Agresividad en las primeras etapas del desarrollo


Lic. Psic. Laura Riotorto

Colegio Jean Piaget

Es importante entender que es esperable la presencia de sentimientos hostiles, reacciones impulsivas, o expresiones de agresividad desde tempranas etapas del desarrollo.
La acción del entorno debe apuntar a ir educando para favorecer la resolución de esas situaciones.


Desde el momento mismo en el que nace, abandonando la tranquilidad y seguridad uterina, el bebé comienza a lidiar con la sensación de sentirse agredido o indefenso.




El bebé, que pasa a depender totalmente de los adultos, reacciona con fastidio cuando algo no anda bien. Incluso puede manifestar rabia con un llanto diferente al habitual y acompañarlo con movimientos bruscos de brazos y piernas.


En los dos primeros años de vida, a medida que el bebé crece, es posible observar un sentimiento de impotencia que los invade y los hace reaccionar impulsivamente.




En esta etapa de su vida, el bebé utilizará todo su cuerpo para expresar sus sentimientos y podremos observar que:


- Quieren explorar todo solas/os


- Se enojan ante los límites


- Suelen aparecer las “rabietas”


- Manifiestan celos y reclaman exclusividad


La presencia de sentimientos ambivalentes es muy notoria alrededor de los dos años, amor y ternura alternan con “odio” y se mezclan con facilidad.


El humor cambia rápidamente en situaciones cotidianas, reclaman mimos, se enojan y exponen la necesidad de contención.


Hacia los tres años, donde la autonomía y la comunicación verbal son más fluidas, disminuyen las reacciones impulsivas corporales y comienzan a expresar las emociones a través del lenguaje (“mala/o”, “no somos más amigos”, “no soy más tu hija/o”, etc.).


¿Cómo actuar positivamente ante situaciones donde esté implícita la agresión?


-El equilibrio y la eficacia de los adultos para manejar esos episodios, es trascendental.


-Dar mensajes claros, breves y sin contradicciones para que los niños/as puedan ir incorporando las acciones positivas.


-Ser firmes cuando se establece un límite.


-Resaltar que la acción es la que no está bien, para no generar en ellos/as el concepto de que son “malos”.


-Incorporar el acercamiento verbal y corporal si la situación impulsiva es hacia otro/a niño/ a, con un beso o un abrazo y pidiendo “disculpas”.


-Si se trata de una acción impulsiva que compromete la rotura de un juguete, u otro tipo de objeto, buscar la forma de poder repararlo juntos.


-Explicitar siempre alternativas claras de cómo resolver positivamente la situación para evitar la reacción impulsiva.




¿Cuándo es necesario realizar una consulta?


-Siempre que existan reacciones impulsivas muy intensas.


-Si los episodios son constantes.


-Si los padres no se sienten capaces de resolver adecuadamente esos episodios, aunque no sean intensos ni constantes.


El juego como canalizador de energías positivas


El juego es esencialmente un tiempo y espacio propicio para expresar emociones. Jugando se pueden actuar esos impulsos en el plano de lo imaginario; se puede jugar a matar, a nacer, a ser otro/a porque allí está permitido en el “como si” lúdico.


A la hora de jugar, o proponerles un juego, tener presente:


-Que en la acción cotidiana los niños/as exploran sensorialmente y descubren diferentes posibilidades, y también pueden proyectar vivencias personales.


-Los objetos hechos con materiales blandos permiten que el niño los manipule con facilidad e incluso que los tire sin generar inconvenientes.


-Consígale bloques de polyfon, pelotas blandas o de papel, almohadones, etc.


-Las telas de distintos colores y tamaños brindan muchas posibilidades lúdicas, se puede sacudir despacio y fuerte, rodar, pasar por abajo, hamacarlos, etc.


-Juegos de atraparse, adultos a niños y viceversa, cuidando siempre de no lastimarse.


-Abrazos apretados o “de oso” con ellos y con muñecos que así lo permitan, como los peluches.


-Destinar espacios para realizar actividades que le permitan moverse libremente y descargar emociones.


-Ofrecer materiales de desecho (de cartón, de plástico, de papel, etc.) para brindarles el “permiso” de romper, razgar, destruir y destrozar.


-¡El juego favorece el desarrollo de la imaginación y de la motricidad! ¡Jugar es importante!


-Facilitarles objetos que permitan el ejercicio de roles y funciones cotidianas como cocinar, limpiar, acunar, comprar, vender, etc. (juguetes de cocinar, autos, muñecos, ropa para disfrazarse, etc.).





Recordemos que los adultos en el vínculo cotidiano con los niños son los referentes esenciales para ir trasmitiendo actitudes positivas.






http://www.adoos.com.uy/post/17041332/psicologo
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