Una nueva epidemia de nombres impropios. El DSM-V invade la infancia en la clínica y las aulas

Noveduc libros- Colección Conjunciones. 232 páginas
Por María Cipriano
mariacipriano@elpsicoanalitico.com.ar



En Una nueva epidemia de nombres impropios el autor nos propone revisar el paradigma de subjetividad que se desprende del DSM – V (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, en su quinta versión) y, con ese fin, recorre los nuevos nombres (impropios) que el Manual propone para abordar las patologías infantiles. En él se amplía el horizonte de lo patológico (que incluye lecturas de excesos, desadaptaciones, funcionamientos discordantes con lo esperado por adultos que rodean al niño), creando nuevas “etiquetas”, así como se alienta la medicación psicofarmacológica para abordar dichos cuadros.

El autor plantea una clara posición ideológica, ética y clínica frente a estos fenómenos. Propone el abordaje del sufrimiento psíquico y la subjetividad en su complejidad corporal, histórica y representacional, en contraposición a la propuesta clasificatoria de enfermedades según signos y entidades psicológicas, enfoque que desubjetiviza y patologiza la infancia misma; asimismo, alerta sobre el peligro de aplanar los síntomas del niño con la medicación y desentenderse, así, de la estructura fantasmática que los determina.

Juan Vasen profundiza, con mirada crítica, los diversos cuadros descriptos en el DSM-V y dirá, por ejemplo, que “la tendencia a una expansión dimensional patologizante que se desarrollará será la de una incorporación de nuevos ‘diagnósticos’, cuya vaguedad y amplitud ampliarán las tasas de trastorno mental y un descenso del ‘umbral’ que ubica como trastorno a conductas antes ‘dudosas’” (Cap 1: La Biblia y el Calefón). También plantea cómo la tecnociencia toma el control de la problemática de la subjetividad: el sujeto es convertido, de este modo, en un objeto mensurable bajo “la supremacía de una ideología disciplinaria por sobre una ética de la libertad”, tomando las palabras de E. Roudinesco. Esto último es desarrollado por el autor en el Cap. 2, El asesinato del Alma, tomando cinco atajos –así los llama- : la descontextualización de la niñez actual, las clasificaciones “neutralmente” tecnocráticas, las construcciones de entidades bio-genéticas, la medicalización de la infancia y la masificación de la discapacidad.

En los siguientes capítulos, recorrerá los diversos nombres impropios que el Manual propone: El ADD (La “epidemia” del “mal” llamado ADD) , la Bipolaridad (Una bi-polaridad que no es bipolar), los Trastornos Generalizados del Desarrollo (Un trastorno demasiado generalizado del concepto de desarrollo), el Autismo (Autismos), el Síndrome de Asperger (Síndrome de Asperger: la expansión impropia de un nombre propio), las Psicosis Infantiles (Psicosis Infantiles: ¿síntoma o formación clínica?), el Trastorno límite de la personalidad o Borderlines (Borders: la frontera como territorio y la ansiedad como síntoma), Los Trastornos oposicionistas, desafiantes y de conducta (Trastornos y oposiciones evidenciados en las conductas) y los diversos Trastornos de ansiedad (Trastornos por ansiedad: la neurosis desmentida). Nombres impropios por ser categorías, por objetalizar el sufrimiento, ampliando el horizonte de lo patológico y creando el campo propicio para su medicalización.

En el Epílogo (La infancia entre la molécula, la ficción y lo que no tiene nombre) el autor plantea: “Esa vulnerabilidad del cuerpo, el hecho de que existan las enfermedades, el sufrimiento, los duelos y la propia muerte, es la condición del sabor del mundo. Superar por cuenta propia o con la ayuda y escucha de otros nuestras limitaciones y temores, nuestros síntomas y dificultades, asumir el hecho de no ser inmortales, nos hace vivir con el fervor. En cambio, si perdemos nuestro cuerpo, si lo perdemos al convertirlo en un conjunto de engramas y moléculas, perdemos toda la sensorialidad del mundo, todo el sabor del mundo”.

Resulta necesario advertir acerca del riesgo de simplificar fenómenos complejos en una sociedad que tiende a simplificarlos, empujando al sujeto a adecuarse a ciertos moldes predeterminados, sin detenerse a veces en la escucha del sufrimiento, del conflicto, desconociendo o, si de niños hablamos, invalidando la subjetividad.

Este libro es un aporte fundamental para crear alternativas que eleven la voz frente a la cosificación que propone la clasificación, a través de nombres impropios o fármacos excesivos. Algo que el libro de Juan Vasen deja claro es que pensar los procesos de subjetivación, pensar categorías diagnósticas sin obviar una mirada meticulosa sobre la singularidad, dando cuenta de la complejidad y dinamismo en juego (en sus aspectos provisorios, en transformación o estructuración) y teniendo presente las formas en que el sujeto se posiciona en el mundo para amar, pensar, gozar, sufrir, sigue siendo el gran paradigma que caracteriza nuestra clínica con niños.


http://www.adoos.com.uy/post/17041332/psicologo

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