Transexuales e Intersexuales: Polémicas sobre sexo / género y nuevas perspectivas.

Por Javier Piris Alonso. Psicólogo.

j.piris@psico24h.com



Todo lo relacionado con el sexo y el género supone uno de los grandes temas de discusión en la psicología actual (y en ámbitos relacionados, como la filosofía, la medicina, la sociología...), llegándose en ocasiones a situaciones de aparente acuerdo, pero que tampoco duran demasiado. Aunque en principio parece sencillo y que de forma “evidente” comprobamos la existencia de dos sexos diferentes, hombres y mujeres, casos como el reciente de la atleta sudafricana Caster Semenya vienen a recordarnos que no resulta tan claro.



En el caso de esta atleta se ha producido un verdadero escándalo tras su triunfo en los mundiales de atletismo de Berlin, ya que poco después de conseguir el oro en la prueba de los 800 metros la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) cuestionaba su sexo y algunos medios llegaban a publicar que era hermafrodita[1]. El resultado ha situado tanto a la federación, a la propia atleta como a nuestra sociedad en situación delicada. Resulta que Semenya no tiene útero ni ovarios, pero sí vagina y testículos internos[2]. Las primeras preguntas que nos surgen son ¿se trata de una mujer o de un hombre? y ¿cómo podemos clasificarla?, pero quizá sería mucho más interesante preguntarnos ¿es correctonuestro sistema de clasificación por sexos?.

Sin embargo, antes de avanzar por este tema deberíamos aclarar un poco que se entiende por sexo y, palabra muy frecuente hoy día, por género. Tal como nos aclaran la ginecóloga Marcuello y la profesora de derecho Elósegui en su artículo “Sexo, género, identidad sexual y patologías”[3] existe un modelo explicativo, el más antiguo y ya casi desfasado, en el que se unía al sexo biológico una especie de papel social y cultural. Este modelo se utilizó sobre todo a la hora de explicar la dependencia de la mujer al hombre ya que “de forma esencial” la mujer tenía asociado este rol.

Como estas mismas autoras insisten hoy día este modelo ha quedado anticuado, en buena medida gracias al empuje del movimiento feminista, pero también a la reflexión científica. Se ha pasado a considerar que existe una base biológica (a nivel genético y/o de apariencia física) a la que se la asocia una serie de significados sociales y personales. Por ello el papel del hombre o de la mujer no es estático e inmutable, sino que dependería de cada individuo y de cada cultura determinada. Ningún género tiene ningún papel asignado de forma “natural”. De esta forma el sexo se divide en dos conceptos: el sexo (biológico, físico) y el género (psicológico y social)[4].

Dicha separación entre el sexo y el género aportó luz sobre los cambios sociales que se producían y las diferencias entre culturas, respaldó los éxitos del feminismo (donde las mujeres demostraron ser tan capaces como los hombres) y en general es considerado un forma de entender la realidad mucho más adecuada. Por tanto se considera que hay dos categorías mutuamente excluyentes (hombres y mujeres) y que a la vez existe el sexo y el género. En principio se considera que sexo y género van unidos pero ¿Qué ocurre entonces con aquellas personas con un sexo (el físico) que no se corresponde con su género (con como se sienten e identifican)?.

En este caso estaríamos hablando del conocido popularmente como transexualismo. Sería aquella persona que tiene una apariencia física correspondiente a un sexo (por ejemplo hombre), pero que no lo acepta y se siente perteneciente al otro (por ejemplo mujer). Normalmente estos casos se han considerado como anormales y, tal como recogen los manuales psiquiátricos de referencia es catalogado como un “trastorno de la identidad sexual”[5]. Los datos sobre la frecuencia de dicho trastorno son confusos, situándose normalmente en 1/30000 hombre biológicos y 1/100000 mujeres biológicas[6], lo cual viene a significar que en una población como la de España, aproximadamente unas 85000 personas se encontrarían en esta situación. No se trata de una cantidad precisamente despreciable, y es quizá por ello y por el espíritu luchador del colectivo por lo que se han producido avances sociales y legales en su reconocimiento.

Actualmente, aunque no existe en el estado español ninguna normativa específica que regule de forma concreta el cambio voluntario de sexo se han aplicado e interpretado distintas referencias presentes en la Constitución, tratados internacionales reconocidos y otras leyes que, en general, defienden la dignidad de la persona y el libre desarrollo de la personalidad[7], incluyendo el desarrollo de la identidad sexual. La posibilidad de cambiar de sexo, modificando los caracteres morfológicos de un sexo por los del otro, y qué este sea reconocido jurídicamente se tiende a interpretarlo como un derecho que se asentaría dentro de los derechos fundamentales de la vida y de la salud, como consecuencia de la dignidad humana[8].

Por ello la terapia por excelencia para este tipo de situaciones sería la intervención quirúrgica para una resignación de sexo. Como recogen una serie de psiquiatras argentinas[9], la base en la que se sustenta esta terapia se puede situar en el siguiente argumento: Se considera que la base psicológica es irreversible (o muy costosamente modificable) y además se busca armonía en la persona considerando el componente psicológico como fundamental, por lo que no queda más que experimentar la corrección física.

Por último no hay que olvidar que la mayoría de estás personas habitualmente sufren un gran sufrimiento en casi todos los ámbitos de su vida. Este sufrimiento surge tanto del malestar con el propio cuerpo, como del habitual rechazo familiar. De hecho este malestar se suele considerar uno de los criterios básicos para diagnosticar este tipo de trastorno.[10]

También existen otras personas ambiguas que no encajan demasiado bien en las clasificaciones. Serían aquellos individuos que físicamente tienen atributos tanto femeninos como masculinos (este sería el caso que comentábamos al principio de la atleta Caster Semenya), o que su apariencia física no se corresponde con su genética. A pesar de que en ocasiones se les ha denominado hermafroditas

En esta situaciones se suele detectar cuando la persona acaba de nacer (al contrario que en el caso anterior, dónde se ha de esperar a que la persona pueda explicar como siente su identidad sexual), por lo que se ha acostumbrado a realizar una resignación inmediata a un sexo o a otro[11]. Dichos tratamientos se han basado en la idea de evitar posible futuros trastornos de la identidad sexual, pero hoy día están siendo criticados ya que son técnicas irreversibles e impiden elegir libremente a la persona con que sexo se identifica.

Como podemos ver en general el modelo del sexo / género es la referencia que se utiliza hoy día en casi todas las disciplinas, considerando que las excepciones son trastornos que han de ser tratados. Sin embargo desde hace unos años comienza a haber voces discordantes con dicho modelo y que intentan obtener una alternativa que pueda explicar estas excepciones.

Uno de los ejemplos más claros sería la denominada teoría Queer[12]. Dicha teoría intentaría explicar la división entre dos sexos como una construcción social (una especie de “acuerdo” entre la mayoría de la gente) que, a la luz de las excepciones carece, de sentido “natural”. Es decir, al igual que en su momento se revindicó que el sexo y el género no estaban esencialmente unidos, ahora comienza a revindicarse la idea que de tampoco estemos divididos en dos categorías distintas y excluyentes (hombres y mujeres), ofreciendo la posibilidad de que cada persona elija libremente como auto clasificarse. Esta teoría desafía uno de los que se ha considerado como pilar básico y necesario de la identidad de la persona, como es la identidad sexual, por lo que esta todavía en una fase de estudio y experimentación.

Pese a ello esta recibiendo un gran empuje en los últimos tiempos en parte gracias a las movilizaciones y esfuerzos de aquellas personas que precisamente no se sienten incluidas en las explicaciones actuales y se tiende a considerarlas aquejadas de patologías. Uno buen ejemplo sería la “Red Internacional por la Despatologización Trans”[13] que defiende la libre identificación de cada cual en el género que desee, así como las consecuencias derivadas de ello (libre elección del nombre, libre modificación del propio cuerpo...). En general este movimiento condena que se considere enfermedad a lo que simplemente es diferente.

Como podemos ver el caso de Caster Semenya, a pesar de la repercusión alcanzada, no es precisamente una novedad. El modelo actual defiende la división entre el sexo biológico y el género psicológico y social (la apariencia física y el sentimiento personal) suponiendo que éstos suelen ser coherentes y aparecer asociados. Por ello clasifica las excepciones que encuentra como trastornos o patologías, lo cual actualmente comienza a ser criticado. Es posible que estemos cercanos a una nueva revisión del sexo o género que ofrezca más libertad de elección a cada persona.

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