Los costos de amar por obligación


lunes 26 de octubre de 2009

Una característica de nuestro cerebro es que cree ver en sus semejantes un reflejo suyo.

Nos miramos como si, en lugar de ser personas diferentes, el otro fuera un espejo nuestro.

Parece disparatado pero no lo es tanto.

Esta es la causa principal de la intolerancia.

Un europeo puede rechazar a un gitano o un americano de raza blanca puede rechazar a un indígena, porque tanto el gitano como el indígena no han reflejado lo que el europeo o blanco esperaban.

La piel más oscura, la adoración a otros dioses, bailes diferentes, son más que suficientes para tomar distancia de esos «espejos fallados» (porque no devuelven la imagen que pretendemos ver).

El rechazo al diferente a nosotros es un impulso irracional que la educación pretende revertir.

Esta educación que nos dota de cierto control también podemos llamarla hipocresía.

No solamente se puede disimular bastante bien el rechazo que nuestro cerebro siente por los diferentes (física o culturalmente) sino que hasta pueden instalarse actitudes drásticamente opuestas a nuestro impulso natural, esto es, la aproximación deliberada a los que son diferentes.

«Nadie regala nada» y la naturaleza es la primera en cobrarse las transgresiones a sus Leyes.

La actitud tolerante es necesaria pero tiene costos que pagamos tarde o temprano.

El fundamento de que algo está vigente porque siempre se hizo así no es válido. Siempre tratamos de superar este rechazo al diferente pero no siempre lo logramos.

La pregunta que deberíamos hacernos para no actuar por simple costumbre es ¿Cuánto cuesta en términos de salud personal y colectiva forzar la tolerancia?

Si llegáramos a una respuesta podríamos procurar una mayor tolerancia al menor costo posible.

Bajando este costo podríamos ser más tolerantes.


http://fmieres.blogspot.com/

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