El juego en la Infancia

Sabemos que el objetivo fundamental en la tarea de ser padres consiste en educar a los niños y ayudarles a crecer. Pero, ¿cómo lograr que esta labor se cumpla con éxito?, ¿cómo podemos favorecer el desarrollo de las habilidades básicas en nuestros hijos/as, así como su autoestima, su autonomía y sus valores personales y sociales?.

Para resolver estas incógnitas nos ocuparemos del periodo de edad comprendido entre los tres y los seis años. En esta etapa, denominada "primera infancia", el niño se expresa fundamentalmente a través del juego, que tiene un elevado potencial lúdico y educativo. Jugando el niño disfruta y se entretiene, pero además esta actividad resulta esencial para adquirir las habilidades, valores e ideas, básicos en su proceso de crecimiento.

Jugar responde a la necesidad de los niños de mirar, tocar, inventar, expresar, soñar ... Supone la principal actividad de la vida infantil y constituye el deseo de vivir y disfrutar de la vida, con actitud de iniciativa y descubrimiento, como impulso vital y fuente de alegría expresados mediante la actividad libre y espontánea que supone jugar.

El juego adquiere un gran valor psicopedagógico en los niños siendo la fuente más importante de progreso y aprendizaje. Facilita la expresión de sentimientos, la descarga de tensiones y la adquisición de la competencia lingüística. Jugando se estimula la imaginación, la creatividad y la formación del pensamiento simbólico, posibilitando el desarrollo del ingenio y la inteligencia.
La infancia supone un periodo relacionado con la creciente capacidad del hombre para adaptarse a un medio cada vez más complejo y difícil de predecir de antemano. Los juegos resultan herramientas especialmente diseñadas para una exploración paulatina y gozosa del mundo, de los demás e incluso de uno mismo. Jugar a disfrazarse o a representar personajes que escenifiquen situaciones difíciles de su día a día les ayuda a experimentar, ensayar y hacerles frente disminuyendo su dramatismo e importancia.

Gracias a actividades como correr, dar patadas a la pelota, montar en bici o patinar... se facilita un adecuado crecimiento del cuerpo ya que permiten aumentar su fuerza muscular, sus habilidades motoras y su autonomía. De igual modo, jugar con la plastilina, dibujar, pintar y recortar con las tijeras desarrollan su destreza manual.

A esta edad el niño tiene una "visión mágica del mundo", donde casi todo es posible. Su capacidad progresiva para expresarse mediante el lenguaje hablado refleja una gran curiosidad sobre cuestiones como el origen de la vida, "los por qué", las diferencias entre los sexos y la imitación del progenitor del mismo sexo. En estas edades el niño idealiza a sus padres y resulta fundamental que compartan los juegos con él, que le cuenten cuentos, le canten canciones o jueguen a las adivinanzas, así como que favorezcan la relación con sus compañeros y amigos.
El juego en compañía de otros niños favorece la sociabilidad y representa una valiosa forma de trasmisión de valores como: la cooperación, la solidaridad, el respeto y el afán de superación. Estimula en los niños pautas de comportamiento social y actitudes de convivencia, tolerancia y compañerismo.

Los niños aprenden sobre todo a través de lo que ven, de modo que mediante el juego les podemos explicar los riesgos de ciertas conductas ( jugar con enchufes, cruzar la calle sin mirar...) para prevenir accidentes. Por el mismo motivo es necesario verificar, en los más pequeños, que los juguetes que utilizan sean adecuados para su edad ( sin piezas pequeñas que se puedan tragar, etc.).

Resulta fundamental destacar el importante papel de los adultos para estimular la capacidad de jugar de los niños, ofreciéndoles juegos ( que no juguetes) que despierten sus sentidos, espacios adecuados que faciliten el juego y amigos con quien compartirlos. Dedicarles tiempo para poder jugar es necesario así como acompañarles estando a su disposición, pero sin dirigir ni imponer el juego. Los ratos de juego son, sobre todo, ratos de divertimento que resultan útiles para su desarrollo en la medida en que son ellos los propios protagonistas, manteniéndose al margen de las exigencias y limitaciones de la realidad externa y pudiendo explorar el mundo con frecuencia sin estar los adultos presentes. El objetivo es que los niños sean cada vez más autónomos en sus juegos.

Berta Villanueva Manjón
Psicóloga del Centro de Psicología EBER
http://www.adoos.com.uy/post/17041332/psicologo

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