La Producción del Discurso y la Conversación 1

Aunque todavía no en ninguna teoría completa de este tipo, sí existen intentos por identificar sus componentes básicos. Entre ellos uno que se menciona con cierta frecuencia es que la selección final entre planes alternativos se deriva de la evaluación que realiza el hablante de la probabilidad de que su intención co-municativa pueda ser reconocida e identificada adecuadamente por el interlocutor. Diversos autores( Sperber Wilson (1986)) están de acuerdo al manifestar que las conductas intenciona-les comunicativas no solo realizan intenciones, además hacen manifiesta a otros la intención de comunicar algo. Este carácter ostensivo que poseen las conductas comunicativas es tan importante como su carácter intencional primario de cara a una caracterización computacional (y por tanto psicológica) de los discursos. 3. B Intención comunicativa y cooperación entre interlocutores La idea de que las intenciones y planes comunicativos presuponen en su definición el objetivo de ser reconocidos por un interlocutor, obliga a interpretar la producción de los discursos y conversaciones no solo como una forma de actividad intencional sino también como una forma de actividad cooperativa. Ello es así porque las condiciones de satisfacción de los actos de habla pasan a ser condiciones que solo pueden establecerse en función de cuales sean los interlocuto-res concretos a quienes van dirigidos los actos de habla y de cual sea la probabilidad de éxito que puedan tener unos y otros actos de habla con tales interlocutores La interpretación de que los actos de habla, como actividades intencionales, solo pueden realizarse en ciertas condiciones de cooperación es una idea que se ha ido imponiendo en el marco de la de las características computacionales del discurso. Pero no es nueva pues P. Grice desde la filosofía del lenguaje, había incluido este carácter cooperativo del discurso entre sus principios reguladores de estrategias entre hablantes y oyentes. El principio de cooperación de Grice establece una recomendación para los hablantes: haz que tu contribución a la conversación, en le momento en que tenga lugar, sea de tipo requerido por el propósito o la dirección intercambio comunicativo en el que intervienes. Esta recomendación se desarrolla a través de cuatro máximas (la de Cantidad, Cualidad, Relevancia y Modo). También hay otras: El principio de cooperación de Grice expresa condiciones de participación en las que la conversación tiene un carácter sistemático en el sentido de que los hablantes o cumplen o trans-greden las máximas conversacionales, pero no se pueden dar situaciones ambiguas, por eso la transgresión deliberada de las máximas puede ser interpretada como un recurso expresivo de gran potencia, para conseguir mayor éxito expresivo en sus actos de habla (ej. la ironía, en algu-nos casos) De cara a la explicación psicológica de la producción verbal de los hablantes, el principio de cooperación resulta compatible con numerosas observaciones empíricas: cuando los hablan-tes adaptan ciertos parámetros: la intensidad, velocidad, etc, de una manera automática a la de sus interlocutores, también cuando se seleccionan los contenidos informativos a las necesidades que se atribuyen a estos. Desde un punto de vista teórico, el principio de cooperación de Grice pone también de manifiesto que la coordinación y cooperación entre interlocutores durante la conversación es ne-cesaria, dado que los objetivos intencionales de los hablantes pueden no coincidir exactamente con los objetivos aceptados por los otros interlocutores, en ese momento. Todo ello permite interpretar que en la planificación de actos de habla, se pueden definir objetivos comunicativos puramente internos al discurso y no sólo derivados de las intenciones comunicativas iniciales del hablante per se Clark y colb. han desarrollado una propuesta de explicación psicológica de la producción verbal basada en la idea de Grice, de que la realización del lenguaje de los actos de habla, ade-más de la intencionalidad, por parte del hablante y del reconocimiento de la misma, por parte del oyente, se precisan ciertas actividades de colaboración entre ambos. El modelo de Clark identifica la planificación y desarrollo del discurso con dos procesos distintos: a) la presentación del acto de habla propiamente dicho, que presupone, de manera ostentosa, la creencia de que su mensaje puede ser entendido, por parte del oyente, y b) la aceptación, por parte del interlocutor u oyente, de que, efectivamente su acto de habla ha sido entendido en todo su contexto y de que, además, ambos comparten ciertos supuestos e información comunes. Esto principio de la aceptación, se satisface cuando el oyente propor-ciona evidencia de que ha reconocido la intención del hablante y de que acepta su contribu-ción como válida y puede continuar el discurso. La noción básica que está en fondo de los principios de presentación y aceptación, es, en la toría de Clark, la noción de conocimiento común acerca, entre otras, de la naturaleza de las contribuciones comunicativas y las condiciones en que estas pueden ser aceptables. También, la noción de conocimiento común refleja la creencia mutua de que, en los distintos turnos de habla, el oyente comprende lo que el hablante pretende comunicarle, lo que refuerza la impresión de que existe un conocimiento compartido por ambos. Funcionalmente, estas creencias, modifican las expectativas iniciales, que cada uno de los participantes en la conversación, tenía acerca de lo que podría ser una contribución al discurso en proceso. El conocimiento común o compartido procede de, varias fuentes: por un lado de la copre-sencia física de los participantes en la situación comunicativa. En segundo lugar, de su copresen-cia lingüstica, por último, del hecho de que hablantes y oyentes pueden ser identificados como miembros de una comunidad o grupo social concretos cuyo conocimiento posibilita la realización de ciertas inferencias sobre lo que en; realidad conocen. El «conocimiento común» incluye, por tanto, información que objetivamente comparten los dos interlocutores, pero también, y sobre to-do, presuposiciones de orden metarrepresentaciónal acerca de las creencias y expectativas mu-tuas que los interlocutores construyen en torno a este conocimiento común El supuesto de que las contribuciones de los hablantes en los discursos y conversaciones se rigen por principios derivados del carácter cooperativo de las conversaciones es, sin duda, un supuesto intuitivamente aceptable. Ahora bien, ¿hasta qué punto puede servir de base a una ex-plicación psicológica de esta forma de la actividad lingüstica? ¿Hasta qué punto, por ejemplo, permite realizar y contrastar predicciones empíricas sobre la conducta comunicativa real de los hablantes? En cualquier caso, el principio de cooperación establece la predicción de que las instruc-ciones que los hablantes dan a sus interlocutores en tareas como las de comunicación referencial variarán tanto en su contenido como en su estructura en función de que existan o no discrepan-cias en los niveles de conocimiento común de los hablantes y oyentes de la tarea y en la medida en que éstos sean capaces de detectar y solucionar, a través de sus mensajes, las posibles dis-crepancias. Las predicciones empíricas derivadas del principio de colaboración en relación con la complejidad conceptual y/o lingüstica de las indicaciones construidas por los hablantes en tareas de comunicación referencial se han visto confirmadas con claridad en numerosos experimentos. Así, se ha podido comprobar que los hablantes elaboran instrucciones más largas y explíci-tas en los turnos iniciales que en los turnos posteriores y, también, que a medida que avanza la tarea se producen «ajustes» mutuos entre los interlocutores que determinan que en pocos ensa-yos los hablantes adopten las estrategias de descripción más eficaces para cada interlocutor. Al mismo tiempo, la manipulación experimental del grado de conocimiento que los interlocutores po-seen sobre el tema central de la conversación en el momento de inicio de la misma. También se ha manipulado experimentalmente el conocimiento común sobre el tema cen-tral de la conversación, como en el estudio Isaacs y Clark;(1986), en donde se reveló con gran claridad que las diferencias en el grado de conocimiento previo de los interlocutores son detecta-das y subsanadas en pocos turnos conversacionales por los hablantes, mediante un proceso di-rigido a la de construcción de un conocimiento.común mínimo. Los discursos o las contribuciones a la conversación no son nunca aceptables o inacep-tables en términos absolutos o en el mismo sentido que una oración es gramatical o no lo es: más bien son apropiados o eficaces en un contexto concreto y para unos interlocutores concretos. Las condiciones de funcionalidad de los discursos, frente a las de las oraciones, son así cambiantes y situacionales, varían cuando varían los interlocutores y cuando varía el conocimiento común de ambos. De ahí también la importancia teórica de recordar que los discursos son «unidades en uso» cuya elaboración, por los hablantes, no puede ser explicada al margen de los contextos físi-cos y sociales en que acontecen. 4 EL DISCURSO COMO ACTIVIDAD QUE SE DESARROLLA EN UN CONTEXTO: PERSPECTIVA Y DEIXIS Una idea que ha ido cobrando fuerza en las explicaciones psicológicas recientes de la producción del- lenguaje, y que en su momento fue desarrollada por el lingüista francés Benvánis-te, es la de que la realizacion del discurso implica siempre, por parte del sujeto, un acto de enun-ciación, esto es, un acto de presentación lingüstica de si mismo en tanto que sujeto que realiza su acción en unas coordenadas espacio temporales y con una actitud concretas. La información referida a tal presentación (que define las condiciones externas físicas e internas, actitudinales, del discurso) se marca lingüsticamente en los textos a través de los indicadores de persona, es-pacio y tiempo los llamados términos deicticos, así como a través de las modalidades de enuncia-ción que definen y permiten identificar la actitud de certidumbre, duda, posibilidad, etc., que el hablante adopta respecto a su enunciado La idea de que los discursos y, secundariamente a ellos, los textos no alcanzan su senti-do o significado completo sino en el contexto de la situación en que han sido realizados es tam-bién una idea conocida para los socioliingüistas y los etnometodólogos, quienes durante décadas, han estado interesados en la descripción y categorizacíón de las variables del contexto institucio-nal, social e interpersonal en que se desarrollan las acciones discursivas y en el análisis dela in-fluencia que ejercen tales tipos de contexto sobre el contenido y/o la forma de los discursos. Desde una perspectiva. psicolingüistica cognitiva, los aspectos contextuales del discurso tienen también interés teórico, pero siempre y cuando el conocimiento del contexto forma parte del conocimiento común en el que se sustentan los discursos cooperativos y que, por tanto, cons-tituye un comportamiento representacional necesario de los actos de habla. Para algunos autores, la noción de contexto debería englobar el conjunto de elementos que influyen de forma sistemática sobre la actividad lingüstica. Ello, implicaría interpretar como contexto del discurso tres tipos de elementos: a) el conocimiento social de la situación; b) el texto en sí mismo (con-texto, en un sentido literal) c) los elementos paralingüistícos y extralingúísticos que acompañan la realización de los- textos (ej. ciertas propiedades del contexto físico en que se desarrolla el discurso o los gestos que se realizan durante las conversaciones cara a cara, el llamado por algu-nos co-texto 4.A Conocimiento social de la situación, perspectiva y producción del discurso Aunque el conocimiento social de la situación constituye un tipo de conocimiento extralin-güistico, el reconocimiento progresivo de su importancia para la explicación de ciertos aspectos de la producción de los discursos ha ido determinando que los psicolingüistas y los teóricos de la Inteligencia Artificial interesados en la simulación del lenguaje se hayan ido interesando cada vez de forma más explícita por las descripciones y teorías de corte psicosocial. Según los psicólogos sociales, la representación social de las situaciones debe entender-se como un conglomerado de conocimientos de distinta índole que definen el rango de opciones de conducta que resultan posibles o aceptables en un determinado contexto de acción. Algunos componentes clásicos del conocimiento social Aunque los componentes del conocimiento social que hipotéticamente intervienen en la actividad discursiva son bastante heterogéneos, podríamos interpretar que estructural y funcio-nalmente estos tipos de información pueden agruparse en dos grandes categorías: Por un lado, cabría hablar de representaciones generales, esquemáticas y estables relativas tanto a las situaciones en que habitualmente se desarrollan las acciones sociales como a cier-tos aspectos de los roles sociales convencionales; estas representaciones serían- similares a las que componen los «guiones», los «marcos» y las personae, que se han venido denomina-do «conocimiento de las situaciones sociales y de sus formas más prototípicas o comunes» (ej. las condiciones de la interacción médico/paciente o de la participación en una ceremonia religiosa). En segundo lugar, cabría identificar, representaciones episódicas sobre la situación física y social actual de los discursos (ej. representaciones sobre el. estatus social de los participantes concretos en una conversación, o sobre el tono emocional de esta) Desde un punto de vista cognitivo, estos dos tipos de representaciones dan pie a interpre-tar que la producción de discursos y conversaciones, al igual que su comprensión, implica meca-nismos- de activación de esquemas de conocimiento social previamente adquiridos, pero también- mecanismos de elaboración supervisión y actualización de las representaciones relativas al con-texto actual del discurso. En términos funcionales, estos tipos de información y de mecanismos resultarían similares a los postulados anteriormente para dar cuenta del empleo, por el hablante, de información relativa a sus interlocutores, tanto en lo que respecta a su modelo de mundo (componente esquemático) como a su estado actual de conocimientos y creencias (contenido episódico) de la llamada «teoría de la mente» (Premack y Woodruff, 1978, Leslie1987). ¿Cómo se puede demostrar empíricamente la influencia determinante del conocimiento social en la- producción de los discursos conversaciones? o ¿hasta qué punto los constructos psicosociales son psicológica o psicolingüsticamente «reales»? Gazdat (1980), en un trabajo muy conocido, presenta una serie de ejemplos procedentes de la observación de distintas lenguas que ilustran la existencia de restricciones sobre distintos componentes de la producción verbal teóricamente relacionadas con algunos de componentes del conocimiento social antes mencionado Desde una perspectiva experimental Graumann y Sornmer (1989) han abordado también esta problemática. Así, diseñaron un estudio cuyo objetivo fue comprobar la influencia de deter-minados aspectos. del conocimiento social sobre la organización de los mensajes producidos en un contexto conversacional. Partiendo del supuesto de que el conocimiento de los roles asocia-dos convencionalmente a las distintas situaciones sociales implica la adopción dc una cierta perspectiva psicológica en el análisis de tales situaciones Tanto en la organización semántica global de los discursos (macroestructura) como en su organización gramatical y léxica, los autores obtuvieron efectos empíricos significativos explica-bles en función de la manipulación- experimental de la variable perspectiva En el ámbito de la Inteligencia Artificial, cabe encontrar también ejemplos relevantes del interés que suscitan tanto los tipos de conocimiento social que intervienen en el procesamiento de discursos y conversaciones como los procesos y estrategias cognitivas que determinan su empleo eficaz por los hablantes.
Eduard Hovy (1988), un autor particularmente interesado en el análisis de las restricciones pragmáticas (sociales e interpersonales) bajo las que se planifican y generan los discursos naturales, ha demostrado recientemente, mediante la construcción d~ un original programa de simulación llamado PAULINE (del inglés Planning And Uttering Language in Natural Environments) que tanto el conocimiento de ciertos aspectos de la situación social como las relaciones interpersonales entre los interlocutores o el clima emocional de la «atmósfera con-versacional» resultan funcionalmente tan importantes para la explicación teórica de la planifica-ción y realización de discursos eficaces como el conocimiento de los objetivos previos del hablan-te o el de los objetivos, opiniones y conocimiento del mundo de los interlocutores. 4 B Conocimiento del contexto, físico y deixis Como hemos visto, la representación de la situación que fundamenta la perspectiva que los hablantes adoptan durante la producción de los discursos posee un importante componente socia!. Sin embargo, este componente no es él, único que configura el contexto cognitivo común del discurso. Por ello, es necesario aludir también, al conocimiento que los participantes poseen del contexto físico en que se generan los discursos y al anclaje perceptivo que los discursos mis-mos poseen respecto a tales contextos. Este anclaje que se hace patente en los intercambios conversacionales más simples, se instrumentaliza lingüsticamente, a través de la presencia, en el texto, de un tipo particular de marcas lingüsticas: los llamados «términos deícticos». La noción de deixis (que en griego significa mostrar) expresa, fundamentalmente, una función: la que conecta el discurso con su contexto físico y con la información que sobre este con-texto comparten el- hablante y el oyente. Gracias a la deixis el oyente puede localizar e identificar referentes como personas objetos, acontecimientos y actividades que se mencionan en el discur-so aunque no se describan explícitamente en el. El carácter esencialmente deíctico de los discursos fue ya destacado por Bühler en 1934 y ha constituido uno de los principios rectores de la investigación de buena parte de los psicolin-güistás encuadrados en el funcionalismo centroeuropeo en los últimos años. Por otro lado, que la deixis es una función compleja que: implica la utilización de representación de muy diversa ín-dole constituye una apreciación inevitable tras el análisis de cualquier secuencia discursiva natu-ral Veamos este ejemplo: En el coloquio de nuestro ejemplo los hablantes han producido simultáneamente varias expresiones deícticas (las que aparecen en cursiva) Algunas de ellas, que en castellano son elíp-ticas, son deixis de pérsona (tu por ejemplo, señala a aquella persona a la que se dirige el hablante en momento dado del discurso pero no es una persona fija: varía en cada turno conver-sacional). Otras, son formas deícticas de lugar (ej «esto», «aquí», que indican una proximidad física respecto al hablante o de tiempo (antes, ayer). Por último, nuestro ejemplo contiene tam-bién una forma deíctica de discurso (lo), que remite anafóricamente a algo de lo que se ha hablado previamente y que vuelve a ser foco de atención otra vez. La elección de todas estas formas presupone, el conocimiento, por parte del hablante, de una situación espacio-temporal dada a la que de algún modo tiene acceso también el oyente, así como el conocimiento de un sistema lingüstico específico (el sistema de marcadores deícticos de su lengua) cuyos elementos poseen condiciones contextuales muy concretas de utilización. Como ha sido ampliamente documentado por estudios evolutivos, el desarrollo de las habilidades deícti-cas (la adquisición de los términos deícticos y su empleo correcto en los discursos), al igual que el desarrollo de la mayoría de las actividades cooperativas, está estrechamente vinculado a la capacidad del sujeto para «des-centrarse» (en el sentido piagetiano del término) y para adoptar la perspectiva del otro, es decir, para elaborar modelos mentales o metarrepresentaciones de lo que el otro puede conocer y percibir (en este caso, sobre un contexto espacio-temporal concreto) en cada momento del discurso. De forma paralela, la alteración patológica o la falta de desarrollo de esta capacidad se traducirá en la realización de discursos que resultan incomprensibles o no co-operativos precisamente porque fallan en la capacidad para situar los referentes! deícticos en un marco de conocimiento sobre el contexto físico o discursivo compartido también por todos los in-terlocutores Un ejemplo que ilustra con claridad la complejidad cognitiva de la deixis es el uso de tér-minos espaciales como aquí, allí, arriba, abajo, delante, detrás, izquierda, derecha y otros similares. Levelt (1989), tras analizar exhaustivamente las demandas cognitivas del empleo de este tipo de términos, ha llamado la atención sobre el hecho de que el significado dé los deíc-ticos espaciales ha de ser establecido por relación a un sistema de coordenadas que permita re-lacionar el referente con un punto previamente establecido del contexto (el llamado relatum o punto de referencia), el cual, con frecuencia, se mantiene implícito en el texto. Normalmente, el punto de referencia elegido por el hablante es él mismo: en este caso, el sistema de coordenadas que se utiliza es un sistema tridimensional implícito que se compone de una dimensión vertical (que se corresponde con la verticalidad percibida del propio hablante en relación con la fuerza de gravedad, que normalmente es idéntica para hablante y oyente, y por dos dimensiones hori-zontales, la dimensión delante/detrás y la dimensión derecha/izquierda, las cuales suelen ope-rar en espejo en las interacciones cara a cara. Sin embargo, en otras ocasiones, el hablante utiliza un punto de referencia externo a si mismo (ej.. habla «del libro que está encima de la me-sa) o combina el relatum externo con sus propias coordenadas espaciales (como cuando dice que el libro está a la derecha del vaso) En estos casos, y sobre todo en el primero y en el último, el hablante maneja la presuposición de que, salvo indicación en contrario, el oyente reconstruirá adecuadamente el sistema de coordenadas utilizado y le identificará a él como principal punto de referencia. Quizá por ello, y frente a lo que cabría predecir desde el modelo cooperativo, los hablantes, por lo general, no suelen utilizar expresiones del tipo desde mi punto de vista o des-de donde yo estoy cuando hacen uso de este tipo de referencias deícticas en sus discursos El carácter esencialmente egocéntrico de las deixis no parece ser, desde luego, un fenó-meno exclusivo del lenguaje. Como han observado Graumann y Somrner 5. EL DISCURSO COMO ESTRUCTURA LINGÜÍSTICA SUPRAORACIONAL: COHESIÓN, COHERENCIA Y RELEVANCIA Los discursos pueden interpretarse como conjuntos de secuencias de emisiones lingüsti-cas. Sin embargo, un discurso no es, salvo excepciones patológicas muy graves (ej. algunas ma-nifestaciones del Ienguaje psicótico), una secuencia arbitraria o inconexa de emisiones Como acertadamente han hecho notar algunos autores, la razón de mas, peso que justifica el estudio diferenciado del discurso en el ámbito de las ciencias del lenguaje es precisamente el hecho de que las emisiones lingüsticas producidas en contextos naturales configuran unidades holísticas de acción cuyas propiedades (ej su funcionalidad o eficacia comunicativa) no son reductibles; a la suma de las propiedades de las unidades individuales que las componen. Los lingüistas y filóso-fos del lenguaje han acuñado términos como los de tema o tópico general del discurso, acto de habla global, macro proposición, y otros muchos con él fin de expresar la noción, por otro lado intuitiva, de que los discursos y conversaciones constituyen unidades coherentes sintáctica y pragmáticamente. Sin embargo, esta propiedad tan distintiva de los textos, su textura, como la llama Halliday y Hasan (1976), o su textualidad, como la denomina De Beaugrande (1979, 1980B), admite descripciones y caracterizaciones teóricas muy diversas. Veamos, siquiera es-quemáticamente, algunas de las más conocidas: a) La cohesión de los discursos b) )La coherencia de los discursos: coherencia local o secuencial coherencia global la coherencia como relevancia la naturaleza esquemática de los discursos, noción de superestructura 5.A Cohesión El concepto de cohesión, ha sido creado para explicar relaciones que se dan en el dis-curso... La cohesión se refiere al conjunto de recursos que permiten vincular una oración con las que se han presentado antes en el texto Halliday y Hasan (1976). Dichos recursos, incluyen marcas morfosinticas especificas (ej. mecanismos de coordinación, subordinación gramatical con-cordancias, etc.), pero, también, mecanismos tales como las elipsis, la referencia y las repeticio-nes léxicas (ver cuadro pág.siguiente Según Halliday y Hasan (1976); la cohesión de los textos es un fenómeno o propiedad del sistema lingüstico y sólo puede ser entendida desde el propio sistema lingüstico como instru-mento de expresión de ideas. Sin embargo, son muchos los autores que han cuestionado la utili-dad de una interpretación tan «centrada en el propio texto» como la de los mencionados Halliday y Hasan. La textualidad, observan. Lanín et al., 1981; Brown y Yule, 1983; Schneuwly, 1985; Chaíka, 1990)., no es una propiedad que pueda ser interpretada sólo por referencia a la existen-cia de relaciones gramaticales o semánticas dentro de un texto.
Continua en la produccion del discurso

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