Las Rutinas

Por Fernando Azor Lafarga
Las rutinas son necesarias para alcanzar un nivel de tranquilidad y de predictibilidad sobre lo que ocurre en nuestras vidas. Como en casi todo, los extremos son malos, y por tanto el exceso o defecto de éstas producirán diferentes problemas en el plano psicológico.
Cuando conseguimos un trabajo estable, nos tranquiliza saber que las necesidades básicas están cubiertas con relativa seguridad, nos permite centrarnos en otros objetivos y nuestra calidad de vida aumenta. Si bien tener que someterse a una disciplina a veces desagrada, al tiempo nos puede hacer sentir tranquilos: bastará con cumplir, con realizar lo ya conocido para mantener lo que tenemos.


“Más vale malo conocido…”, este refrán refleja perfectamente lo
difícil que es cambiar. Quizás no sea muy bueno lo que uno tiene,
pero es al fin y al cabo conocido y por eso manejable en algún
grado. Las rutinas tienen un gran peligro, dificultar la capacidad
para cambiar. Si nos centramos mucho en la calma que nos
produce lo predecible, podemos anclarnos en situaciones que
no permitirán que avancemos. Circunstancias de vida como una
separación, la muerte de un familiar, un cambio de trabajo, un
despido, un cambio de lugar de trabajo, un cambio de domicilio,
son todas frecuentes en la vida de muchas personas. Para adaptarnos
a nuevas situaciones en primer lugar deberemos ser capaces de reconocer
nuestro malestar, nuestros temores en relación a lo que esté por venir.
Quizás al principio no resulte grato comparar lo que había con lo que
hay, pero si nos centramos en que la situación ha cambiado, pronto
generaremos nuevas rutinas que nos hagan predecible y controlable
nuestro entorno.
Ya en este mes de julio muchas personas empezarán sus vacaciones
de verano. Hacerlo rompe radicalmente con las rutinas del resto del año.
Para casi todo el mundo es un cambio deseado y por tanto en este caso
no representa un problema. Quizás lo malo pueda venir después, cuando
hayan finalizado los hábitos relajados no sometidos a normas estrictas
como suele ser habitual el resto del año. Retomar la anterior rutina es lo
que producirá efectos más negativos. Para paliarlo, será bueno no romper
del todo con lo anterior, dejar alguna tarea suave para momentos de
las vacaciones, hablar con alguna persona del trabajo, cuando se aproxime
la vuelta ir retomando alguno de los hábitos y horarios anteriores.
Los que más suelen sufrir estos cambios de rutina son los niños.
A los más pequeños estos cambios pueden influirles en el carácter
y que estos primeros días estén más “difíciles”. Para que se adapten
mejor a los cambios, es recomendable que éstos se hagan de una forma
progresiva y que durante las vacaciones se sigan respetando ciertos horarios
aunque sea con un poco más de flexibilidad. Para la vuelta al colegio
será conveniente que unas semanas antes se empiecen a incorporar algunas
rutinas más.
Pero recordemos que no hay que llegar a los extremos, también nos
viene bien disfrutar de la ausencia de algunas rutinas, así que ¡felices vacaciones!.



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