Esclavos del Pinganillo

Durante este Tour, a cuenta de la famosa etapa sin pinganillos, leí a Carlos Sastre en un periódico manifestando que había sido un día muy tranquilo y que había podido charlar con mucha gente. Añadía algo muy interesante: que no le extrañaba que Bahamontes y otros de aquella época “duraran tanto”. En el mismo artículo donde leí estas declaraciones comentaban que cierto equipo llegó a utilizar el pinganillo junto con el pulsómetro, para controlar a aquellos ciclistas que consideraban no estaban dando de sí todo lo que podían porque las pulsaciones no eran altas. O sea, que consideraban que día tras día un ciclista tiene que rendir al máximo sin tomarse ni un respiro...
En ciertos manuales de estrategia empresarial se aconseja que los empleados no estén muy seguros en su puesto de trabajo puesto que esto lleva, según ellos, a una relajación y como consecuencia un decremento en el rendimiento laboral. En la misma línea, hubo un tiempo en que los bancos y cajas de ahorros hacían rotar a las personas encargadas de atender al público en las oficinas al objeto de que no se “encariñaran” con los clientes y les hicieran “trato de favor”. Ahora, en cambio, se utiliza el chantaje emocional para captar clientes: las cajas de ahorros hacen publicidad de su obra social como si fuera un mérito y no porque estén obligadas
por ley, que para ese fin se crearon. En la empresa se utiliza la psicología para fines eminentemente económicos y no de ayuda y servicio al ser humano.
Explico el tema de las entidades financieras como ejemplo del concepto de empresa que cada vez anula más el de persona, y en el que el ciclismo no queda fuera al estar financiado, en su mayoría, por firmas comerciales. El comentario de Sastre es reflejo del ambiente actual tanto en la vida profesional de un deportista como en la de cualquier trabajador por cuenta ajena.
Directivos y empresarios cada vez quieren más, tanto dinero como poder, y consideran que la forma de conseguirlo es tener “atado y bien atado” al empleado. En otros tiempos, era normal en una oficina tomarse un café a media mañana y charlar con los compañeros, de la misma forma que Bahamontes y compañía departían en los primeros kilómetros de una etapa llana del Tour. En la actualidad, en cambio, hay ciudades financieras donde los empleados tienen a su disposición un campo de golf y a pesar de ello no acude nadie. ¿Por qué? Porque si te ven jugando al golf (aunque tu jornada laboral haya concluido) consideran que no estás rindiendo al 150% en tu trabajo, y ello implica que no te van a dar un ascenso, te van a marginar o incluso
echarte a la calle.

Mantener la tensión
En un libro de Coaching, esa nueva, llamémosle, técnica empresarial que busca (en teoría) la realización personal del empleado y con ello la de la empresa, me encontré con algo que me llamó poderosísimamente la atención. Hablan de la cooperación dentro de un equipo de trabajo en los siguientes términos: “Tal vez sea conveniente mantener cierto grado de tensión para evitar que el exceso de confianza entre los miembros del grupo derive en un exceso de delegación de trabajo de unos en
otros, lo cual acabaría por dañar la estructura misma del equipo” (Coaching, un camino hacia nuestros éxitos. Viviane Launer, 2007). Así pues, hasta en una supuesta buena intención de conseguir la “felicidad” de la persona mediante la integración en su trabajo se manifiesta la necesidad de crear tensión.
Ya que los minutos de relax son mal vistos durante las 40 horas o más que estás en el trabajo, no es de extrañar que la ansiedad sea uno de los mayores problemas que padecen las personas en la sociedad actual. Los más viejos del lugar se ríen cuando los currantes actuales presentan un “síndrome posvacacional”, insinuando que lo que no quieren es trabajar... cuando en sus tiempos no existían la competitividad salvaje y el control que existe ahora mismo dentro de las empresas. Existían caciques, por supuesto, pero menos manipuladores, no intentaban hacerte
creer que la empresa eres tú, la empresa eran ellos y tú a currar porque ellos tenían el poder, y punto. Podías despotricar, ponerlos verdes, distanciarte psicológicamente de ellos. Ahora no.
Ahora se busca crear cargo de conciencia al empleado si la empresa no va todo lo bien que quieren sus directivos que vaya. Te presentan tu trabajo como un desafío y entras en el juego, pero con los años te acabas quemando porque no obtienes lo que te insinuaban que podías conseguir. El síndrome del burnout. Otro problema psicológico derivado del impersonal trabajo en el que se encuentran inmersos la gran mayoría de los trabajadores, incluidos los deportistas profesionales.

Pinganillo fuera
Cuando Alberto Contador ganó en Verbier en su personal imagen disparando con su dedo
había un detalle que me sorprende no haya sido resaltado por los medios de comunicación. Y es que su pinganillo estaba colgando fuera de su oído. El año pasado, en la Vuelta, camino del Angliru, ya manifestó el de Pinto que su director le había dicho que no tirara y que no le hizo caso, y gracias a eso pudo sacar una ventaja que necesitó en la penúltima etapa en la crono de Navacerrada para ganar la Vuelta por delante de su compañero Leipheimer. Qué no habrá estado escuchando Alberto por el pinganillo todos estos días para evitar que preparara el golpe
que al final asestó a Armstrong. Como para haber arrojado el dichoso auricular a la calzada y que le pasara por encima todo el pelotón.
Y es que la filosofía de empresa había invadido al Astana merced al impacto mediático del estadounidense, dejando de un lado el lado deportivo, donde el mejor ha quedado claro quién es. Por una vez, los intereses económicos han quedado relegados y han primado los deportivos.
Ojalá que con esto de la crisis las empresas se planteen sus filosofías de “quererlo todo a costa de quien sea” y piensen más en las personas que trabajan para ellos. Que al final la avaricia rompe el saco y por la falta de descanso y de relax la gente acaba teniendo problemas que también repercuten en su rendimiento, mucho más que los ratillos de charla con los
compañeros o el exceso de responsabilidad para el que no están preparados ni, en el fondo, quieren estarlo, porque anteponen otras facetas de su vida a la faceta laboral.
Y en cuanto al pinganillo, es una herramienta muy útil para ayudar a los ciclistas, asistirlos, animarlos, organizar una táctica, pero si se convierte en un instrumento para el control y la anulación de la voluntad del que lo porta, mejor hacer como Contador, y sacarlo de la oreja.

http://www.psicologiaclinicaydeldeporte.es/Documentos/Opinion/EsclavosDelPinganillo.pdf

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