcohol, drogas), la onicofagia (morderse las uñas descontroladamente y de forma recurrente), la ludopatía (juego patológico), los trastornos alimentarios(obesidad, anorexia, bulimia), la tricotilomanía (arrancarse el pelo compulsivamente). De estos 2 últimos casos trata hoy este blog.
TRASTORNOS ALIMENTARIOS
Los impulsos pueden tentarnos a “hacer algo” o a reprimirnos (no hacer ese algo). Esto puede dar lugar a confusión, ya que tenemos la sensación de que “no hacer algo” es sinónimo de control. Por eso es necesario aclarar que ejercemos control sobre nuestra conducta cuando reflexionamos sobre el hecho y las consecuencias posibles, antes de actuar, no cuando automáticamente rechazamos hacer algo.
Recuerdo una cena de fin de curso con mi grupo de alumnos, en 1999. Una alumna joven, Nuria, anoréxica, mirando su plato lleno sobre la mesa, con el contenido destrozado por la manipulación (hojas de lechuga cortadas, filete en trocitos muy pequeños…), dijo orgullosa: “yo mido 1,70 m y peso 42 kilos”, a lo que Raquel, la mayor de mis alumnas, con su plato ya casi vacío, le respondió “Yo soy igual pero en apaisado”. Raquel comió rápido su segundo plato mientras el de Nuria permanecía idéntico, sin probar bocado. Raquel comió dos postres porque “estaban riquísimos”, -dijo-, luego bebió café y pidió unas galletas para acompañarlo. Nuria no pidió postre, el camarero recogió el plato íntegro pero con su contenido destrozado de la mesa cuando ya todos nos marchamos del restaurante.
cada comida, a desear seguir comiendo y, si falla el control, la persona sigue comiendo, el cuerpo recibe más energía que la que gasta y la acumula en forma de kilos de grasa. Hasta que el obeso no decide adelgazar, se fija una dieta apropiada y le da protagonismo a su control, no deja de aumentar de peso.
Los trastornos alimentarios tienen su génesis a menudo en la publicidad, el concepto de belleza y la aprobación del entorno de la persona. A todos nos gusta vernos bien y ser admirados. El concepto de belleza cambia con la situación económica del entorno: la historia indica que en las crisis económicas, las guerras y otras catástrofes mundiales o locales, ser bella es tener algunos kilitos de más, ser rellenita, tener carne “donde agarrarse”, ya que para ello es necesario pertenecer a una clase privilegiada, tener con qué comer, es decir, tener dinero. Sin embargo, en épocas de abundancia, la belleza se identifica con la delgadez extrema, como muestra de autocontrol: “puedo comer todo lo que quiero, pero me controlo”. En los países pobres la existencia de anorexia o bulimia es casi nula; en los países ricos, sin embargo, hay graves problemas de obesidad, anorexia y bulimia.
TRICOTILOMANÍA
Se define como el hábito recurrente e irresistible a arrancarse el propio cabello o el vello corporal, pestañas y cejas. La persona obedece ciegamente el impulso de arrancarse el pelo con sus manos, sobre todo cuando su estilo de vida es sedentario. Modificar el estilo de vida para realizar conductas incompatibles con la de arrancarse el pelo, es una solución bastante fructífera en resultados. Mantener las manos ocupadas, moverse, trabajar en tareas que requieran el uso continuo de las manos (cadenas de fabricación o envasado, manipular herramientas, tocar instrumentos musicales, jugar tenis, pin pon…) son actividades incompatibles porque las manos están ocupadas en algo que, esto es muy importante, a la persona le gusta y obtiene gratificación y felicidad por ello (oir su propia música, ganar un partido, formar un equipo, percibir un salario…).
El comienzo de la tricotilomanía a menudo está asociado a un episodio triste para la persona, que le ha producido algún modo de estrés y que le hace revivir continuamente ese episodio, pudiendo tener la sensación de que arrancarse el pelo es como arrancarse la imagen desagradable de la mente o, de sustituir un sufrimiento por otro, o de castigarse por algo que se atribuye.
El problema se acrecienta cuando la persona se aísla del resto, se queda sin amigos, no tiene con quien compartir su vida, se considera rechazada a sí misma. Calla el problema y se esconde, a veces llega a creer que es el único caso sobre el mundo y este aislamiento aumenta el sedentarismo, la inactividad y por tanto, el impulso, cerrando definitivamente la posibilidad a darle algún protagonismo a su autocontrol, ya que no halla razones para cambiar.
Todos los trastornos del control de impulsos son habituales en nuestro tiempo, unos son detectados muy pronto, otros más tarde, pero todos ellos cuentan con posibilidades de recuperación. Es importante que las víctimas de estos impulsos no se aíslen, no se callen, no se sientan rechazadas, y en este sentido, todos podemos hacer algo para ayudarles, no hay que asustarse ni darle más importancia de la que tiene a una imagen, sólo hay que despertar al control que duerme dentro de la persona, darle alicientes para que lo active, reaccione y compruebe que, en poco tiempo puede modificar su conducta y su estilo de vida, mostrar todo lo que tiene como ser humano y no un solo aspecto específico y desagradable.
Que nadie obedezca el impulso de rechazar o marginar a otras personas por ser más gordas o más flacas, más blancas o más negras o amarillas, más altas o más bajas…., de aquí o de allá…, con más o menos pelo, con las uñas más largas o más cortas….. ¡todos somos personas magníficas e irrepetibles!, ¡todos tenemos algo maravilloso que es probable estemos ocultando, ahogando, que no dejamos que los demás vean porque a veces, sin ayuda, no conseguimos ver ni nosotros mismos!. Muéstrale a tu vecino, a tu hermano, a tu compañero cuáles son esas cualidades que tú ves en ellos, ponles gafas, sitúalos ante el espejo, ayúdales a que se vean tal como son en su conjunto.
Susana Gómez Lages
http://www.adoos.com.uy/post/17041332/psicologo
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