¿Qué ocultan los adolescentes?


Por Julia Zafra
j.zafra@lacalledecordoba.com

Las relaciones, la homosexualidad, las drogas, los deseos y la soledad. Javier Urra y otros psicólogos de Córdoba revelan cuáles son los secretos mejor guardados por los jóvenes


Los hay conmovedores: "Quiero ser científico para cambiar el mundo" (chico, 11 años); crueles: "Me encanta pegar y acojonar al más tontolaba del insti" (chico, 12 años); y escalofriantes: "Cuando voy a la discoteca me pongo hasta culo de JB y maría" (chico, 14 años), pero todos revelan una grave falta de comunicación entre padres e hijos.

Estos secretos, desvelados por adolescentes de toda España, están recogidos en el último libro que, a modo de estudio, presentó el psicólogo de la Fiscalía de Menores de Madrid y pedagogo terapeuta, Javier Urra, el pasado diciembre en Córdoba.

Con el título ¿Qué ocultan nuestros hijos?, el autor del best-seller El pequeño dictador, retoma las pautas educativas en el seno familiar para, en esta ocasión, invitar a romper el silencio y abrir una puerta al diálogo que, en su opinión, debe ser "fluido" y "constante, algo que olvidan los padres de hoy", recalca.



Los secretos

Anorexia, homosexualidad, soledad e incluso ansias de suicidio. Los secretos de los adolescentes no son una cuestión baladí.

Pero los profesionales cordobeses no se topan con una realidad muy distinta. Entre los casos más llamativos, la psicóloga de la Casa de la Juventud, María Moraño, comenta el de una chica de18 años que durante cuatro aguantó los malos tratos de su novio en silencio.

El psicólogo Jose Manuel Aguilar sostiene que predominan los hechos relacionados con los grandes temas que rodean a los adolescentes: sexo y consumo de drogas, especialmente tóxicos. En este sentido, la principal confesión gira en torno a sentirse desplazados si no las consumen. Así, evoca a un chico que le llegó a decir que "si no bebía sus amigos le daban de lado", y a una chica, hija de un alcohólico, que evitaba salir con sus amigos que la presionaban para que bebiera.

Aunque, según apunta Moraño, otro de las intimidades más comunes entre los adolescentes cordobeses sea algo más inocente que todo eso. Así, ganan por goleada las primeras relaciones amorosas. "Antes les cuentan que están con una chica o un chico a una persona ajena al núcleo familiar que a sus propios padres", se extraña Moraño.

Javier Urra añade que chicas que apenas alcanzan los 16 años esconden a los suyos problemas con la comida -pese a que luego los divulgan en foros de Internet-, sus inclinaciones sexuales, sus ideologías políticas o que tienen amigos de otras razas.

También se ha encontrado con comentarios como los de las dos chicas que escribían un sobrecogedor "tengo ganas de suicidarme", o el de otras de sólo 15 años que, angustiadas, encubren acoso sexual o -de nuevo- malos tratos perpetrados por sus parejas o los compañeros de clase: "Si no lo hago con mi novio, me deja", sostiene una adolescente.

En el lado opuesto, se encuentra el testimonio de los agresores, aquellos que no temen admitir que disfrutan maltratando al "tontolaba del insti", dice uno de ellos. Y todo sin que los padres sepan ni media.

Pero las confidencias continúan. No faltan los que confiesan un delito, o los que declaran que se visten de mujer o que disfrutan bateando un peluche. Un hijo que suelta impasible un"no quiero a mi madre, no pasa dinero", como otros admiten que "van de putas". Hasta uno de tan sólo 15 años llega a relatar que ha violado a una chica.

Pero entre los casos que han dejado atónito al propio Urra destaca el de un chico que escribía "le digo a mis padres que salgo a jugar con mis amigos, y es mentira. Estoy solo". Otro reconocía "nunca perdonaré a mi padre que se suicidara y ni siquiera me dejara una nota", una muestra de la soledad que albergan estos adolescentes de ni siquiera 18 años y que les oprime pero que, una vez frente a la libertad de la hoja en blanco que les proporcionó Urra, aprovecharon para descargar esas emociones que los más allegados ignoran.

Pero, ¿cómo se llega a esos niveles tan "trágicos" de incomunicación en una familia?



Motivos para callar

Los hijos callan por miedo a su entorno familiar, donde tratar ciertos temas está sencillamente prohibido, algo "tremendo" que se sigue dando "en uno de los países más tolerantes", lamenta el también Presidente de la Red Europea de Defensores del Menor.

La otra causa, el elevado porcentaje de separaciones mal llevadas que están generando una auténtica desvinculación emocional de los hijos respecto a sus mayores. Los adultos se toman su particular revancha el uno con el otro y esto crea en el testigo mudo de la situación -el hijo- un cáncer que no hará que odie a los suyos, sino simplemente que les sean indiferentes, tema al que Aguilar dedica su último libro Tenemos que hablar (Taurus).

Pero, por otra parte, como indica Moraño, está la permisividad total de los padres que, sintiéndose culpables por el poco tiempo que pasan con sus hijos, los compensan concediéndoles todo lo que piden y convirtiéndose en sus abogados equívocos. Es lo que Aguilar llama la generación obediente, "aquellos que han pasado de obedecer a sus padres a obedecer a sus hijos", señala.

Como consecuencia, estos padres crían a chicos rebeldes que cometen fechorías para llamar la atención y que, al sentirse impunes, hasta las graban con el móvil, desarrollando "una visión lúdica de la violencia" a falta de una figura autoritaria que les diga que eso está mal, apostilla Urra.

De ahí que la actitud de los mayores resulte fundamental para evitar la espiral de engaños de los adolescentes. "Ciertamente es difícil educar a un hijo" y Urra deja claro que no hay recetas para ello. Lo único, diálogo, "el pilar fundamental en la educación de los hijos. Y cuanto antes, mejor".

Lo que cuentan son los gestos, detalles y constancias para romper las barreras que separan a las dos generaciones. Así, Urra propone apagar la televisión durante las comidas, comentar el paisaje cuando se va en el coche y, para "sensibilizar", hacer que cuide a una persona, un perro o una planta, mientras que Moraño aconseja moderar los castigos para que los hijos confíen en los padres y estar pendiente de con quién y por dónde se mueven los menores.

El psicólogo añade que los adultos también deben abordar temas como la sexualidad o las drogas antes de que sea demasiado tarde y dejar de pensar que por ello están incitando a sus hijos. En este sentido, advierte que la sobreprotección no es el método más adecuado. Los padres deben estar cerca de los hijos pero "sin ser invasivos. Hay que dejarlos volar", dice. Y es un error que el padre piense que vive para los hijos porque -recuerda-, éstos se acabarán yendo de casa.

Todo lo anterior no significa que la educación hoy sea un fracaso. "Los hijos ocultan cosas a sus padres como los padres de hoy ocultaron cosas a los suyos", dice Moraño. De igual modo, Urra destaca que "educar ha sido difícil siempre. Lo que pasa es que los padres se preocupan mucho. No pueden cambiar el mundo pero sí pueden hacer que el hijo tenga capacidad crítica".


Cuando los padres son los que callan
Se ocultan tanto unos como otros. En una sociedad en la que se escudriñan los mensajes del móvil antes que preguntar, los adultos son los primeros que se reservan ciertos asuntos. De este modo, otro de los apartados del estudio de Javier Urra comprende aquello que los padres han hecho y nunca se han atrevido a confesar a los suyos. Comentarios como "nunca le he dicho a mis hijos que soy el amante de la mejor amiga de su madre" son tan sólo la punta del iceberg.

También tapan dificultades económicas, acoso laboral o incluso que padecen una enfermedad degenerativa.

Del mismo modo, añade el pedagogo terapeuta, "hay padres que se guardan que tienen un sentimiento absoluto de fracaso, que no querían tener un hijo o que temen a un hijo tirano".

Urra insiste en que la solución estriba en hablar para invitar a los hijos a que también lo hagan, en contarle a su vástago los problemas que tiene en el trabajo para que le de pie a contar los que él tiene en el colegio. "Es terrible que lo único de lo que hablen los padres sea de prohibiciones", exclama. Según sostiene, hay que hablar de la cotidianeidad, de lo que les motiva, de lo que les preocupa y, sobre todo, hay que decir te quiero, "es esencial -asegura-, pues un importante número de chicos del estudio se lo callan, a pesar de que la mayoría acudiría en último momento a sus padres".

http://gonzalocosenza.ning.com

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Qué es el fotolenguaje?

FODA Matemático: Cómo funciona , paso a paso

La diferencia entre adular y alabar