El afecto que nunca miente

La angustia, es esencial en la experiencia analítica porque es la vía por la que el sujeto puede aprehender algo sobre su ser y sobre su deseo. Sin la angustia nada sabríamos ni sobre el deseo ni sobre el goce. Hay angustias referidas al deseo y angustias referidas al goce. Deseo y goce no son lo mismo, el deseo es siempre deseo del Otro, mientras que el goce es del propio cuerpo. 
El deseo se le presenta primero al sujeto como deseo del Otro, ¿qué quiere el Otro de mi? Es la pregunta que se hace el sujeto frente al enigma del deseo del Otro. Más allá de lo que el Otro dice hay una opacidad propia del deseo que angustia al sujeto que se confronta a él, el sujeto, se pregunta que hay detrás de las palabras del Otro, ¿qué quiere el otro más allá de lo que dice? Esta es una de las mayores coyuntura de angustia. El neurótico trata de eliminarla transformándola en demanda, trata de reducir la dimensión del deseo sustituyéndolo por la de la demanda: el Otro me pide tal cosa.
Freud señala que es la angustia, la causa de la represión que da lugar al síntoma. Así que cuanto más constituido está el síntoma, cuanto más consistente es el síntoma, menor es la presencia de la angustia. El síntoma cura de la angustia al mismo tiempo que permite cernir ese real del que la angustia era su señal. 
Nuestro abordaje de la angustia es bien distinto del que hace la medicina o la psicología. Para ellos la angustia es un afecto negativo, al que no distinguen del síntoma, y de lo que se trata, para estos discursos que forcluyen la dimensión del sujeto y la de la causa, es de eliminarla, lo antes posible, lo más barato posible. Al impedir la angustia señal por medio de fármacos, cortocircuitan la vía del síntoma y puede ocurrir en algunos casos, que en vez de un síntoma bien constituido que hubiera atemperado la angustia, con lo que nos encontramos es con la emergencia de un fenómeno psicosomático, mucho más difícil de ser tratado.
Freud nos da una primera indicación, a la hora de abordar la angustia. No se trata de buscar su sentido sino su causa. Buscar el sentido de las cosas, o de los fenómenos es abordarlos desde una perspectiva finalista. Esta perspectiva implica suponerles una intencionalidad a los fenómenos, algo así como decir que todo se hace para algo. Con esto se clausura la pregunta por la causa. Es esto que tantas veces escuchamos, `lo hace para llamar la atención´ y así se tapona la pregunta por la causa, la pregunta de ¿por qué el sujeto se angustia?
Para el psicoanálisis, la angustia es siempre la angustia de un sujeto que habla, y es a través de lo que el sujeto nos dice cómo vamos a poder tratarla y cernir su causa. Lacan retoma la idea de la angustia como señal, primero refierida al deseo y después al goce, más tarde cambia las amarras de la angustia situándola como signo de lo real, el único que tenemos. Para Lacan tras la angustia está la pulsión que quiere satisfacerse como una voluntad de goce que no puede ser frenada por el principio del placer ni la homeostasis. La angustia es el más penoso e insoportable de todos los afectos, puede petrificar a un sujeto o impulsarlo a un pasaje al acto suicida. Con relación a la angustia hay diferencias entre los sujetos, algunos son capaces de soportar mayor cantidad de angustias que otros.
Frente a la angustia el psicoanálisis no propone ningún tipo de heroísmo. Lacan lo dijo muy claramente, se trata de desangustiar siempre, de desculpabilizar nunca. Tampoco apelamos al ideal para tratar la angustia, sobre todo porque resulta del todo ineficaz. La angustia no es domeñable ni por el ideal ni por el significante amo, no puede ser absorbida por el discurso.
Todos los sentimientos mienten excepto la angustia. Ahora bien, no está ligada a ninguna significación, no es la certeza del fantasma que está ligada a la significación absoluta del fantasma. Es una certeza por fuera de la significación y está en relación con el enigma. Es una certeza que se presenta como un enigma en la cadena significante, pero no en cualquier cadena significante, para que haya angustia, una condición es necesaria, es necesario que la cadena de la que se trata, sea la cadena en la que el sujeto busca aprehenderse, donde busca su ser.
La angustia no es un signo dirigido al Otro, sino al sujeto. Por esta razón todos lo saberes que se proponen sobre la angustia a partir del Otro para establecer un saber hacer con ella resuenan como una expropiación torpe y vana de lo que el sujeto tiene de más inefable. La angustia no está reprimida ni es inconsciente, se desplaza y se transforma, aparece a menudo escondida, incluso ignorada por el sujeto. 
En la angustia la certeza y la espera van juntas. La certeza y la espera de un peligro, son en la angustia una sola y misma cosa, la amenaza en la angustia es la angustia misma, que ésta no cese resulta insoportable.
Araceli Fuentes
FUENTE: http://divaneos.com/el-afecto-que-nunca-miente/
http://www.adoos.com.uy/post/17041332/psicologo

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