Depresión Anaclítica

(fr. dépression anaclitique; ingl. anaclitic depression; al. anaklittische Depression). Síndrome depresivo de la primera infancia.

A partir de 1945, R. Spitz describe bajo el nombre de depresión anaclítica un síndrome sobrevenido en el curso del primer año del niño, consecutivo al alejamiento brutal y más o menos prolongado de la madre tras haber tenido el niño una relación normal con ella. Su cuadro clínico es el siguiente: pérdida de la expresión mímica, de la sonrisa; mutismo: anorexia; insomnio; pérdida de peso; retardo psicomotor global. La depresión anaclítica, que resulta de una carencia afectiva parcial, es reversible. A menudo cesa muy rápidamente desde que la madre (o el sustituto materno) es restituida al niño. Se opone al hospitalismo, igualmente descrito por Spitz, donde la separación madre-hijo, total y durable, puede engendrar estragos irreversibles. La depresión anaclítica sigue siendo, sin embargo, en su proceso dinámico, fundamentalmente diferente de la depresión en el adulto.
Alemán: Anlehnungsdepression. Francés: Dépression anaclitique. Inglés: Anaclitic depression.
Término creado por René Spitz en 1945 para designar un síndrome depresivo que sobreviene en el niño privado de su madre después de haber tenido con ella una relación normal durante los primeros meses de vida. La depresión anaclítica se distingue del hospitalismo, otro término forjado por Spitz para designar la separación duradera de la madre y el niño, provocada por una estada prolongada de este último en un medio hospitalario, y que entraña trastornos profundos, a veces irreversibles o de naturaleza psicótica. La depresión anaclítica puede desaparecer cuando el niño vuelve a encontrar a la madre. En la literatura psicoanalítica inglesa y norteamericana, "anaclisis", voz de la que deriva el adjetivo "anaclítico", es el equivalente de "apuntalamiento". Anaclítico ca adj. (fr. anaclitique; ingl. anaclitic, al. Anlehnungs-). Designa una función de apoyo, de apuntalamiento [étayage], en la traducción de ciertos textos de Freud, en especial los referidos a su teoría de las pulsiones y de la elección de objeto (véase elección de objeto en apoyo). El adjetivo «anaclítico» ha sido introducido en algunas traducciones francesas (y españolas] de Freud, que se inspiraron así en el empleo del término «anaclitic», utilizado en la bibliografía psicoanalítica de lengua inglesa. Es preferible la expresión «en apoyo» [o «por apuntalamiento»], en especial cuando se trata de la elección de objeto, por tener el término «apuntalamiento» la ventaja de ser más común, lo mismo que el término alemán que traduce, y por marcar mejor que la cuestión de la elección de objeto se vincula de manera muy clara con la teoría general de las pulsiones. Anaclítico(adj) Al.: Anlehnungs-. - Fr.: anaclitique. - Ing.: anaclitie, attachment. - It.: anaclitico o per appoggio. - Por.: anaclítico. Véase: Apoyo y Elección objetal anaclítica o por apoyo. 1) El adjetivo anaclítico (del griego auahliuw, acostarse sobre, apoyarse en) fue introducido en la literatura psicoanalítica de lengua inglesa y recogido por los traductores franceses y españoles para traducir el genitivo Anlehnungs- en expresiones tales como Anlehnungstypus der Objektwahl (traducido generalmente por «tipo anaclítico de elección objetal»). Pero lo que forzosamente escapa al lector de las obras de Freud en sus traducciones es el hecho de que el concepto Anlehnung constituye una pieza fundamental de la primera teoría freudiana de las pulsiones; Freud se refiere a ella en muchas otras ocasiones, aparte de aquellas en que trata de la elección objetal «anaclítica»: con gran frecuencia se encuentra, ya la forma substantiva Anlehnung, ya formas verbales como sich an (etwas) anlehnen. Pero estas formas se han traducido de diversos modos, por lo cual el concepto Anlehnung no ha podido ser captado con claridad por los lectores de Freud. Actualmente se plantea, pues, un problema terminológico. La palabra «anaclítico» forma parte ya del vocabulario internacional del psicoanálisis y no es posible suprimirla. Pero el substantivo anaclisis, que traduciría Anlehnung, no se acepta. Por lo demás, las palabras «anaclisis» y «anaclítico» presentan el inconveniente de ser palabras cultas, creadas artificialmente, mientras que Anlehnung forma parte del lenguaje corriente. Por ello proponemos como equivalente la palabra apoyo (étayage), que ya ha sido utilizada por algunos traductores (especialmente por B. Reverchon-Jouve en su traducción de Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad [Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie, 1905]), que tiene la ventaja de encontrarse también, como Anlehnung, en su forma verbal: apoyarse en. Incluso la expresión ya consagrada por el uso de «elección objetal de tipo anaclítico» debería substituirse por «elección objetal por apoyo». 2) La palabra «anaclítico» se utiliza en ocasiones en un sentido más laxo, que no guarda relación directa con la utilización de este concepto en la teoría freudiana, por ejemplo en la expresión «depresión anaclítica» (anaclitic depression). Anagógica(interpretación) Introducida por Silberer en 1914 en sus Probleme der Mystik und ihrer Symbolik, la noción de interpretación anagógica es comentada por Freud en una nota del «Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños» para designar la presencia -en el sueño- de símbolos que dan figuración a experiencias espirituales y pensamientos abstractos cuya figurabilidad representa una exigencia que trasciende el funcionamiento natural del aparato psíquico; con el desarrollo de la segunda tópica, un nuevo análisis del proceso descrito por Silberer se inspirará en el rol reconocido al superyó o al ideal del yo en la génesis de estos símbolos. Anal(estadio) (fr. stade anal; ingl. anal stage; al. anale Stufe). Estadio pregenital de la organización libidinal que S. Freud sitúa entre los estadios oral y fálico (entre 2 y 4 años). El estadio anal está caracterizado por el predominio de las pulsiones sádica y erótico-anal y por la oposición actividad-pasividad, siendo la actividad la manifestación de la pulsión de aprehensión, y la pasividad, la del erotismo anal propiamente dicho, cuya fuente es la mucosa anal erógena. Según S. Freud, en el estadio anal, como en el estadio genital, la organización de las pulsiones sexuales permitiría una relación con el objeto exterior. Sin embargo, después de la instauración definitiva de la organización genital, las mociones pulsionales del erotismo anal continúan manifestándose en las producciones del inconciente (ideas, fantasmas y síntomas). En el inconciente, escribe Freud (1917), «los conceptos de excremento (dinero, regalo), de hijo y de pene se separan mal y se intercambian fácilmente entre ellos». Del mismo modo, señala que, en los sujetos que sufren de neurosis obsesiva, los fantasmas concebidos primitivamente a la manera genital «se trasforman en fantasmas de naturaleza anal». Al hablar (1917) del primer regalo (el excremento) del lactante a la persona amada, Freud destaca que el niño se encuentra por primera vez ante la siguiente elección: o bien cede el excremento y lo «sacrifica al amor», o bien lo retiene «para la satisfacción autoerótica y, después, para la afirmación de su propia voluntad». Esta última elección prefigura uno de los aspectos del carácter anal: la obstinación. Las otras particularidades, según Freud, son el orden y la economía, o, siguiendo otra formulación, la avaricia y la pedantería. Estos rasgos se vuelven a encontrar en el carácter obsesivo, donde toman la forma de defensas reactivas. Véase estadio. Analizante s. (fr. analysant, e). Sujeto que está en análisis. El término analizante, empleado a partir de Lacan en lugar del término analizado, o del término paciente, indica con bastante nitidez que el sujeto no se dirige al analista para «hacerse analizar». Es él quien tiene a su cargo la tarea de hablar, de asociar, de seguir la regla fundamental. Lo que no suprime en nada la responsabilidad particular del analista en la conducción de la cura. Análisis de controlo supervisado Al.: Kontrollanalyse. - Fr.: psychanalyse controlée o sous controle. - Ing.: control o supervisory o supervised analysis. - It.: analisi di controllo o sotto controllo. - Por.: análise sob contróle, o supervição. Psicoanálisis llevado a cabo por un analista en período de formación y del cual da cuenta, periódicamente, a un analista experimentado que le guía en la comprensión y la dirección de la cura y le ayuda a tomar conciencia de su contratransferencia. Este tipo de formación está especialmente destinado a permitir al alumno captar en qué consiste la intervención propiamente psicoanalítica, en comparación con otras formas de actuación psicoterápica (sugestión, consejos, orientaciones, esclarecimientos, apoyo, etc.). La práctica del análisis de control se instauró alrededor de 1920, para convertirse progresivamente en un elemento fundamental de la formación técnica del psicoanalista y condición previa de su habilitación para la práctica. Hoy en día, en las diversas Sociedades de Psicoanálisis, se admite que el candidato no puede ser autorizado a emprender un análisis de control (generalmente se prevé la práctica de, por lo menos, dos) hasta que su propio análisis didáctico se halle suficientemente avanzado. Análisis didáctico Al.: Lehranalyse, didaktische Analyse. - Fr.: analyse didactique. - Ing.: training analysis. - It.: analisi didattica. - Por.: análise didática. Psicoanálisis a que se somete el que quiere dedicarse al ejercicio de la profesión de psicoanalista y que constituye la pieza fundamental de su formación. El descubrimiento del psicoanálisis se halla íntimamente mezclado con la exploración personal que Freud hizo de sí mismo (véase: Autoanálisis). Desde un principio comprendió que sólo podía llegarse a la práctica del análisis mediante el conocimiento de su propio inconsciente. En el Congreso de Nuremberg, en 1910, Freud consideró un Selbstanalyse (literalmente: análisis de sí mismo) como condición a exigir para que «[...] el médico pueda reconocer en sí y dominar la contratransferencia». ¿Alude Freud aquí al autoanálisis o a un psicoanálisis dirigido por un tercero? El término Selbstanalyse no permite aclararlo. Según el contexto, puede pensarse que se trata más bien de un autoanálisis, pero juzgando por la reseña que hizo Otto Rank del Congreso, Freud tenía presente también la institución del análisis didáctico. Sea como fuere, parece que, en su opinión, por aquellas fechas todavía no estaba firmemente establecido el valor insubstituible del análisis didáctico en comparación con el autoanálisis. El valor formativo del análisis personal se reconoce más claramente en los Consejos al médico en el tratamiento analítico (Ratschläge für den Arzt bei der psychoanalytischen Behandlung, 1912); aquél se relaciona con la teoría según la cual el analista « [...] debe volver hacia el inconsciente del enfermo, emisor, su propio inconsciente como órgano receptor». Para hacerlo, el analista debe ser capaz de comunicar -más libremente con su propio inconsciente (véase: Atención flotante), ,y esto es precisamente lo que ha de conseguir, en principio, mediante el análisis didáctico; Freud elogia a la escuela de Zurich por haber «[...] exigido que todo aquel que desee practicar análisis en otros, ha de someterse, previamente, a un análisis por alguien experimentado». En 1922, en el Congreso de la Asociación Psicoanalítica Internacional, dos años después de la fundación del Instituto de Psicoanálisis de Berlín, se establece la exigencia del análisis didáctico para todo candidato a analista. Al parecer fue Ferenczi quien más contribuyó a subrayar el valor del análisis didáctico, que considera como la «segunda regla fundamental del psicoanálisis». En opinión de Ferenczi, el análisis didáctico no es menos completo ni menos profundo que el análisis terapéutico: «Para mantenerse firme frente a este ataque general por parte del paciente, es preciso que el propio analista haya sido plena y totalmente analizado. Insisto en ello, porque con frecuencia se considera suficiente que un candidato pase, por ejemplo, un año familiarizándose con los principales mecanismos en lo que se llama su análisis didáctico. Se confía que los progresos ulteriores los adquirirá en el curso de su propia experiencia. Ya he dicho repetidamente, en ocasiones anteriores, que, en principio, no puedo admitir diferencia alguna entre un análisis terapéutico y un análisis didáctico, a lo cual deseo añadir todavía lo siguiente: así como con fines terapéuticos no se precisa llegar siempre a la profundidad de que hablamos al referirnos a un análisis completamente terminado, el analista, del cual depende la suerte de tantas otras personas, debe conocer y controlar hasta las más íntimas debilidades de su carácter; y esto es imposible sin un análisis plenamente acabado». Los requisitos establecidos por Ferenczi se hallan hoy en día generalmente admitidos; tienden a hacer del análisis personal del individuo que aspira a ser analista una empresa en la que pierde importancia la adquisición de conocimientos mediante la experiencia, aspecto que el calificativo de didáctico sitúa indebidamente en primer plano. El problema, tanto teórico como práctico, inherente al concepto mismo y a la institucionalización del análisis didáctico (es decir, ¿cómo un análisis puede dirigirse, de entrada, a una finalidad particular, a una «representación-fin» tan destacada como es la de obtener de una institución, en la que la apreciación del analista didáctico desempeña un importante papel, como es la habilitación para el ejercicio de una profesión?) ha sido objeto de discusiones, que todavía siguen, dentro del movimiento psicoanalítico. Análisis didáctico Alemán: Lehranalyse o didaktische Analyse. Francés: Analyse didactique. Inglés: Training analysis. Expresión empleada a partir de 1922, y adoptada en 1925 por la International Psychoanalytical Association (IPA), para designar el psicoanálisis de quienes se forman para la profesión de psicoanalistas. Se trata de una formación obligatoria. Carl Gustav Jung, trabajando con Eugen Bleuler en la Clínica del Burghölzli, fue quien tuvo primero la idea de "tratar a los estudiantes como pacientes", y fue también él, como subrayó Sigmundo Freud en un artículo de 1912, quien "destacó la necesidad de que toda persona que quiera practicar el análisis se someta antes ella misma a esa prueba con un analista calificado". A principios de siglo, Freud tomó la costumbre de tratar con psicoanálisis algunos de sus discípulos que presentaban trastornos psíquicos: Wilhelm Stekel, por ejemplo. Jung hizo lo mismo en la clínica de Zurich, donde ciertos internados adoptaban después el método que los había "curado", con la inquietud de ayudar a sus semejantes. Por otra parte, varios de los pioneros del psicoanálisis, desde Poul Bjerre hasta Viktor Tausk, pasando por Hermine von Hug-Hellmut e incluso Melanie Klein, padecían las mismas enfermedades psíquicas que sus pacientes y, al igual que Freud con su autoanálisis, experimentaron con los principios de la investigación del inconsciente. En este sentido, Henri F. Ellenberger tiene razón al señalar que el análisis didáctico deriva a la vez de la "enfermedad iniciática" que le otorga al chamán su poder curativo, y de la "neurosis creadora", tal como la vivieron y describieron los grandes pioneros del descubrimiento del inconsciente. El principio del análisis didáctico enraizó espontáneamente en el corazón de la Sociedad Psicológica de los Miércoles, y después fue elaborándose en virtud de las reflexiones del movimiento sobre la contratransferencia. Como no había ninguna regla establecida, Freud y sus discípulos no vacilaron en tomar en análisis a allegados (amigos, amantes de uno u otro sexo) o a los miembros de sus propias familias (esposas, hijos, sobrinos), ni en mezclar estrechamente las relaciones amorosas y profesionales. Fue así como Jung se convirtió en amante de Sabina Spielrein, Freud analizó a su propia hija y se encontró implicado en un increíble embrollo con Ruth Mack-Brunswick, Sandor Ferenczi fue el analista de su mujer y de la hija de ella, de la que se enamoró, y Erich Fromm se convirtió en el terapeuta de la hija de Karen Horney, habiendo sido compañero de esta última. En 1919, en el Congreso de la IPA en Budapest, Hermann Nunberg propuso por primera vez que una de las condiciones exigidas para ser psicoanalista fuera haberse analizado. Pero Otto Rank, apoyado por Ferenczi, se opuso al votarse la moción. No obstante, la idea se abrió camino, y la creación en 1920 del famoso Berliner Psychoanalytisches Institut (Instituto Psicoanalítico de Berlín, o BPI), integrado al Policlínico del mismo nombre, desempeñó un papel decisivo en el establecimiento de la cura didáctica en el seno de la IPA. En 1925, en el Congreso de Bad-Hombourg, por iniciativa de Max Eitingon, se hizo obligatorio el análisis didáctico para todas las sociedades psicoanalíticas, junto con el análisis de control. A partir de esa fecha se comenzaron a considerar como transgresiones las costumbres anárquicas de la época anterior. A los ojos de los dirigentes de la IPA, el establecimiento de normas debía permitir la socialización de las relaciones entre maestro y discípulo, y alejar las prácticas idolátricas y de imitación a Freud. Ahora bien, con el transcurso de los años la IPA se transformó en un vasto aparato obsesionado por el culto de la personalidad. En 1948, Michael Balint comparó el sistema de la formación analítica con las ceremonias iniciáticas: "Sabemos que el objetivo general de todos los ritos de iniciación es forzar al candidato a identificarse con su iniciador, introyectar al iniciador y sus ideales, y construir, a partir de sus identificaciones, un superyó fuerte que lo dominará durante toda la vida". De tal modo se volvía a encontrar en el análisis didáctico esa fuerza de la sugestión que Freud, sin embargo, había desterrado de la práctica del psicoanálisis. En consecuencia, sus herederos corrían el riesgo de transformarse en discípulos devotos de pequeños maestros, de tomarse por nuevos profetas, o incluso de aceptar en silencio la esclerosis institucional. Esta crisis de la formación psicoanalítica marcó todos los debates de la segunda mitad del siglo XX, y originó numerosos conflictos en el movimiento freudiano, desde las Grandes Controversias, en el curso de las cuales se opusieron kleinianos y annafreudianos, hasta la escisión francesa de 1963, que llevó a Jacques Lacan a abandonar la IPA. En el interior de la legitimidad freudiana, tanto en los Estados Unidos como en Gran Bretaña o en la Argentina, numerosos psicoanalistas cuestionaron la rigidez burocrática de las reglas del análisis didáctico. Se contaron entre ellos Siegfried Bernfeld, Donal Woods Winnicott, Masud Khan, Marie Langer, etcétera. Análisis directo AI.: Direkte Analyse. - Fr.: analyse directe. - Ing.: direct analysis. - It.: analisi diretta. - Por.: análise direta. Método de psicoterapia analítica de las psicosis preconizado por J. N. Rosen. Su nombre proviene de la utilización de «interpretaciones directas» dadas a los pacientes, y que pueden definirse del siguiente modo: a) se refieren a contenidos inconscientes que el sujeto expresa, verbalmente o no (mímica, postura, gestos, conducta); b) no exigen un análisis de las resistencias; c) no utilizan necesariamente la mediación de las cadenas asociativas. Este método implica además una serie de procedimientos técnicos destinados a establecer una relación afectiva estrecha, de «inconsciente a inconsciente», en la cual el terapeuta «debe convertirse para el paciente en la figura materna que no cesa de dar y de proteger». Este método fue expuesto y enriquecido por J. N. Rosen a partir de 1946. El calificativo «directo» sirve para definir especialmente un tipo de interpretaciones. Éstas se basan en la teoría según la que, en las psicosis, y especialmente en la esquizofrenia, el inconsciente del individuo, desbordando las defensas, se expresa abiertamente en sus palabras y sus comportamientos. La interpretación directa no haría sino explicitar con mayor claridad lo que el paciente ya sabe. Su eficacia no depende, por consiguiente, de un aumento del insight, sino del establecimiento y consolidación de una transferencia positiva: el paciente se siente comprendido por un terapeuta, al cual atribuye la comprensión omnipotente de una madre ideal; se siente tranquilizado por las palabras que aluden al contenido infantil de su angustia y le demuestran la falta de fundamento de ésta. Además de las interpretaciones, el análisis «directo», en el sentido amplio del término, implica cierto número de procedimientos activos, que distan mucho de la neutralidad que es preceptiva en el análisis de las neurosis y que, en conjunto, tienen por finalidad hacer penetrar al terapeuta en el universo cerrado del psicótico. De este modo el terapeuta llegaría a desempeñar la función de una madre amante y protectora, reparando progresivamente las graves frustraciones que el paciente habría sufrido en su infancia, a consecuencia de una madre con un instinto maternal pervertido. Análisis directo Alemán: Direkte Analyse. Francés: Analyse directe. Inglés: Direct analysis. Método de psicoterapia de inspiración kleiniana creado por el psiquiatra norteamericano John Rosen para el tratamiento de las psicosis. Fue en el marco de la evolución de la técnica psicoanalítica, y a continuación de las grandes innovaciones propuestas por los diferentes discípulos de Sigmund Freud, donde y cuando se creó este método "activo", mediante el cual el analista interviene de manera directa, y a veces violenta, para dar interpretaciones al paciente, ocupando en la transferencia la posición de una madre idealizada o de una "madre buena". Se trata de compensar el yo débil del sujeto mediante un ambiente lenguajero que remite a la situación prenatal, a fin de superar las deficiencias y carencias de la relación arcaica con la madre. Análisis existencial(daseinanalyse) Término forjado en lengua alemana en 1924 por el psiquiatra Jakob Wyrsch para designar el método terapéutico propuesto por Ludwig Binswanger. Este método combina el psicoanálisis freudiano con la fenomenología heideggeriana, y toma como objeto la existencia del sujeto en la triple dimensión del tiempo, el espacio y su relación con el mundo. Por extensión, el análisis existencial terminó abarcando a todas las corrientes fenomenológicas de psicoterapia. En Francia, Suiza y Austria se desarrolló una escuela de psicoterapia marcada por la doble corriente filosófica de la fenomenología y el existencialismo. Con ella se relacionaron dos formas de práctica: la psicoterapia existencial y el Daseinanalyse (Dasein: ser-ahí, existencia) o análisis existencial. La primera, derivada dé Soren Kierkegaard (1813-1855) y de la antigua cura de almas cara a los pastores protestantes, considera la neurosis como un "mundo inauténtico", del cual el enfermo debe tomar conciencia mediante el encuentro con un terapeuta. La segunda, creada por Ludwig Binswanger a partir de las tesis de Edmund Husserl (1859-1938) y Martin Heidegger (1889-1976), toma como objeto la estructura de la existencia individual en la neurosis y la psicosis, a fin de estudiar el devenir del tiempo, del espacio y de la representación en cada sujeto. Entre los partidarios franceses del análisis existencial encontramos a Eugène Minkowski, a Jean-Paul Sartre de El ser y la nada y al joven Michel Foucault (hasta 1954). En cuanto a Jacques Lacan, si bien él no adoptó el análisis existencial, pasó sin duda por la fenomenología de entreguerras antes de refundar filosóficamente la obra freudiana sobre otros postulados. En Austria es la teoría personalista de Igor Caruso, basada en la idea de una "psicología de las profundidades", la que mejor representa la corriente de la psicoterapia existencial. A ella se suma la logoterapia (terapia por la voluntad de sentido) del psiquiatra austríaco Viktor Frankl, quien rechaza la doctrina freudiana de la pulsión y del ello, para privilegiar un inconsciente espiritual o existencial, es decir, la parte llamada "noble" del psiquismo (el yo, el consciente). En Gran Bretaña encontramos la temática existencial esencialmente en Ronald Laing. Análisis profano Alemán: Laienanalyse. Francés: Analyse profane. Inglés: Lay-analysis. Se llama análisis profano o lego, o psicoanálisis profano o lego, al psicoanálisis practicado por no-médicos. Los dos adjetivos (lego y profano) significan también que el psicoanálisis, en la óptica freudiana, es una disciplina claramente distinta de todas las curas de alma y de todas las formas de confesión terapéutica ligadas a las diversas religiones. En consecuencia, tiene que construir sus propios criterios de formación profesional, sin enfeudarse a la medicina (de la cual forma parte la psiquiatría), ni a una Iglesia (sea ésta protestante, católica, judía, islámica o budista), ni tampoco a las religiones animistas o a las sectas. En este sentido, la única formación aceptable para un psicoanalista, sean cuales fueren sus estudios universitarios y su religión, consiste en someterse a un análisis didáctico, y después a un análisis de control, según las reglas promulgadas por la International Psychoanalytical Association (IPA) a partir de 1925. Por otra parte, estas normas han sido admitidas, con variantes, por la totalidad de los psicoanalistas practicantes que se proclaman freudianos (véase freudismo) en el mundo, sean o no miembros de la IPA, pertenezcan o no a sus diversas corrientes (lacanismo, Self Psychology, etcétera). Como el psicoanálisis está inscrito en la historia de la medicina, puesto que es uno de los grandes componentes de la psiquiatría dinámica, en la mayoría de los países se implantó a través de la medicina y la psiquiatría. En consecuencia, desde su origen ha sido esencialmente practicado por hombres y mujeres con formación médica o psiquiatrica, según las reglas de la transmisión del saber propias de cada país. Por otra parte, esto es lo que, paradójicamente, le ha asegurado su laicismo, puesto que la medicina toma partido por la ciencia más bien que por la religión. En los países donde la psiquiatría no se ha desarrollado y la locura es considerada un fenómeno de origen divino y demoníaco, el psicoanálisis no se ha implantado. No obstante, existe una contradicción entre la autonomía necesaria del psicoanálisis y los criterios de su práctica profesional cuando ésta depende de la profesión de psiquiatra o médico. Ésa es la tensión que está en el origen del gran conflicto desencadenado en 1926 por el propio Sigmund Freud con la publicación de ¿Pueden los legos ejercer el análisis?. Partidario acérrimo del análisis profano y de la práctica del psicoanálisis por los no médicos, Freud fue combatido muy duramente por sus propios discípulos, sobre todo por Abraham Arden Brill y los miembros de la muy poderosa American Psychoanalytic Association (APsaA), quienes pretendían reservar la práctica del psicoanálisis para los médicos. Debido a la emigración masiva de los psicoanalistas europeos a los Estados Unidos consecutiva al nazismo, Freud y sus partidarios perdieron la batalla del análisis profano en el período de entreguerras. En Europa, en esa época, fue en Holanda donde los conflictos entre los partidarios y los adversarios del análisis profano tomaron un cariz dramático, teñido de antisemitismo y xenofobia. A partir de 1945, con el desarrollo considerable de la psicología y de su enseñanza universitaria en los grandes países democráticos, la cuestión del análisis profano se planteó en términos nuevos. En efecto, el psicoanálisis era entonces practicado masivamente, no sólo por médicos o psiquiatras, sino también por psicoterapeutas con formación de psicólogos, recibida por lo general en la universidad. Después de haber sido absorbido por la psiquiatría, el psicoanálisis corría el riesgo de que lo engullera la psicología y de que se lo confundiera con las diversas psicoterapias. En consecuencia, los psicoanalistas reafirmaron con fuerza la existencia de sus propias instituciones, las únicas capaces de definir los criterios de la formación psicoanalítica: el análisis directo y el control (o supervisión). Análisis transaccional Alemán: Vermittelnd Analyse. Francés: Analyse transactionnelle. Inglés: Transactional analysis. Método de psicoterapia creado por el psicoanalista norteamericano Eric Berne (1910-1970), centrado en el análisis del yo en sus relaciones con los otros. Eric Berne, que nació en Montreal y emigró a los Estados Unidos, se distanció del freudismo clásico al instalarse en San Francisco después de la Segunda Guerra Mundial. Allí puso a punto el método que lo hizo célebre. Cercano a la terapia familiar, consiste en restablecer la comunicación o "transacción" entre los miembros de una familia o de un grupo social dado, a partir de un análisis de las relaciones del yo con su entorno. Analista(discurso del) En la presentación que hace del «discurso del analista» en su seminario de 1969-1970, El reverso del psicoanálisis, Lacan tiene el cuidado de descartar desde el principio toda confusión entre el discurso «analítico» y el discurso del paciente. ¿El «discurso del analista» sería entonces el que despliega el analista en la cura? Ciertamente no, puesto que Lacan insiste en el carácter esencialmente social de dicho discurso. ¿Se trataría del discurso que el analista despliega a causa de su situación en la sociedad? En este caso no podría darse otro objeto que el analista que él es en su práctica; su discurso apuntaría entonces a restituir esa realización. En otros términos, tanto en este caso como en todos los otros discursos, la determinación debe entenderse en el sentido del genitivo objetivo: en el sentido del «de Magistro». Tratándose aquí del discurso «de» el analista («sobre» el analista), tendrá por característica tomar como dominante -es decir, situar en la posición del semblante o agente (la del psicoanalista mismo)- el «plus de gozar», a, la causa del deseo. En torno de esta posición central se distribuyen: en posición de verdad, el saber (inconsciente) S2, desplazado de la posición que ocupa en el discurso «de» la histérica, en tanto que «producción»; en el lugar del otro donde se realiza el trabajo del discurso, el sujeto, metonimia de la causa del deseo a; en la posición de la producción, el significante Amo. Andersson Ola(1919-1990) Psicoanalista sueco Pionero de la historiografía experta, Ola Andersson tuvo un curioso destino en el movimiento freudiano. El único libro que escribió, y que apareció en 196~ con el título de Studies in the Prehistory of Psychoanalysis. The Etiology of Psychoneuroses (1886-1896), fue completamente ignorado en Suecia por el ambiente psicoanalítico, aunque el autor se desempeñaba en funciones académicas importantes y era responsable de la traducción al sueco de las obras de Sigmund Freud. Nacido en el norte del país, en Lulea, Ola Andersson provenía de una familia de terratenientes protestantes y puritanos que llevaron una vida itinerante antes de establecerse en Estocolmo. El padre, Carl Andersson, era funcionario y, como inspector de las escuelas primarias en el período de entreguerras, inspiró temor a toda una generación de docentes por la severidad de sus juicios. Ola Andersson realizó sus estudios de letras en Lund antes de abrazar la carrera docente. A partir de 1947 ejerció su profesión en diferentes instituciones: primero en un centro de formación para trabajadores sociales, afiliado a la Iglesia sueca, después en una escuela de psicoterapia de inspiración religiosa, y finalmente en el departamento de pedagogía de la Universidad de Estocolmo. A los veinte años ya se interesaba por el psicoanálisis. En 1948 tomó contacto con uno de los pioneros de la Sociedad Psicoanalítica Sueca, quien lo remitió a René De Monchy, que acababa de instalarse en Suecia, y con el cual realizó una cura didáctica de cinco años. A continuación emprendió un segundo análisis con Lajos Székely (19041995), emigrado de Hungría, y por su parte analizante de De Monchy. Andersson se apartó de los conflictos internos de la Sociedad Psicoanalítica Sueca, que se desarrollaron después del retorno de De Monchy a Holanda, y decidió consagrarse esencialmente a la enseñanza, a la investigación histórica y a la traducción de la obra freudiana. Y si bien fue miembro titular de la Sociedad, sólo desempeñó en ella un papel secundario. En diciembre de 1962 defendió su tesis sobre los orígenes del freudismo, lo que le valió el prestigioso título de Dozent. Hizo publicar en seguida ese trabajo magistral, gracias al cual pudo establecer una relación con Henri E Ellenberger, quien, por su lado, comenzaba a "revisar" la historiografía oficial del freudismo desde la perspectiva de la constitución de una historia científica. Impulsado por su propio trabajo, Andersson emprendió entonces la primera gran revisión de un caso princeps de los Estudios sobre la histeria: el de "Emmy von N.". Descubrió su verdadero nombre, Fanny Moser, expuso su historia en el Congreso de la International Psychoanalytical Association (IPA) de Amsterdam en 1965, y aguardó catorce años antes de publicar un artículo al respecto en The Scandinavian Psychoanalytic Review. Por otro lado, Andersson renovó completamente el estudio de las relaciones de Sigmund Freud con Jean Martin Charcot, Hippolyte Bernheim y Josef Breuer. También sacó a luz las fuentes del pensamiento freudiano, y en especial, las ideas tomadas de los trabajos de Johann Friedrich Herbart. Sin embargo, contrariamente a Ellenberger, siguió adhiriendo, como miembro de la IPA, a la ortodoxia derivada de Ernest Jones, cuyo trabajo biográfico admiraba, lo que le impidió ir más lejos en la historia científica. Sufrió mucho su aislamiento en el seno de la Sociedad Psicoanalítica Sueca, al punto de pedirle a Ellenberger en 1976 que lo ayudara a emigrar a los Estados Unidos. Pero nunca llegó a realizar este deseo. Andersson dejó instrucciones para que al morir su cuerpo fuera incinerado y las cenizas dispersadas. Sus dos hijos varones cambiaron de apellido, prefiriendo llevar el de la madre, como lo autoriza la ley sueca. Y no sólo eso, sino que el nombre de este psicoanalista, a la vez integrado y marginal, fue totalmente borrado de la historia intelectual de su país, al punto de no figurar en la Enciclopedia Nacional Sueca, a pesar de haber escrito tantos artículos en diversas enciclopedias de su patria. Andreas - Salomé LouNacida Lelia (Louise) von Salomé(1861-1937) Escritora y psicoanalista alemana Por su vida y sus obras, Lou Andreas-Salomé tuvo un destino excepcional en la historia del siglo XX. Figura emblemática de la feminidad narcisista, concebía el amor sexual como una pasión física que se agotaba una vez saciado el deseo. Sólo el amor intelectual, basado en una fidelidad absoluta, era capaz, según decía, de resistir al tiempo. En su opúsculo sobre el erotismo, que apareció un año antes de su encuentro con Sigmnund Freud, comentó uno de los grandes temas de la literatura (desde Madame Bovary hasta Anna Karenina), según el cual la división entre la locura amorosa y la quietud conyugal, por lo común imposible de superar, debía ser vivida plenamente. "Lou sabía bien -escribió H. G. Peters, su mejor biógrafo- que sus argumentos en favor de un matrimonio que le permitiera a cada cónyuge la libertad regeneradora de festines de amor periódicos eran bastante caprichososos, no sólo porque se oponían a los mandamientos morales de la mayoría de las religiones, sino también porque eran incompatibles con el poderoso instinto posesivo profundamente enraizado en el hombre." Sin embargo, ella misma no cesó de poner en práctica esa división durante toda su vida, al precio de hacer creer (erróneamente) que era un monstruo de narcisismo y amoralidad. Ella se reía de las invectivas, de los rumores y los escándalos, habiendo optado por no someterse a las coacciones sociales. Después de Nietzsche (1844-1900) y Rilke (1875-1926), esta mujer deslumbró a Freud, que la amó tiernamente, y a quien le trastornó la existencia. En efecto, ellos se parecían: el mismo orgullo, la misma belleza, la misma desmesura, la misma energía, el mismo coraje, la misma manera de amar y poseer febrilmente los objetos de elección. Uno había optado por la abstinencia sexual con la misma fuerza y la misma voluntad que impulsaban a la otra a satisfacer sus deseos. Tenían en común la intransigencia, esa certidumbre de que la amistad nunca debía ocultar las divergencias ni impedir la libertad de cada uno. Nacida en San Petersburgo en una familia de la aristocracia alemana, Lou era hija de un general del ejército de los Romanov. A los 17 años, negándose a ser confirmada por el pastor de la Iglesia Evangélica Reformada a la cual pertenecía su familia, se puso bajo la dirección de otro pastor, Hendrik Guillot, un dandi brillante y cultivado que se enamoró de ella mientras la iniciaba en la lectura de los grandes filósofos. Lou se negó a casarse, enfermó y abandonó Rusia. Instalada en Zurich con la madre, buscó en la teología, el arte y la religión un medio de acceder al mundo intelectual con el que soñaba. Gracias a MaIwida von Meysenbug (1816-1903), gran dama del feminismo alemán, conoció al escritor Paul Rée (1849-1901), quien le presentó a Nietzsche. Convencido de haber encontrado la única mujer capaz de comprenderlo, éste le pidió solemnemente la mano. Lou se la negó. A esos dos hombres, Rée y Nietzsche, apasionadamente enamorados de ella, les propuso entonces formar una especie de trinidad intelectual y, en mayo de 1882, para sellar el pacto, los tres se hicieron fotografiar juntos ante un decorado de cartón piedra: Nietzsche y Rée uncidos a un carro cuyas riendas estaban en manos de Lou. La imagen provocó un escándalo. Desesperado, Nietzsche incluyó en Zaratustra una famosa frase: "¿Vas a ver mujeres? No olvides el látigo." Lo que preparó el encuentro de Lou con el psicoanálisis fue la adhesión al narcisismo nietzscheano y, en términos más generales, al culto del ego, característico de la Lebensphilosophie (filosofía de la vida) de fin de siglo. En efecto, en todos sus textos, como lo subraya Jacques Le Rider, ella trata de encontrar un eros cosmogónico capaz de colmar la pérdida irreparable del sentimiento de Dios. En junio de 1887 Lou se casó con el orientalista alemán Friedrich-Carl Andreas, quien enseñaba en la Universidad de Gotinga. El matrimonio no se consumó, y fue Georg Ledebourg, fundador del Partido Socialdemócrata Alemán, quien se convirtió en su primer amante, un poco antes que Friedrich Pineles, un médico vienés. Esta segunda relación terminó con un aborto y una renuncia trágica a la maternidad. Lou se instaló entonces en Múnich, donde conoció al joven poeta Rainer Maria Rilke: "Fui tu mujer durante años -escribió ella en Mi vida- porque has sido la primera realidad en la cual el hombre y el cuerpo eran indiscernibles entre sí, hecho incontestable de la vida misma [ ... ]. Éramos hermano y hermana, pero como en ese pasado lejano, antes de que el matrimonio entre hermano y hermana se volviera sacrílego." La ruptura con Rilke no puso fin al amor que los unía, pero, como lo subrayó Freud en 1937, "ella fue a la vez la musa y la madre solícita del gran poeta que experimentaba tanta angustia ante la vida". En 1911, en Weimar, en el Congreso de la International Psychoanalytical Association (IPA), conoció a Freud gracias a Poul Bjerre. De inmediato le pidió que la "iniciara" en el psicoanálisis. Él lanzo una carcajada: "¿Me toma por Papá Noel?", le dijo. Aunque ella sólo tenía cinco años menos, se comportó como una niña: "El tiempo había dulcificado sus rasgos -escribe H. G. Peters-, a lo cual ella añadía una cierta feminidad, llevando pieles suaves, boas, esclavinas sobre los hombros [ ... ]. Su belleza física era igualada, si no superada, por la vivacidad de su espíritu, su alegría de vivir, su inteligencia y su cálida humanidad." Freud no se equivocó. Comprendió de inmediato que Lou deseaba verdaderamente consagrarse al psicoanálisis, y que nada se lo impediría. Por ello la admitió en la Wiener Psychoanalytische Vereinigung (WPV). Su presencia muda atestiguaba a los ojos de todos una continuidad entre Nietzsche y Freud, entre Viena y la cultura alemana, entre la literatura y el psicoanálisis. Evidentemente, Freud estaba enamorado de ella, por lo cual subrayó con fuerza, como para defenderse de lo que experimentaba, que ese apego era extraño a cualquier atracción sexual. En su artículo de 1914 sobre el narcisismo, pensaba en ella al describir los rasgos tan particulares de las mujeres que se asemejan a grandes animales solitarios, sumergidos en la contemplación de sí mismos. Instalada en Viena en 1912, Lou asistió a las reuniones del círculo freudiano, y también a las de Alfred Adler. Sintiendo celos pero respetuoso, Freud la dejó hacer, aunque permitiéndose algunas fechorías. Una noche, sufriendo por su ausencia, le escribió las siguientes palabras: "La he echado de menos en la sesión de ayer a la noche, y me resulta grato enterarme de que su visita al campo de la protesta masculina no tiene nada que ver con su ausencia. He adquirido la mala costumbre de dirigir siempre mi conferencia a una de las personas de mi círculo de oyentes, y ayer no cesé de mirar fijamente, como fascinado, el lugar vacío que se le había reservado." Muy pronto, ella abrazó exclusivamente la causa del freudismo. Fue entonces cuando se enamoró de Viktor Tausk, el hombre más hermoso y melancólico del círculo freudiano. Se convirtió en su amante. Él tenía veinte años menos. Junto a ellos, Lou se inició en la práctica analítica, visitó hospitales, observó casos que le interesaban, conoció a intelectuales vieneses. Con Tausk y Freud constituyó un trío semejante al que había vivido con Nietzsche y Rée. Una vez más, la historia terminó en tragedia. Introducida en el círculo familiar de la Berggasse, se convirtió en una visitante habitual de la casa, apegándose particularmente a Anna Freud. Después de cada reunión de los miércoles, Freud la acompañaba hasta el hotel, y después de cada cena la cubría de flores. La iniciación de Lou en el psicoanálisis pasó también por la prolongada correspondencia con Freud. Progresivamente, ella fue abandonando la escritura de novelas, para reemplazarla por la práctica de la cura, que le procuraba una satisfacción desconocida. En Königsberg, donde permaneció seis meses en 1923, analizó a cinco médicos y sus pacientes. En Gotinga, en su casa, trabajaba a veces durante diez horas diarias, al punto de que Freud le llamó la atención en una carta del mes de agosto de 1923: "Me entero con espanto -y de la mejor fuente- de que usted dedica hasta diez horas diarias al psicoanálisis. Naturalmente, considero que esto es una tentativa de suicidio mal disimulada, lo que me sorprende mucho, pues por lo que sé usted tiene muy pocos sentimientos de culpa neurótica. Por lo tanto, le suplico que se detenga, y que aumente más bien los honorarios de sus consultas, en una cuarta parte o la mitad, según las cascadas de la caída del marco. El arte de contar parece haber sido olvidado por la multitud de hadas reunidas alrededor de la cuna en el momento de su nacimiento. Se lo ruego, no haga oídos sordos a mi advertencia." Empobrecida por la inflación que hacía estragos en Alemania, y obligada a mantener a los miembros de su familia arruinados por la Revolución de Octubre, Lou no llegaba a subvenir a sus necesidades. Aunque nunca pidió nada, Freud le envió sumas generosas, y compartió con ella, como él mismo dijo, su "Fortuna recién adquirida". La invitó a su casa en Viena, donde pasaron juntos jornadas Ilenas de riqueza". Muy pronto le dio en prenda de fidelidad uno de los anillos reservados a los miembros del Comité Secreto, y después pasó a llamarla su "muy querida Lou", y a hacerle conocer sus pensamientos más íntimos, sobre todo los relacionados con su hija Anna, cuyo análisis se desarrollaba en condiciones difíciles. Lou se convirtió en la confidente de la hija de Freud, e incluso en su segunda analista, cuando hubo necesidad de que lo fuera. A lo largo de la correspondencia entre Freud y ella se los ve evolucionar hacia la vejez y conservar ambos un coraje ejemplar ante la enfermedad. Cuando Lou cumplió 75 años decidió consagrarle un libro para expresar su gratitud, y también algunos desacuerdos con él. Criticó sobre todo los errores cometidos por el psicoanálisis acerca de la creación estética, muy a menudo reducida -dice- a una cuestión de represión. Freud aceptó la argumentación sin reserva, pero trató de obtener que cambiara el título de la obra (Mi gratitud a Freud). Ella no cedió: "Por primera vez -escribió él- me ha impresionado lo que hay de exquisitamente femenino en su trabajo intelectual. Allí donde, seducido por la eterna ambivalencia, yo prefería dejar todo en desorden, usted interviene, clasifica, pone orden y demuestra que de esta manera eso puede ser también agradable." A partir de 1933, Lou asistió con horror a la instauración del régimen nazi. Conocía el odio que le tenía Elisabeth Förster (1846-1935), la hermana de Nietzsche, convertida en ferviente partidaria del hitlerismo. Conocía también las desviaciones que esa mujer le había hecho sufrir a la filosofía de] hombre del que Lou había estado tan cerca y que admiraba tanto. No ignoraba que los burgueses de Gotinga la llamaban Ia Bruja". Sin embargo, decidió no huir de Alemania. Unos días después de su muerte, un funcionario de la Gestapo se presentó en su domicilio para confiscar la biblioteca, que iba a ser arrojada a los sótanos del ayuntamiento: "Como razón de esta confiscación -escribe Peters- se dijo que Lou había sido psicoanalista y practicado lo que los nazis llamaban ciencia judía, que había sido una colaboradora y amiga íntima de Sigmund Freud, y que su biblioteca estaba repleta de autores judíos". Annafreudismo Alemán: Annafreudianismus. Francés: Annafreudisme. Inglés: Anna-Freudianism. En el movimiento psicoanalítico, se dio el nombre de annafreudismo, por oposición a kleinismo, a una corriente representada por los diversos partidarios de Anna Freud. Fue después del período de las Grandes Controversias, que en 1945 desembocó en una escisión entre tres tendencias en el interior de la British Psychoanalytical Society (BPS), cuando el término se impuso para designar una especie de clasicismo psicoanalítico posfreudiano, encarnado por la hija de Sigmund Freud y que remitía a la vez al origen vienés de la doctrina freudiana y a una manera de practicar la cura privilegiando conceptos tales como el yo y los mecanismos de defensa. La división entre el kleinismo y el annafreudismo, que se corresponde con la división entre psicosis y neurosis, atraviesa la cuestión del psicoanálisis de niños. En efecto, fue la corriente kleiniana y poskleiniana la que extendió la cura psicoanalítica, centrada en las neurosis y el complejo de Edipo, a los niños pequeños, los estados límite y la relación arcaica con la madre, mientras que los annafreudianos han concebido el tratamiento de la psicosis a partir del tratamiento de la neurosis, introduciendo en él una dimensión social y profiláctica ausente en la doctrina kleiniana, la cual sólo toma en cuenta la realidad psíquica o lo imaginario del sujeto. Lo mismo que el kleinismo y la Ego Psychology, a la que está próxima, la corriente annafreudiana se desarrolló en el interior de la International Psychoanalytical Association (IPA), esencialmente en Gran Bretaña y los Estados Unidos, donde los vieneses inmigrantes, muy ligados a la familia Freud, se esforzaron en defenderla como una especie de vínculo de identidad, más allá de las vicisitudes del exilio. Como el lacanismo y numerosas otras corrientes externas a la IPA, el annafreudismo y el kleinismo forman parte del freudismo, en tanto todas estas posiciones, más allá de sus divergencias, se reconocen en la doctrina fundada por Freud, y se distinguen claramente de las otras escuelas de psicoterapia por la adhesión al psicoanálisis -es decir, a la cura mediante la palabra como único lugar de referencia del tratamiento psíquico- y a los conceptos freudianos fundamentales: inconsciente, sexualidad, transferencia, represión, pulsión. Anna O.(Bertha Pappenheim, en su nombre real...) Mujer vienesa (1859-1936) a la que S. Freud y J. Breuer dieron celebridad con ese seudónimo, y a quien se considera la primera «paciente» de la historia del psicoanálisis. Desde la muerte de su padre sufrió de trastornos histéricos espectaculares; en 1880 se encuentra con Breuer y toma la costumbre de hablarle de sus síntomas, de contarle sus fantasmas, sus alucinaciones. Estas conversaciones regulares, conducidas casi siempre bajo hipnosis, son pronto investidas de una función terapéutica inesperada cuando uno de los síntomas de Anna O. desaparece totalmente por el efecto fortuito de su evocación. Anna O. toma entonces la iniciativa de aplicar sistemáticamente este procedimiento en el curso de las sesiones siguientes con Breuer. Este modelo de conversación, oportunamente designado por ella «cura por la palabra», promueve así una acción terapéutica original al rango de una auténtica estrategia clínica, cuya aplicación será generalizada por Freud y Breuer bajo el nombre de «método catártico», el que prefigura la elaboración de la terapéutica psicoanalítica. Las luchas que Bertha Pappenheim llevará ulteriormente adelante toda su vida contra la explotación de la mujer harán de ella una de las más ilustres figuras del movimiento feminista europeo. Anorexia mental (fr. anorexie mentale; ingl. anorexia nervosa; al. Anorexia nervosa). Trastorno sintomático de la conducta alimentaria que se traduce principalmente en una restricción muy importante de la alimentación y cuya determinación, paradójica, parece unir una muy fuerte afirmación de un deseo amenazado y una negación de la identificación sexual que podría dar una salida a tal deseo. A diferencia de la bulimia, la anorexia mental ha sido aislada como tal desde fines del siglo XIX (Gull, Lassègue, Huchard). Aparece principalmente en adolescentes o jóvenes adultas, antes de los 25 años, y es muy rara en los hombres. Se traduce en restricciones de la alimentación que a menudo tienen como pretexto, al menos al principio, un régimen fundado en razones estéticas. Estas restricciones pueden acompañarse de vómitos provocados y de ingesta de laxantes y de diuréticos. Producen el desvanecimiento de las formas femeninas, la reducción de los músculos, diversos trastornos somáticos, amenorrea, y a veces ponen la vida en peligro. Para los psicoanalistas, además de la responsabilidad que puedan tener en tanto terapeutas, cuando son consultados, la anorexia plantea diversos problemas clínicos, en primer lugar, el de su definición. ¿Se trata de un síntoma que puede ser asociado a algunas estructuras neuróticas, o incluso psicóticas o perversas, y, en tal caso, a qué estructura en particular? ¿0 se trata de un trastorno específico que plantea a su manera la cuestión del deseo? Los psiquiatras y psicoanalistas que se han interesado en la anorexia han visto en ella a veces una patología parapsicótica. Este es el caso, por ejemplo, de M. Selvini-Palazzoli (L´anoressia mentale, 1963), que ve en ella una psicosis monosintomática. En una perspectiva vecina, H. Bruch (Les yeux et le ventre, 1984) subraya las distorsiones cuasi delirantes de la imagen del cuerpo (percibido por ejemplo como un cuerpo de obeso cuando es extremadamente delgado), las distorsiones en la interpretación cognitiva de los estímulos que provienen del interior del cuerpo así como el rechazo en reconocer la fatiga. Sin embargo, podría objetarse a esto que tal concepción reposa en la idea de que la realidad, para el sujeto no psicótico, es reconocida generalmente de manera objetiva. De hecho, la realidad, para cada uno, está organizada por el fantasma, y en numerosos sujetos no psicóticos encontramos distorsiones considerables con relación a lo que aparecería como real para un observador exterior. En suma, las referencias a la psicosis no son más convincentes de lo que serían, por lo demás, las referencias a la neurosis obsesiva: es cierto que la anoréxica piensa constantemente en la comida, pesa y calcula, controla sin cesar su peso o el grosor de sus muslos, etc. Pero tal determinación se quedaría en un formalismo demasiado exclusivamente descriptivo. Anorexia e histeria. Clásicamente, por otra parte, la anorexia más bien es considerada cercana a la histeria. Esta era generalmente la posición de Freud, aun cuando se preguntara eventualmente qué lazos podía haber entre anorexia mental y melancolía [Manuscrito G.]. Pero debe entenderse que esta referencia estructural no tendría casi interés si condujera a aplicar mecánicamente interpretaciones estereotipadas de la fantasmática de la anoréxica. Así, apoyándose en K. Abraham, que trajo a la luz el lazo entre ingestión de alimentos y «fecundación oral», ciertos autores pusieron la anorexia en relación con la represión de este fantasma. Se ve fácilmente lo reduccionista que puede ser tal concepción. Pero si la anorexia puede ser abordada a partir de la histeria, es sin duda en una perspectiva totalmente distinta. Sabemos que el deseo siempre está ligado a una falta. De este modo, como lo señala J. Lacan, el niño atiborrado por la madre puede rehusar alimentar -se para recrear una falta que esta ha taponado en su intento de satisfacer solamente sus necesidades. «Es el niño al que se alimenta con el mayor amor el que rechaza la comida y se sirve de su rechazo como de un deseo». Tal aproximación sitúa a la anorexia mental en el extremo de la posición histérica respecto del deseo. Ya la histérica (véase histeria), por su manera de ligar el deseo con la insatisfacción, tiende a demostrar que el deseo no recae sobre el objeto particular al que parece dirigirse, sino que en última instancia se dirige a una falta, a una «nada». A partir de aquí la anorexia ya no aparece más como una afección totalmente particular. Lacan retoma de E. Kris el caso de un autor convencido de haber plagiado, cuando lo que ha tomado en préstamo no va más allá de lo que es comúnmente admitido en su campo de actividad. La intervención de su analista, que intenta convencerlo de esto último, desencadena un acting-out: se encuentra comiendo «sesos frescos» en un restaurante, no muy lejos de lo de su analista. Es que efectivamente, dice Lacan, este hombre robaba, pero robaba «nada», así como la anoréxica come «nada». Inconcientemente, deseaba apropiarse del objeto, pero en su forma más despojada. Anorexia, en este caso, propiamente mental, dice Lacan, anorexia en cuanto a lo mental. El goce del otro. Si bien no es cosa de negar el alcance de tal aproximación, hay que decir que hoy parece preciso completarla, aunque más no sea inclusive a partir de otras articulaciones de Lacan, por ejemplo, sobre el goce del cuerpo. Hay que destacar en especial lo siguiente: la anoréxica gasta una gran cantidad de energía intelectual y hasta física (vigilias prolongadas, ejercicios deportivos, hiperactividad, etc.), pero esta energía es puesta enteramente al servicio de un síntoma, lo propio del cual es impedir la identificación sexual (la anoréxica no es ni hombre ni mujer) y desechar toda posibilidad de relación afectiva o sexual. Podríamos entonces pensar en poner el acento, como lo hacen E. y J. Kestemberg y S. Decobert (La faim et le corps, 1972), en lo que sería una forma de «masoquismo erógeno primario», donde el placer estaría directamente ligado a la sensación de hambre. Esta perspectiva, que parece suponer el primado de algo referente al autoerotismo, no nos parece contradictoria, a pesar de la diferencia de abordaje, con los desarrollos que podríamos hacer por otro lado a partir de la oposición lacaniana entre goce fálico y goce del Otro. El goce fálico, para Lacan, supone la identificación sexual, en sí misma relacionada con el complejo de castración. Estando este camino cerrado para la anoréxica, ella al parecer privilegiaría el goce del cuerpo como goce Otro (véase goce). Este término no debe entenderse aquí como sinónimo de placer, o sea, de lo que nace de la disminución de la tensión. Pues, para tomar un ejemplo particular, no es raro que las anoréxicas que multiplican los vómitos provocados describan la sensación del peso del alimento como insoportable, un insoportable que se siente idéntico a un muy fuerte goce. Tenemos allí los elementos que permiten otra distinción de estructura. E. y J. Kestemberg y S. Decobert invocan la importancia del mecanismo de la «denegación [dénégation]» en la anoréxica para hablar de perversión. Pero, aparte de que en esta perspectiva se esperaría más bien «renegación [déni]» que «denegación [dénégation]», la demostración no parece totalmente probatoria: hay, por cierto, en la anoréxica una negación de la diferencia sexual, negación concretizada en la realidad por el hecho de que su síntoma impide el florecimiento de los atributos corporales de la femineidad. Pero ¿puede aproximarse esta negación a la renegación perversa? En todo caso, el dominio que intenta ejercer la anoréxica (especialmente al mostrarse más fuerte que los que le piden comer) no es nunca, como en los perversos, un dominio del goce sexual, del goce «fálico».http://www.adoos.com.uy/post/17041332/psicologo


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