¿Hacen una buena pareja la frigidez y la eyaculación precoz?


Por Carlos Farrés
Psicoanalista, Palma de Mallorca

Es relativamente frecuente encontrar en revistas especializadas y en artículos de prensa no tan especializados, la idea de simetría o de equivalencia entre la frigidez y la eyaculación precoz. Como si a la una le correspondiera la otra, haciendo valer la igualdad de los sexos también en el territorio sintomático. Es cierto que los síntomas sexuales joroban, pero no lo hacen por igual a unas y a otros. Por ejemplo, la frigidez se caracteriza por la falta de orgasmo, mientras que la eyaculación precoz se caracteriza por su presencia demasiado rápida (aunque es cierto que no siempre la eyaculación va acompañada de orgasmo; dejémoslo en un casi siempre).

Aquellas pacientes que hablan en las sesiones analíticas de su frigidez se pueden referir a ella de múltiples formas, pero ninguna de ellas hace referencia a una puesta en cuestión de su feminidad.

La feminidad no suele medirse por el número de orgasmos alcanzados. Eso es un placer, un divertimento, pero no un certificado de feminidad. Una mujer se puede sentir muy femenina y anorgásmica a la vez, mientras que en el varón la cosa es un poco más delicada, paradójicamente. La eyaculación precoz, con la pérdida de la erección consiguiente, suele atentar contra la idea de virilidad que muchos varones tienen. Por tanto, es un síntoma que atenta contra su identificación sexual como hombre.

Hay más diferencias, pero las nombradas son suficientes para poner en cuestión la igualdad o la simetría en este terreno. No hay proporción, no hay correspondencia, no hay complementariedad de los sexos. En palabras de Lacan “no hay relación sexual”, siempre tan escandaloso él.

Presentado el problema en uno u otro sexo, los sujetos suelen preferir afrontar el problema mediante una vía medico-biológica-mecánica, antes que plantearse la posibilidad de que semejante problema tenga que ver con alguna interferencia inconsciente de su propio deseo. ¿Cómo puede ser que el deseo interfiera en la práctica de su pretensión máxima, que, según el psicoanálisis, es sexual? Pues puede ser porque el deseo inconsciente no es equivalente al anhelo consciente. El deseo inconsciente puede ser contrario al anhelo, al “quiero”, al “tengo ganas de…”.

Si dejamos de lado, por no ser objeto de nuestra práctica, los problemas orgánicos que pueden generar disfunciones sexuales, tanto la frigidez como la eyaculación precoz suelen ser síntomas que se presentan dentro de la estructura neurótica.

¿Qué quiere decir todo esto? Pues algo así como que tiene que darse un proceso de recorte, de limitación en nuestras aspiraciones de obtener el placer absoluto, total e inmediatamente, para que la vida en comunidad sea posible. A este recorte o limitación, el psicoanálisis lo llama castración, a la pretensión de placer absoluto la llamamos goce (que muchas veces se trasforma en sufrimiento), y al agente que pretende limitar el goce ejerciendo la castración lo llamamos función paterna.

Pues bien, desde nuestro punto de vista, tanto la frigidez como la eyaculación precoz lo único que tienen en común es la presencia de la función paterna, de tal manera que interfiere el desarrollo satisfactorio de la relación sexual.

Si el padre está demasiado presente (en la fantasía inconsciente, en el fantasma) en las actividades sexuales de una mujer, esta puede defenderse de su propio deseo incestuoso no entregándose al placer. Pasarlo bien en esas circunstancias generaría demasiada culpa.

Por otra parte, si el padre está demasiado presente (de forma imaginaria, en el fantasma) en las actividades sexuales de un hombre, este puede “preferir” acabar cuanto antes para poner fin a la amenaza homosexual que la presencia del padre supone.

En definitiva, es la presencia fantasmática del padre la que organiza o, en este caso, desorganiza la vida sexual de hombres y mujeres en los temas de eyaculación precoz y frigidez, aunque, por los últimos estudios especializados aparecidos sobre temas de sintomatología sexual, parece que no hay que preocuparse mucho por esto, puesto que, actualmente, el principal problema sexual entre la población adulta de los países desarrollados es la falta de deseo. Un paso atrás que arrasa con los problemillas que hemos abordado aquí. No hay mal que por bien no venga (o algo así).



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