Hilflosigkeit, inseguridad
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Hilflosigkeit: así denomina Freud al estado originario del sujeto.
Lo conocemos como desamparo. Palabra que a su vez designa un estado de abandono,
de desvalimiento, de falta de recursos. También de desnudez: el infans
se halla ante la imposibilidad de sobrevivir sin asistencia ajena, siendo que en
su vida intrauterina no conocía pausa entre necesidad y satisfacción; su piel,
sus sentidos son impactados por cantidades que provienen tanto del interior de
su cuerpo como del exterior del mismo. Una unidad psiquesoma cuya tranquilidad
ha sido desalojada por el nacimiento. Que será apenas recuperada a través de la
experiencia de satisfacción, posible solamente mediante la asistencia del otro.
Así, los tiempos iniciales de vida del humano oscilan entre el desamparo provocado por su prematurez, que lo ubica en un estado de dependencia absoluta del otro para la supervivencia, y el amparo que este puede ofrecerle. Amparo que va trascendiendo los cuidados corporales, que será también amoroso, identificatorio, y significante. En el lazo con el otro se generará la matriz de los sentimientos de amparo y desamparo que acompañarán al sujeto a lo largo de su vida. Pero las marcas que deja el desamparo originario serán imperecederas. Ese estado de desamparo toma la forma de angustia automática, que se hará presente ante cada situación traumática. Es una angustia diferente de la que conocemos como angustia señal -que antecede la aplicación de defensas psíquicas-, que está ligada al complejo de castración, y que – en un sentido– oficia de tope a la aparición de aquella otra angustia: la ligada al desamparo es una angustia que no tiene representación. Es desnudez, desamparo, desvalimiento, abandono, estar sin recursos. Hilflosigkeit. Si el otro primordial es el agente que proporcionará amparo, en el devenir del sujeto humano los lazos, la sociedad instituida, la creencia religiosa, para muchos la ciencia, y los diversos grupos de pertenencia e instituciones, ocuparán ese lugar. Todos ellos impregnados por un mundo simbólico que aporta sentido al sin-sentido de base que habita en la psique humana. Todo lo cual proporciona un bienestar mínimo necesario para el investimiento de la vida. El sentido socialmente instituido transmite consigo el patrimonio común de certeza (Aulagnier). Es decir, puntos cardinales de significación que sólo podrán modificarse mediante transformaciones colectivas, y que se ofrecen como puntos de anclaje para que el sujeto teja su propia significación, y sobre los cuales también podrá cuestionar lo instituido. Toda experiencia de sinsentido podrá adquirir dimensiones traumatizantes y desencadenar angustia automática. La inseguridad Así, la función de amparo que cumplen estos diversos lugares, proporcionan consistencia simbólica (que le hace sentir seguridad al Yo) por permitir y proporcionar sentido. Asimilaremos la sensación de inseguridad a un modo de manifestación a nivel del Yo del estado de desamparo, producido por falta de sentido: falta de significación, de consistencia en lo simbólico, el estar frente a una experiencia que queda fuera del sentido causando imposibilidad de hallar un sentido propio. Pero, veremos más adelante, que este estado de desamparo puede producirse por otras causas. Veíamos entonces que el patrimonio común de certeza ofrece ciertas garantías fundamentales de sentido, de sentido que ampara. Que ampara al sujeto -lo protege- de la irrupción de angustia de desamparo o automática: prototipo de la reacción frente a lo traumático. Y esto es fundamental: sea por el avance no ligado de la pulsión, o por acontecimientos del mundo exterior. Como señala Piera Aulagnier para el discurso materno, y ampliándolo nosotros para el mundo socio-cultural: el patrimonio común de certeza contenido en el discurso del conjunto es un para-fantasma: ofrecen de freno a la emergencia de fantasmas ligados al desamparo, y a la angustia que los acompañan. También, agregamos, son un freno a los movimientos pulsionales de desligadura, y a la descarga pulsional sin ligadura. Extendiendo lo sostenido por Freud en Psicología de las masas y análisis del Yo, diremos que caído el lugar de certeza del grupo social, este tiende a disgregarse. También si propone un sentido imposible de ser investido por los sujetos: una suerte de patrimonio común de certeza que contiene la paradoja de arrojar a los sujetos a la incerteza. Lo que implica algo fundamental: se rompe la alianza simbólica que liga (aun en el conflicto) a los integrantes del mismo. Y esto es central para lo que aquí queremos desarrollar. Esto puede producirse por distintos caminos: alteración del orden político (dictaduras por ejemplo), diversos tipos de catástrofes sociales, crisis profundas económicas, guerras, etc. Pero debemos agregar un modo de ser de la sociedad que hemos venido desarrollando en El Psicoanalítico, que coincide con la forma que el orden económico, social y cultural ha tomado en estas últimas décadas, acompañado y sostenido por los medios masivos de comunicación y el lugar central que estos ocupan en la conformación del discurso dominante en una sociedad, y por la tecnología sobre la cual estos están instalados. Sociedad actual, psique e inseguridad Esta breve introducción nos permitirá ahora abordar la llamada inseguridad, que como tema circula de modo persistente entre los sujetos, y que tiene una presencia mayúscula en los medios masivos de comunicación. Como se resalta en diversos textos de este número (Entre la dicha y la inseguridad, Algunos aportes respecto de la Inseguridad, El otro amenazante. Reflexiones acerca del sentimiento de inseguridad): la inseguridad de la que se habla es habitualmente la delincuencial. Podemos cuestionar sin temor a equivocarnos que se reduce a este tipo de violencia el tema de la inseguridad. Tampoco nos equivocaremos en que haciendo foco en ella quedan ocultas otras violencias, otro tipo de ilícitos. Como por ejemplo los manejos que las grandes corporaciones hacen de la economía, dejando como efectos colaterales fenómenos como los vistos en estos últimos tiempos en EEUU, Grecia y España, y que hemos padecido en Argentina, en la que aún están presentes sus efectos. Pero también, es evidente que dichas corporaciones cuentan con la colaboración de muchos Estados que se ocuparán de resarcirles de sus pérdidas (pérdidas que se dan en ese casino que para Weber se había convertido la economía) mediante planes de ajuste. Este es un tipo de ilícito que perjudica a la mayor parte de la sociedad. Pero no es denunciada como tal ni por los Estados (obviamente porque son sus ejecutores), o lo es de manera parcial y acotada, ni por los medios masivos (que están controlados o son propiedad de las mismas corporaciones que cometen los ilícitos). Así, podemos mencionar varios factores que pueden desencadenar inseguridad en los sujetos, entendiéndola como un modo de expresión del desamparo: Un factor es el que proviene de la crisis de instituciones de la sociedad, cuya confianza ha disminuido considerablemente, como por ejemplo la escuela y la justicia; otro factor – ya citado - es el que producen las grandes corporaciones al sumir cíclicamente en el desamparo económico a buena parte de la población – llegando a quedar excluida parte de la misma -, acompañado esto por acciones y omisiones del aparato estatal; y finalmente, tenemos la que proviene del incremento de la delincuencia, su forma y su frecuencia. En Argentina nos encontramos con algunos de los factores citados precedentemente, acompañados de incertidumbre económica, la dependencia de una parte de la población de planes asistenciales, el nivel de desocupación que existe sobre todo entre los jóvenes y que afecta su proyecto identificatorio; también los pueblos afectados directamente por la Megaminería están expuestos a experiencias de desamparo, pero su organización en asambleas ambientales seguramente es un tope al mismo (ver textos en este número de Germán Ciari y María Cristina Oleaga). Por supuesto que esto no es uniforme en toda la sociedad, no afecta a las clases altas ni a muchos de los que participan del proyecto político imperante a nivel estatal, ya que este proyecto les ofrece garantía de sentido, y otros sectores de la población se benefician de planes asistenciales sin advertir la espada de Damocles que los mismos significan, pero también porque han recuperado su modo de vida luego de la crisis de los años 2001/2002; pero es cierto también que la masa de excluidos por la crisis de esos años y anteriores, no ha dejado de estar presente, y no es fácil de mensurar. De todas maneras, todo lo aquí mencionado lejos está de agotar la temática de la inseguridad. El Otro y la inseguridad Estos serían factores externos, “objetivos”. Vamos a decir que todos ellos están alimentados por las significaciones de época, transmitidas por el Otro, esa instancia inmanente del colectivo social, creación anónima y colectiva, heredero de las figuras de amparo originarias. Decimos que son factores externos y “objetivos” porque se trata de hechos de la realidad que impactan sobre el Yo de manera traumática. Pero hay otros, que no le van a la zaga, y que también tienen su origen en el Otro. Que no debemos olvidar que es una instancia que también actúa desde el interior de la psique del sujeto, y en el caso en cuestión, produciendo efectos a nivel del registro pulsional. Porque tanto lo identificatorio como lo pulsional se ven afectados por ese Otro que sostendremos que es el principal promotor de inseguridad. Las significaciones que transmite el Otro en nuestro históricosocial– ya mencionadas en muchos textos de esta publicación – alientan a lo ilimitado, a un supuesto control racional de la naturaleza y la sociedad, ubicando como institución central a la economía. Como hemos mencionado en otras ocasiones: el Otro realiza una demanda permanente de consumo de objetos y actividades, produciendo un estado de insatisfacción constante. Exige la presencia de un sujeto siempre joven, saludable, on line, consumiendo como fin de su vida, y siempre feliz, proponiendo un modelo identificatorio por excelencia, como lo es el winner. Modelo imposible. Tal como resulta imposible cuanto más se desciende en la escala socioeconómica acceder a los bienes que el Otro exige que se consuman, para pertenecer. Esto se deriva en un estado de hiperconexión e hiperactividad que genera stress por imposibilidad de ligadura pulsional, pero también estados de frustración y desinvestidura. También fragiliza los lazos sociales, o los transforma en riesgosos: el otro devenido en enemigo potencial. Porque además, entre los objetos de consumo está lo que ofrecen los medios masivos de comunicación, que en una maquiavélica maniobra alientan el consumo a la par que difunden de modo permanente hechos de violencia que significan al otro como enemigo. También la dificultad en establecer lazos deviene por lo efímero instalado por la temporalidad y la superficialidad, ya que estos quedan afectados por la aceleración del tiempo causada por el aumento del ritmo de producción y consumo. Diremos que todo esto trasciende en buena medida las discusiones políticas habituales, por estar en el núcleo de un modo de ser de la sociedad que no ha sido criticado ni desenmascarado. El Estado de Bienestar, los gobiernos populistas actualmente presentes en Latinoamérica, han sido y parecen ser intentos de cambiar este estado de cosas, pero lo cierto es que lo proclaman pero dejan intacto el núcleo de la problemática –tal la característica de este modo de gobierno -. La falta de una mirada verdaderamente crítica a nivel del colectivo –un colectivo avasallado por todos los factores que hemos citado -permite la persistencia de este estado de cosas. La falta de participación colectiva con real conocimiento de causa de los problemas de la sociedad, la idealización de ciertos liderazgos que impide una mirada crítica, una concepción de la política anclada en que las decisiones vienen “de arriba”, o en que quien está en el poder debe tomar en cuenta lo que el pueblo necesita y dárselo… son todas formas alejadas de la política pensada como una participación directa de los sujetos en los problemas que les incumben. Formas ligada al imaginario de la delegación y la representación. El Otro: Hilflosigkeit Para terminar: podemos decir entonces que el Otro es el principal factor de inseguridad, por lo tanto de desamparo. Otro que no debe confundirse con el aparato estatal: este en todo caso lleva a cabo sus dictados, lleva adelante – y en los modos de gobierno citados, de modo contradictorio y conflictivo – su significación central. Claro que el magma de significaciones que habitan al Otro es heterogéneo, y como se ha resaltado en otros textos de este número que hemos citado, ciertos modos de agrupamiento pueden oficiar de amparo y disminuir / combatir la sensación de inseguridad, y permitir que el sujeto salga de su parálisis o resignación. Haciendo la salvedad de que el agrupamiento no es sinónimo de lo bueno. Porque no debemos dejar de lado que los agrupamientos también puede estar al servicio defender los intereses de clases dominantes (como pasó en Argentina en las asambleas que se realizaban a la vera de las rutas, con participación de empresarios rurales y peones, que tuvieron lugar durante 2008 en el mentado conflicto del campo/gobierno), o estar al servicio de perseguir “terroristas”, judíos, negros, musulmanes… Pero otros modos de agruparse– y esto es lo que aquí nos interesa y que es resaltado en los textos citados - puede permitir la apertura del cerco de las significaciones instituidas, su cuestionamiento y favorecer (a partir de una organización que las contenga en su estructura) la institución de significaciones que se oponen a las que el Otro promueve, que están centradas en el individualismo, el consumo, la felicidad, lo ilimitado: nos referimos a modos de agrupamiento que promuevan significaciones ligadas al proyecto de autonomía: las de libertad, igualdad, pasión por el saber y la justicia y la verdad. Las asambleas ambientales, las barriales, los grupos de obreros que llevan adelante la experiencia de fábricas recuperadas, las asambleas estudiantiles ocurridas hace un par de años, también la creación artística, el pensamiento crítico en diversas disciplinas (como la filosofía y psicoanálisis) pueden ser lugares de destitución de ese Otro. Deben establecer un estado de vigilancia y denuncia de lo instituido, a la par que deben promover la institución de otras formas de lazo entre los sujetos. |
http://www.adoos.com.uy/post/17041332/psicologo
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