Los Asesinos Seriales de la Salud


Dr ANTONIO L. TURNES   
miércoles, 11 de abril de 2012
“¡Hay algo más en el cielo y en la tierra,
Horacio, de lo que ha soñado tu filosofía!”
Hamlet, Acto I, escena V.
Sin duda, en las actuales circunstancias, se están dando palos de ciego para combatir al enemigo invisible de la paranoia que se cierne sobre el sistema de salud. Es posible que el SNIS se vaya al fondo del mar, donde ya estaba hace rato, pero no lo querían ver, y que de sus cenizas surja un producto nuevo.
Es innegable que en esta situación, hay diversas asimetrías, y pautas conductuales marcadas por la propia improvisación, desorientación, ignorancia y soberbia habituales, incrementadas por el miedo a perder los cargos, desde los ministros a los directores técnicos.
Hacer posible que ingresen los familiares a los CTI para mejor controlar a sus pacientes, es un engañapichanga, además de inusual, peligrosísimo. Los que vienen de la calle traen consigo gérmenes de todas clases, desde la bosta de caballo (provista en abundancia por los equinos de los hurgadores) que son portadores de todo tipo de gérmenes, aerobios y anaerobios, hasta las deyecciones de perro, abundantemente distribuidas en una ciudad que no se caracteriza por su limpieza. Si ya teníamos problemas porque los médicos y el personal no se lavaban con suficiente cuidado y asiduidad sus manos, al ir de un paciente a otro (como hace un dentista, tan modesto como denostado), ahora veremos incrementada la masa de gérmenes por estos pasos insensatos. Buscando la inasible seguridad.
Los robos, atentados y otras intervenciones, dentro de los CTI, seguirán cargándose sobre el lomo de los trabajadores de la salud, médicos y no médicos. Jamás se sospechará de los parientes. Además tienen otros medios habilitados para untarle la mano a enfermeros o médicos diligentes, que expidan rápidos pasaportes al más allá, para obtener fines determinados (herencias, bienes, u otras changas; ya hay en trámite la denuncia de un casamiento in extremis de dudosa factura). Con una propina se arregla todo. O con la participación en las utilidades. Esto es más viejo que el ruido o el agujero del mate. No todos los trabajadores de la salud son éticos, ni tienen códigos que los mandaten u ordenen. Los médicos (pocos) se preocupan mucho. Pero lo cierto es que se cumple escasamente con los sagrados preceptos.
La avalancha de juicios que amenazan venirse encima, merece párrafo aparte, porque los hay de toda laya. Desde los más éticos hasta los más alocados. La normalidad y la ética están distribuidos en una curva normal, identificada con la Campana de Gauss. Los hay que están en el nivel más alto, muchos en el medio, y algunos en el más bajo. Entre los dos desvíos estándar está el 95%; las colas del 2,5% de cada lado, no son para nada despreciables, tratándose de la salud y la vida.
Ahora lloverán denuncias, demandas, sobre todo en el fuero penal, para más rápido trámite y litigar con auxiliatoria de pobreza, ante la menor sospecha o indicio de que se empleó ¡¡¡morfina!!! Un antiguo producto derivado del opio, que resulta ser el analgésico más potente conocido, desde hace siglos, y que generalmente ahora se emplea con mucho temor y sospecha de intención criminal, siendo tan necesaria para aliviar el dolor y el sufrimiento psicofísico del paciente. Larghero decía que lo primero era calmar el dolor en el post-operatorio. De ahí viene la famosa frase que todos escriben en las indicaciones: "Calmarlo si sufre". Los pacientes no deben sufrir, en cualquier circunstancia, luego del diagnóstico, para hacer lo cual el dolor es la guía semiológica. Pero sea un paciente cuya evolución se prevé sin inconvenientes ni mayores riesgos, o sea un paciente terminal, aliviar el dolor es esencial, natural; pero  sobre todo ético y humano. Factores tan reclamados y necesarios, pero que ahora pueden abortarse. Resulta que ahora la morfina pasa a ser poco menos que un delito administrarla, fruto de la ignorancia de los que manejan el tema. Pero sucede que hay leyes que regulan el testamento vital y otras yerbas, y conviene que los colegas las lean y apliquen estrictamente. (Ley 18.335, DERECHOS DE LOS USUARIOS Y PACIENTES DEL SISTEMA DE SALUD en: http://www0.parlamento.gub.uy/leyes/AccesoTextoLey.asp?Ley=18335&Anchor=; Ley 18.473, TESTAMENTO VITAL, VOLUNTAD ANTICIPADA, NEGATIVA DE TRATAMIENTO; en: http://www0.parlamento.gub.uy/leyes/AccesoTextoLey.asp?Ley=18473&Anchor= )
La ignorancia de las leyes, que  no es excusa para su incumplimiento, es muy grave a nivel de los operadores de la salud, de arriba abajo. Lo determina el Art. 2 del viejo Código Civil (de 1868, redactado por el famoso Tristán Narvaja, un hombre nacido en Córdoba, 17 de marzo de 1819 - Montevideo, 19 de febrero de 1877) jurista, profesor, teólogo y político argentino y cuyas incoherencias y anacronismos defienden los teóricos dogmáticos vernáculos del Derecho). Comenzando por los DT de las instituciones, que no hacen que se apliquen las normativas  que ya fueron adoptadas hace 4 años o dos años, como las autoridades de la salud, que quieren y no pueden ser los "rectores" cuando en realidad nunca le dieron importancia más allá de lo declarativo. Así pasa con las leyes de Derechos del Usuario, la historia clínica electrónica, el consentimiento informado, y el testamento vital. Que son leyes, pero nadie las aplica ni se importa, salvo cuando sucede una catástrofe. Entonces nos acordamos de Santa Bárbara, cuando truena.
Uno de estos capítulos es el que está jugando el partido en Colonia, por utilización de morfina con la aparente autorización de la familia, lo cual tal vez no fue adecuadamente documentado en la Historia Clínica, como mandata la ley. ¡¡¡Y se monta un circo mediático, a punto de partida de una denuncia del Hospital!!!
Esta crisis puso de manifiesto muchas cosas que se venían haciendo mal culturalmente desde hace muchas décadas, y que nadie reparó. Los CTI tal como funcionan en Uruguay no existen en el mundo. No hay médicos intensivistas dedicados exclusivamente a esa disciplina, ni tampoco personal de enfermería. Rotan, son equipos multi-disciplinarios, donde hay médicos internistas, cirujanos, anestesiólogos, neurólogos, cardiólogos, etc. Este modelo se implantó, se propagó y jamás se revisó. Pero a la vista está que daña a la gente que lo ejerce. Aunque hace más de 15 años el Dr. Homero Bagnulo puso en el tapete un tema en un congreso  de Medicina Intensiva:  "¿Quién cuida al cuidador?", de lo que habla hasta el Presidente Mujica hoy, con fuentes bibliográficas que no conocemos. El mismo autor hizo una esclarecedora explicación hace unos años, sobre el uso de la morfina, y la categorización que la OMS da a la calidad de la asistencia de los pacientes terminales en relación a la cantidad de ese producto que se emplea, siendo el nuestro uno de los países que la empleaba con menor frecuencia y en menores cantidades, producto de la ignorancia y el miedo.
Descubrir la punta de la madeja en esta materia, es difícil y llevará tiempo. Hay que luchar contra la Broncemia, una vieja enfermedad. (Véase: http://www.youtube.com/watch?v=gNt5hLLZDmc&feature=mfu_in_order&list=UL )

No parece fácil hacer al mismo tiempo todo lo que sería necesario, para tender a la normalidad:
1. Liquidar al multiempleo, llevando la jornada laboral a 8 horas en un solo lugar, bien pago, por supuesto, para todos: médicos y no médicos.
2. Rotar al personal por períodos, lo que exige una capacitación dedicada y constante, de alto nivel. Lo que supone invertir recursos.
3. Mejorar el control de calidad y acreditar los servicios; (la  última reunión se hizo hace cerca de 20 años, con un experto brasileño, en el CHPR, en tiempos de Julio C. Macedo al frente de ASSE, y después se diluyó en comisiones de esas que - como decía Juan Domingo Perón - "un camello es un caballo definido por una comisión". O lo que es más de nuestro suelo: Si querés matar algo, pasálo a una comisión).
4. La práctica médica hospitalaria (pública o privada) se basaba hasta ahora en la confianza entre el médico que va examinando y prescribiendo y el personal de enfermería que lo acompaña y va realizando y escribiendo lo que él indica. Cuando le piden reponer morfina del stock, le dan a firmar una receta triplicada, pero no existe la oposición de intereses que se da por ejemplo en la administración o en un banco: presentás el cheque y te dan el dinero; pagás y te entregan un recibo. Aquí el médico confía y entrega a ciegas. Está mal, y deberá corregirse. Hay pocos que lo hacen bien; son la excepción que confirma la regla. Nadie anda controlando qué pasa con las ampollas (o viales como les llaman ahora, parece que cambió el envase), ni te entregan los vacíos por los llenos, como se hacía en otro tiempo con las biromes en las oficinas. Por eso aquí  enfermeros se robaban las morfinas, y otros viales, pero eso mismo sucede en todo el país, porque las llevan de los hospitales para liquidar pacientes en sus domicilios, en los hogares de ancianos, o en otros sitios, esas almas piadosas que cobran por sus servicios particulares.
5. La autoridad “rectora”, que está más preocupada por acomodar amigos políticos, que por controlar adecuadamente el funcionamiento de los servicios. Si el ex Ministro Fernández Ameglio dijo, y fue agriamente criticado, que el MSP era un gran club político del acomodo, no sé qué diría si volviera  ahora al mismo sitial y ver cómo ahora lo imitan en versión corregida y aumentada.
Tal vez algo se hará, pero habrá que esperar que se aquieten las aguas. Esperemos que los que administran la Justicia, jueces y fiscales, no se dejen atrapar por esta onda paranoica, y vayan detrás de todos los requerimientos que se les presenten, con o sin fundamento. Porque la mano viene entreverada, y se entreverará más a medida que bajen las temperaturas y progrese el almanaque.
Como no se ha puesto el acento más que en los aspectos financieros de la reforma, y en dictar normas sin ton ni son,  sin preocuparse si se cumplen ni controlarlas, se han descuidado los más importantes factores del sistema: los recursos humanos, que son escasos, mal distribuidos y no se pueden generar como un impuesto: se levantan las 16 manos en el Senado y las 50 en la Cámara Baja, y asunto concluido. Lleva muchos años generar personal idóneo y entrenado. Sean enfermeros profesionales o auxiliares, médicos anestesiólogos o patólogos autopsistas. Hoy faltan médicos de familia y pediatras, entre muchas falencias. Está muy bien que se incrementen las autopsias clínicas, que están hoy casi abandonadas. En 1954, un año después de ser inaugurado el Hospital de Clínicas, allí se practicaban en el 44% de los casos. Diez años más tarde, en 1964, habían descendido al 29,2%. Cuando vino la Intervención, diez años después, alcanzaban sólo el 18%. Hoy no sé si practican. En los demás hospitales, ni hablemos. No tienen patólogos que las realicen, ni ambientes adecuados para realizarlas, que han sido ocupados por otros espacios, porque habían perdido interés. Ahora que se quieren reimplantar, habrá que hacer mucho camino antes que sea esto una realidad, si es que finalmente ocurre.
Los certificados de defunción venían decayendo en su calidad, porque de última, todos morían de paro cardio respiratorio. Antiguamente eran uno de los orgullos de la estadística de salud de nuestro país. Pero ahora, con el terror al error, a la complicidad, o a la paranoia, resulta que los médicos no quieren firmar los certificados y sobrecargan irracionalmente a un sistema de Médicos Forenses, que no están dimensionados para semejante carga de trabajo. Esto también es ignorancia, y harían bien los colegas en revisar cuándo están obligados a firmar un certificado, y cuando están impedidos. La Justicia se encargará luego, si hay sospecha fundada, de dar otros pasos. Pero las obligaciones están bien pautadas, y no hay más que cumplirlas. Sin ninguna excusa. Porque eso le complica la vida a las familias y sobrecarga a otros servicios, pasándole responsabilidades que les son propias a quienes asisten al paciente.
Entre las ideas que se tiran al ruedo, están las cámaras para visualizar todo lo que se hace. Menos mal que no las enfocan hacia el paciente. Hace más de 25 años que se ofrecieron las grabaciones continuas en video de los blocks operatorios, pero nadie en el País gastó un peso en eso. Tampoco en seguros de las instituciones. Sí en equipamientos, edificios y publicidad. Pero casi nada en las personas, en su formación y en el cuidado de los cuidadores. Ni en la selección del personal más idóneo para cada función, cuando en la mayor parte del sistema ingresan sin evaluación previa, sobre todo de su salud mental. Ahora  pagarán su miserable ahorro todo junto. Estaría bien  que enfocaran las cámaras a las farmacias, a las oficinas de compras, en fin, por donde se escurren los productos y el dinero. No estaría mal que la Comisión de Transparencia y Ética Pública viera también si el tren de vida que llevan algunos va en consonancia con sus ingresos declarados o perciben haberes ocultos, por razones oscuras y a veces inconfesables. Ojalá que este desastre sirviera para mejorar en algo las cosas, y cambiar los ejes del sistema. La esperanza es lo último que se pierde.


http://www.adoos.com.uy/post/17041332/psicologo

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