EL MIEDO A ENVEJECER

POR: MOISÉS VILLAGRÁN ZAMORA


INDICE

PÁG.

1. INTRODUCCIÓN 4

2. JUSTIFICACIÓN 5

3. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA 5

4. DESARROLLO:

I. ANTECEDENTES 6
II. CAMBIOS ANATÓMO-FISIOLÓGICOS 9
III. ¿CLIMATERIO VIRIL? 12
IV. SEXUALIDAD MASCULINA 13
V. IMPLICACIONES SOCIO-ECONÓMICAS Y CULTURALES 15
VI. IMPLICACIONES EMOCIONALES 17

5. IMPLICACIONES TANATOLÓGICAS 19

6. CONCLUSIONES 24

7. GLOSARIO DE TÉRMINOS 26

8. BIBLIOGRAFÍA 27








1. INTRODUCCIÓN:

Este ensayo es una mera percepción de quien lo escribe y, aunque se basa en textos de autores reconocidos, no pretende influir sobre el punto de vista del lector.

El escrito no contempla la confrontación de ideas de diversos autores, porque cada cual expresaría, de manera particular, su sentir de acuerdo a su idiosincrasia, recursos emocionales, posición económica, status social y laboral en el que está inmerso y todas ellas serían válidas.

Esta es más bien una descripción catártica de un varón de clase baja con pocas oportunidades económico-sociales pero con buenos recursos intelectuales, que no termina de encontrarle el rumbo a su convulsa vida.

Y responde quizá a la necesidad de querer expresar lo vulnerable que se siente un varón de edad madura (45- 55 años de edad), que no ha terminado de encontrarle un sentido a su vida, y que ve como paso a paso se acerca a una etapa de su existencia, en la que dejará de ser considerado como agente activo y productivo.

El ensayo describe, desde una óptica particular, los cambios anatomo-fisiológicos que experimenta el varón al llegar a la madurez, así como las implicaciones sociales, laborales y emocionales que pueden influir para temer la llegada de la vejez.

Asimismo, en estas páginas, se aventura el abordaje desde el punto de vista tanatológico y se sugieren una serie de recomendaciones que podrían servir de partida, para emprender el penoso camino del duelo, hasta la firme aceptación de llegar a la vejez con el menor dolor y sufrimiento posible.

De entrada, esta es una invitación a reflexionar sobre las oportunidades que se sustraen a las personas en edad madura y a encontrar un nicho donde incrustar a esta gente que posee mucha experiencia en diversos ámbitos. Después de todo “…arrieros somos…”.



2. JUSTIFICACIÓN:
El tema “El miedo a envejecer entre la población masculina” me parece relevante porque más allá de la vanidad de vernos bien, existe todo un trasfondo socio-cultural, económico y de mercado, que ha estereotipado y enajenado a nuestra sociedad a tal grado que los varones, que nos acercamos a esta fase, vemos disminuidas nuestras expectativas sociales, laborales y profesionales, amén de los cambios anatomo-fisiológicos y fisio-patológicos que vamos experimentando.
Esta puede ser una etapa muy natural si asumimos lo que de antemano sabemos: que no estamos exentos de continuar con el ciclo vital que nos llevará hasta la muerte.
Sin embargo, en una sociedad competitiva donde todo se mide por los logros en el terreno profesional y la mayoría de los éxitos que cuentan, son los que se alcanzan en materia de los bienes obtenidos. Entonces, he ahí mi preocupación de manifestar, o al menos dar un indicio, del porqué el varón en estas condiciones pretende aparentar que tiene las mismas fuerzas y capacidades que sentía cuando tenía unos treinta o cuarenta años de edad.
Este trabajo aventura lo que siente un varón, desde mi óptica, al ir atravesando por las diferentes fases de la madurez y las pérdidas que va experimentando conforme se acerca “la vejez”.

3. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA:

¿Cuáles son las principales causas que inciden, para que el varón que se encuentra entre la quinta y la sexta década de la vida, le tema a envejecer?




4. DESARROLLO:

I. ANTECEDENTES:

A lo largo de la historia, en los diferentes momentos y en las diferentes pautas culturales, el abordaje hacia los ancianos ha tenido diversos conceptos y actitudes.
En las milenarias culturas orientales, nos encontramos con movimientos verdaderamente holísticos, donde se encuentran considerados todos los aspectos, incluyendo los religiosos, los políticos, los sociales, los económicos y los familiares y entre estos encontramos el papel que juega el hombre maduro y el anciano frente a su comunidad (sin soslayar a las mujeres que de igual manera juegan un papel importante en estas sociedades).
El hombre maduro provisto de un presente alentador quizá asuma la vejez con cierto orgullo, como parte de su vida y por ende como parte final de un trayecto prolífico y rico, que culminará con la muerte o quizá con la trascendencia a otra vida metafísica, o a la reencarnación en otro momento en el cosmos
Tan importante era el anciano en la cultura Azteca que, por ejemplo, Fray Bernardino de Sahagún (1956:181) narra que, al anciano junto con el sacerdote le estaba conferido realizar los ritos fúnebres como señala la siguiente cita: “…después de la incineración, que se cumplía entonando cánticos, los ancianos rociaban con agua los residuos humanos; los colocaban en una urna y los enterraban en alguno de los cuartos de la casa, sin omitir la piedrecilla que le habían puesto en la boca al difunto, ofrendas varias y el infaltable perrito que habría de ayudar a su amo en su viaje por ultratumba”.
En las etnias de nuestro país, ligadas a culturas ancestrales (v. g. minorías de nuestro país como los Coras, los Huicholes y los Tarahumaras, entre otras), las relaciones interpersonales se rigen por tradiciones y costumbres locales donde los ancianos tienen un lugar privilegiado, ganado por su trayectoria en la comunidad y por el simple hecho de haber acumulado la sabiduría que solo da el tiempo y el trabajo. (Reyes, G. 1999:80)

Los concejos de ancianos lo constituyen quienes por su honestidad y humanismo han demostrado tener un juicio sabio; entre ellos se elige un líder que porta el cayado de mando (el bastón de poder que ostenta quien más autoridad y sapiencia posea). Estos son dignos de respeto entre toda la comunidad y grandes y pequeños les brindan honores y se les tiene en alta estima, pues ellos manejan los destinos del pueblo y de ellos depende la importante labor del bienestar del grupo. Llegar así a la ancianidad no constituye una mortificación, más allá de las limitaciones del devenir orgánico.
En estas sociedades se asume esta etapa como señal de experiencia, respeto y poder; precisamente en estas sociedades se ve a los ancianos como personas esenciales para el grupo, adjudicándoles roles de guía, dirigente, líder y consejeros del pueblo.
Desgraciadamente en esta época convulsa, son pocas las sociedades en las que se conservan aquellos roles en los que el anciano era un personaje importante en la comunidad. En la actualidad, el rol protagónico del viejo en la dirección política y cultural del grupo, ya es sólo un mero y fugaz recuerdo.
Una vez que los viejos han sido desplazados del poder político y cultural, la gerontocracia, antes centrada y ejercida por algunos viejos (principalmente varones), se diluye para dar paso a una nueva forma de vivir la vejez, es decir, inmersos en nuevos roles desprovistos muchas veces de status social alto, de prestigio, de liderazgo, y sobre todo, si hacen frente al nuevo estilo, viviendo en la pobreza extrema sin redes sociales de apoyo, y más aún, enfermos crónicos.
El poder ya ha sido conquistado y arrebatado por los jóvenes más preparados, con más poder económico y mayores relaciones con la cultura exterior.
Otra postura la asumen quienes perciben a la vejez como la parte última de la existencia y su consiguiente deterioro en las capacidades de vida. Esta percepción se puede encontrar en los diferentes espacios en que se ubique al anciano, ya sea el entorno familiar, social, laboral o el comercial.
La etapa de la vejez ha dejado de ser apreciada como un titulo dignificante para los miembros de nuestra sociedad, constituyéndose única y exclusivamente como parte de nuestro ciclo vital que precede a la muerte.
Por otro lado, el término anciano va asumiendo un nuevo rol (y más que un sustantivo, un calificativo) describiendo peyorativamente a: el viejo, el “objeto”, el mueble, el número, el expediente, la enfermedad, el invisible, el sin voz ni voto, etc.
La visión de la vejez, en estas circunstancias, no es nada halagüeña para quienes poco a poco vemos correr el calendario y sentir mermadas nuestras capacidades y nuestras oportunidades. Y menos cuando consideramos que dentro de pocas décadas poco menos del 50% de nuestra población estará constituida por ancianos, muchos de los cuales no tendremos acceso a los programas sociales y otros tantos estaremos carentes de una pensión vitalicia que aminore, al menos, el impacto psicofísico al que nos enfrentaremos.

Solo echemos un breve vistazo a las siguientes cifras:
v Según el INEGI (2005), las cifras de población entre los 45 y 64 años de edad fluctúan en los 14, 845, 452 habitantes en el territorio nacional y de ellos el 48% lo constituyen los varones.
v Mientras que el INAPAM (2007) hace notar que dentro de dos décadas serán 8.2 millones de personas que estarán cumpliendo o rebasando los 60 años de edad.
Estas cifras, a mas de asustarnos, deberían ponernos a pensar que como sociedad debemos de iniciar una cruzada en la que se haga todo lo posible para que quienes estemos en edad madura, en el vestíbulo de la vejez, tengamos mayores oportunidades laborales que respondan a nuestras necesidades y acordes a nuestras capacidades. Es decir, que se nos mantenga en actividades productivas y atractivas tanto social como emocionalmente. ¡Para ponerle más vida a los años!
Y vueltos a las trincheras debemos buscarle respuestas a nuestros miedos:
v ¿Cuáles son los obstáculos que tendremos que vencer los varones que pronto nos haremos ancianos?
v ¿Qué temores tendremos que enfrentar los varones en vías de hacernos viejos en breve?
v ¿Dónde se quedaron las consideraciones y el reconocimiento que de por si tenía en anciano en sociedades como la nuestra?
Sin embargo, difícilmente desaparecerán nuestros miedos y más aún si no contamos con el apoyo de una buena red social, sin el reconocimiento de los nuestros y sin la mirada de alguien que contemple en nuestro viejo y cansado rostro nuestra capacidad de amar.

II. CAMBIOS ANATÓMO-FISIOLÓGICOS (Un inevitable camino sin retorno):

Desde la fecundación, en el vientre materno, damos el gran salto hacia el envejecimiento. La veloz reproducción celular para formar tejidos y órganos involucra no solo la neoformación estructural que conformará nuestra anatomía, también se van renovando las células de los órganos ya formados y el crecimiento corporal exige que células nuevas sustituyan a las más “viejas”.

Una vez naciendo y en un ambiente agresivo, el crecimiento corporal se desacelera y la reproducción celular se agiliza para reparar los tejidos que han sido agredidos por el medio externo. Comienza realmente una vida “independiente” del claustro materno, para enfrentarnos a un entorno agresivo en el que nuestra capacidad de adaptación hará el resto.

El desarrollo y crecimiento de nuestro ser se lleva a cabo mediante el ya consabido ciclo vital y por las relaciones que establezcamos con nuestro entorno, para adquirir experiencias y para desarrollar capacidades y potencialidades mediante una serie de vivencias que nos harán aptos para sobrevivir.
Toda la vida, y de manera perene, vamos realizando, elaborando y recreando prácticamente lo mismo: el objetivo de seguir viviendo, creciendo y enriqueciéndonos en nuestro transito por este mundo.

¡Pero aquí no para la cosa! El contexto en el que metemos al envejecimiento no necesariamente lo vemos como se explicó atrás. Concebimos al envejecimiento a partir de los estereotipos que nos marca la sociedad y los medios, y nos hacemos conscientes de ella solo cuando vamos perdiendo la turgencia de nuestros tejidos superficiales (dermis y epidermis), cuando se van endureciendo y fragilizándose nuestras uñas, cuando hay adelgazamiento, caída y encanecimiento del pelo y crecimiento de este donde antes no se percibía (bajo vientre y orejas).

¿Y qué decir cuando vemos nuestro rostro? En él, vemos que poco a poco nuestra piel se torna áspera, deshidratada, surcada por la acentuación de las líneas de expresión (en pocas palabras nos arrugamos), nuestras cejas se tornan gruesas y largas, nuestros ojos van perdiendo el brillo y la viveza de la mirada, nuestros labios resecos dibujan un gesto triste que contrasta con sus líneas colaterales y la nariz gacha, por la pérdida de la rigidez cartilaginosa, nos da un aspecto hosco o de intolerancia.

Nos situamos ante el espejo que nos devuelve un rostro desagradable, que no nos gusta cuando nos miramos y que a veces queremos disimular iluminándolo con algo que asemeja una sonrisa, que muchas veces se ve patética ante el descuido de nuestras piezas dentarias (¡Ah juventud, donde saliste a pasear!).

¡Pero todavía hay más! Nuestro sistema muscular a nivel de tórax y vientre va perdiendo el tono, la flacidez y la inactividad favorecen la obesidad exógena. Poco a poco, el peso del vientre y la debilidad de los músculos de la espalda permiten la modificación del centro de gravedad (que antes caía entre la quinta vértebra lumbar y la primera sacra) y que nos permitía estar erguidos, para caer ahora en la pelvis y que nos hace encorvarnos.

Nuestras extremidades (superiores e inferiores) van perdiendo fuerza por el adelgazamiento muscular y la pérdida de calcio óseo: nuestro sistema locomotor se va enmoheciendo y tanto tendones como articulaciones se van poniendo rígidas, dificultando así la rapidez y la agilidad que redundan en la disminución de nuestras habilidades motoras.

Internamente, nuestros órganos cansados por el maltrato, el abuso, el paso del tiempo y las enfermedades crónico-degenerativas, comienzan a resentirse y a pasarnos el costo:

v Nuestros vasos sanguíneos se van endureciendo, dificultando la perfusión, la oxigenación y la nutrición de los tejidos, este solo hecho permite que el sistema inmunitario se debilite y seamos propensos a infecciones de todo tipo y en cualquiera de nuestros órganos y sistemas.
v La pérdida del tono muscular de las fibras lisas de nuestro sistema digestivo, poco a poco disminuyen el peristaltismo, facilitando la distensión abdominal, por el estasis intestinal y la consiguiente constipación (estreñimiento). La propensión a gastritis, colitis y la aparición de ulceras sangrantes son frecuentes en esta etapa de la vida.
v La misma pérdida del tono de las fibras lisas musculares del tracto respiratorio, aunado al aumento de la elasticidad de la parrilla costal y del tejido pulmonar, impiden una buena limpieza bronquial con las consiguientes infecciones broncopulmonares.
v La oxigenación en estas condiciones se dificulta en parte por la alteración de la circulación sanguínea dentro del pulmón y por la hemoconcentración, como resultado de la perdida extraordinaria de líquidos, ello conlleva al sufrimiento cardiopulmonar dando como resultado incremento en la tensión arterial, insuficiencia cardiaca y disminución del filtrado renal.
v Esta misma falta de oxigenación, asegura la oxigenación cerebral para las funciones básicas, pero disminuye las funciones intelectuales, lo que da como resultado: disminución de la memoria a corto plazo, ineficiencia en el cálculo matemático, ineficiencia del sistema senso-perceptivo, baja concentración y bajo rendimiento del proceso enseñanza-aprendizaje, entre otros.
v Nuestro sistema genital, alrededor de los 45 años, va perdiendo su capacidad eréctil por la disminución de llenado de los cuerpos cavernosos del pene y la producción y movilidad del esperma merma por la disminución de líquido seminal en la próstata. Y esto es una tragedia, porque al igual que la mujer al sobrevenir la menopausia, el hombre experimenta frustración y depresión por lo que concebimos como la disminución de la virilidad: la tan temible ¡¡impotencia!!
v Los cambios anatomofisiólogicos también implican las alteraciones fisiopatológicas, por la degeneración tisular y orgánica y por las enfermedades propias de la madurez y la vejez (v. g. neumopatía crónica, fibrosis pulmonar, enfisema pulmonar, diabetes mellitus tipo II, insuficiencia cardiáca congestiva, hipertensión arterial, insuficiencia renal aguda y crónica, enfermedad ácido-péptica, entre las principales).

Parafraseando a Pablo Milanés, “…el tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos y el amor no lo reflejo como ayer…”

Nos vamos poniendo viejos, cansados; ahora dormitamos, quizá porque nuestro cuerpo ha resentido el paso del tiempo, las noches de desvelo, el abuso en el trabajo, el abuso en las comidas, la falta sistemática de actividades físicas, la falta de satisfacciones y ahora también una sexualidad que nos deja dudas.

III. ¿CLIMATERIO VIRIL?

La menopausia no existe entre los hombres, pero sí el climaterio, según afirma la Federación Latinoamericana de Sociedades de Sexología y Educación Sexual (FLSSES) y se manifiesta entre los 40 y 60 años de edad.

Entre las características que describe esta Federación, está principalmente la disminución de la producción de testosterona alrededor de los 45- 55 años de edad, lo que coincide con el clímax de la vida intelectual y laboral y con una meseta, cuestionablemente sostenible ante los embates socioeconómicos, en la que los niveles de estrés, por mantener un estatus, causa alteraciones fisiológicas caracterizadas por descargas adrenérgicas que estimulan continuamente la producción de ácidos gástricos, disminuyen la irrigación de órganos (principalmente los genitales) que por lo regular no participan en la solución de nuestra vida convulsa, incrementando los periodos de insomnio, lo que según este misma Federación, disminuye la producción de los niveles matutinos de testosterona.

Bien sabemos que la mujer tiene recursos emocionales de los que el hombre carece, o bien de los que poco o nada echa mano; la mujer se apoya en su red social, busca ayuda entre sus amistades, acude al ginecólogo y hace todo lo posible por sentirse, física y emocionalmente, lo mejor posible.

Por el contrario el varón, en estas mismas condiciones, difícilmente buscamos ayuda entre nuestras amistades -puede ser señal de debilidad o una manifestación de sensiblería-, nos negamos a aceptar que nuestro organismo está, naturalmente, ante un proceso degenerativo por el paso del tiempo, y ¡claro! no asistimos al médico sino hasta que nos sentimos peor. Lo anterior es principalmente cultural (somos bien machos, no lloramos y somos los más fuertes de la casa).

Y como consecuencia nuestro miedo, a enterarnos lo que nos pasa y a reconocer que vamos envejeciendo, raya en la negligencia con nosotros mismos.

IV. SEXUALIDAD MASCULINA:

A pesar de que el varón es más piel que sentimientos, a pesar de que pone, en la mayoría de los casos, su valía en los bienes materiales y su seguridad en cuanto posee. A pesar de eso algunos tenemos nuestro corazoncito, nuestra parte femenina muy desarrollada y también nos gusta apapachar y por su puesto, ¡¡que nos apapachen!!

Pero cuando vemos y sentimos decaer nuestra virilidad, pareciera como si nuestros sentimientos también menguaran, que fueran corresponsables de nuestra infelicidad y de nuestra vida sexual insatisfecha. Y conste que digo vida sexual para no confundirla con nuestra sexualidad.

Ese orgullo, esa potencia, esa confianza que nos daba tener una buena erección y mantenerla hasta el término del coito -y más allá-, se ve vulnerada y junto con ello olvidamos nuestra capacidad de amar. La inseguridad se planta en nuestra vida y nuestra capacidad de amar a nuestra pareja se esfuma (bueno, al menos eso creemos), en parte por temor al rechazo, en parte porque no sabemos pedirle ayuda, en parte por nuestra inmadurez emocional.

Nuestra capacidad para acariciar decae y al igual que algunas mujeres ponen su femineidad en el útero y los senos, nosotros ponemos nuestra capacidad de amar en la erección del pene y en la duración de esta, después de todo -y aunque muchos de nosotros queriendo ser muy intelectuales, muy civilizados y muy racionales y lo neguemos-, nos gustaría ser los mejores amantes y por supuesto estar muy bien dotados.

Sin embargo, existen otros factores de orden cultural que empañan el panorama. La sociedad, nuestra comunidad, nuestro grupo religioso, nuestra familia y los medios de comunicación, regidas por tabúes y por prejuicios, aún miran con malos ojos o con sospechosismo, que el hombre maduro: ese varón que está envejeciendo, ponga atención a su aliño, se tiña el pelo, se vista bien, sea pulcro, ¡ah! Sin olvidar que probablemente se tenga que tomar el chocho azul (viagra).

¿Y porqué?

Por los patrones culturales que nos han enseñado, por los estereotipos transculturizados que hemos mal asimilados, por la enajenación a la que nos someten los dueños de la información y por supuesto, la más importante de todas: ¡por nuestra ignorancia, por nuestra falta de interés por informarnos, por nuestra incapacidad emocional de amarnos a nosotros mismos y por no saber pedir ayuda a quien tanto nos ama!

V. IMPLICACIONES SOCIOECONÓMICAS Y CULTURALES:

El envejecimiento ya viene inscrito en nuestros genes, es algo inevitable que todos los seres vivos tenemos que cumplir, la manera en la que envejecemos y como lo enfrentamos es una prerrogativa nuestra.

La premisa dialéctica de “la lucha de los contrarios”, es ese “intentar ser” contra lo que en realidad “somos”, es la polea que nos arrastra, que no nos deja avanzar, que nos lleva en sentido contrario y que está impregnada de un desazón causado por la propia desvalorización que nos cuelga la sociedad en la que vivimos y la que los medios de comunicación, con la implantación de patrones de vida, se han encargado de difundir de manera enajenante.

Para muestra un botón. Hasta los años 70’s las series de televisión, las películas, las telenovelas y los comerciales, empleaban un prototipo de galán que estaba cercano a los cuarenta años de edad o que sencillamente y sin prejuicios los rebasaba. La proyección del varón en esta etapa de la vida hacía lucir la madurez como una época interesante, las canas, el traje y la gabardina daban un aire de intelectualidad, seguridad y aplomo. ¡Un varón digno de confianza en quien apoyar el brazo!

Lentamente y sin que nadie lo sintiera, la misma pantalla chica se fue encargando de instruir y de reeducar a nuestra novel sociedad moderna, impulsando en estos roles a gente mucho más joven, pero sin la cordura ni la sapiencia de otras épocas. No es queja (¿o sí?) pero, coincidentemente, en los finales de los 70’s, en nuestro país, desapareció de la educación básica el estudio del civismo y con ello los nuevos estudiantes de los 80’s y los 90’s entraron en un vacío de civilidad y de respeto por la gente adulta (mujeres y hombres a la par).

Los que nacimos en los años 60’s ahora somos los padres de estos jóvenes y a la vez pertenecemos a la pasada generación que creció reprimida por los padres y las autoridades, donde cualquier expresión de independencia era tomado como signo de rebeldía y amenaza a los valores sociales, familiares y nacionales -¡qué aberración!-. Hoy nuestra misma generación ha llegado a la madurez maltratada por los medios, menospreciada por los jóvenes e ignorada por nuestras autoridades.

La proclama de la globalización y las políticas económicas de los llamados países de primer mundo, exigen de sus “socios comerciales”, casi siempre más pobres, tratos preferenciales, lo que deja vulnerable al avance social, para dar paso a un proceso de producción más acelerado en el que la gente madura y los ancianos ya no figuran.

Contribuye a este desasosiego la llamada “certificación por competencias”, no es que esté en desacuerdo con ella, porque si bien es cierto que trae consigo sus limitaciones, también es cierto que propone una mejoría en la calidad y calidez de los servicios y abre la posibilidad de obtener una licenciatura por años de servicio realizado en un área específica. Pero el examen nos cuesta entre $15,000.00 y $25,000.00 pesos (dato obtenido en el CENEVAL Cd. De México) y exige que nos aprendamos, prácticamente de memoria, una serie de reactivos que difícilmente los recordaremos a la hora de examinarnos. ¡Vaya lío!

El hecho es que los varones que ahora estamos entre los 40 y 50 años de edad poca probabilidad tenemos de acceder a tecnologías de punta y mucho menos a aprender su manejo, quedándonos en desventaja con las generaciones más jóvenes (más agresivos, más preparados y más audaces).

Más aún, los negocios familiares, característicamente rústicos y artesanales, han ido poco a poco perdiendo su atractivo frente a los grandes consorcios que desplazaron de manera criminal la única alternativa de tener un negocio propio, o simplemente fueron absorbidos por estos, devaluando el trabajo de muchos años.

Nos encontramos en el umbral de la jubilación, avejentados, desgastados, en manos de la voracidad de las afores, enfermos o en vías de estarlo, cansados, desesperanzados por la ausencia de oportunidades de empleos acordes a nuestra edad y bien remunerados, a veces con una presencia que da lástima o risa y con un poder adquisitivo pobre por la mezquindad de nuestras autoridades y la falta de iniciativa nuestra de adquirir herramientas para reforzar nuestra vida profesional.

¿Cómo no sentir miedo en este escenario en el que nos movemos y en el que perdemos la esperanza de un trabajo, al menos, con una remuneración segura?

VI. IMPLICACIONES EMOCIONALES:

Físicamente nos vamos deteriorando, pero mentalmente estamos renuentes a reconocer que estamos envejeciendo y más porque nuestra mente nos juega la broma de sentirnos más jóvenes de lo que en realidad estamos. Esta lucha entre lo que somos y lo que sentimos, es el meollo de nuestra escabrosa vida emocional.

Este proceso natural de la vida, que a veces negamos o al que nos resistimos por la falta de valor para reconocer que estamos envejeciendo, es el camino agreste que tenemos que andar para enfrentar el conflicto entre lo que pretendemos ser y lo que verdaderamente somos, porque sencillamente tenemos una edad física y otra mental.

¿Cuántos varones en este momento estamos preocupados por nuestra apariencia? Bien, si todo se queda en la preocupación, es sano; pero si es la obsesión la que domina, entonces es anormal.

El temor a envejecer no es una prerrogativa del varón, lo experimentan también las mujeres y aunque las causas que lo motivan suelen ser diferentes, la manera de abordarlas suele ser parecida -al menos en cuanto a la apariencia física respecta-, queriendo retardar el proceso mediante tinturas para el cabello, cirugías estéticas, masajes rejuvenecedores, cremas y maquillajes caros. Y no es que ello sea malo o bueno, es como si muy dentro de nosotros la nostalgia de una juventud que está pasando a mejor vida hiciera un último intento por mantenerse con nosotros.

Pero junto a este proceso que pareciera tan natural, se encuentra una variante todavía más peligrosa y que constituye el lado aberrante, aún desconocido por muchos de nosotros: la gerascofobia. Con este término se designa al miedo exagerado por llegar a la vejez o por estar junto a los viejos, ya que se le relaciona directamente con la llegada inminente de la muerte.

Este tipo de miedo suele estar presente incluso desde la juventud y se refuerza conforme se va escalando posiciones o se obtienen bienes materiales. Existen algunos elementos determinantes, por ejemplo: que el individuo sienta la falta de realización o de logro de ciertas metas y circunstancias socioeconómicas desventajosas y está asociado a los rasgos de personalidad neuróticos, histéricos y narcisistas.

Debido a la sobrevaloración de los bienes materiales, la perdida de la belleza, la seducción, las riquezas y el poder, trae como consecuencia un alto sentimiento de frustración, de vulnerabilidad y depresión y las ideas e ideaciones suicidas pueden tomar cauces fatales.

El varón maduro con cercanía a la ancianidad modifica su comportamiento de tal manera que sale de sus patrones conductuales habituales:
v Viste muy juvenil,
v Asiste al gimnasio,
v Y se enrola en situaciones sentimentales con mujeres más jóvenes.

Esta conducta de evitación es un mecanismo defensivo de autoengaño para bajar los niveles de angustia. Y Pareciera que con esta conducta juvenil solo le hiciéramos un “remiendo” a los hoyos que han dejado en nuestra vida las carencias, los anhelos quiméricos y nuestras frustraciones. Pero desgraciadamente, bajo esos “parches”, perdemos nuestra verdadera existencia.

Podemos decir que en materia del miedo a acercarse la vejez no hay nada dicho con certeza, pero el temor al paso de los años existe y es cada vez más frecuente. ¡Esta resistencia únicamente nos lleva a la infelicidad!

5. IMPLICACIONES TANATOLÓGICAS:

Desde el nacimiento, el ser humano va eslabonando una cadena de pérdidas que, a más de inflingirle dolor y sufrimiento, deberían permitirle crecer, enriquecerse con la experiencia y madurar emocionalmente. Sin embargo, pocos son los que logran encontrarle un valor a lo que como personas son, al sentido que tiene su existencia, a tener un proyecto de vida y a cumplir algunas de sus metas.

Es a partir de los 40 años de edad, que la mayoría de los varones se encuentran ubicados en un estatus social y psicológico óptimo, donde la experiencia, las metas alcanzadas y la productividad, tienen una revaloración importante. Pero de igual forma, es el momento en que las capacidades físicas y psíquicas inician un cambio notorio.

El inicio de los cambios fisiológicos tiene una influencia que habrá de resolverse hasta llegar el duelo por las pérdidas significativas (empleo, amigos, familiares, pareja y capacidades físicas).

Es importante considerar que entre la edad de los 40 y 50 años, incrementa la susceptibilidad a que aparezcan enfermedades crónico degenerativas incapacitantes y prolongadas, que conforme avanza el tiempo limitan la actividad física, propician la dependencia y conllevan al riesgo de muerte.

En nuestra sociedad, entre los varones, la preocupación no solo aparece por el deterioro de la calidad de vida, sino también porque la enfermedad suele impedir asistir al trabajo y por ende cumplir con el papel de proveedor.

Esta situación poco a poco toma visos de dependencia económica y es compartida por varones y mujeres, pero resulta más incómoda para los varones porque al avanzar la edad su papel como proveedor y jefe de familia va siendo asumido por los hijos mayores, lo que vulnera la seguridad y muchas veces la autoridad de los mismos.

Este sentimiento de dependencia, aunado a la falta de un proyecto de vida y a la salud menguada, ocasiona en el varón desesperanza, tristeza y abandono propio. A diferencia de este, la mujer asume actividades tradicionales de género como: barrer, lavar, cuidar a los nietos, hacer la comida, etc., con tal de sentirse útil y no verse como una carga.

En algunas enfermedades como la diabetes suele suceder, entre algunos hombres, que se ponga en duda la identidad masculina porque disminuye o se pierde la capacidad de erección y por lo tanto se generan conflictos con la pareja, que incluso pueden llegar hasta la separación.

Esto puede ocasionar que el varón se vaya sustrayendo poco a poco del hogar, se aleje de la familia y se encierre en sí mismo o se dedique a alcoholizarse –recordemos que estamos en un medio psicosocial que ofrece pocas opciones interesantes para quienes estamos en vías de llegar a la senilidad, y que muchas veces no contamos con recursos económicos, sociales ni culturales para tornar en productivo el tiempo que aparentemente nos sobra-.

El abordaje desde el punto de vista tanatológico está enfocado a que el sujeto, en estas condiciones, le encuentre un sentido al resto de su vida y a que aproveche el tiempo que le queda en enriquecer su autoestima, su intelecto, y a compartir sus experiencias y habilidades con los más jóvenes, pero principalmente con gente que como él está en la misma situación.

El tanatólogo debería encausar al varón en esta etapa para que aproveche sus recursos, capacidades y habilidades. Y quizá podría ser de utilidad que este consejero esté o haya estado en circunstancias similares, por lo regular, solo quien ha pasado por estas pérdidas y las ha superado suele ser un buen maestro y un referente a imitar. La autoridad se la brinda no solo el conocimiento del área en la que es experto sino también la experiencia que ha solventado.

A continuación se enumeran una serie de recomendaciones que, a mi juicio, podrían ser de utilidad:

I. RECOMENDACIONES GENERALES:
v Recuperar vocaciones postergadas,
v Orientarse a la búsqueda de logros espirituales,
v Elegir lo mejor para sí desde el conocimiento y la experiencia,
v Dejar en segundo plano las expectativas ajenas,
v Comenzar a aceptar la condición limitada , pero rica en experiencias multifocales,
v Conducir los niveles de erotismo a los terrenos de la calidez y la calidad y porque no, de la esteticidad,
v Realizar un inventario de vida, resaltando los logros y tomando los fracasos como la vuelta a la oportunidad de mejorar aquellos que estén al alcance,
v Y tomarse tiempo para reflexionar sobre las siguientes preguntas:
o ¿Quién soy?
o ¿Qué hice?
o ¿Cómo me siento?
o ¿A dónde voy?
o ¿Quién me acompaña?
o ¿Habrá tiempo?

II. RECOMENDACIONES ESPECÍFICAS:
v ELEVE SU AUTOESTIMA:
§ Manténgase siempre limpio y oliendo a fresco,
§ Vístase de acuerdo a su edad,
§ Si lo considera necesario, tíñase el pelo de forma discreta, permita que poco a poco se vayan notando sus canas.
§ Mire siempre de frente y regale una sonrisa, levante la mirada del piso.
§ Organícese, dé un tiempo para realizar algún deporte.
§ Organice o ingrese a algún grupo de personas que como usted, se encuentran en la madurez.
§ En la medida de lo posible, evite competir o confrontarse infructuosamente con gente más joven que usted.
§ Sea solícito, pero no regale su experiencia a quien no se la pida.
§ Sublime sus debilidades aprovechando las potencialidades que aún no ha desarrollado.
v CUIDE SU SALUD:
§ Mantenga su calidad de vida,
§ Realícese un chequeo al menos cada seis meses,
§ Si padece alguna enfermedad crónico degenerativa, acuda a sus citas médicas,
§ ¡Es tiempo de realizarse un chequeo de próstata y antígeno prostático!
§ ¡¡¡Acuda al servicio médico si detecta disminución de su capacidad de erección!!! ¡Platíquelo con su pareja!
v CUIDE SU ECONOMÍA:
§ Recuerde que un varón entre los 40 y los 50años de edad tiene un potencial económico limitado y supeditado a los logros de sus últimos 20 años.
§ Pero también recuerde que en esta etapa de la vida tiene entre 10 y 20 años para buscar una mejora en su economía.
§ No malgaste su dinero, no adquiera deudas innecesarias. ¡Cuidado con el dinero de plástico!
§ No invierta en negocios riesgosos.
§ Desarrolle su creatividad y realice actividades económicas que usted ya conoce y/o realiza.
v NO DESCUIDE SU CAPACIDAD INTELECTUAL:
§ No deje de aprender y/o de enseñar,
§ En la medida de lo posible, ingrese u organice un círculo de lectura y debate de temas culturales.
§ Recuerde que la actividad neuronal después de los 40 años disminuye y la memoria a corto plazo va mermando.
§ No se angustie, utilice agendas, escriba recordatorios.
§ Si lo considera necesario acuda a su médico.
§ Permítase jugar con los números, en la gimnasia mental no es necesaria la rapidez de los procesos mentales, sino la eficacia de estos.
§ Replantee sus proyectos y realícelos de acuerdo a sus necesidades, intereses y capacidades.
§ No se ponga metas a muy largo plazo ni muy ambiciosas.
§ Trabaje con la que ya posee y en lo que considere que puede salir avante.
v CUIDE SUS RELACIONES INTERPERSONALES:
§ Recuerde que el ser humano es un ser social, el aislamiento puede ser contraproducente. Las mejores oportunidades surgen en el terreno de la colectividad.
§ Forme grupos de apoyo (red social) con gente de su edad, la mayor parte de los varones contemporáneos tienen, casi, los mismos problemas y pueden ayudarse a resolverlos de acuerdo a sus experiencias. Haga catarsis con ellos.
v CUIDE SU VIDA ESPIRITUAL:
§ Más allá de sus creencias, dese la oportunidad de estar a solas con usted mismo.
§ Realice un inventario de su vida.
§ Permítase entablar una relación armónica con la naturaleza, con su DIOS, con el cosmos y con sus congéneres.
§ Sea caritativo con usted mismo antes de pretender recomponer algunas situaciones pendientes.
§ En la medida de lo posible ¡perdónese!
§ Aprenda a pedir perdón y a perdonar.
§ Establezca un vínculo de amor con los suyos, principalmente con su pareja (si es que la tiene), deje salir al niño que lleva dentro, juegue con la niña que es su pareja, reenamorense.
§ Recuerde que esta podría ser la única vida que tiene, no malgaste el tiempo que le queda por vivir.
§ Transitar por las etapas del duelo en estas circunstancias no es nada fácil, hágalo de la mano de la persona que más ama y de la mano de sus verdaderos amigos.



6. CONCLUSIONES:

Este intento de ensayo es quizá el producto de una catarsis obligada que bullía por salírseme por la piel y por el alma. Es un llanto callado que muchos varones maduros, creo yo, llevamos a cuestas pero que los patrones culturales en los que fuimos criados nos impiden hacerlo patente.

Asumir así la llegada de la vejez puede ser doloroso, no es fácil soltar un mundo en el que se quedan los mejores años de nuestra vida, nuestra piel lozana y la belleza de una juventud que se nos quedó en el intento de competir por un trabajo o por un buen ascenso.

Con los ojos nublados por el llanto, no nos damos cuenta de que la madurez nos permite concientizarnos de lo que realmente somos y que nos invita a mirar hacia nuestro interior, tomando la responsabilidad de nuestras acciones y de lo que es nuestra vida en estos momentos. Por ello debemos aprender a mirarnos a nosotros mismos con respeto, reconociendo que tenemos cualidades con mayor peso que la simple apariencia física y quizá así descubramos el verdadero significado de nuestra vida.

Es recomendable estar abiertos al cambio con una actitud de curiosidad y entusiasmo por la salud y la vitalidad en las etapas que nos quedan por vivir.
La riqueza que posee nuestro ser interno está fundamentada en nuestra experiencia, sabiduría y amor, y ello lo podemos heredar a quienes nos rodean.

Aceptar que estamos envejeciendo nos permite quedar en buenos términos con nuestra edad y solo entonces podremos trabajar para mantenernos saludables y jóvenes de alma, no por vanidad ni apego a la juventud, sino para conservar en óptimo estado el templo en el que habita nuestra conciencia y para tener una mejor calidad de vida.

Hay que llorarle un poco a la juventud, hay que despedirla con tristeza pero hay que volver el rostro al cielo; la verdadera fortaleza radica en la juventud del alma.
Rabí Shaul no se equivocaba cuando escribía a los de Corinto: “Por tanto, no desmayamos: antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior empero se renueva de día en día” (2ª Corintios: 4:16).


7. GLOSARIO DE TÉRMINOS:

Cayado: Bastón que posee el pastor para conducir a su rebaño.

Dermis: Segunda capa de la piel que está en contacto con el medio interno.

Descargas adrenérgicas: Producción excesiva de adrenalina secundaria a estados de estrés.

Enfermedad ácido-péptica: Enfermedad del tracto digestivo caracterizada por el incremento de la producción de acido clorhídrico.

Enfisema pulmonar: Enfermedad obstructiva del los conductos alveolares del pulmón originada por la destrucción de los mismos, lo que ocasiona aparición de cavernas.

Epidermis: Capa mas externa de la piel que está en contacto con el medio ambiente.

Gerascofobia: Miedo exagerado a la vejez o a envejecer.

Gerontocracia: Autoridad o gobierno de los viejos.

Hemoconcentración: Concentración de los corpúsculos de la sangre causada por la pérdida de líquidos.

Neoformación: Formación nueva de células o tejidos en alguna región del cuerpo.

Neumopatía crónica: Enfermedad crónica del pulmón.

Perfusión: Irrigación de los tejidos corporales.

Peristaltismo intestinal: Movimiento intestinal que impulsa los desechos hasta el recto.

Tracto respiratorio: Conductos respiratorios (bronquios y bronquiolos)










8. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO ILUSTRADO (1978). Edit. Selecciones del Reader’s Digest. México.

DICCIONARIO DE MEDICINA OCEANO MOSBY (1996). Edit. Océano. Barcelona, España.

GARDNER, et al. (1978). ANATOMÍA: estudio por regiones del cuerpo humano. Edit. Salvat, México. Segunda edición.

INEGI (2005). Distribución de población por grupo de edad, en el CENSO NACIONAL DE POBLACIÓN Y VIVIENDA

MARQUEZ, Serrano (2007). DESPROTECCIÓN SOCIAL EN ADULTOS MAYORES VIVIENDO EN POBREZA EXTREMA. En Salud Pública de México, año/vol. 49, número especial: Instituto Nacional de Salud Pública. Cuernavaca, México. Pp. 346-348 ISSN; 0036-3634

PICHOT, Pierre (1990) DSM-III-R (breviario). American Psychiatric Association. Masson, Washington D. C.

REYES, G. Laureano. (1999). El contexto cultural y económico del envejecimiento. El caso de los zoques de Chiapas. En Consejo Nacional de Población. Envejecimiento Demográfico en México. Por una sociedad para todas las edades. México.

RODRIGUEZ, Héctor, SALAZAR, Paulina, SCHMIDT, Nadia et al. HISTOLOGIA TESTICULAR HUMANA COMPARADA, ADULTO JOVEN Y SENIL. Rev. Chil. Anat., vol.17, no.2, p.183-188. ISSN 0716-9868.

ROZENZWIEG, et al. (1995). Envejecimiento en: PSICOLOGÍA FISIOLÓGICA. Segunda edición. Edit. Mc Graw-Hill. Pp. 144- 148.
SAHAGÚN, Fray Bernardino (1956). Historia General de las Cosas de Nueva España. Tomo II. Ed. Porrúa, México.
SANTA BIBLIA (1979). Reyna-Valera Versión antigua. Edit. Betania, Puerto Rico.
http://psicosenza.blogspot.com

Entradas populares de este blog

¿Qué es el fotolenguaje?

FODA Matemático: Cómo funciona , paso a paso

La diferencia entre adular y alabar