¿PSICOTERAPIA.COM?



Alcances y limitaciones en la implementación y desarrollo de un proceso psicoterapéutico mediante el uso de Internet
Por Ps. Fiorella Sbrocca


La presente nota trata de reflexionar acerca de las formas en que puede impactar la comunicación a través de Internet en la implementación y posible desarrollo de un proceso psicoterapéutico de corte psicoanalítico. Me centraré en el bosquejo de algunas consideraciones sobre los alcances y limitaciones que ofrece Internet para aquellos que intentan intervenir para modificar el padecer de aquellos otros que buscan ayuda por ese medio.

Comenzaremos por plantear que Internet y la construcción de la subjetividad es un tema que no nos es ajeno al momento de pensar nuestras prácticas psicológicas. A partir de la expansión y del uso masivo que la red virtual ha tenido en la última década, varios son los cambios que se están generando en los modos de relación, comunicación y vida de los seres humanos. En el Río de la Plata I. Lewkowicz dedicó sus últimos años a la reflexión sobre la incertidumbre y la inestabilidad que habita nuestras vidas y sobre los efectos que tiene y que tendrán los nuevos recursos tecnológicos en lo que él denominó “la historización de la subjetividad”. El se interrogaba, parafraseando a Borges, “si nuestra subjetividad es capaz de habitar un mundo de arena o estamos condenados al anhelo de la piedra”. (Balaguer, 2005:10).

Muchos son los servicios y las aplicaciones clínicas que se ofrecen y que se demandan vía Internet. Entre estos encontramos el asesoramiento psicológico, la psicoeducación, la psicoterapia y la evaluación psicológica. M. V. Giles, integrante de un grupo de profesionales argentinos que se agrupan bajo el sitio: www.eutimia.com, asegura que, “Los cambios en la forma en que se intercambia la información (mediante Internet) también cambiará la forma en que se relacionan los profesionales de la salud mental con sus pacientes” (fecha de acceso: octubre de 2000).

Acotando el campo de discusión que se podría abrir a partir de estos disparadores escogidos, formulo las siguientes preguntas como forma de guiar el presente desarrollo teórico: ¿Qué nos pasa a los psicólogos ante la posibilidad de pensar una práctica psicológica online?, ¿Será posible implementar una psicoterapia psicoanalítica mediante Internet?, ¿Estamos preparados para ejercer nuestras prácticas mediante el uso de Internet?

El método psicoanalítico ha evolucionado mucho desde sus orígenes hasta nuestros días y varias fueron las inquietudes que surgieron ante la aparición de nuevos recursos técnicos, modos de conducción de terapias y encuadres. Tal fue el caso de la incorporación del juego en la terapia con niños como forma sustituta y complementaria de la asociación libre verbal o el uso de “pautas de continencia, disposiciones ordenadoras del medio ambiente o de cuidado y una aproximación comprensiva más que interpretante” en el trabajo con pacientes psicóticos y fronterizos, según señala L. Goijman en su análisis sobre la pretendida diferenciación entre el psicoanálisis y la psicoterapia analítica (2001:30).
R. Balaguer en “Vidasconect@s.com” nos trasmite que la escucha y la mirada desprejuiciada son elementos fundamentales para poder pensar la pantalla como lugar de encuentro, juego y educación, tal como él la concibe, al tiempo que nos alerta sobre las resistencias que se pueden erigir ante el intento por “penetrar en mundos desconocidos, inquietantes y desestabilizadores” (2005:45). L. Correa agrega en tono de deseo en su prólogo a este libro que, “ni el silencio de la ignorancia o de la soberbia, ni la comodidad de los que están instalados en sus parcelas de saber y de poder (actitudes que paradojalmente instalan el desconocimiento y la impotencia), permitan que este esfuerzo intelectual pase sin la repercusión que merece.” (2005:15)

Estas advertencias me llevan a interrogarme sobre la posible existencia de algo así como una “conciencia moral de la clínica del consultorio” que genera rápidamente el calificativo de poco serio todo intento por ejercer la psicología fuera de los parámetros erigidos como ideal. ¿Será que podemos ir más allá de ese ideal de clínica que hemos construido y que nos habilita para ejercer la psicoterapia sólo si se trata de un encuentro físico e interpersonal en lo descriptivo además de intersubjetivo en lo dinámico?; ¿será que podemos pensar sobre los alcances y limitaciones que supone la práctica psicológica mediante el uso de Internet?, y en ese caso; ¿será Internet un recurso que merece ser incorporado en nuestras prácticas como lo fue el juego en la clínica con niños?

Para desentrañar estas preguntas, partimos de la base que el cambio psíquico dentro del marco de una terapia psicoanalítica se ve facilitado por el método psicoanalítico (libre asociación de ideas e interpretación) y por la situación analítica que genera transferencia. El diván y número de sesiones pueden propiciar la cura, pero no son condición “sine qua non” para la misma. Según L. Goijman, un buen trabajo en el campo analítico sería aquel en el cual el analista pueda sostener el encuadre y servir como soporte de la transferencia (2001).

Hacemos acuerdo que el trabajo en y con la transferencia es la situación propia de la práctica clínica, en tanto es allí donde se reactiva el conflicto psíquico destinado a la repetición de formas de satisfacción sustitutiva para paulatinamente ir subordinar la tendencia al acto a la biografía, enriqueciendo formas de simbolización y generando lo nuevo, resignificando.
Entonces, en el encuentro terapéutico, transferencia mediante, no existe una observación objetiva de una realidad ni para el paciente ni para el analista, sino que a través de la figura del terapeuta se reaniman afectos en el paciente que hace que se produzca un cambio de representante psíquico (de la figura originaria del afecto a la figura del analista), al tiempo que el analista deberá lidiar con sus propios complejos que son actualizados por la figura del analizando.
En este sentido, al interrogarnos sobre la posibilidad de instalar la transferencia en el espacio virtual nos servimos de la noción de Balaguer quien define Internet y sus efectos como una “zona de evasión, de imaginación y fantasía, pero a la vez de una coagulación en el pensamiento, en la socialización y los sentimientos con efectos muy reales en la vida” (2005:14) y de la concepción de L. Correa, quien considera que la pantalla ofrece la oportunidad para hacer “como si”, “proporciona una oportunidad de experimentar, de explorar sensaciones y respuestas emocionales, ideas y habilidades que tal vez no tendrían otra forma de realizarse” (2005:13). De esto, entendemos que existen condiciones para el desplazamiento de representaciones y afectos, es decir, para que se produzca la transferencia y la posibilidad de manejarla, hecho que, en palabras de Freud, es “el principal recurso para domeñar la compulsión de repetición del paciente, y transformarla en un motivo para el recordar” (1914a:156 ).
Por otra parte, sabemos que el trabajo psicoterapéutico está condicionado en Internet en aquellos casos donde existe abuso sexual, actos de violencia, trastornos alimenticios y estructuras psicóticas. (Giles, 2000) ¿Será por aquello de que cuando el afecto es muy intenso desborda las posibilidades de pensar, traduciéndose en actos, en respuestas más o menos impulsivas que no pueden ser abordas por intermedio de la mediación de la palabra establecida a través del espacio virtual?

Ahora bien, si consideramos que el encuentro terapéutico trasciende el espacio físico y si entendemos que la comunicación a través del Chat así como los netmeetings y los intercambios de correos electrónicos tienen un impacto emocional y que de ser usados como recursos para establecer un encuentro terapéutico pueden redundar en el establecimiento de transferencia, cabría preguntarse qué particularidades cobra éste. Giles refiriéndose a la psicoterapia online dirá que una de sus ventajas es la mayor libertad de expresión de sentimientos o conflictos en comparación con los encuentros cara a cara (2000). Aclara sin embargo, que la franja de tonos emocionales disponibles se ven limitados cuando se trata de comunicarnos mediante Internet.

En un intento por establecer alguna línea de análisis a punto de partida de estas afirmaciones creo oportuno introducir las múltiples modalidades que se engloban cuando nos referimos a la comunicación mediante computadora.

Por un lado, podemos distinguir la comunicación que se hace a través de la escritura (E-mail), del Chat y de una comunicación que se establece a través de la oralidad (netmeeting). Sabemos a partir de los estudios de la psicolinguistica que la comunicación humana o mejor dicho, que la lengua humana, se caracteriza por ser verbal y no oral, pudiéndose materializar de forma oral (escritura y oralidad) y de manera viso-espacial (Lengua de Señas). A su vez, todo texto tiene una base verbal, está inscripto en un contexto y está concebido de acuerdo a determinadas condiciones de producción; existen relaciones particulares de cohesión gramatical y lexical para los distintos discursos así como aspectos que hacen a la coherencia del texto y a su extensión, elementos que deben ser tenidos en cuenta para poder analizar los diferentes textos. A esto cabría agregar la polisemia que tienen las palabras y el sentido intrincado en el material volcado en el análisis, sentido que convierte el material en material clínico. Hecha esta puntualización, entendemos que las condiciones de producción de un discurso verbal como texto escrito (e-mail) es diferente a las condiciones en que se realiza una producción verbal como texto oral o cuando se integra ambas modalidades. A mi entender, el Chat plantea un desafío teórico con su correlato en la práctica, en tanto se genera en una frontera entre el campo de la oralidad y el de la escritura, ya que al “chatear” estamos escribiendo como si habláramos.
Entonces, de estas distintas formas de expresión o de poner en acto la lengua y sin entrar en un estudio psicolinguístico, se extraen distintas consideraciones para los alcances y limitaciones que puede tener el ejercicio de la psicoterapia a través de Internet.

La “palabra hablada” remite a una forma interactiva, dialógica, no mediatizada por la escritura, situación que facilita el método de asociación libre, la emergencia de recuerdos inéditos, el establecimiento de transferencia y la posible elaboración de manera de generar nuevos sentidos. En cuanto a la palabra escrita cabe decir que esta supone la puesta en marcha de un proceso psíquico de mayor elaboración que el requerido para hablar; requiere de condiciones de producción de mayor formalización con el consecuente tiempo de reflexión y de espera como para que se facilite la instalación de la resistencia así como los mecanismos de intelectualización y racionalización que podrían obstaculizar el proceso terapéutico.
De estas puntualizaciones nos preguntamos: ¿Será posible decir todo lo que pase por la cabeza cuando se trata de registrarlo por escrito?,y, ¿Será que la posibilidad de un encuentro físico garantiza la espontaneidad?
Sin encontrar una respuesta que cierre esta formulación me limitaré a recordar aquella anotación que hacía Freud en “Sobre la iniciación del tratamiento. Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, I” del año 1913 cuando se refería a aquellos pacientes que concurrían a la consulta con un relato previamente construido. Freud aconsejaba desalentar esta práctica ya que lo único que lograba el enfermo al apelar al relato armado era protegerse “del afloramiento de ocurrencias indeseadas” logrando la resistencia su cometido.

En otro sentido, dejando de lado la modalidad en que se utilice la palabra (escrita o hablada), las palabras, palabras son. Por lo que no se trataría de plantearnos el problema en términos de alcances y limitaciones del una comunicación establecida por correo electrónico, Chat o netmeeting, sino en torno a las consecuencias que conlleva una situación analítica cuando el lenguaje es el recurso central para la cura y cuando quedan excluidos como recursos los elementos paraverbal (entonación, melodía) y no verbal (gestos de expresión, movimiento espacial del cuerpo). Según B. de León de Bernardi lo que posibilita la cura es algo que se encuentra en el orden del encuentro, del involucramiento emocional en los cuales se pueden ver “distorsiones en los modos infantiles de comunicación con la figura madre-analista: gestos de alejamiento y rechazo, distancia, frialdad, severidad, cortes en la relación en algunos casos o en otros proximidad exagerada.”, situación que permite ir trabajando la transformación del que padece. (2005:189). B. de León de Bernardi cuestionando el alcance de la palabra, cita a Ahumada (1994) quien dice que las interpretaciones que ponen mucho énfasis en el recurso del lenguaje “puede conducir a un creacionismo verbal que despegado de la vivencia emocional, lleve a intelectualizaciones y no conduzca a verdaderas transformaciones psíquicas.” (2005:188)

Los encuentros terapéuticos se producen, no obstante sigue siendo para mí una incógnita si la mediatez de la pantalla puede generar la sostenibilidad del encuadre y de la transferencia que sí se puede lograr en una psicoterapia de consultorio. Abel Fernández trasmitía en una clase sobre el Método Psicoanalítico, que el proceso analítico realizado en un consultorio ofrecía, entre otras cosas, la posibilidad de encontrar “un lugar de remanso”. ¿Será posible realizar a través de Internet un proceso en el cual no existe proporcionalidad entre tiempo, trabajo y resultado, donde prima la atemporalidad de los procesos psíquicos?. Tal vez la situación de anonimato y la distancia física que implica el encuentro virtual colaboren a la no posibilidad de comprometerse en un trabajo analítico, tal vez se vea facilitado la posibilidad de mantener al objeto bajo control y a no entregarse a la regresión; no obstante, me embarga la idea que estas consideraciones con las que voy terminando esta nota, también se aplican a las prácticas que realizamos en el consultorio. Tal vez se trate de formular el problema acerca de la posibilidad de establecer un proceso psicoterapéutico a través de Internet en términos de la existencia de psicólogos capaces de instrumentar una práctica a través de la red y de otros que no, de la misma manera que enunciamos que no hay pacientes inanalizables, sino tan sólo pacientes que no son analizables por ciertos psicólogos.

Me interesa destacar que Internet ofrece a sus usuarios un inconmensurable bagaje de información, accesibilidad las 24 horas los 365 días del año y la posibilidad de obtener datos en búsquedas de inmediato. Estos elementos que permiten la democratización de la información pueden generar mayores posibilidades de acceso a servicios psicológicos. En este sentido, la red se puede transformar en un medio de difusión de la psicología al tiempo que una puerta de entrada a un proceso terapéutico “online” o clásico (de consultorio) para una considerable proporción de toda esa masa de gente que consulta por esta vía y que no accedería por otros medios. Por otro lado, creemos que los mismos aspectos que generan accesibilidad, también refuerzan la omnipotencia y la fantasía de poder lograr resultados mágicos de inmediato, por lo que la psicoterapia “online” o “offline” no sería una oportunidad para procesar cambios para todos los usuarios de la red, sino para aquellos que pudieran trascender la fascinación y el desencanto y aventurarse en un proceso que los llevaría mar adentro.

Volviendo al inicio de este trabajo en el que citaba a Lewkowicz, finalizo esta reflexión con la idea de que el cambio y la incertidumbre hacen carne tanto en el consultorio entre cuatro paredes como en el espacio virtual y que existe una pregunta que guía el pensar sobre nuestro hacer en el contexto que sea y es aquella pregunta que formula M. Viñar en su artículo “Sobre encuadre y proceso analítico en la actualidad” al pensar sobre el pedido de ayuda y la demanda de análisis; él dice; “Cómo tramitarlos para lograr un encuadre compartible, sobre todo cuando la impronta de la época no es proclive a transformar la queja y el síntoma en un relato, es decir en una producción verbal donde el sujeto se comprometa y enganche en una postura reflexiva, donde operen la libre asociación y la atención flotante.”(2002:31).

Viñar afirma que “lo que define la calidad del encuentro y el espesor de lo que allí ocurre no son las condiciones formales [duración, frecuencia, retribución, interrupciones y la definición de los roles respectivos en la libre asociación y la atención flotante], sino la actitud y disposición de quienes llevan a cabo el proceso. (…) Es la actitud y disposición del analista el pívot que vertebra el encuadre, las reglas del dispositivo son medidas accesorias para favorecer la emergencia de un diálogo analítico. No se puede trocar el fondo por la forma.” (2002:32)




Bibliografía citada


- Balaguer, R. (2005) Vidasconect@s.com. La pantalla. Lugar de encuentro, juego y educación en el siglo XXI. Frontera, Montevideo.
- De León de Bernardi, B. (2005) Narrativa y psicoanálisis: alcances y límites de la palabra. RUP 100, Montevideo.
- Freud, S. (1914a) Recordar, repetir y reelaborar. Tomo XII. Ed. Amorrortu, Bs. As.
- Freud, S. (1913b) Sobre la iniciación del tratamiento. Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, I. Tomo XII. Ed. Amorrortu, Bs. As.
- Giles, M.V. (2000) Aspectos éticos y legales de la implementación de la psicoterapia a través de Internet. http://www.eutimia.com/psicoterapia/legales.htp (octubre 2000)
- Goijman, L. (2001) Psicoanálisis y psicoterapia analítica, una temática de este y de todos los tiempos. Zona Erógena Nº 48. Bs. As.
- Viñar, M. (2002) Sobre encuadre y proceso analítico en la actualidad. RUP 96, Montevideo.



Bibliografía consultada

- Baranger, W (1961-1962) La noción de “material” y el aspecto temporal prospectivo de la interpretación. RUP. Tomo IV – Nº2, Montevideo.
- Baranger, M y W, Mom, J. (1982) Proceso y no proceso en el trabajo analítico. Revista de FEPAL, Montevideo, 2002.
- Bleichmar, S. (1990) La construcción de la verdad en análisis. Revista de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados. Nº16, Bs. As.
- Etchegoyen, H. (2001) Algunas reflexiones sobre la historia de la técnica psicoanalítica. Revista Zona erógena Nº 48, Bs. As.
- Etchegoyen, H. (1988) Los fundamentos de la Técnica Psicoanalítica. Cap. 6. Ed. Amorrortu, Bs. As.
- Fernández, A. (1997) Preelaboración. Memoria, historización y construcción. RUP 93, Montevideo, 2001
- Freud, S. (1914c) Sobre la dinámica de la transferencia. Tomo XII. Ed. Amorrortu, Bs. As.
- Freud, S. (1914d) Puntualizaciones sobre el amor de transferencia. Tomo XII. Ed. Amorrortu, Bs. As.
- Laplanche, J. (2001) Metas del proceso analítico. Zona Erógena Nº 48, Bs. As.
- Merea, C. (2001) El psicoanálisis, la psicoterapia. Zona Erógena Nº 48. Bs. As.

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