Cuerpo y mente

Por Marcos Vallejo


El estrés, la presión social o económica, la muerte o enfermedad de un ser querido, las pérdidas, las decepciones o la soledad no elegida pueden desencadenar una inhibición del sistema inmunológico y por tanto abrir la puerta para una infinidad de enfermedades en nuestro organismo. Nuestra salud mental, nuestra “alma”, se encuentra de tal manera conectada con nuestro cuerpo que cualquier alteración en cualquiera de ellos desencadena inevitablemente cambios en el otro.

Ciudar nuestro estado emocional es por tanto imprescindible para prevenir nuestra propia salud física, y viceversa. Así, todos somos responsables, en gran medida de nuestra propia salud, pudiendo en todo momento participar de manera activa en la curación de una dolencia física o mental.

El mismo ritmo de vida en el que nos vemos inmersos fomenta el estrés y por tanto la respuesta correspondiente a muchas de las agresiones externas que sufrimos. Todo lo vamos almacenando en nuestro interior.

Una situación de extrema ansiedad, de estrés, de tensión en nuestra vida laboral, familiar o social puede llegar a desencadenar en nuestro organismo desde jaquecas, acidez de estómago, a un cáncer o un ataque al corazón.

Es en estas situaciones extremas cuando la enfermedad física se nos manifiesta como un aviso más o menos grave, que nos advierte de unos malos hábitos de vida.

Las circunstancias en las que nos movemos pueden ser extremas para nuestra salud, pero lo que realmente lo puede hacer dañino es la manera en como nosotros interpretemos esas vivencias.

En más de una ocasión hemos repetido como una misma circunstancia puede ser vista de cien maneras distintas por cien personas distintas. La forma en que sintamos las cosas que nos suceden es determinante en la manera que nos afectan.

Poco a poco la medicina tradicional va aceptando cómo el tratamiento de una enfermedad no puede únicamente abordarse de manera médica, intentando dominar la enfermedad a través de los medicamentos y de los tratamientos específicos.

Íntimamente ligado al cuerpo se encuentra la mente, el alma de esa persona, y buena parte de la decisión de curarse o permanecer enfermo, o incluso de morir se encuentra en su voluntad.

Combinar ambos procesos curativos es algo que cada vez se está extendiendo más ya que podemos observar cómo una persona con ganas de curarse, de vivir, es inmensamente más capaz de hacerlo que una que se encuentra sin ánimo, sin ganas de luchar y de vencer a la enfermedad.

Igualmente podemos encontrarnos personas con problemas psicológicos que mejoran sensiblemente cuando comienzan a cuidar su cuerpo y a llevar una vida más sana, cuidando lo que comen, haciendo deporte, etc…

Mucho se ha escrito sobre esta dicotomía del ser humano, y muchos se han empeñado en separar estas dos realidades, pero inevitablemente esta dualidad existe para bien y para mal.

Pero por encima de todo somos una unidad, y por tanto nuestra salud mental y nuestra salud física van unidas, y de esa manera deben ser tratadas cuando una de las dos enferma.

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