Hipotesis psicoanalíticas sobre la hipertensión arterial escencial

Hipotesis psicoanalíticas sobre la hipertensión arterial escencial

Franz Alexander (1939), nos hablaba de un posible conflicto intrapsiquico específico en la hipertensión escencial. Digamos que se trataría de un conflicto establecido entre las tendencias receptivas, pasivas, dependientes y femeninas, y los impulsos agresivos, hostiles y competitivos. Como consecuencia de este conflicto, frecuentemente el enfermo asumiría una actitud pasivo-dependiente por temor al desborde de sus impulsos hostiles. Estas personas son incapaces de expresar la hostilidad y la imposibilidad de aceptar su dependencia.  Entonces, estas dos mociones opuestas se bloquean mutuamente y mantienen una tensión crónica que ejerce un efecto sobre las funciones vasomotoras. El autor sostiene, además, que la inhibición crónica de la rabia puede llevar a que la hipertensión se cronifique. Nos dice además,que los hipertensos suelen ser personas sumisas que, con terca perseverancia, acometen todos los obstáculos, incluso los insuperables. La historia de sus vidas es, a menudo, aquella de “la bestia de carga”. Cuando ejercen labores ejecutivas, tienen dificultades para hacer cumplir sus órdenes, y se inclinan a hacer el trabajo de los demás en vez de imponer la disciplina.

Por otro lado, G. C. Stephens (1933) sostuvo, a partir del estudio psicoanalítico de una paciente que sufría de hipertensión esencial, que su síntoma era un símbolo fálico de potencia. Lewis B. Hill (1935) afirma que el incremento de la presión arterial se debe a la represión, o al control, de la rabia. Esta reacción vasomotora, en su opinión, es consecuencia de una susceptibilidad heredada del sistema circulatorio.

Miller de Paiva (1966)  consigna que las observaciones de Alexander coinciden con las de K. Menninger, D. Ayman y M. Miller en lo que respecta al inhibición de los impulsos hostiles, y destaca que otros psicoanalistas, tales como L. Saul, L. A. Schwartz, C. Binger, M. F. Reiser, H. H. W. Milles y L. Moses, sostuvieron que los hipertensos no presentaban una personalidad especial (tal como lo planteara Dunbar), sino que, en cambio, en ellos podía observarse el estado conflictivo, crónico y específico, descripto por Alexander.

Mittelmann (1967) sostiene que la agresión reprimida puede provenir, en los pacientes hipertensos, de diversas fuentes, tales como los deseos frustrados de dependencia, los daños sufridos en la autoestima, la amenaza a determinada posición dominante, la rebelión contra la autoridad o ciertos inconvenientes sexuales.

Reiser y otros (1954) subscriben la afirmación de Binger acerca de que el hipertenso es un sujeto hostil que teme a las personas de las cuales depende. Son sujetos que, de acuerdo con Binger y Saslow, dice Reiser, a partir de una infancia signada por la inseguridad en la relación con sus padres, sufren un intenso temor dirigido hacia el padre, temor de ser abandonados o de ser víctimas de su hostilidad. El hipertenso, de acuerdo con las observaciones de Reiser, aunque es muy sensible a la hostilidad, tiende, sin embargo, a incitar en su contra conductas hostiles.

Aunque la observación corrobora las características señaladas en los enfermos de hipertensión por los autores citados, no son específicas de la hipertensión arterial esencial, ya que también podemos reconocerlas en quienes padecen otras dolencias. Los autores mencionados comparten, como fundamento teórico de sus investigaciones, las ideas de Fenichel (1945) acerca de las organoneurosis. Desde ese punto de vista, el factor que decide el surgimiento de una hipertensión esencial, en lugar de cualquier otro trastorno, consiste en una particular debilidad del sistema arteriolar, el cual, en virtud de esa debilidad, “solicita”, “facilita”, se “complace” o “atrae” el conflicto psíquico, determinando que el trastorno se manifieste de esa particular manera.

En otras palabras: la elección del órgano depende, desde esta posición teórica, de una disfunción crónica previa del órgano elegido, en lugar de constituir la manifestación, simbólica, de una particular fantasía inconciente.

Viktor von Weizsaecker (1951a), para quien la enfermedad somática es, como el sufrimiento moral, un símbolo de la vida, dice que los pacientes con hipertensión sufren un incremento del enojo contenido. Suelen ser personas humilladas que no llegaron muy lejos en la vida y que, mediante su hipertensión, intentarían, simbólicamente, compensar la disminución moral.
En una paciente con hipertensión esencial (Baldino y otros, 1978), el respeto, como actitud caracterológica, impedía la expresión conciente de su ira, su enojo y su rabia. En vez de una conducta de rebelión frente a situaciones vividas como humillaciones, aparecía la enfermedad hipertensiva.

Juan Carlos Scapusio (1978, 1981) sostuvo que el aparato vascular del hipertenso representa a un sujeto que no puede claudicar y que mantiene una vasoconstricción exagerada que le permita continuar erguido. El enojo o la ira inconcientes no podrían mantenerse si el sujeto no se sintiera afectado en su autoestima. Se ha establecido un “estado conflictivo” entre lo que creía ser y lo que las circunstancias le demuestran, estado que encontraría su “mejor” representación en una modalidad particular de la ira que es la indignación. El hipertenso ha sido indignado, ha sido objeto de una agresión que lo ha convertido en indigno de sí mismo. La predisposición del hipertenso consiste en no haber resignado el cumplimiento del ideal. Es un “indigno previo”, que una circunstancia actual pone de manifiesto.

Otros trabajos (Repetto, 1988, 1989) a partir de la idea de una deformación patosomática del afecto (Chiozza, 1975c), sostuvieron que el síntoma hipertensivo expresa, en forma fragmentada, las alteraciones
fisiológicas correspondientes a un afecto básico de enojo, que ha sido sofocado por su intenso apego al sentimiento, evolutivamente más desarrollado, de dignidad (ideal). El trastorno hipertensivo, que disminuye
la irrigación sanguínea periférica de los músculos esqueléticos, órganos efectores de la acción, es el correlato fisiológico de un proceso represivo que procura evitar la concreción de un acto, experimentado como inviable, sobre un objeto afectivamente fundamental.

Extractado del Tomo 11. Luis Chiozza OBRAS COMPLETAS TOMO XI (1990-1993)
AFECTOS Y AFECCIONES 2. Los afectos ocultos en la enfermedad del cuerpo. Pag. 112 -115.

http://www.adoos.com.uy/post/17041332/psicologo

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