La depresión: en qué consiste y cómo se trata

Características de las personas que están deprimidas


1. Tienen una visión negativa de sí mismos. Se ven torpes, desgraciados y sin valor personal. Atribuyen sus experiencias desagradables a un defecto suyo y, como consecuencia, se ven inútiles y carentes de valor. Se critican a sí mismos, se culpabilizan y piensan que carecen de la capacidad necesaria para sentirse felices y llevar la vida que les gustaría.

2. Interpretan la realidad de forma negativa y tienden a centrarse más en el lado malo de las cosas. Por ejemplo, si alguien se porta bien con ellos, pueden pensar que es por lástima o porque espera algo a cambio y no por una verdadera amistad. Esto es debido a que al valorarse tan poco a sí mismos piensan que no es posible que los demás sientan cariño por ellos o los valoren como personas.

3. Tienen una visión negativa del futuro. Piensan que sus penas y dificultades no terminarán nunca. Esperan lo peor del futuro; esperan que las cosas les salgan mal hagan lo que hagan y, como consecuencia, no están motivados para actuar e intentar cambiar.

El resto de los síntomas son consecuencia de estas tres características básicas: las ideas de suicidio suponen un deseo de escapar a una situación que ven como insoportable e irresoluble; la apatía y la falta de energía provienen de la creencia de que van a fracasar en todo cuanto se propongan y, por tanto, es absurdo intentar nada.

Algunas de las creencias que predisponen a la depresión

Para ser feliz debo tener éxito en todo lo que me proponga.

Para se feliz debo obtener la aceptación y aprobación de todo el mundo.

Si cometo un error significa que soy un inepto.

No puedo vivir sin ti.

Si alguien se muestra en desacuerdo conmigo significa que no le gusto.

Mi valía personal depende de lo que otros piensen de mí.


¿Por qué mantienen estas creencias que les hacen sufrir?


Esto se debe a que las personas, en general, aprenden modos específicos de responder a situaciones similares. Una vez aprendida, la respuesta tiene lugar de forma automática, sin apenas darse cuenta de lo que están pensando. Es algo parecido a lo que sucede cuando un conductor veterano se detiene ante un semáforo en rojo de forma automática, sin ser consciente de ello. Estos patrones de pensamiento automáticos reciben el nombre de esquemas cognitivos. A veces, las personas aprenden esquemas cognitivos inadecuados que hacen que se sientan mal sin ser conscientes de que están interpretando la realidad erróneamente.

Algunas experiencias tempranas constituyen la base para formar conceptos negativos sobre uno mismo, el mundo y el futuro. Una vez formados estos esquemas cognitivos, pueden permanecer latentes y ser activados más tarde por determinadas circunstancias parecidas a las experiencias inicialmente responsables de la formación de dichos esquemas.

Por ejemplo, la ruptura de una pareja puede activar el concepto de pérdida irreversible asociado con la muerte de uno de los padres sucedida durante la infancia.

De este modo, las situaciones desagradables de la vida no conducen necesariamente a una depresión, sino que dependen de cómo esa persona interprete los acontecimientos.

Una vez que aparecen los primeros pensamientos y conductas depresivas, van a influir también en lo que suceda posteriormente. Por ejemplo, el individuo deprimido puede que no tenga ganas de ver a sus amigos y estos pueden interpretarlo como falta de interés y responder con rechazo o con críticas que agravarán el auto-rechazo y la autocrítica del deprimido, el cual podrá alejarse aún más de sus amigos o familiares.

De este modo entra en un círculo vicioso en el que sus ideas le hacen sentir mal y al actuar en base a esas ideas y sentimientos, esta conducta inapropiada produce resultados negativos que agravan los síntomas. De este modo, puede sentirse cada vez más deprimido y resultarle más difícil cambiar sin ayuda profesional.

Las circunstancias de la vida


No solamente hay que tener en cuenta las interpretaciones que cada persona haga de la realidad sino también cuál es esa realidad en sí misma, ya que a veces no basta con aprender a interpretar las situaciones de forma más realista, sino que, además, es necesario hacer ciertos cambios en la vida. La terapia puede ayudarles a determinar qué es lo que realmente desean y a sentirse capaces de llevar adelante esos cambios, combatiendo pensamientos como "no seré capaz", "es demasiado tarde", "qué pensarán de mí" o cualquier otro tipo de pensamiento que esté coartando su propia libertad y capacidad para ser feliz.

La terapia

Consiste en identificar esas creencias y esquemas cognitivos inapropiados y cambiarlos por otros más realistas y adaptativos, tal y como hemos explicado en el apartado sobre Terapia Racional Emotiva. Muchos de estos esquemas se basan en reglas familiares y sociales. Por ejemplo, si un padre o madre le dice a su hijo: "sé bueno o no te querré", el niño llegará a desarrollar el esquema: "mi valía depende de lo que otras personas piensen de mí". De este modo, puede convertirse en un adulto que trata de gustar siempre a todo el mundo, que evita todo tipo de discusión y que jamás dice a los demás algo que pueda molestarles, aunque sea para hacer valer sus derechos. Pero es muy probable que esta persona no sea plenamente consciente de que esas ideas pasan por su mente cada vez que se relaciona con alguien.

Para darse cuenta de estos pensamientos es necesario observarse a uno mismo y estar dispuesto a descubrirlas, aunque pueda no gustarnos lo que veamos. El primer requisito, por tanto, para una psicoterapia es estar dispuesto a adentrarse en uno mismo, aceptar que no somos seres perfectos y que es posible que estemos teniendo creencias erróneas respecto a los demás, al mundo y a nosotros mismos.




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