Cambiar de vida

A menudo llegan hasta nuestro correo electrónico unos de esos “Power Point” cargados de emotividad que nos hablan de la posibilidad de recomenzar, de “resetearnos” y afrontar la vida de otra forma, de llevar una nueva vida cargada de optimismo y energía. Estas láminas suelen tener unos fondos exhuberantes, con cascadas tropicales, lagunas brillantes quietas e inmensas, planetas flotantes, amaneceres más propios de un libro de religión o desiertos abrasadores que parecen arena de playa.

No tenemos claro si nuestra vida es interesante o no. A veces pensamos que es nuestra vida y ya está… Pero las películas donde los protagonistas acuden al encuentro de apasionantes aventuras con amores sorpresa, viajes, retos y triunfos nos desaniman y nos llenan de deseos que no podemos satisfacer, al menos de forma inmediata. Esto nos lleva la frustración y a la sensación tremenda de que se nos escapa la vida, que se nos va si apenas vivirla…

La amenaza cotidiana no son los telefimes, sino los Powers que nos asedian en el trabajo y al llegar a casa y abrir nuestro correo privado… Son ellos los responsables de que ese mar en calma vuelva a la galerna eterna del desasosiego vital.

Después de robarle unos minutos a nuestro desempeño diario para leer emocionados sus frases vitales y llenas de esperanza (en ocasiones un tanto ñoñas, adolescentoides casi siempre), cerramos el correo y volvemos al traqueteo del ordenado ordenador o al aliño de estúpidos papeles que, tras nuestra solaz lectura del “Power”, desearíamos ver ardiendo en la hoguera de algún refugio junto a uno de los lagos de las láminas visionadas.

¿Será cierto eso de que hay otra vida que podemos vivir? ¿Será verdad que otros lo han conseguido ya?.. Estas preguntas nos zarandean los hemisferios cerebrales hasta que, poco a poco, la informática real nos devuelve a nuestra existencia real, abandonando virtuales parajes que se van disolviendo hasta que una nueva entrega nos devuelve nuestras preguntas… ¿Y si fuera verdad que se puede encontrar un sitio así, vivir con una persona así y no tener las preocupaciones que tanto me preocupan?

¿Será verdad que se puede alcanzar el cielo de una nueva vida, o se trata sólo de estúpidas laminitas que se abren y se cierran en mi ordenador?

Desde luego que se puede cambiar de vida, que se puede ser más feliz, pero no tema; no deberá mudarse a ningún desierto ni tendrá que ducharse bajo una cascada el resto de su vida.

Cambiar de vida es posible, pero usted no está dispuesto a hacerlo. No, porque los cambios no le van a dejar retozar mansamente en su sofá (su placer más grande, en muchas ocasiones), ni levantarse a las once. A veces el diagnóstico es tan pererso que no se trata de cambiar de vida sino de volver a ella. No, usted no lo va a intentar siquiera porque ya no está para esos trotes a sus cuarenta o cincuenta y tantos. Mejor seguir viendo por televisión como otros conquistadores le quitan a la chica o al chico, y cómo resuelven complicadas situaciones con valor y resolución.

¿Hacer deporte? Para mantener su cuerpo en forma y su mente en un plena actitud positiva y posibilista es necesario hacer deporte, más allá de colocar el codo en la barra de los bares o ese paseo que se da hacia su trabajo, con el que se consuela pensando que así le baja el colesterol. No, hablamos de dedicar una o dos horas al día a correr, subir cuestas en bicicleta, practicar voley o hacer paddle. Tampoco nos referimos a ese desfile de modelos que hacen algunos los sábados por el club de paddle o el gimnasio. ¡Todos los días!

¿Dejar el alcohol? No hablamos de beber menos, hablamos de eliminar esa barriga y dejar que su mente fluya libre de asquerosas sustancias… Se trata de eliminar para siempre el alcohol de su vida y volver a sentir las cosas como son, sin aditivos. Pero usted no está dispuesto a dejar el alcohol (y además dicen que va bien para el colesterol en pequeñas cantidades).

¿Comer de forma frugal? Esto es lo que le faltaba a usted para dejar de leer este artículo que nunca debió comenzar a leer. ¿Pero cómo nos puede pedir este hombre que renunciemos a los chuletones, el pan y las barbacoas de costillas con su salsa… Eso sí que no. Seguro que prefiere ver cómo un protagonista delgado y fuerte se lleva a la guapa o el guapo de la fiesta mientras usted engulle cerveza y cortezas en el sofá.

¿Meditar? Bastante tiene usted con lo que le hacen pensar en el trabajo, y con tratar de contener esos pensamientos automáticos (final de mes, los niños, el coche, el jefe, el informe tal…) que le asaltan de forma permanente y le producen tanto estrés.

¿Mostrar sentimientos? De eso nada, que luego vienen y te “dan el palo”. No, con los sentimientos no se juega y usted menos que nadie.

¿Arriesgarse? Pero bueno, en la sociedad de lo seguro, del confort cómo alguien propone algo que se relacione con aumentar los niveles de riesgo…

No es fácil cambiar de vida; nadie ha dicho que lo fuera. Nos exige muchas renuncias. Además, siempre le queda la cosa de seguir abriendo los Powers y soñar durante unos minutos, o alquilar una peli de aventuras y verla tumbado sobre su desgastado sofá.

Le pedimos perdón al amable lector (si es que ha sido capaz de llegar hasta aquí) si hemos sido demasiado bruscos en nuestros postulados. Se trataba de hacerle despertar del letargo de confort al que ha llegado con la edad y de evitar que le aparezcan los temidos síntomas de la depresión en algún momento de su vida..

Original de Luis Folgado. Consultas de Psicología Madrid



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