Psicología de la Convivencia y técnicas de grupo. Criterios de formación.

Por Juan Carlos Olea Cañizares.
Podemos entender la Convivencia como un estadio de
desarrollo en el que prevalecen las respuestas creativas a los
conflictos inherentes al devenir humano. La indagación
desde la psicología, como ciencia que estudia mente y
comportamiento, de dicho ámbito permite avizorar algunos
nuevos horizontes para dimensiones que no por eso se
agotan.
El convivir es una dimensión psicogenética, biográfica e
histórica. Por ejemplo, en la infancia se internalizan actitudes, en primer término de las
figuras parentales; cuando esas normas, que podrán ser moduladas a lo largo de toda
la vida por mensajes prevalentes, son transgredidas, el transgresor normal padece
sentimientos de culpa. Pero, por ende aprendemos, somos capaces, verbi gracia, de
incorporar pautas de comportamiento cuando observamos que su realización por
otros les reporta consecuencias que estimamos beneficiosas para nosotros mismos y
además, a través del lenguaje entre pares, llegamos a poder construir colectivamente
límites. Si estos límites se transgreden los individuos se desadaptan y los grupos
humanos se deshacen. Cualquier formulación de la relaciones funcionales entre
procesos contemplados en dichos planos explicativos quedará facilitada por la
elección, antes, de objeto: un desarrollo convivencial desde una perspectiva de caso
único.
¿Podemos aceptar como científico cualquier procedimiento repetiblemente útil?
Entendemos que sí. Este utilitarismo aquí sencillamente propuesto nos permite
sostener a la psicología como ciencia epistémicamente unitaria. En cuanto al método y
la técnica que en él se fundamenta, hay áreas como la clínica que requieren de alguna
consideración añadida. En psicología positiva se acepta que los procedimientos que la
posibilitan son el experimental y el correlacional. En psicología profunda, el marco
analítico, por ejemplo, en el que lo inductivo prevalece, en lugar de descripción,
clasificación, predicción y control, se da lugar a postdicción, acontrol, descripción y
clasificación. Sucede que la psicología clínica dispone de un status científico propio.
Proponemos entender, en fin, la psicología de modo unitario desde lo epistemológico y
hablar de psicologías desde lo metodológico. Podremos entonces hablar de psicología
y psicologías de la convivencia, procurando, eso sí, ser cuidadosos para no hacer uso
de dicho campo a modo de sello o marchamo de vocación enciclopédica que
aparentemente refunde y/o proporcione integral apariencia a desarrollos más o
menos concomitantes con el convivir.
La relación entre objeto de estudio y método no es unívoca. Sabemos que el marco
explicativo determina los procedimientos de indagación y por lo tanto las áreas de
realidad que se indagan, las cuales condicionan procedimientos y marco teórico.
La Psicología de la Convivencia aporta una perspectiva integral y práctica que permite
abordar el quehacer grupal como herramienta para la convivencia en contextos
diversos: la consulta clínica, la escuela, las organizaciones formales, el tejido social, los
medios de comunicación…. Resulta útil entender la psicología de la convivencia como
ámbito de construcción continua de procedimientos cuyos elementos constitutivos
suelen venir co-determinados según qué contextos transite.
Los procesos que atañen al campo de lo convivencial tienen que ver con lo intra y lo
inter subjetivo y con lo micro y lo macro-social, polaridades, ambas, que enlazadas por
ejes continuos diagraman sistemas cualitativos de coordenadas, útiles a la hora
de planificar investigación e intervención.
Cada contexto convivencial delimitado por el sistema conceptual de coordenadas
intra- inter-subjetivo y micro- macro-social requiere de un modo de intervención
específico. Cuanto más próximo esté del polo intra-subjetivo, (lo íntimo) más
adecuado será un modelo psicoterapéutico, cuanto más cercano a lo inter-subjetivo,
(lo relacional) más próximo se estaría de un modelo educativo. Cuanto más cerca del
polo micro-social, más recomendables serían las aproximaciones clínicas y educativas,
cuanto más próximo a lo macro-social, serían más idóneas las acciones relacionadas
con lo organizativo, lo político, lo mediático.
Cabe, eso sí, matizar que, en su núcleo, la cualidad del trabajo grupal es micro
quedando lo macro circunscrito a la influencia de los contextos en los que la tarea
grupal se inserte.
Para la mejora de la convivencia, una práctica integral implica el diseño y la
delimitación precisa de diversos modos de intervención específicos para los diversos
escenarios factibles, la eficiencia de cada uno de aquellos en sí y el establecimiento de
sinergias entre ellos.
Clasicismo es el potencial de actualidad o vigencia de un objeto.
Por creatividad podemos entender un potencial de creación de respuestas a
situaciones nuevas.
Podremos, al respecto, formular nuevos procedimientos y formar y/o formar en
procedimientos clásicos para que el formando pueda llegar a formular
adaptativamente nuevos abordajes a través de una praxis deseablemente tutelada en
origen. Dicho de otro modo, la praxis como vehículo de integración; la supervisión
como procedimiento de relectura y optimización de la praxis.
Exploraremos aquí la segunda vía y para ello abordaremos, en esta ocasión, tres
marcos formativos referidos a dos contextos; aunque, antes, apuntaremos algunas
consideraciones.
La psicología clínica, habitualmente asociada a la intervención asistencial y a sus
espacios de investigación y docencia relacionados, es decir, al marco psicoterapéutico,
precisa, en aras de la sostenibilidad, ser más: promoción de la salud, prevención y en
general gestión.
Desde la psicología clínica de la convivencia entendemos que los contextos
educativos, organizacionales, sociales, son ámbitos de intervención preventiva,
quedando la consulta de psicoterapia como espacio asistencial.
La psicología de la convivencia puede establecer criterios de formación general y
criterios de formación más específicos según contextos de intervención.
Postulamos que, en cuanto al trabajo grupal, la formación general y la psicoterapéutica
han de coincidir en abordar una formación analítica, en aprendizaje social y en
desarrollo moral. La formación preventiva ha de conllevar formación y/o
entrenamiento en desarrollo moral, aprendizaje social y optativamente una formación
analítica. La cualidad de la demanda formativa determinará el balance. Más adelante
modularemos esta propuesta con una sintética descripción del campo técnico en los
grupos.
En la consulta clínica asistencial los procedimientos analíticos pueden cohabitar con
procedimientos de desarrollo moral y aprendizaje social. Estos dos últimos pueden
hacerlo en ámbitos educativos, organizacionales y sociales, pero dichos ámbitos no
suelen permitir la intervención analítica.
Sabemos los clínicos que nuestros quehaceres sobre lo general no son más que mapas
que nos orientan a la hora de explorar territorios con particularidades irreductibles,
dicho lo cual, en cuanto a la carga formativa recomendable, o a los respectivos tempos
formativos, nos remitimos a los criterios establecidos por las asociaciones que se
vinculan a la regulación del acceso al ejercicio profesional de los diversos abordajes
psicoterapéuticos.
Formación y entrenamiento son desarrollos diferentes que requieren aproximaciones
evaluativas diferentes. Es este un tema amplio, baste decir que resulta deseable que el
primero contenga al segundo y que el segundo no suele considerar la experiencia de
cambio psicológico estructural en el formando como herramienta imprescindible en su
capacitación profesional. Como docentes situamos la intervención clínica asistencial en
el espacio de la formación y la intervención clínica preventiva en un eje continuo que
tiene como polos formación y entrenamiento.
A partir de aquí al marco explicativo y práxico de la psicología profunda lo
denominaremos dinámico, al del aprendizaje social, conductual-cognitivo y al del
desarrollo moral, evolutivo-cognitivo.
Por ejemplo, en el trabajo grupal se dan procesos transferenciales, en
los que la biografía íntima de los individuos tiñe emocionalmente las relaciones
y la entidad grupal que se llegue a producir, ( dinámico ) a la par que
los sujetos se modelan recíprocamente, (conductual-cognitivo ) y participan
constructivamente, ( evolutivo-cognitivo ). La constatación de estos hechos depende
de la formación y experiencia profesional del conductor grupal y su elaboración
grupal, además, de la formación de los miembros del grupo. En cuanto a
los límites de dicha tarea, quedarán determinados, como decíamos, en función de las
características de los contextos en los que el grupo devenga, de las prioridades
que se establezcan y de los momentos del proceso grupal.
será pertinente dar cuenta, ahora, de la diversidad del actual campo clínico, de manera
muy sintética y por medio de su alineación en torno a tres modelos psicológicos,
advirtiendo, eso sí, que, entre estos, nos constan integraciones en curso: los ya
referidos como dinámico, conductual y cognitivo. Cada uno de ellos puede ser
básicamente descrito en lo teórico, desde su formulación conceptual y las variables
que dicha formulación selecciona, y en lo práctico desde las metas hacia las que
se oriente, los procedimientos que utilice y sus ámbitos de aplicación.
En cuanto a la formulación teórica será suficiente, para los objetivos que con estas
líneas nos proponemos, seleccionar dos determinantes del comportamiento, es decir,
tres campos relacionados: el comportamiento, como función de la persona
y/o del ambiente, polarización esta última que, como cualquier otra, nos
permitirá entender, por oposición, el significado amplio de sus términos.
El modelo dinámico elige como campo de indagación el comportamiento en
función de la persona, (lo endógeno), ámbito que comparte con el modelo
cognitivo. Ambos se distinguen, en origen, por la dimensiones de la persona
a las que atribuyen mayor relevancia operativa. El cognitivismo hablará
de representaciones, fases de procesamiento de la información, estrategias...etc, o
sea, operaciones intelectuales conscientes o no. El modelo dinámico, establecerá
como marco la estructura de la personalidad, inconsciente y consciente,
fundamentalmente en su dimensión emocional, aunque sin desdeñar los procesos
de aprendizaje e intelectuales. En cuanto a lo conductual en su orientación
clásica, será el ambiente, (lo exógeno), el que determinará el comportamiento,
(lo motor); y en el marco explicativo conductual-cognitivo, el ambiente
en su interacción con la persona tal y como esta queda postulada por el
cognitivismo. Es obvio que los modelos que sitúan los determinantes del
comportamiento en la persona tienden a considerar la conducta, patológica o no,
como más estable que lo que la consideran aquellos otros que la ponen
en función de las condiciones ambientales, mucho más cambiantes.
En la praxis, el cambio positivo que el modelo dinámico postula
requiere de procedimientos interpretativos, el conductual de modificación
de aprendizajes y el cognitivo de reestructuración de procesos intelectuales.
La psicoterapia de grupo abarca, hoy, un amplio abanico metodológico y técnico
que dispone de referentes teóricos diversos. Trataremos, pues, de describir
y clasificar, someramente, las principales tendencia recurriendo a algunos
de sus rasgos distintivos básicos. En una primera aproximación podemos hablar
de terapias de insight, como aquellas que procuran una toma de consciencia,
que es en sí, e induce cambio en la estructura de la personalidad de los
pacientes. Tal insight hace referencia a contenidos psíquicos inconscientes que dejan
de distorsionar displacenteramente la vida anímica de los sujetos cuando
al pasar a la consciencia son elaborados por estos. Se trata aquí del
esclarecimiento de verdades de sentido, pertenecientes a la dimensión íntima
de la persona. La concepción de un inconsciente como efecto de un mecanismo
intra- subjetivo de represión o como contenido psíquico más relacionado
con dinámicas perceptuales marca una línea entre terapias analíticas
y terapias cognitivas, focalizando estas últimas su intervención en la
reducción de disfunciones en el ámbito de la inteligencia. Por otra parte,
coincidencias en torno a la experiencia interior han favorecido articulaciones
entre dichas terapias cognitivas y otra orientación clínica grupal que
es la que denominaremos de modificación. En ella se trata de corregir aprendizajes
no adaptativos. Hablamos pues, en este ámbito, de verdades de hecho, que
se dan en un marco inter-subjetivo y ambiental. Algunas modalidades terapéuticas de
modificación solo consideran importantes para el tratamiento los procesos formulados
en términos de estimulo-respuesta. En la clínica de insight encontramos escuelas que
consideran relevante para la cura, el análisis de los procesos transferenciales,
consistentes, como señalábamos antes, en la atribución a terceras personas de rasgos
que corresponden, no a dichos terceros, sino a figuras biográficamente importantes
para quien actúa el proceso transferencial; otras, que constatan este
fenómeno pero no lo trabajan terapéuticamente y finalmente, algunas orientaciones
terapéuticas que no lo consideran. Todos los grandes marcos a los que hemos
hecho brevemente referencia emplean herramientas técnicas que tienen que
ver con tres ámbitos expresivos y de comunicación verbal y no verbal: La
palabra, la escena, es decir la dramatización del conflicto, y el cuerpo,
que en su disposición expresa el padecimiento. Reconocemos lo limitado de
esta breve clasificación de las terapias grupales y accedemos a ella para
poder, al menos de este modo, incluirla en esta comunicación sin desbordar sus
límites.
El método fundamentado en la teoría se orienta a objetivos mediante técnicas.
La tecnología grupal disponible suele ser pluripotencial, ya que técnicas que emergen
de la psicoterapia son útiles en contextos preventivos y viceversa, siendo la formaciónentrenamiento
de quien las aplique lo que las especializa.
De lo que se trata desde una práctica integral es de seleccionar procedimientos
compatibles en función de ámbitos de aplicación objetos, y objetivos.
Aunque hay aptitudes que favorecen cambios en las personas, lo actitudinal es factor
prevalente, resultando incluso que la adquisición de habilidades y destrezas queda
modulada, como es sabido, por las actitudes con las que los sujetos la afronten.
Cuando intervenimos psicológicamente los procedimientos de comunicación
discursivos suelen coadyuvar, pero es la comunicación experiencial la que
impulsa decisivamente cualquier transformación. Una de las diferencias entre
un procedimiento de comunicación experiencial y uno discursivo estriba en que en el
segundo, de lo que se trata es de describir un objeto. En un grupo o colectivo en el que
se siguiese tal procedimiento, por ejemplo, un grupo de clase, su conductor, en este
caso, el profesor, tratará de transmitir al grupo o colectivo, en este caso los alumnos, la
descripción de un objeto, ante el cual, tanto profesor como alumno se posicionan
como observadores, verbi gracia, que es una cordillera, como funciona un motor
eléctrico. En lo experiencial de lo que se trata es de poner lenguaje a la propia vivencia
de una situación dada, sea ésta del orden orgánico y/o psicológico-funcional que fuere:
prevalentemente emocional y/o conductual y/o cognitivo. En un grupo o colectivo en
el que se siguiese dicho procedimiento, por ejemplo, un grupo de supervisión de
profesionales, sus miembros, tratarían de expresar sus vivencias, (plano emocional),
sus experiencias, ( plano conductual), sus puntos de vista, ( plano cognitivo), respecto
al tema sobre el que dicho grupo o colectivo hubiese focalizado su interés y el
supervisor dinamizaría una puesta en común de lo que se dilucidase al respecto con el
fin de generar respuestas a los problemas profesionales previamente formulados.
El núcleo rector de la formación en Psicología de la Convivencia es experiencial, su
marco de referencia es vivencial, sin lo cual, la integralidad es pastiche y su modulación
al caso concreto no permite confianza. Marco epistemológico, teoría, método y técnica
son procesos que ha de abordar el formador desde el acompañamiento de cada
formando al encuentro de su propia identidad, lo cual singulariza la praxis.
Un colectivo se hace grupo compartiendo significados.
Lo grupal puede ser entendido como un todo (entidad) a la par que entenderse
como el estar de individuos en grupo (identidades). Se trabajará, así,
con el grupo y/o en el grupo, respectivamente. Un experto podrá considerar
la cohesión de un grupo al tiempo que constatar un conflicto latente en
ciertos miembros. Ambas opciones, como todas las que tengan que ver con
la significación como objeto de trabajo, requerirán de marcos explicativos
que permitan abordar niveles de realidad que son consecuencia de la integración de
sus principios constitutivos, en contraste con otros métodos que recurren, para
alcanzar sus diferentes metas, a la reducción a aquellos.
El trabajo con variables de integración no es abordable con procedimientos
reduccionistas.
Los criterios de acreditación, en Psicología de la Convivencia, establecen sus
límites por contraste con criterios reduccionistas.
Hay grupos naturales que se constituyen espontáneamente, como una pandilla
de chicos y chicas y grupos no naturales, que se convocan con un fin determinado:
un grupo de psicoterapia, un grupo de formación...... Buena parte
de lo que sucede en un grupo no natural experiencial puede ser elaborado,
dotando dicho acontecer de significaciones nuevas o, lo que es lo mismo,
produciéndose cambios estructurales de sentido en sus miembros, sobre
sí mismos, sus relaciones y sobre la entidad grupal.
A la base de lo grupal hay una cuestión semántica.
Los grupos son un instrumento idóneo para la convivencia, pero ¿para que grupalidad
debemos formar-entrenar ‘ ¿de qué grupalidad hablamos ?
Todo grupo tiene una dimensión vertical y otra horizontal. La primera es la ley grupal.
La dimensión vertical es diferente de la dimensión organizativa, aunque,
a veces, ambas se solapen. La segunda, la dimensión horizontal, es la dinámica
de las relaciones entre sus miembros. Los grupos, ya lo apuntamos, entendidos
como entidades están constituidos por personas con identidad y son más que la suma
de los individuos que los configuran. Los grupos disponen de diverso grado de
apertura comunicativa hacia otros grupos, individuos, organizaciones....Un grupo,
en fin, en el que la dimensión vertical anule la horizontal o viceversa, en el que la
entidad grupal anule la identidad individual o viceversa, y en el que la dinámica intragrupal
anule la comunicación con lo externo al grupo o viceversa, se situaría en un
extremo cualitativamente opuesto al adecuado para su uso como herramienta para el
fomento de los procesos convivenciales.
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