Iatrogenia Política.

Por el Dr. Alejandro Sangenis

La diferencia entre un estadista y un político es que mientras el primero piensa en las siguientes generaciones, el segundo sólo piensa en las próximas elecciones". (Benjamín Disraeli)

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| Periodismo de Verdad | 30/4/2008|22:7hs | Si en algo hoy coinciden todos los argentinos, es que nuestra nación, está atravesando un formidable ciclo económico de bonanza. Tanto oficialistas como opositores, destacan que las condiciones externas de los mercados mundiales, de alta demanda de alimentos, han colocado a nuestro país y a la mayoría de los estados Latinoamericanos en una situación ventajosa y que se abre a la región infinitas posibilidades de crecimiento y desarrollo sostenidos.

Estamos viviendo los argentinos el tiempo más favorable para nuestra economía desde 1.810 a la fecha: Las variables macroeconómicas, el nivel de reservas alcanzado por el Banco Central y los excelentes precios de nuestros productos agro exportadores en el mercado mundial así lo aseveran. La demanda sostenida, brinda aún más expectativas de optimismo.
Sin embargo en el orden interno se olfatea en el ambiente un clima de alta vulnerabilidad, tanto en lo social, como en lo institucional y en lo económico.
Paradojal y perverso es el escenario que supo construir el oficialismo gobernante transcurrido un lustro a cargo del estado nacional.

Prima Non Nocere

Evidentemente estamos ante un caso de iatrogenia política.
Los médicos entendemos como iatrogenia, a toda alteración del estado del paciente producida por los profesionales de la salud. Para ser más claro es la palabra que designa a la enfermedad producida por dichos profesionales.
Hipócrates, nos recuerda que al optar por un tratamiento, nuestra primera consideración es la de evitar el daño "prima non nocere" (primero no dañar).
Sin duda en política también hay iatrogenia, como hay mala praxis, y por supuesto abunda el ana-ana.
El académico y maestro Dr. Alberto Agrest, uno de los referentes más importante de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires, describe no solamente las innumerables formas, razones y causas de iatrogenia, sino que va más allá.
Desde una óptica filosa encara la relación médico-paciente y nos habla de la iatrogenia verbal y gestual:

"La palabra como instrumento del pensamiento obedece a las ideas y los sentimientos que lo nutren y son sus constituyentes. Entre el pensamiento y la voluntad de expresarlo con palabras las relaciones se multiplican en posibilidades. Consideramos normal que el pensamiento preceda a la palabra pero ese preceder puede ser tan corto que parezca simultáneo. Pensamiento y palabra parecen entonces ambas producto de una actividad cerebral "madre" o "tronco" común que les da origen".

"La iatrogenia verbal ocurre cuando se dice lo que no debe decirse, primero cuando es falso como producto de la ignorancia, ignorancia de no saber, no tener conciencia de lo que no se sabe, segundo cuando no es oportuno, tercero cuando se carece de la empatía necesaria, cuarto cuando no se sabe usar un lenguaje metafórico comprensible para el paciente y quinto cuando no existe tiempo suficiente para que la comunicación médico/paciente pueda desarrollarse y asegurarse la comprensión por parte del paciente".

Debe recordarse que el lenguaje verbal es acompañado de un lenguaje gestual que debe ser concordante con el anterior para no generar perplejidad en el paciente. No es infrecuente la discordancia entre ambos lenguajes y mientras se minimiza una situación verbalmente el gesto de sea de grave preocupación, de desdén, de fastidio, o de provocación".


Argentina País Iatrogénico

Recurriendo a un paralelismo entre los fenómenos iatrogénicos que ocurren en el campo de la salud con los macabros errores que ocurren en el campo de la política y nuestras instituciones, podemos apreciar en una apretada síntesis que nuestra historia nos condena más por los errores y fracasos que por los éxitos.

Una foto de los últimos cien años nos lleva al diagnóstico: Argentina, país iatrogénico.

En la época del primer centenario nuestro país figuraba entre los diez principales del mundo.
En el año 1.950, en la etapa de posguerra, si bien es cierto habíamos pasado a estar entre las 20 naciones principales, nuestros indicadores de crecimiento y un contexto internacional favorable, determinaba que mundialmente se nos considerara incluidos en el grupo de naciones de futuro muy promisorio, conjuntamente, con Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Sudáfrica.El escenario mundial en ese momento era muy similar al actual.
El mundo demandaba alimentos, emergía de la segunda guerra mundial, nos sentíamos el granero del mundo y hasta nos dábamos el lujo de condonar deudas y abastecer gratuitamente de trigo a España.

En la actualidad las condiciones son aún mejores ya que a la demanda sostenida, principalmente por la incorporación a los mercados China, Rusia, India, y otros países asiáticos, se agrega capacidad de pago y excelentes precios internacionales.

Los albores del siglo XXI nos encontraron "Cuesta Abajo" "[...arrastrando por este mundo/ la vergüenza de haber sido/ y el dolor de ya no ser...]".
En los indicadores internacionales de todo tipo, se nos tiene que buscar, de la mitad de la tabla para abajo.

Para que hablar de transparencia, estamos peleando con Uganda el puesto Nº 68. Eso si, a pesar del Indek de Moreno, competimos con la Venezuela de Chávez, el primer lugar, y corremos con desventajas ya que los amazónicos todavía no trucaron sus estadísticas. Al hacerlo nosotros, por la falta de datos reales, resultó peor el remedio que la enfermedad, apareció una desmesurada expectativa lo que lleva a cálculos inciertos y a una típica actitud de remarcar por las dudas.

Somos el único estado en el contexto mundial que nos damos el lujo de falsear las estadísticas, es decir que recurrimos al autoengaño. No solamente nos conformamos con "tamalear" el IndeK, para ocultar el metastático cáncer inflacionario, sino que hay serias dudas también en los indicadores sanitarios, especialmente en los que respectan a la mortalidad infantil.

Uruguay, Chile y Brasil, nuestros vecinos, hoy aprovechan adecuadamente el ciclo de bonanza económica. Apuestan no solamente al crecimiento, sino también al desarrollo y nos demuestran cotidianamente que el superávit no es incompatible con la calidad institucional, la división de los poderes y sobre todo la existencia de la república.

En 1.983, con el advenimiento de la democracia el 55% de los ingresos públicos eran coparticipables, y el 45% era el saldo con el que se quedaba la Nación.
En la actualidad las provincias dependen en un promedio de más del 70% de la caja nacional. Esto ha convertido a los gobernadores en gerentes de sucursales del Poder Ejecutivo Nacional y los intendentes en meros capataces de obra, súbditos del humor kirchnerista, especialmente "de funcionarios como Julio "Di-vido", Ricardo "Jaimito" y José "Lopecito", integrantes privilegiados de la armada "Brancaleone", que maneja el destino de la obra pública argentina.

En un reciente informe del gobierno norteamericano, publicado recientemente en el diario de Jorge Lanata (Crítica de la Argentina), nos ubica entre las diez naciones que más falsifican y consumen productos en el mundo. La titulación del artículo "Argentina entró al top-ten mundial de las truchadas", lo dice todo. Algún día ¿Nos atreveremos los argentinos a dejar de ser tan truchos?.

Cuando uno más se zambulle en el pasado con racionalidad, imparcialidad y honestidad intelectual, me parece que no conseguimos o no queremos los argentinos salir del "laberinto del fracaso".

"Crisis, desempate y fracaso" lo titulaba Pablo Feinman hace unos años, cuando era un agudo crítico, ahora devenido en neokirchnerista. Los pueblos tienen los gobiernos que se le parecen, filosofaría en lunfardo, "el reo de la cortada". Jorge Asís nos diría una vez más "chocaron la calesita".

El Kirchnerismo iatrogénico y psicotizante

Menos de ciento veinte días bastaron para demostrar que el poder real lo detenta Néstor Carlos Kirchner. El ex presidente no es tan ex presidente y la actual presidenta es cada día menos presidenta. Una serie de desaciertos que comenzaron con las valijas de Antonini Wilson, misiones humanitarias abortadas de la mano de Hugo Chávez que terminaron en un papelón internacional, la inflación que lastima cotidianamente los bolsillos de los argentinos, los innumerables y chocantes discursos de Kristina que muestran una acentuada soberbia, autoritarismo y autismo; el polémico tren bala; la reorganización "mamarrachesca" y dócil del Partido Justicialista; el enfrentamiento todavía no superado con el campo y sobre todo la sensación de un ex presidente que desde la clandestinidad sigue siendo presidente, colmaron la paciencia de vastos sectores del pueblo argentino.

El espejo donde se reflejan estos desaciertos y desatinos son la abrupta caída de la imagen de la no tan presidenta, en diferentes sondeos de opinión. Lo más grave es que no se perciben signos ni síntomas de rectificación. Por lo contrario, el aislamiento, la utilización del atril presidencial y de los actos partidarios del PJ, para denunciar actitudes golpistas paranoicas y elegir el camino de la confrontación hacen predecir un escenario de incertidumbre.

Lo paradojal es que en el momento de mayor esplendor económico vivamos el prólogo de una crisis social-económica que repercute negativamente en nuestras frágiles instituciones.

Hay una parte bestial en el cerebro humano formado a lo largo de millones de años, como una yuxtaposición de tres niveles.

El nivel más primitivo: el mesen cefálico, llamado cerebro reptiliano. El nivel intermedio: el límbico o cerebro paleo mamífero. En el nivel superior están la razón y la fuerza de voluntad; en el inferior, todos los asuntos carnales, automáticos y de regulación biológica.
Siempre es útil tener presente que los reptiles también poseen los instintos básicos de hambre, reproducción, huida y agresión.
El profesor de biología del Salk Institute y autor del resonante libro El error de Descartes, Antonio Dalmasio, decía que existen los tres cerebros citados y dos mentes: la racional y la emocional, que combinadas - cuando funcionan bien - arrojan muchos tipos de inteligencias diferentes. Pero cuando el conjunto cuerpo, cerebro y mente, funcionan mal, porque fueron desbordados por un estallido nervioso, el ser humano pierde su claridad mental y deja de pensar correctamente. Cuando los sentimientos se agitan en su interior, y el hombre queda a merced de la furia, trastornado por la desilusión o retorcido por el dolor, emerge una sensación de invulnerabilidad alimentada por una ilusión de poder que facilita la agresión.

Se define la psicosis como "un desorden mental severo, con o sin un daño orgánico, caracterizado por un trastorno de la personalidad, la pérdida del contacto con la realidad y causando el empeoramiento del funcionamiento social normal".

Una correcta apreciación del término implica circunscribir la psicosis como una situación de enfermedad mental que presenta un desvío en el juicio de realidad. Este desvío es propio de la psicosis, a diferencia de la insuficiencia de juicio propia de la oligofrenia, del debilitamiento propio de las demencias, y de la suspensión del juicio propio de los estados confusionales (o delirium).

Las psicosis, abarcan la manifestación más claramente asociada con la enfermedad mental, sus síntomas clásicos incluyen las alucinaciones, delirios y grave alteración afectiva y relacional. Estos trastornos suelen tener un factor orgánico bastante pronunciado como los Trastornos Depresivos y Bipolares, aunque las esquizofrenias son claramente las de mayor repercusión personal, social y familiar dado su carácter crónico y degenerativo caracterizado por los elementos propios de todos los trastornos sicóticos a los cuales se añaden la desconexión con la realidad y aplanamiento afectivo.

Este breve pantallazo sobre enfermedades mentales y neurofisiología del cerebro, nos lleva a preguntarnos si realmente el poder y el absoluto manejo de la caja del Estado Nacional en épocas de abundancia, actúan como agentes etiológicos de psicopatologías en nuestros gobernantes.

Naturalmente gobernantes sicóticos, originarán una sociedad neurótica.

Los trastornos de ansiedad, de angustia, de pánico y diferentes fobias, son la incertidumbre cotidiana del ama de casa. La panadería, la verdulería, la carnicería, el almacén de la esquina, la boleta de la luz, el impuesto inmobiliario, las tasas municipales, la factura del agua, etc., etc., son disparadores de estas patologías.

Negar la inflación, es una actitud de autismo y ficción.

Eso significa un trastorno sicótico. Delirar con un tren bala cuando hay 20.000 km. de vías férreas a recuperar en todo el país, también es un hecho sicótico. Acusar de un complot internacional a la sospechosa entrada de U$ 800.000 contrabandeados pretendiendo eludir los controles aduaneros, es una actitud paranoica.

Estas actitudes patológicas, llevan a los gobernantes a actuar con violencia. La violencia es frecuentemente el poder del no poder.

En psicología, "una de las definiciones más aceptada de normalidad es la buena capacidad de adaptación de la realidad".
Mientras tanto lo que hoy reclama la sociedad es más simple de lo que se cree. Cansada de fracasos y de mentiras exige de sus gobernantes tolerancia, transparencia y prudencia.

En defensa de la tolerancia, no hay que tolerar más la intolerancia.

El kirchnerismo tiene que entender que lo que todo el mundo prevé con bastante anticipación, termina por suceder.

El orgullo es la barrera que impide ver la realidad. El orgullo siempre precede a la caída.
Aristóteles decía: "Cualquiera puede ponerse furioso... eso es fácil. Pero estar furioso con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto, y de la forma correcta... eso no es fácil. La dinámica de las crisis emocionales, incluidas las colectivas, va del arrebato al arrepentimiento".

La agresividad de las masas, es un perro rabioso que los políticos siempre lanzan contra sus opositores, con el cuidado de que no se vuelva contra su amo.
Y, como decía Heráclito: antes o después, todo tiende a convertirse en su opuesto.
Ha llegado la hora de rectificar el rumbo, con humildad, tolerancia y diálogo.
La experiencia siempre surge mas de los errores cometidos que de los aciertos.
En política esto se convierte en una regla de oro.

Los Kirchner tendrán que entender que enmendar errores y arrepentirse de haberlos cometido, no es arrugar.


Dr. Alejandro C. Sangenis
Médico

No me duelen los actos
de la gente mala;
me duele la indiferencia
de las gente buena

Martin Luther Kinghttp://psicosenza.blogspot.com

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